Crisis, búsqueda de nuevas oportunidades y despedida: historias de argentinos y argentinas jóvenes que eligen irse del país

Esta semana tanto The New York Times como The Washington Post dieron cuenta de una tendencia en alza: cada vez más jóvenes eligen dejar la Argentina para probar suerte en el exterior. La mayoría aprovecha la doble ciudadanía y viaja a Europa. Otros lo hacen a Australia. Barcelona es la ciudad preferida por muchos. En diálogo con Infobae, quienes eligieron emigrar cuentan los motivos por los que se van

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Especialistas aseguran que se está viviendo
Especialistas aseguran que se está viviendo “la fase inicial” del éxodo de argentinos a Europa en búsqueda de un futuro laboral, según replicaron esta semana The New York Times y The Washington Post (NA)

"Decidí irme del país en agosto del año pasado", dice Luis. "Es una decisión que vengo estudiando hace tiempo", cuenta Gino. "Si volvería a la Argentina es una pregunta que me hago todos los días, pero hoy no volvería", confiesa Camila. "Me daba miedo irme pero la crisis, las políticas del gobierno y un hecho de inseguridad me convencieron", cuenta Aldana desde Barcelona. "A mitad del 2018 empecé a sentirme incómoda profesionalmente", dice Antonella, recién llegada a Berlín. "Soy uno más de todos los que se fueron por la desilusión de un futuro sin grandes aspiraciones", explica Hernán.

Los relatos se acumulan, son fáciles de rastrear. Para esta nota, bastó lanzar una pregunta sencilla en redes sociales para que llegaran a la cuenta de este cronista decenas de historias de jóvenes que se están yendo del país, o que se fueron hace menos de un año. ¿Por qué lo hacen? ¿Quiénes son? ¿Hacia dónde van? Ninguna de esas preguntas encuentra encuentra respuesta en el Estado. De hecho, no hay un registro de cuánta gente se fue a vivir afuera porque al ser tan reciente el fenómeno, no se sabe quién está de viaje y quién se fue para no volver.

Antonella Grossolano tiene 26 años
Antonella Grossolano tiene 26 años y decidió irse a Berlín a vivir con dos amigas

Esta semana la agencia internacional de noticias Associated Press publicó una nota que luego replicaron The New York Times y The Washington Post, los dos diarios más leídos de los Estados Unidos. En ella se afirmaba que a causa de la crisis económica, muchos argentinos eligen irse a vivir a Europa.

Cualquier joven de Buenos Aires de entre 20 y 40 años sabe que esa nueva ola migratoria hacia fuera está sucediendo. Mientras que miles de venezolanos llegan al país (en los últimos años se estima que entraron cerca de 130 mil), miles de argentinos están probando suerte en otro lado. Alcanza con mirar la realidad. ¿Quienes son los que se van? Por ahora, los que pueden, los que tienen una situación tal que les permite probar suerte afuera, pagar un pasaje, llevarse unos ahorros en dólares. No es una fuga de cerebros ni un éxodo desesperado. Es tan solo, pareciera, la estación final en el tren de la desesperanza. Al menos así lo expresan los más de veinte argentinos que se fueron consultados para esta nota. Si Argentina es una trampa, como decía Federico Luppi en aquella escena de la película Martín Hache, cada vez son más los que no quieren caer en ella.

Luis Olivetto tiene 34 años,
Luis Olivetto tiene 34 años, es artista plástico y eligió ir a probar suerte a Barcelona

"En marzo del 2018 mi jefa me avisó que el local en el que trabajaba no iba a continuar, y me encontré con que desde julio estaría desempleado. Por suerte trabajaba para una amiga, por lo que me avisó con tiempo, tanto del cierre como de la indemnización y demás pormenores, cosa de que tuviera todas las cartas arriba de la mesa a la hora de decidir que iba a hacer a partir de ahí. Y tras pensarlo bastante me decidí por ir a probar suerte a Barcelona, España", dice Luis Oliveto, porteño de 34 años. Hoy alquila una habitación en la casa de unos amigos y está buscando trabajo. Es artista plástico. Desde que llegó pudo trabajar en un mural -en su metier– para sobrevivir. Finalmente, logró armar una exposición con su obra.

"Por el momento no volvería a la Argentina. Es un conflicto constante ese. Con algunos amigos latinos charlamos sobre eso seguido, tengo 34 años y estoy empezando de nuevo en una ciudad nueva. Volver a Argentina ahora sería volver al momento en que me fui, en lo laboral al menos; y creo que al momento de volver me gustaría hacerlo con algo armado. Me gustaría volver, sí. Pero no sabría ponerle una fecha, solo sé que no es ahora", cuenta.

Con su pasaporte italiano, Aldana
Con su pasaporte italiano, Aldana Anglesi optó por instalarse en la capital catalana

Gino Di Benedetto no es de Buenos Aires sino de Santa Rosa, La Pampa, pero también se va para Barcelona. Tiene 26 años y es profesor de Educación Física. Tiene pasaje para el 13 de mayo. "La decisión de irme del país la vengo estudiando hace tiempo, siempre estuvo la idea de realizar un viaje largo después de terminar mis estudios pero la decisión final la tomé este último tiempo para obtener un crecimiento tanto profesional como personal".

Por el momento no volvería a la Argentina. Es un conflicto constante ese. Con algunos amigos latinos charlamos sobre eso seguido, tengo 34 años y estoy empezando de nuevo en una ciudad nueva. Volver a Argentina ahora sería volver al momento en que me fui, en lo laboral al menos; y creo que al momento de volver me gustaría hacerlo con algo armado

No sabe cuándo va a volver, pero se prepara para un viaje largo, sin planes predefinidos. Su familia lo va a llevar al aeropuerto, y espera que algún amigo también pueda hacerse el tiempo. "Cuando uno emprende un viaje largo, lejos y con muchas expectativas no sabe qué le espera y cómo se desarrollará su vida en otro lugar, pero yo creo que sí, que en algún momento voy a volver a mi lugar, sea para saludar o volverme lleno de experiencias a vivir nuevamente. Dejo muchos afectos en la Argentina y eso es algo que siempre tira", dice.

La ciudad de Barcelona, una
La ciudad de Barcelona, una de las preferidas de los jóvenes argentinos que emigran (@visitbarcelona)

Camila Brandoni tiene 28 años y también está en España, pero en Madrid. Llegó el 1º de agosto del año pasado. Desde un día antes, 31 de julio del 2018, que no ve a nadie de su familia. "Vivía sola en un monoambiente en Palermo. Vivía bien, la verdad. Pero trabajaba muchísimas horas por día, doce o trece, y no tenía ningún margen para escribir, que es lo que quiero hacer y lo que vine a buscar acá, a dirigir mi carrera hacia ese lado", cuenta.

Si bien dice que no se fue estrictamente por la crisis, reconoce que hay una tendencia. "Conozco un millón de argentinos que se fueron al mismo tiempo que yo. Cuando yo me fui, de mi grupo de amigos por ejemplo nos fuimos cinco. Mi hermano se acaba de mudar a Barcelona y mi otro hermano se viene a fin de año", dice.

Gino tiene 26 años y
Gino tiene 26 años y es profesor de Educación Física. Tiene pasaje para partir rumbo a Barcelona el 13 de mayo

Barcelona es definitivamente de las ciudades más elegidas por los argentinos. Según las cifras oficiales, la mayoría de los extranjeros que viven en Barcelona son italianos, pero hay una trampa en el dato: muchos de los argentinos que van para allá lo hacen con ciudadanía italiana, por lo cual engrosan la columna equivocada de la estadística.

Conozco un millón de argentinos que se fueron al mismo tiempo que yo. Cuando yo me fui, de mi grupo de amigos por ejemplo nos fuimos cinco. Mi hermano se acaba de mudar a Barcelona y mi otro hermano se viene a fin de año

Aldana Anglesi es una de esas argentinas italianas que llegó a la ciudad catalana. "La idea de vivir en otro país la tuve siempre, pero me daba miedo y estaba muy cómoda en mi nivel socioeconómico de clase media. Pero la crisis y las políticas tomadas del gobierno de (Mauricio) Macri, más hechos de inseguridad que me marcaron me ayudaron a tomar la decisión de irme de Argentina. Hace un mes que estoy en Barcelona y ya tengo trabajo en blanco, seguro médico, cuenta de banco". Su decisión fue visceral. El año pasado dos nenes "muy chiquitos" a bordo de una moto le robaron, la golpearon y Aldana terminó, en sus palabras, "con la cara desfigurada y 6 días en la clínica". Después de eso, no tuvo mucho más que pensar.

Sydney, otro de los destinos
Sydney, otro de los destinos elegidos

"Vivía en Banfield, tenía mi auto, mi departamento, viajaba al extranjero. Y de a poco empecé a ver cómo esos pequeños gustos no podía seguir dándomelos porque tenía que cubrir los pagos de los impuestos y los aumentos, el seguro del auto, las expensas, la patente, el gas, la luz, el monotributo, los impuestos municipales. Vivía trabajando hasta 12 horas diarias de lunes a sábado para pagar impuestos. Llegaba el sábado a la noche y me encerraba en mi casa, ya que estaba agotada, estresada y hasta con miedo de poder salir sola siendo mujer en el Conurbano bonaerense", relata desde Barcelona.

Antonella Grossolano tiene 26 años. Dice: "A mitad del 2018 empecé a sentirme incómoda profesionalmente, no me gustaba el trabajo, me sentía muy bastardeada, y empecé a chusmear laburos nuevos pero no había casi nada. O lo que se ofrecía a nivel salario era muy por debajo de lo que yo en ese momento cobraba. Si bien podía darme el lujo de cobrar menos, porque vivía todavía con mis viejos, quería mudarme sola y tenía otros proyectos para los que necesitaba mantener ese ingreso. Después vino la subida fatal del dólar, con eso mi sueldo se desvalorizó completamente (trabajaba en una productora audiovisual del Estado como monotributista, ni rastro de aumentos), y se cayeron varios proyectos, empezaron a despedir a algunos compañeros porque 'no había plata', entonces se tornó todo un poco cuesta abajo a nivel anímico y profesional".

