La atrazina es un herbicida que en humanos afecta la salud reproductiva. El 2.4D fue calificado por la Organización Mundial de la Salud como cancerígeno, hepatotóxico y con sospecha de generar trastornos en la reproducción y malformaciones congénitas. El glifosato -y su metabolito AMPA- es altamente cancerígeno. Y produce mutaciones en el ADN que induce abortos espontáneos y malformaciones en los recién nacidos. El imidaclopir es un insecticida altamente tóxico prohibido en gran parte de Europa. La tetrametrina, también vedada en aquel continente, afecta las hormonas sexuales.
En los análisis realizados semanas atrás en el agua de Villa Alicia se encontraron 18 agroquímicos con alto contenido tóxico, entre los que están los cinco mencionados. Y aquí, en este barrio pobre ubicado en uno de los extremos de Pergamino, en la orilla donde se tocan el casco urbano y la pampa húmeda sembrada de soja, hombres, mujeres y niños beben y usan el agua de pozo para cocinar o bañarse: líquido vital infectado por herbicidas y plaguicidas que, para completar el escenario de la distopía, al mezclarse forman un cóctel aún más peligroso, y cuya potencia se estudia actualmente y preocupa a los médicos.
Un grupo de cuatro chicos corre atrás de una pelota. El picadito levanta el polvo de la calle (de tierra) Escudero, la última traza de la ciudad antes del campo. Dos nenes tiene la camiseta de Douglas Haig, el club de fútbol más importante de Pergamino. La escena sería ideal si no fuera porque cuando se fumiga en los alrededores, los chicos no pueden jugar a la pelota. En realidad, no pueden hacer nada. Se encierran en sus casas y conviven con la piel irritada, la falta de oxígeno, el asma que se acentúa, los dolores de estómago, las ronchas y el ardor en los ojos.
Les pasa a ellos y a sus padres, quienes se organizaron en los últimos años para denunciar el deterioro severo de la calidad de vida y lograron que la Justicia Federal dedicara tiempo y recursos para saber qué pasa y quiénes son los que pudren el ambiente.
"¿Qué tiene el agua?", le pregunta Gabriela Capalvo a su hijo de 4 años. "Veneno. El agua tiene veneno", responde Fausto. Desde hace años aquí parece que no necesitan estudios para saber que algo malo ocurre con el aire y el agua que incorporan a su organismo.
Se lo dicen sus propios cuerpos. Fausto, y muchos de los otros chicos y sus madres y sus padres, sufren problemas de tiroides en este barrio. No es el único problema. También se repiten los casos de asma, broncoespasmos, dermatitis, retrasos madurativos y el fantasma principal: el cáncer, sobre el que muchos prefieren no hablar.
El 3 de abril pasado el juez federal de San Nicolás, Carlos Villafuerte Ruzo, prohibió la fumigación en cuatro campos que rodean los barrios de Villa Alicia, Luard Kayad y La Guarida, y también suspendió las autorizaciones del Municipio para usar agroquímicos. Además dispuso que no se usen estos productos a menos de 600 metros de las casas de la zona, aunque las familias habían pedido que la distancia fuera de un kilómetro.
Entre las pruebas del expediente aparece un análisis del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Balcarce, firmado por la científica Virginia Aparicio, que indica que en el agua que se consume en las casas del barrio hay glifosato, atrazina, imidacloprid, acetoclor, clorpirifos y 2.4D, entre otros.
El análisis, sin embargo, fue desestimado por la Autoridad del Agua de la Provincia de Buenos Aires (ADA) y el juez pidió un examen al departamento de Toxicología de la Corte Suprema de la Nación. Según publicó el diario local Primera Plana, ese estudio arrojó el mismo panorama que el de Aparicio.
Sabrina Ortiz, vecina de Villa Alicia, querellante en la causa federal contra cuatro propietarios de campos de la zona que lleva Villafuerte Ruzo, confirma a Infobae que ella vio el expediente y que ya figura el aporte del Máximo Tribunal, que adhiere a las conclusiones del INTA Balcarce, es decir, que el agua no es apta para consumo.
Pero en Villa Alicia, nada cambió por ahora. Paola Díaz (40) vive aquí desde que nació y reclama que el Estado aparezca de una vez por el barrio para analizar la salud de la comunidad. Desde que formó su propia familia, hace nueve años, armó una casa prefabricada (que luego sustituyó por una de material) en un terreno cercano a donde se crió con sus padres. Frente al campo, sobre la calle Escudero.
