Con el Domingo de Ramos, según la tradición cristiana, se marca el fin de la cuaresma (40 días antes de la Pascua) y se da inicio a la Semana Santa. Además, se conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén arriba de un burro y aclamado por la multitud; días antes de su pasión, muerte y resurrección.
Los ramos de olivo y de palma que se utilizan en la celebración del Domingo de Ramos son un símbolo de la bendición de Dios, de su protección y ayuda. La tradición indica que deben colocarse sobre un crucifijo o cuadro religioso para recordar que se trata de algo sagrado. Además, el color litúrgico de la celebración es el rojo, que representa la Pasión del Señor.
Se da a este día el nombre de Domingo de Ramos precisamente porque Jesús fue obsequiado con sinnúmeros ramos por sus seguidores, sobre todo de condición humilde, mientras cantaban y vitoreaban: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!"; "¡Hosanna en las alturas!".
Los ramos de olivo y de palma también son el signo por excelencia de la renovación de la fe en Dios. Asimismo, recuerdan su proclamación como Rey del Cielo y de la Tierra.
Esta celebración es vista por los cristianos como el momento para aclamar a Jesús como el pilar fundamental de sus vidas, tal como lo hizo el pueblo de Jerusalén cuando lo recibió y declaró como profeta, hijo de Dios y rey.
Por esta razón, la eucaristía del Domingo de Ramos tiene dos momentos importantes. El primero es la procesión de las palmas y la bendición de las mismas por parte del sacerdote, mientras que el segundo es la lectura de la palabra que evoca esa Pasión.
Misa papal
En su homilía de este domingo, el papa Francisco recordó el "doble misterio" que acompaña la entrada de Jesús en Jerusalén. Misterio de aclamación y humillación, de fiesta y ensañamiento feroz que se dio en los dos momentos característicos de esa celebración.
"El triunfalismo trata de llegar a la meta mediante atajos, compromisos falsos. Busca subirse al carro del ganador. El triunfalismo vive de gestos y palabras que, sin embargo, no han pasado por el crisol de la cruz; se alimenta de la comparación con los demás, juzgándolos siempre como peores, con defectos, fracasados. Una forma sutil de triunfalismo es la mundanidad espiritual, que es el mayor peligro, la tentación más pérfida que amenaza a la Iglesia. Jesús destruyó el triunfalismo con su Pasión", destacó.
El Santo Padre explicó que el Señor realmente compartió y se regocijó con el pueblo, con los jóvenes que gritaban su nombre aclamándolo como Rey y Mesías; y recordó que su corazón gozaba viendo el entusiasmo y la fiesta de los pobres de Israel. "Pero al mismo tiempo, el corazón de Cristo está en otro camino, en el camino santo que solo él y el Padre conocen: el que va de la condición de Dios a la condición de esclavo. Él sabe que para lograr el verdadero triunfo debe dejar espacio a Dios; y para dejar espacio a Dios solo hay un modo: el despojarse, el vaciarse de sí mismo, callar, rezar y humillarse", concluyó.
Cómo siguen las celebraciones
El siguiente día importante en la Semana Santa es el Jueves Santo, fecha en que se recuerda la bendición del pan y del vino de Jesús en la Última Cena y el lavatorio de pies a los apóstoles.
El Viernes Santo, único día que no hay misa, se medita la Pasión del Señor, con el rito de la adoración de la Cruz y hay celebración de la Palabra y Comunión.
El Sábado Santo por la noche se celebra la solemne Vigilia Pascual y a partir de ese momento, los cristianos vivirán la alegría de la Resurrección de Cristo, que se prolongará a lo largo de cincuenta días.
Seguí leyendo: