Muestras de argamasa del Santo Sepulcro fueron analizadas por dos laboratorios diferentes para determinar su antigüedad. El resultado es que los materiales usados en la construcción de lo que para el cristianismo es el lugar más sagrado del planeta datan de tiempos romanos, lo que sería evidencia de la continuidad en la ubicación del sitio donde supuestamente fueron depositados los restos de Jesús luego de su muerte, a pesar de los muchos ataques y siniestros de que fue objeto el lugar.
¿Cuándo fue localizado el Santo Sepulcro?
Tras haber sido una religión clandestina y combatida durante muchos años, el cristianismo se volvió credo oficial en el Imperio Romano cuando en el año 313 el emperador Constantino autorizó la práctica de esa fe.
El propio Constantino se había convertido al cristianismo. En buena medida, ello se debió a la influencia de su madre, Elena. Fue ella quien peregrinó a Tierra Santa en busca de las huellas de Jesús.
La madre de Constantino, hoy Santa Elena para la Iglesia Católica, viajó con un grupo de obreros que realizaron excavaciones en el monte Calvario. De allí, se asegura, regresó con fragmentos de la cruz y otras reliquias vinculadas a Jesús.
La escalera que recientemente la Santa Sede volvió a exponer al público, también fue traída por Santa Elena desde el palacio de Poncio Pilato. Se trata de los peldaños de mármol que escaló Jesús camino a su juicio.
También se atribuye a Santa Elena la localización de la tumba de Jesús, sobre la cual los romanos habìan construido un templo pagano, que Constantino hizo derribar para edificar allí la Iglesia del Santo Sepulcro.
Si bien los arqueólogos consideran imposible de momento afirmar fehacientemente que en el sitio hoy venerado estuvo la efímera tumba de Cristo, sí pueden sostener que la actual Iglesia y el Santo Sepulcro están en la misma ubicación fijada en el siglo IV por Santa Elena y Constantino.
Esto es el resultado de trabajos de restauración realizados en tiempos muy recientes.
Cuando Santa Elena y su séquito llegaron a Jerusalén, en torno al año 325, sus investigaciones los llevaron hacia un templo romano -pagano- construido unos 200 años antes. Ese templo fue demolido y debajo se halló una tumba tallada en una cueva de piedra caliza. Para exponer el interior del sepulcro, en el cual el cuerpo de Jesús había sido depositado sobre una cama sepulcral -una plataforma- labrada en la piedra, se talló la parte superior de la cueva. Y para preservarlo se construyó el Edículo, una suerte de templete que rodea el sepulcro.
Es allí que se recogieron ahora las muestras de argamasa para fechar los materiales.
Esto fue posible porque recientemente las seis órdenes cristianas que custodian el Santo Sepulcro (Iglesia Ortodoxa Griega, Católica Romana, Apostólica Armenia, y las Ortodoxas Siria de Antioquía, Copta y Etíope) dieron su aval para que un equipo de la Universidad Técnica Nacional de Atenas llevara a cabo una inspección y restauración del Edículo, la estructura que cubre el sepulcro.
Por primera vez en la historia, se abría el Santo Sepulcro…
Las conclusiones de ese equipo de expertos fueron reveladas por la National Geographic Society, que participó del proyecto "Intervenciones de conservación, fortalecimiento y reparación para la rehabilitación del Santo Edículo" de la Iglesia de la Resurrección de Jerusalén. Estos trabajos fueron supervisados por el equipo interdisciplinario de la Universidad Técnica Nacional de Atenas para la Protección de Monumentos, dirigido por la profesora Antonia Moropoulou.
De este modo, y por primera vez en siglos, se pudo apreciar el interior del sepulcro, es decir la superficie original de la que habría sido la tumba de Jesús.
"Hemos retirado la cobertura de mármol de la tumba y nos ha sorprendido la cantidad de material de relleno que hay debajo", explicaba Fredrik Hiebert, arqueólogo de la National Geographic Society, en el momento de la apertura de la tumba. "El análisis científico será largo, pero finalmente podremos ver la superficie original rocosa en la que, de acuerdo con la tradición, yació el cuerpo de Cristo", agregaba.
La cobertura de mármol que sellaba la tumba data como mínimo de mediados del siglo XVI, pero los primeros estudios realizados en el material interno demuestran que son de la época de Constantino, es decir, del siglo IV.
Esto implica que el sitio sagrado, al menos el que Santa Elena y su hijo, de acuerdo a indicaciones de la tradición oral de la región, habían reconocido como la localización de la tumba vacía de Jesucristo, es el mismo que hoy en día veneran los fieles católicos y custodia la iglesia en Jerusalén. Recordemos que, para la tradición cristiana, el cuerpo de Jesús sólo permaneció tres días en ese lugar, ya que luego resucitó.
Lo que más ha impactado a los arqueólogos es que, pese a los muchos avatares por los que atravesó la zona, el sitio que hoy es visitado y adorado por miles y miles de fieles de todo el mundo, es el mismo por el que pasó Santa Elena en su peregrinación hace casi 17 siglos y sobre el cual su hijo mandó edificar una Iglesia, que luego debió ser reconstruida varias veces.
Las evaluaciones científicas realizadas en 2017 confirman que los restos de la cueva de piedra caliza ubicada en el interior de la Iglesia de la Resurrección en Jerusalén son los de la tumba localizada por los romanos entre el año 325 y 326. La datación de la mezcla usada en su construcción es del año 345 aproximadamente, según reveló la National Geographic Society.
De acuerdo al Nuevo Testamento, Jesús fue crucificado en algún momento entre el año 30 y 33 en el monte Gólgota. El destino de los crucificados era la fosa común. Pero José de Arimatea, un rico comerciante seguidor de Jesús, obtuvo permiso de las autoridades romanas para darle sepultura. La entrada de la tumba fue sellada con una gran piedra redonda. Tres días después, cuando un grupo de seguidoras de Jesús, entre las que se encontraba María Magdalena, se acercó a la tumba, la encontró abierta y vacía.
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