Antes vivía a media cuadra de allí. Desde siempre convive con las fumigaciones. Dice que cada vez que tiran agroquímicos en los campos linderos al barrio todos en la familia se "hinchan" y se irritan. Sus padres, ella y su hermana.
También sus tres hijos. Los que le quedan vivos.
En 2014 una leucemia aguda mató en un día a Mónica, su nena de 11 años. "Le agarró una angina viral y después le agarró flebitis, se le inflamó la encía y después la estaban tratando por una gastroenteritis y cuando la llevé al hospital le agarraron convulsiones, me dijeron que la iban a trasladar a La Plata en helicóptero pero no llegó. Falleció antes", cuenta Paola, mientras solloza una frase que vaya a saber cuántas veces repite por día: "Esto trae estas complicaciones, cómo se me va a morir una nena a los 11 años".
En aquel momento dramático creyó que la enfermedad de su hija era una consecuencia atroz del azar. No sabía ni imaginaba que ese veneno que le irritaba la piel podía ser letal. En esos años conoció la lucha de Sabrina Ortiz, que se había criado en el mismo barrio y en 2011, después de sufrir un aborto espontáneo el mismo día que fumigaron el campo de enfrente de su casa, se puso a estudiar Derecho para convertirse en la voz de los sin voz de Villa Alicia.
Ortiz es la única persona del barrio que se hizo análisis para saber cuánto glifosato tiene en su organismo la familia. En el de sus hijos Ciro y Fiama hay 100 veces más de lo permitido. Como consecuencia, conviven con todo tipo de problemas de salud.
La hija, que hoy tiene 18 años, ya pasó por cuatro operaciones para sacarle quistes de los huesos. Su hijo hace linfoproliferación, tiene los ganglios agrandados en los intestinos, en el cuello, y eso hace que sus sistema inmune esté activo y cuando se enferma lo debilita. Le hacen quimioterapia, tiene sangrado en orina, y hace síntomas de enfermedades sobre las que no tiene diagnóstico.
"Hasta hace unos años te pasaba la avioneta con los herbicidas y uno respiraba veneno. A 10 metros de mi casa ya empezaba el sembradío, con la calle Escudero de por medio. Eso hacía que la cercanía y el método que se usaba fuera muy nocivo. Además no había control de las aplicaciones", explica Sabrina.
Sus primeros síntomas los vivió a los 11 años. "Empecé con brotes en todo el cuerpo. No se me desprendía la piel como a mi mamá pero sí tenía la cara irritada, mi nariz parecía quemada, me ardía la garganta y había enrojecimiento en brazos y espalda", relata.
Más grande comenzó a darse cuenta que la fumigación era lo que podía afectarlas. "El día que fumigaba me brotaba y tenía problemas para respirar. Yendo al médico, él me decía que podía ser alergia, pero nunca se asociaba a los agroquímicos. Acá en el núcleo sojero eso es mala palabra", resalta.
Cuando se habla de agroquímicos en Pergamino los vecinos prefieren no opinar o hablan entre susurros. Dos mozos de un bar de moda dicen que sí, que en "los barrios pobres" están todos fumigados, pero que en la ciudad no se siente. Una señora que pasea su perro a la vera del río que cruza este Partido, y que prefiere no dar su nombre, observa un grafiti pintado bajo un cruz cristiana que dice "fumigación=cáncer" y cree que detrás "hay cuestiones políticas".
"Lo ideal sería que hagan estudios así sabemos realmente qué sucede. Yo tengo campo y nunca me pasó nada, pero la verdad es que no vivo ahí", admite.
"No hablar de agroquímicos es cultural. Acá el hacer cotidiano nos inculcó que el campo es lo más sano que existe, pero hoy en día el campo es lo que nos está matando", opina Ortiz y cree que desde ciertas oficinas del Estado, incluido el hospital local, hay un silencio cómplice.
El pediatra cordobés, integrante de la Red Universitaria de Ambiente y Salud y Médicos de Pueblos Fumigados, Medardo Avila Vázquez, opina igual ante la consulta de este medio: "Los campos agrícolas están peor que cualquier ciudad, los niveles de contaminación son altísimos, tomás muestra del agua de lluvia y llueve glifosato", pero aclara que "la parte positiva es que ya tenemos más de 400 pueblos con ordenanzas donde se prohíben mosquitos y fumigación de aviones. Se han ido sacando leyes por la organización de los pueblos".
En el hospital San José, el principal centro de salud pública de Pergamino, los médicos en cambio prefieren no hablar. Sólo una pediatra que lleva varios años de trabajo en la guardia habla con este medio, pero no da su nombre, y aporta su testimonio en un pasillo, en voz baja, cuando no hay colegas, enfermeros y vigiladores alrededor.
"Tenemos casos de diarrea, broncoespasmos, en verano, cuando se fumiga, predominan irritaciones de piel, hemos tenido bastante leucemia, asma", enumera la médica, y sigue: "Hay más leucemia que la media, más que lo esperado. Y eso responde con los agroquimicos pero la verdad es que acá no hay estudios para certificarlo".
Natalia Mansilla también nació hace 36 años en Villa Alicia. Se crió con el comentario de los médicos sobre que era alérgica. Cada vez que fumigaban en los campos cercanos ella se irritaba. Eso le pasa a sus hijos. Uno de ellos, de 10 años, estuvo internado porque levantó fiebre en la escuela. En el hospital detectaron que tenía ganglios inflamados, como el hijo de Sabrina, que vivía a dos cuadras de su casa.
"Un mes antes había empezado con un brote y a hincharse, parecía un monstruo. Pero iba al hospital y le inyectaban algo. Nunca me supieron decir qué tiene. Solo ganglios inflamados. Finalmente me lo operaron porque se le deformaba la panza. Y le sacaron la apéndice para que no tuviese problemas, pero que no tenía nada", comenta, con sospechas.
Pero Natalia sabe que cada vez que fumigan su hijo, que padece retraso madurativo, se brota. No cree que sea casual. En la casa de su hermana Silvana les escenas son iguales. "Tienen los mismos síntomas que mis sobrinos, son asmáticos. Acá el asma en los chicos es común y en las familias todos tienen problemas de tiroides. Mi hija, de 16 años, tiene problemas hormonales, nunca tuvo su ciclo".
Analía Russo (19), la hija de Natalia, también sufre lo que su prima. Padece quistes múltiples en los ovarios. "El año pasado me diagnosticaron síndrome de ovario poliquístico. Me dijeron que puedo tener problemas de fertilidad. Aumenté 13 kilos y me costaba mucho bajar de peso. Después los bajé de golpe", cuenta con vergüenza.
"Todo esto me da mucha angustia. Acá nadie quiere hablar de eso, pero hay varios muertos de cáncer. Varias personas se enfermaron. También me salen forúnculos y cuando me revisaron por eso me dijeron que nunca se me iban a ir salvo que me mude, porque era ambiental", cuenta.
La realidad social no permite que las familias de Villa Alicia se muden. Sólo lo logró Sabrina Ortiz. Y también fue porque en el barrio la amenazaban. Según cuenta, le dispararon a su perro y le dejaron porotos de soja en el parabrisas de su auto. Ahora ella no puede volver al barrio.
Mario Reinerio Roces es uno de los cuatro imputados en la causa que lleva Villafuerte Ruzo, junto a otros dueños de campos de la zona, Fernando Cortese, Víctor Tiribo y Mario Turin. Se los investiga por violar el artículo 200 del actual Código Penal: "…envenenar, adulterar o falsificar de un modo peligroso para la salud, aguas potables o sustancias alimenticias o medicinales destinadas al uso público o al consumo de una colectividad de personas". La pena máxima que podrían recibir de ser encontrados culpables es de 10 años de prisión.
Roces, de 81 años, recibe a Infobae en su campo, ubicado enfrente de lo que fue la casa de Sabrina Ortiz. "Hemos tenido problemas con su familia, pero cosas que pasan en todos los barrios, problemas de un camión mal estacionado, esas cositas", comenta el hombre, que jura que no sabe por qué está acusado.
"Siempre tomé agua de acá, nunca tuve ningún problema, no tengo ninguna clase de problema. Tengo 81 años, me hubiera muerto cuántas veces. Yo tenía un monte de duraznos hace 11 años pero me dijeron que no podía fumigar más y lo arranqué. Y siembro alfalfa para hacer rollos", comenta.
Sabrina Ortiz, que se crió frente al campo de Roces, asegura que hasta hace un par de años el hombre cultivaba soja. "Noooo, en ningún lado hay soja, ¿no vieron los rollos ahí?", responde el acusado ante la consulta.
"No sé por qué estoy imputado, ni enterado estaba, me enteré cuando hicieron los allanamientos. No se llevaron nada, solo una mochila que uso para pulverizar vacas, para matar una mosquita que viene en verano", dice Roces, que por momentos niega reconocer a Ortiz pero luego dice que era vecino de sus padres.
"Los otros tienen fumigadores, acá nunca fumigué ni nada", comenta el imputado. Ortiz dice que Roces le alquilaba los equipos para fumigar a Cortese. Roces dice que Cortese es un empresario que sí tiene soja.
