El emotivo reencuentro de Johana y Julio con sus hijos que pudieron llegar a la Argentina desde Venezuela después de 300 días de angustia

Se fueron de su país hace casi un año en busca de un futuro mejor. El objetivo era traer a los pequeños Jeremías y Helen, pero no contaban con recursos y tuvieron que pedir ayuda. Infobae fue testigo del abrazo familiar en el Aeropuerto de Ezeiza después de una espera que duró casi un año

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17 de abril del 2019. 3:30 AM. Aeropuerto de Ezeiza. Johana mira la puerta de Arribos Internacionales con nervios. Pone sus manos contra su pecho. Sostiene una manta blanca. La tiene porque hace frío en Ezeiza y sabe que a Helen Verónica no le gusta el frío.

-¿Los aeropuertos son lugares tristes o lugares felices?

-Hasta hoy, eran lugares tristes. Ahora son lugares muy felices.

La historia comenzó hace años, cuando empezó a ser difícil vivir en Venezuela. Julio y Johana aguantaron convencidos porque creían -creyeron- en el sueño de Hugo Chávez. Hace años, cuando recién se conocían, iban juntos a las marchas y esperaban al final con ansiedad: después de cada movilización el comandante Chávez subía al escenario y daba unos discursos fabulosos. Julio y Johana creían en él. Con el tiempo -con la muerte de Chávez- la cosa fue cambiando. Ir a las marchas dejó de ser una cuestión de convicción, trabajar -incluso en el gobierno- no alcanzaba para nada.

La espera de Johana y
La espera de Johana y Julio, en el aeropuerto de Ezeiza

Las calles de Caracas se volvieron más y más peligrosas. La tasa de asesinatos ascendió a una de cada mil personas por año. El acceso al agua se hizo difícil: funciona apenas algunas horas por día. Conseguir medicamentos es cada vez más caro o más difícil. Y ahora, para acompañar, la oscuridad, los apagones que se vienen sucediendo desde comienzo de marzo. Pero esta no es -no puede serlo- una historia política. Es apenas la historia de Julio y Johana y sus hijos, que quedaron durante un año al cuidado de la abuela.

No son los únicos venezolanos en el aeropuerto a esta hora. Es que cada miércoles a la madrugada aterriza el avión de Estelar, la única aerolínea que une en vuelo directo Caracas con Buenos Aires. Entonces, los reencuentros se suceden uno tras otro.

Son varios los venezolanos que
Son varios los venezolanos que esperan a sus familiares cada miércoles

Facundo y María Isabel están esperando con flores. Ella es venezolana, tiene unas trenzas que caen sobre sus hombros con gracia. Sonríe con la alegría de los caribeños, pero no disimula los nervios. Llegó al país hace un año y medio, y hace unos meses lo conoció a él, Facundo, y se enamoró. Facundo es argentino no conoce Venezuela, pero dice que le gustaría ir cuando esté en un mejor momento.

Para María, es uno de los días más felices desde que llegó. Después de mucho trabajar, logró conseguir la plata para el pasaje de su madre, que está enferma de cáncer y va a seguir su tratamiento en la Argentina. Para ella son las flores. No sabe qué tipo flores son, pero son de un fucsia brillante que a ella le recuerda al sol de Venezuela. "Hasta que no me digan que mi madre ya está bien, no la envío de vuelta para allá. Acá puedo acceder a los servicios básicos, así que considero que estoy en el paraíso", dice.

Otra postal es la que ofrecen que Luis y su mujer, que llegan desde Caracas a conocer a su nieta. Nació hace dos años en Buenos Aires y nunca la vieron. Pero apenas salen de la puerta de arribos ven a sus hijos, ven a su nieta, y es imposible describir sus caras. Son la de un abuelo y una abuela que besan por primera vez a una nieta, a quien pensaron que nunca iban a conocer.

A su lado, otro venezolano los mira emocionados. "Es que yo también querría reencontrarme con mi hijo", dice y agrega: "No lo veo hace un año y medio". A su lado, otro. A su lado, una nena de unos 11 años también mira la puerta a ver quién sale. Todos esperan el abrazo propio, el familiar que no ven, el amigo al que le insistieron en que viaje a la Argentina. El hall está tomado no por la patria, no por la bandera, no por la ideología sino por un puñado grande personas que extrañan a otro puñado grande de personas. Entre ellos, Julio y Johana.

-¿Cómo es Jeremías?

-Un niño brillante, fuerte, valiente. Le gusta mucho leer. Me preguntó si en Buenos Aires hay bibliotecas y le dije que sí, que hay bibliotecas para tirar al cielo.

-¿Y Helen?

-Es una artista. Una niña noble, llena de mucha luz.

-¿Querían venir?

-Sí. Jeremías tenía más dudas, no quería dejar a su país, a su padre. Pero después se convenció. Me decía: "yo quiero vivir en un país normal".

Julio y Johana llevan casi
Julio y Johana llevan casi un año en Buenos Aires. Llegaron por tierra hasta Brasil y luego viajaron hasta la Argentina

Julio y Johana llegaron a la Argentina el 2 de junio de 2018. Habían salido una semana antes desde Caracas por tierra hasta Brasil, de ahí volaron a Ezeiza. Pasaron más de 300 días sin ver a los hijos de Johana, que son como hijos para Julio. "Yo pensaba que iba a tardar más de dos años en lograr el reencuentro", dice ella, "pensé que iba a perderme parte de su infancia".

