Miré el escrito con especial atención al observar el escudo del Reino Unido de la Gran Bretaña en cada una de sus páginas. El documento consta de tres carillas escritas a mano, no tiene fecha, carece de firma y habla sobre las islas Malvinas.
Está enmarcado porque para su dueño era un blasón que ennoblecía su gestión, aunque nunca lo mostró públicamente, y además, presumo, deseaba conservarlo en perfecto estado para las futuras generaciones. Como gesto especial se me permitió fotografiarlo y adelanté que habría de contar la historia del contenido del documento del que varios se han referido pero ninguno lo mostró.
Los antecedentes del documento resaltan que en mayo de 1979 llegó al poder en Londres la dirigente conservadora Margaret Thatcher y se encontró con que el gobierno laborista había congelado las relaciones con la Argentina a principios de 1976, durante los meses finales del gobierno de María Estela "Isabel" Martínez de Perón.
Con la llegada de Thatcher al gobierno, lord Peter Carrington asumió como secretario del Foreign Office. A su vez, como subsecretario de Asuntos Latinoamericanos fue designado Nicholas Ridley, un personaje aséptico y fiel creyente de la política económica de la primera ministra.
En la Argentina gobernaba de facto Jorge Rafael Videla, su concuñado el brigadier (RE) Carlos Washington Pastor era el canciller y el subsecretario de Relaciones Exteriores era el comodoro Carlos Cavándoli.
En junio de 1979 Ridley viajó a Buenos Aires y el 12 se entrevistó con el subsecretario Cavándoli. En julio visitó Puerto Stanley donde el funcionario inglés observó el estado de irrealidad que vivían los isleños.
Allí discutió con los kelpers (isleños considerados por Londres de segunda categoría en esos años) sobre las ventajas de cooperación con la Argentina, aunque aclaró que ninguna solución será posible sin un visto bueno de ellos.
Observó: "Plantean [los isleños] una amenaza completamente desproporcionada en relación con su tamaño".
Al retornar de las islas volvió a conversar con Cavándoli, acordando reponer a los embajadores que habían sido retirados en 1976.
En octubre de 1979, lord Carrington presentó a Margaret Thatcher y al Comité de Defensa un memorándum que recomendaba las conversaciones entre diplomáticos a fin de explorar soluciones políticas y económicas "sin compromisos y sin apurar el asunto".
También advirtió que la Argentina podía ocupar militarmente las islas y que estaba en capacidad de hacerlo.
El informe que Carrington expuso fue tomado en el Informe Franks (realizado después de la guerra de 1982) contiene tres opciones:
* La fortaleza Falklands. * Negociaciones sin concesión de soberanía. * Sustanciales negociaciones respecto a la soberanía.
Tras algunos cabildeos diplomáticos, Cavándoli y Ridley volvieron a encontrarse en Nueva York entre los días 28 y 30 de abril de 1980 y en esas horas el funcionario inglés solicitó hablar en la intimidad con el aeronáutico argentino.
Cavándoli solo fue acompañado por el jefe de gabinete del canciller Pastor, comodoro Carlos Felipe Bloomer Reeve. En la ocasión Ridley les hablo de la necesidad de una solución en el diferendo de las Malvinas y que convenir la cuestión de soberanía era imprescindible. Que cualquier solución debía coincidir con la voluntad de los "kelpers" y Cavándoli hablo de los intereses de los mismos.
Ridley se explayó en otros lineamientos que deberían tenerse en cuenta en el futuro aunque afirmo en la reunión que debían ser acordados por Londres ya que todavía no eran oficiales. Pidió extremo secreto y "buena fe" en las conversaciones. Antes de despedirse les previno a los argentinos que debía discutir muy fuerte con el lobby que la Compañía de la Isla Malvinas (Falkland Island Company) y los sectores que apoyaban a los "kelpers" en el Parlamento.
El 30 de julio el Palacio San Martín recibió una propuesta de una reunión confidencial a realizarse en el próximo septiembre ya que Ridley ya tenía los lineamientos de su gobierno para negociar.