-¿Por qué cree que lo acusan entonces?
-No sé, pueden decir "usted mató a una persona" y son mentiras. Yo no tengo ningún problema, que vengan y revisen.
-¿Usted cree que los agroquímicos hacen mal a la salud?
-Sí, a la larga sí.
-¿Y nunca tuvo miedo?
-No, acá no, en absoluto. Entonces los hombres que trabajan con los fumigadores tendrían que estar todos muertos. El intendente de Pergamino mandó a saber si el agua es potable, según él, es potable.
El intendente Javier Martínez dice a Infobae que apoya la causa por daño ambiental contra los cuatro productores. Pero sobre él caen acusaciones de todo tipo: Ortiz asegura que a las familias que van a protestar por el daño de los agroquímicos "les quitan las viandas" en los planes sociales y periodistas de los medios locales que tocan el tema cuentan que, al menos hasta hace unas semanas que el tema se hizo de interés nacional les levantaban la pauta.
"El 80% de los productores trabaja a conciencia, pero hay ciertos productores que no han cumplido y justamente están en ese sector de la ciudad cercano a Villa Alicia", explica Martínez, que intentó sumar al Municipio como parte del caso para tener acceso al expediente pero Villafuerte Ruzo se lo rechazó.
La semana pasada, por orden del juez, el Municipio comenzó a entregar aguas en bidones para vecinos del barrio que consumen agua de las napas. Eso generó malestar en Villa Alicia y el pedido de la querella para que se incluya a los vecinos que tienen agua de red porque se sospecha que esa también estaría contaminada.
"Hay que ver si esos pesticidas que se encontraron en el agua dañan la salud", sostiene sin embargo el Intendente y agrega: "Es una cuestión que el juzgado lo va a dilucidar. El juez dictó la cautelar y más allá de que no estemos de acuerdo lo estamos cumpliendo".
-¿Usted no está de acuerdo con la medida del juez?
-Estoy de acuerdo con todo lo que proteja a mis vecinos para que estén más tranquilos. Ahora, mi superior jerárquico administrativamente es el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y tiene la Autoridad del Agua, donde hay un conjunto de científicos que dice que, a partir de muestras que les pasamos, el agua es apta.
-Pero eso contradice el informe de INTA y de la Corte incorporados al expediente y además los vecinos cuestionan la forma en que ustedes tomaron las muestras, sin protocolo.
-Entiendo que son parámetros legales diferentes. INTA toma parámetros internacionales y el ADA toma los parámetros de nuestras leyes. Nosotros sí compartimos en avanzar hacia la protección del medioambiente, que no tiene que estar en contraposición con la producción alimentaria.
Para Medardo Avila, según los informes del INTA, "nunca se vio un agua tan contaminada en un pueblo del país" como en Pergamino. En un documento presentado con su firma ante el juez de la causa como parte de las pruebas aportadas por Ortiz, e incorporado al expediente, el pediatra declaró: "Nuestra conclusión es que el agua de consumo humano estudiada de Pergamino no es apta para garantizar la salud de la población y se encuentra seriamente contaminada con residuos de plaguicidas, la mayoria de ellos altamente peligrosos".
Las mujeres fumigadas de Villa Alicia creen que vivir en la pobreza las invisibiliza ante los ojos del Estado. "No estamos haciendo política, queremos vivir tranquilas", aclara Natalia Mansilla. "Nos están exterminando", agrega Ortiz.
"A mi hija no me la van a devolver, pero tengo a mis hijos, a mis nietos, nosotros nos criamos acá, no tengo posibilidades de irme, es un barrio muy humilde. La lucha es para que nos dejen de enfermar", suplica Paola Díaz.
Héctor Spagna, de 65 años, sobrevivió en 1969 a la fiebre hemorrágica, un mal que contagian los ratones de campo. "Vi morir desangrada mucha gente al lado mío", dice y sus ojos estallan en lágrimas. Desde hace varios años siente que la pesadilla renació. Cada vez que fumigan cerca de su casa, frente al campo, su cuerpo se llena de forúnculos y padece sangrados en diversas partes del cuerpo.
"Cuando tiran esos venenos fuertes en mi caso yo lo que siento es que produce un olor como si fuera el orín del ratón, cuando tiran eso se me infla el hígado, me duele la cabeza, no sé qué es. Es triste porque pienso que se han abusado de la condición humana y humilde de toda la gente de este sector", comenta, y cree que el nudo del problema es la ambición: "Pienso que están enfermos del dinero más que del veneno. Les interesa producir dinero a costa de cualquier cosa".
Fotos: Lihue Althabe
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