Pero el camino les ofreció una ayuda inesperada cuando Julio conoció a Agustín Ortega, que decidió intentar ayudarlos. Primero les consiguió una oportunidad de trabajo, y después a través de la organización sin fines de lucro Saun se puso en contacto con Infobae para dar a conocer su historia. Luego de la primera nota, en pocos días se juntó la plata para los pasajes de los chicos. No hizo falta tanta gente: una persona (que pidió mantenerse en el anonimato) aportó el dinero.

La misión era conseguir el pasaje de Helen Verónica (11) y Jeremías Moisés (12). Luego fue necesario otro pasaje más para Marisela, la madre de Johana, ya que los chicos no podían viajar solos. E hizo falta, sobre el final, un ticket más porque al enterarse de que salían para la Argentina, los chicos dijeron que no se querían ir sin su perro, Coquito. También se consiguió su pasaje: los empresarios Alejandro Roemmers y Hernán Codesal se enteraron del caso e hicieron el aporte que faltaba.

Así funciona Saun, "un ecosistema colaborativo que acompaña, conecta y empodera a todos aquellos que tengan la iniciativa de cambiar la vida de una persona en situación de vulnerabilidad", tal como lo explica Gonzalo Erize, quien también está en el aeropuerto acompañando a Julio y Johana.

Muchos inmigrantes venezolanos eligieron la
Muchos inmigrantes venezolanos eligieron la Argentina como destino para tener un futuro mejor (Colin Boyle)

"En la despedida les di muchas promesas, pero en su momento no tenía la prueba de que las iba a cumplir. Yo igual se las daba porque son mis hijos y quería que supieran que iban a tener un techo seguro", cuenta sobre la despedida, hace casi un año en Caracas. "Esto fue una salida de emergencia, algo que escapó de nuestra voluntad", completa Julio.

-¿Los chicos se vieron afectados en Caracas por el apagón?

-Sí. En un momento estuve hasta cinco días sin poder hablar con ellos porque no tenían batería ni medios para comunicarse.

-¿Tienen alguna sorpresa para los chicos en la casa?

-Les compré unos chocolates que a ellos les gustan mucho y dejamos preparadas todas las cosas que ellos extrañaban para que puedan comer. Y se van a poder bañar cuando quieran, y tener luz. Los últimos días en Venezuela han sido muy difíciles para ellos.

-Van a tener menos espacio en el departamento ahora.

-Vamos a estar como en una cajita de fósforos, todos pegados, pero felices.

Es difícil hablar con tanta ansiedad atravesada. La pantalla hace rato indica que el vuelo aterrizó pero los chicos todavía no salen. Vía whatsapp Johana habla con su madre, que le dice que todo está bien pero no pueden salir porque falta pagar un impuesto para que pueda ingresar Coquito.

Mientras, los otros venezolanos siguen saliendo y encontrando a sus familias. Gonzalo toma la posta y se encarga de pagar el impuesto, unos setescientos pesos que exige el Senasa. Una vez resuelto, solo resta esperar.

Johana llora, cada pocos minutos simplemente se quiebra y llora. Julio expresa los nervios riéndose. Miran el celular. Miran las pantallas. Miran la cámara de Infobae mientras dicen que tienen muchos sueños por delante y que ese día está empezando el resto de sus vidas, y de pronto la puerta de arribos internacionales se abre una vez más y Johana reconoce al instante a sus hijos y a su madre y a su perro y sale corriendo hacia ellos, Julio atrás, y frenan para no chocarse un poco patinan sobre el piso lustrado de Ezeiza y en ronda la familia se cierra como un caparazón en abrazo largo.

Los primeros instantes de gran
Los primeros instantes de gran emoción por el reencuentro

Helen Verónica la mira en silencio, como reconociéndola. Coquito ladra. Jeremías tiene cara de adulto, como si a sus doce ya hubiera entendido de que va lo bueno y lo malo de la vida. Julio los abraza. Julio sonríe. Johana llora. Los otros venezolanos ven también en el reencuentro de ellos, el propio.

-Jeremías, ¿estás contento de venir a la Argentina?

-Muy contento.

-¿Qué tenés ganas de hacer primero?

-No sé.

-¿Y si pudieras elegir lo que sea?

-No sé.

El abrazo familiar
El abrazo familiar

Jeremías es serio. Dice que le gusta el béisbol pero que quiere aprender a jugar al fútbol, que se adapta. Dice que le gusta leer y estudiar. Helen es tímida. Ante el saludo de Infobae esconde su cara entre su hombro y su pecho, siempre sonriendo. Marisela, la abuela de los chicos, dice que fue un buen viaje, pero que no querían dejarlos salir de Caracas por algún cambio en la regulación migratoria. Finalmente, los dejaron.

Son las cinco de la mañana del miércoles 17 de abril del 2019. Ezeiza empieza a recibir vuelos de todo el mundo, y el avión de Estelar se llenará de personas que vuelven a Venezuela.

La familia reunida, después de
La familia reunida, después de casi un año de espera

"Ahora comienza lo mejor, hermano", dirá Julio antes de despedirse. No tiene un trabajo fijo, todavía. No tienen una cama para cada uno de los chicos, todavía. Pero mientras sale el sol y empieza a entibiarse la ciudad, Johana sonríe porque sabe qué esperan sus hijos para el desayuno. Y se los dará, después de casi un año sin verlos, se los dará. Después de 300 noches sin dormir con ellos, el sueño grande de Johana y Julio se hace realidad.

Fotos: Maximiliano Luna

Video: Marcos Mendivil – Carolina Villanueva

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