Entre los días 10 y 11 de septiembre de 1980, Ridley, el embajador Harding, Cavándoli y Bloomer Reeve se volvieron a encontrar en extremo secreto en un hotel en Coppet, cerca de Ginebra, Suiza. Antes de comenzar a hablar Nicholas Ridley afirmó que todas las decisiones que se acordaran en esa cumbre iban a ser aceptadas "ad referéndum" de los miembros del gabinete y la señora Thatcher.
El contenido del documento.
La traducción oficial que acompaña a las tres carillas ológrafas comienza diciendo que "la soberanía titular sobre las Islas Falkland (Islas Malvinas) y su zona marítima sería transferida a la Argentina, con efecto a partir de la firma del Acuerdo".
El 2º punto de la propuesta británica establecía "una continua administración Británica de las Islas y su zona marítima, con miras a garantizar a los Isleños y sus descendientes el ininterrumpido goce de su forma de vida conforme a las instituciones, leyes y costumbres Inglesas sería asegurada simultáneamente mediante un arrendamiento al Reino Unido por un período de 99 años. Los términos de dicho arriendo estarían sujetos a revisión periódica, mediante acuerdo de las dos partes".
"3º. Las banderas Británica y Argentina flamearían lado a lado en los edificios públicos de las Islas."
"4º. El Gobierno Británico sería representado por su Gobernador quien, conjuntamente con un Consejo elegido localmente, serían responsables de la Administración de las Islas y sus habitantes".
"5º. El Gobierno Argentino estaría representado por un Comisionado General".
El documento cerraba con un 6º punto que proponía: "Habría un Consejo Conjunto a los efectos de coordinar la cooperación relativa al desarrollo económico de las Islas y su zona marítima".
Como se observa la Argentina aceptaba la fórmula del "lease back" o retro arriendo: Inglaterra aceptaba la soberanía de la Argentina y en un tiempo determinado transferiría la administración y la explotación de los recursos.
La transferencia sólo se haría en un plazo similar al que Gran Bretaña había establecido para Hong Kong y que fue firmado por 99 años. El "lease back" era una fórmula que el Reino Unido había presentado en encuentros reservados después de 1965, cuando las Naciones Unidas admitió la Resolución 2065 y consideró que ambas naciones debían negociar la cuestión de soberanía en las islas Malvinas.
Tras el encuentro secreto el 25 de septiembre ambos cancilleres recibieron los informes sobre lo acordado.
Carlos Pastor opinó privadamente que "es esencial acelerar las negociaciones sobre las Islas Malvinas a fin de alcanzar cuanto antes un acuerdo que ponga término definitivamente a la disputa."
Lord Carrington aceptó el consejo pero advirtió que todavía no había informado al gabinete "para obtener la conformidad de seguir adelante con la negociación" y que, además, deseaba aclarar "una vez más que para el gobierno británico era indispensable conseguir la aprobación de los isleños sobre lo que se acordaría".
La aceptación de los isleños (hasta ese momento ciudadanos de segunda que no contaban con pasaporte británico) "podía crear dificultades y desde ya él quería señalarlo con toda honestidad".
La negativa kelper que ayudó a hundir el acuerdo de Ginebra
Los 1813 habitantes de las Islas Malvinas se agitaron ante Nicholas Ridley entre el 22 y 29 de noviembre. Con la presencia de unas 300 personas reunidas en el Town Hall, el subsecretario de Asuntos Latinoamericanos habló de cuatro alternativas:
1) La fórmula de arrendamiento. 2) Aceptar todas las demandas argentinas y transferir la soberanía. 3) Congelar por 25 años la cuestión de soberanía. 4) Rechazar de plano cualquier cuestión de soberanía.
Nicholas Ridley admitió que la primera opción era la preferida de Margaret Thatcher.
En su áspero diálogo con los isleños, el funcionario deslizó una advertencia: que no se podía descartar que "la Argentina, cansada, pudiera intentar una solución militar". Les dice, además que Gran Bretaña no podrá asumir la defensa de las islas.
Los "kelpers" al escuchar hablar de "leasing" reaccionaron violentamente y Ridley fue despedido con carteles insultantes en Puerto Stanley. A su vez, los isleños y los sectores más conservadores hicieron oír sus opiniones de rechazo en la prensa y el Parlamento.
En ese clima, el 2 de diciembre Ridley se presentó a informar ante la Cámara de los Comunes.