La idea de vivir en otro país la tuve siempre, pero me daba miedo y estaba muy cómoda en mi nivel socioeconómico de clase media. Pero la crisis y las políticas tomadas del gobierno de Macri, más hechos de inseguridad que me marcaron me ayudaron a tomar la decisión de irme de Argentina. Hace un mes que estoy en Barcelona y ya tengo trabajo en blanco, seguro médico, cuenta de banco

No tuvo demasiados problemas para elegir dónde ir porque también tiene ciudadanía italiana. Se puso de acuerdo con dos amigas con las que viajó y eligieron Berlín, donde ellas pudieron acceder a una visa de trabajo por un año. Ninguna habla una sola palabra de alemán, pero les dijeron que con el inglés era suficiente y se fueron a probar suerte. Están en la capital alemana hace menos de un mes.

Berlín, otra de las ciudades
Berlín, otra de las ciudades europeas elegidas por los jóvenes

"Tengo una relación de amor-odio con mi país bastante fuerte. Por un lado extraño mucho esa cultura trashera y bizarra que tenemos, lo social, el quilombo. Pero a la vez me enoja muchísimo lo atrasados que estamos ideológicamente, desde el machismo, la cultura meritócrata, la vieja política, todo ese discurso de 'hay que sufrir para lograr grandes cosas', no darle lugar a los jóvenes para crecer, para tener voz. Con cualquiera de mi generación que hable, me dice cosas similares, hablamos de frustración, de querer laburar, pero que no hay lugar para nosotros. Es un discurso millennial bastante cliché, pero cada vez lo veo más real cuando me van contando cosas los argentinos que se fueron a vivir a otros lados", dice.

Todavía recuerda la despedida, hace pocas semanas. Fueron al aeropuerto sus amigas del colegio, "de toda la vida", y sus padres y sus hermanas y sus amigas de la facultad. Una multitud caminando por Ezeiza sin saber cuándo se volverían a ver. Antes, en su casa, tuvo otra despedida: la de sus gatos. Dice el bolero que la distancia es el olvido. Si es así, Antonella sigue cerca como siempre.

Tengo una relación de amor-odio con mi país bastante fuerte. Por un lado extraño mucho esa cultura trashera y bizarra que tenemos, lo social, el quilombo. Pero a la vez me enoja muchísimo lo atrasados que estamos ideológicamente, desde el machismo, la cultura meritócrata, la vieja política, todo ese discurso de ‘hay que sufrir para lograr grandes cosas’

"Hace 3 meses estaba esperando la respuesta de una beca a un máster en Arquitectura Sustentable que no salió, y en el momento que me dijeron que no, dije: ya está, me voy igual. Será otro el camino pero quiero ir a aprender sobre ese campo que acá no hay casi nada, no hay dónde aprenderlo. Y así fue". Es el caso de Carolina Weisberg, que se va en un mes para Australia.

"Elegí Sydney, por dos motivos: el primero, porque son muy buenos exponentes en lo que respecta a sustentabilidad; y el segundo, porque quería ir en búsqueda de una ciudad con más naturaleza y más valoración de la misma, tener un poco más de aire sin perder la ciudad", explica. Se encontrará con otra enorme colonia de argentinos: desde que Australia habilitó las visas de trabajo para nuestro país, cientos de jóvenes de entre 18 y 30 años aplican y se van a probar suerte. La visa les permite un año de actividad laboral legal, pero son muchos los que intentan extender el vínculo con sus empleadores para obtener un permiso más duradero. Lo mismo ocurre con Nueva Zelanda, a donde también viajan muchos argentinos.

El argentino Hernán Etcheverría es
El argentino Hernán Etcheverría es periodista y eligió como destino Dinamarca

"A los 5 días de llegar a Dinamarca estaba trabajando en una fábrica. Terminé mi visa como asistente de cocina en un hotel de primer nivel. En solo 10 meses junté el dinero para viajar durante medio año sin trabajar, teniendo la oportunidad de conocer Bélgica, Alemania, Inglaterra, Islandia, Irlanda, Tailandia y Nueva Zelanda", dice Hernán Etcheverría, periodista argentino hoy viajando por el mundo.

Los casos siguen surgiendo. Al cierre de esta nota, quien escribe había recibido al menos diez testimonios que no pudo incorporar. Todos empiezan en Ezeiza. En todos se percibe una necesidad de catarsis, un Federico Luppi en miniatura brotando del corazón herido de cada uno de ellos y queriendo hablar. ¿Quién puede decir qué es la patria? ¿El otro? ¿El lenguaje? ¿El rasgueo de una guitarra criolla, como decía Atahualpa? Todas estas historias empiezan en un aeropuerto, uno de salida y otro de llegada. Es exagerado decir que en esta Argentina todos se van, aunque todos se van.

Pero acá quedan algunos, sumidos en la trampa como si fuera un sueño.

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