Desde que en febrero de 1975 Montoneros secuestró y mató a su cónsul en Córdoba, John Patrick Egan, los Estados Unidos temían más ataques a sus diplomáticos en Argentina. Seguían todas las pistas, aunque sabían que de la propuesta al hecho había grandes distancias: "Estos planes pueden no fructificar", advirtió la CIA en un cable del 10 de junio en 1975. Pero un caso en particular mereció atención: una posible operación doble del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
El plan consistía en secuestrar a la vez a un miembro de la embajada estadounidense y a un alto funcionario de la presidencia de Isabel Perón, para intercambiarlos por una cantidad no determinada de presos de esa guerrilla. El elegido en el gobierno había sido Pedro Vázquez, quien ocupaba la Secretaría de Deportes y Turismo además de ser el médico personal de la presidenta. Y, según el espionaje del corazón, tenía un valor extra: era también un ex amor de la viuda de Perón.
"Eso se decía en esa época, era un chimento", confirmó a Infobae Julio Bárbaro, quien desde 1973 era diputado nacional por el peronismo triunfante. En Juicio a los '70 y 1973: El regreso del general, Bárbaro hizo un recuento detallado de aquel tiempo.
"Si tenemos en consideración que hablamos de dichos, que además en el poder se multiplican, podríamos decir que no era algo muy grave. Había sido fuera del país, antes de que ella fuera lo que después fue", dijo sobre el romance entre el médico —uno de los que firmó el certificado de defunción de Juan Perón— y la ex presidenta. "No era muy grave pero Vázquez era un tipo oscuro, muy oscuro".
Se trataba de una persona de confianza de José López Rega, el hombre que influía completamente sobre Isabel. Vázquez había sido parte del dispositivo peronista para la recepción de Perón el 20 de junio de 1973, más conocida como la Masacre de Ezeiza: su tarea fueron las emergencias sociales y su papel consistió en atender a los detenidos que eran torturados. Se cree que fue parte de la estructura del grupo parapolicial Triple A.
Y, según este telegrama secreto —parte de la nueva tanda de documentos desclasificados de los Estados Unidos—, también estuvo en la mira de la guerrilla. "Aunque estos planes actuales del ERP pueden no llevarse a cabo por una razón u otra, se juzga que la amenaza de acciones hostiles contra los funcionarios de la embajada de los Estados Unidos es real", enfatizó el cable.
El nombre de la fuente, alguien del ERP, está tachado; se indica sólo que a comienzos de junio de 1975 esta persona "manifestó la preocupación de su organización por la gran cantidad de miembros del ERP que están bajo detención en el país en este momento".
Los agentes de la inteligencia estadounidense estimaban que "aproximadamente 175 miembros del ERP, incluidos unos 50 combatientes del ERP, están detenidos en cárceles argentinas" y que "la preocupación de [la] organización era tal que el ERP desarrolla actualmente una operación doble para obtener la libertad de algunos de los detenidos más importantes".
Bárbaro recordó que, en efecto, "los erpios iban a hacer secuestros para cambiar por gente". El entonces diputado no sólo lo supo como un comentario entre políticos: "Lo hablé con ellos mismos, era una política de ellos. Era el nervio de eso que fue la guerrilla suicida, aunque hoy nos cueste entender".
El texto de la CIA detalló: "Una parte del plan involucra el intento de secuestrar a un funcionario de la embajada de los Estados Unidos en la Argentina. La segunda parte de la operación consiste en el secuestro de un funcionario de alto nivel del gobierno argentino. Se haría entonces un intento de intercambiar los dos funcionarios secuestrados por cierta cantidad de miembros del ERP actualmente detenidos".
En el gobierno argentino, "los blancos principales del intento de secuestro del ERP son el ministro del Interior, Alberto Rocamora, y el secretario nacional de Deportes y Turismo, Pedro Vázquez". El ERP evaluaba que secuestrar a Rocamora podía ser imposible, "ya que se anticipa que él está bien protegido". En cambio, la guerrilla creía que los movimientos de Vázquez estaban "menos controlados".
Y el secretario tenía un atractivo más: "Vázquez fue elegido como blanco posible del secuestro por su amistad con la presidenta María Estela Martínez de Perón. Comentario —subrayó el autor del cable—: Vázquez y la señora de Perón estuvieron románticamente involucrados hace algunos años".
Vázquez —un peronista antiguo, que tras el golpe de 1976 dormiría en el mismo camarote que Carlos Menem en el barco prisión— compartía con el Brujo López Rega el deseo de poder (desde Deportes fue el primer organizador del Mundial '78 y creó el logo como representación de los brazos abiertos de Perón ante la multitud) y las creencias esotéricas: era un estudioso de las ciencias ocultas, probablemente de la secta Anael. Ese camino espiritual fue el nexo con Isabel.
Nacida en La Rioja como María Estela Martínez, tras la muerte de su padre cuando ella tenía siete años fue enviada a Buenos Aires con unos conocidos que fueron para ella su familia: la médium Isabel Zoila Gómez y José Cresto, a cargo de una escuela espiritista. Estudiaba canto, danza y francés cuando se sumó a una compañía de bailarines que le permitió viajar por América Latina con el nombre de Isabel Gómez y conocer a Perón en Panamá.
Entre los pocos rastros de la relación entre la ex presidenta y Vázquez se cuenta un fragmento de La primera presidente: Isabel Perón, una mujer en la tormenta, de María Sáenz Quesada. Allí se menciona una reunión desagradable con Emilio Massera, titular de la Armada, en la que Isabel percibió una amenaza. Se retiró muy afectada y el ex amor le recetó calmantes.
La prescripción parece haber continuado: "Su médico, Pedro Vázquez, le había suministrado una medicación muy fuerte por un periodo tan largo que le hizo mucho daño". Al final, agregó la historiadora, "rompió por sí misma su relación con Vázquez y se internó en una clínica para desintoxicarse".
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