Sufrió agresiones similares a las que ya había recibido en Puerto Stanley. Lo ridiculizaron. El vizconde Cranborne llegó a decir que induciría a los isleños a pensar que "no contaban con el apoyo que se merecían de la madre patria". Los observadores no dejaron de tener en cuenta que el gobierno británico tenía una fisura, ya que había importantes sectores que consideraban que la cuestión de soberanía, al fin de cuentas, debía tratarse. Ante la presión del "lobby" de las islas, el gobierno británico dos semanas más tarde intentó iniciar un proceso licitatorio para explorar petróleo "off shore" en el Atlántico Sur, lo que generó un nuevo intercambio de protestas diplomáticas.
Ya en junio de 1980, José Alfredo Martínez de Hoz había sostenido en Londres que sería conveniente para ambos países la elaboración de planes conjuntos en explotación petrolera y pesca, en el área de Malvinas, al mismo tiempo que se analiza la cuestión de soberanía.
El ministro de Economía entendía su proyecto como un ensayo de aproximación, pero los mandos de las FFAA insistían con la soberanía, antes de cualquier proyecto común. En sus comentarios íntimos, Martínez de Hoz solía decir que una forma de solucionar el largo diferendo era realizar "tareas mancomunadas con los británicos".
Nicholas Ridley entendió que "no es posible explorar las fuentes de pesca o petróleo a raíz de la fuerte disputa con Argentina" (cable de la agencia Reuter del 2 de diciembre de 1980). La ecuación en esa época era muy simple: "Entre el 50% de algo o nada, prefiero el 50%. Pero los militares, cuando se sentaban a negociar, antes que nada preguntaban por la soberanía y ahí los ingleses se iban" (diálogo del autor con el ex Ministro Martínez de Hoz).
Esa visita a la capital del Reino Unido fue casi presidencial. Estuvo con los más importantes funcionarios del gobierno. Desde Margaret Thatcher, lord Carrington, el presidente del Banco de Inglaterra y el secretario de Agricultura. Con Thatcher no habló de Malvinas para no despertar los celos del canciller Carlos Washington Pastor.
También estuvo con el secretario del Foreign Office y el subsecretario Nicholas Ridley. Hubo una suerte de ping pong entre los dos, sobre diferentes alternativas.
El "lease back" fue la más analizada. Durante la conversación, uno de los funcionarios presentes dijo que la Argentina y el Reino Unido sólo estaban separados por el "3 F": "Falklands, Football and Foot and mouth". Es decir, las Malvinas, el fútbol y la aftosa.
El final
Lo cierto fue que entre los "kelpers" ("pastores" como los denominó el presidente Ronald Reagan en 1982), las andanzas del lobby malvinero en los diarios y el Parlamento y la absoluta indeterminación de Margaret Thatcher y su gabinete, lo acordado en Suiza se convirtió en un gran fracaso.
Le faltó a la Primera Ministro el carácter que mostró más tarde para enfrentar las huelgas mineras de 1984 y 1985. El gobierno británico retrocedió y tras varias comunicaciones diplomáticas Cavándoli y Ridley volvieron a encontrarse el 23 de febrero de 1981 en Nueva York. La cita se realizó en la residencia del embajador británico en las Naciones Unidas y en esa ocasión el oficial aeronáutico realizaba su última gestión, porque en marzo de 1981 Jorge Rafael Videla dejaba el cargo y Carlos Washington Pastor abandonaba el Palacio San Martín.
Estaba por comenzar el período de ocho meses presidido por Roberto Viola, que luego sería depuesto por el general Leopoldo Galtieri y el almirante Jorge Anaya.
Antes de partir Cavándoli dejó caer algunas advertencias a su par ingles. La primera, que su país (la Argentina) había llegado "al límite de su paciencia" y que no se aceptaría la propuesta británica de "congelamiento por diez años" de negociaciones.
Un año más tarde todo estallaba por los aires y el 2 de abril de 1982 la Argentina recuperó militarmente el archipiélago malvinense con el resultado ya conocido.
Ninguno de los que participaron en los encuentros puede atestiguar ni enriquecer el relato sobre cómo se concertaron las tres carillas que hubieran cambiado la historia. En una pared aún queda enmarcado el documento, un mudo testigo de la nada que aún sigue esperando la Argentina.
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