Los juguetes de Evita: cómo era la industria política que hizo felices a millones de niños

Una exposición en el Museo Evita recopila decenas de objetos infantiles del primer peronismo

Archivo histórico de la Televisión Pública con imágenes de la entrega de juguetes de la Fundación Eva Perón.

En la Moral del juguete, de 1853, el poeta francés Charles Baudelaire definía: "Todos los niños hablan a sus juguetes; sus juguetes se convierten en actores en el gran drama de la vida". Los operadores del sector lo saben. Empresarios, publicistas, pedagogos y hasta productores de programas de TV y cine conocen la importancia del juguete para influir en la vida de las futuras generaciones.

En Argentina, el primer gran experimento político y social con el juguete fue durante el primer gobierno peronista. Entre 1947 y 1955, a través de la Fundación Eva Perón, más de 2 millones y medio de artículos infantiles llegaban en las fiestas de Navidad y Reyes no solo como un beneficio para las familias de la clase trabajadora, si no como un símbolo del proyecto justicialista.

"En el peronismo, los mensajes viajan en todos los medios disponibles. Viajan en la radio, en el cine, en las revistas. Para la infancia, todo lo que daba la Fundación Eva Perón tenía ese sello. Es una forma de decir: 'esto es genial, vos lo tenés, pero no te olvides'. Como decía Eva cuando estaba enferma, no se olviden del general Perón. Esto era el régimen", definió a Infobae Marcela Gené, la curadora de la muestra temporal Infancia y Peronismo que se exhibe en el Museo Evita, ubicado en el barrio porteño de Palermo en Lafinur 2988.

En una población de casi 5 millones de niños, el reparto de juguetes tuvo un importante alcance. Cumplir con esa tarea requería un trabajo masivo y sistemático que involucraba al Correo Argentino, los sindicatos, las escuelas y hasta las comisarías.

La primera entrega multitudinaria de juguetes fue el 6 de enero de 1947 desde un palco en la avenida 9 de Julio. Ya estaba bajo la figura central de Evita, quien en sus discursos destacaba a los niños como "únicos privilegiados del país" y parte de un universo de desplazados de a historia argentina.

"A las familias no se le pedía credencial partidaria para retirarlos. Con un vale podían canjearlos en los distintos puntos de la red, lo que habla de una super organización de distribución muy aceitada y expandida en todo el país", explicó Gené.

Un auto de carrera de la Fundación Eva Perón junto a un triciclo.

Estas políticas constituyeron una inédita confluencia entre el Estado, la sociedad civil y la industria del juguete. El sector venía con un paulatino desarrollo por la sustitución de importaciones obligada a partir del estallido de la crisis de 1930 y la Segunda Guerra Mundial.

En 1945 se funda la Cámara Argentina del Juguete (CAIJ) y se comienza a editar la revista especializada Juguetes. El gobierno de Perón le dio un nuevo impulso a la actividad, a partir de licitaciones directas que tenían como destino a la Fundación. Incluso para las fechas festivas se dispuso que las jugueterías pongan a la venta una oferta "económica" para facilitar el acceso a la población menos pudiente.

El crecimiento quedó registrado en los censos industriales: mientras que en 1935 había 41 plantas dedicadas a la fabricación de juguetes, en 1947 eran unos 256 establecimientos. Se habían sextuplicado, según cita Daniela Pelegrinelli, pedagoga y especialista en historia de los juguetes en su trabajo académico La república de los niños.

Los juguetes y una memoria emotiva

La colección del Museo Evita da cuenta del amplio abanico de obsequios que repartía la Fundación. Algunos de los que se distribuyeron con mayor masividad fueron las pelotas, los autitos, los triciclos y bicicletas. Entre los objetos más relucientes de la muestra aparecen los trenes y vehículos con la icónica hojalata litografiada producida por la planta de Costabile Matarazzo, un empresario emblemático del sector y hermano del dueño de la reconocida marca de pastas.

Para las nenas, se ofrecían máquinas de coser de juguete y muñecas, objetos a tono con los valores de la época que recluían a la mujer al ámbito doméstico. Para ambos géneros se repartían además guardapolvos, ropa infantil y hasta prendas para celebrar la comunión.

Los juguetes de hojalata que entregaba la empresa “Matarazzo C. y Cía”.

El factor ideológico era tangible. Las entregas podían incluir estampitas postales del general Perón y Eva Duarte, con una bandera argentina en el centro y las leyendas "obsequio a nuestros queridos descamisaditos", "Perón Cumple", entre otras.

Uno de esos descamisaditos era Saúl Macyszyn. Tenía 10 años cuando un camión perdió el control y lo aplastó contra un alambrado. Perdió un brazo. Fue la casualidad que ese día Evita estaba de visita en el hospital de San Isidro -donde estaba internado- y se enteró del grave estado de salud del menor. La primera dama pidió que lo trasladaran al Hospital Rawson y que se ocupara de su condición el doctor Ricardo Finochietto, una eminencia de la medicina reconocido como el "maestro de la cirugía argentina".

"Ella me decía: no vas a poder trabajar como tu papá que era un obrero. Tenés que estudiar y salir para adelante, la Fundación te va a dar una beca", recordó a Infobae Saúl, de 80 años, sobre la visita que le hizo Evita en el centro de salud. "Mis padres pudieron pedir un montón de cosas para mí, desde libros, ayuda en la escuela, lo que sea".

Después de una larga recuperación, en la que el niño sufrió varias operaciones, Macyszyn estaba listo para recuperar su vida normal. Pero la falta de su brazo lo aislaba del resto de los chicos de su edad. Estaba decaído. El entonces gobernador Domingo Mercante, quien era el encargado de Evita para que a la familia de Saúl no le falte nada, quiso darle una sorpresa.

"Me mando un trencito a cuerda, con rieles, estaciones y arbolitos. Era un juguete importado que no se conseguía en una villa miseria como en la que vivía. No se lo dejé tocar a nadie por mucho tiempo. Todos los chicos del barrio empezaron a venir a casa", relató Saúl. "Evita fue mi segunda mamá", afirmó, emocionado.

El tren que le regaló la Fundación Eva Perón a Saúl Macyszyn cuando estaba convaleciente. “No se lo dejé tocar a nadie por mucho tiempo”, aseguró. (Foto: Museo Evita)
La muñeca “negrita” con ropa rojo y lunares blancos estaba de moda en los años 40 del siglo XX.
Inaugurada el 8 de julio de 1948, la Fundación Eva Perón desplegó una política social vasta que asistía a las familias de la clase trabajadora.

La política de la felicidad

La Convención de los Derechos del Niño de la ONU se firmó el 20 de noviembre de 1959. Aquel cónclave reconoció el "derecho del niño al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas". La misión de la Fundación Eva Perón se anticipó al menos unos 15 años a ese tratado. Fue un punto y aparte con las primeras décadas del siglo XX, cuando los juguetes no formaban parte de la vida cotidiana de los infantes.

"Por primera vez se habla del derecho a jugar como una ayuda a la socialización y maduración del niño. Es un corte con las imágenes anteriores, que mostraban a los niños mirando la vidriera y no pudiendo alcanzar esos juguetes", sostuvo la curadora Gené. "Además había que rodearlos de cuidados, promoverles deporte, educación, salud y hasta garantizando sus vacaciones en Mar del Plata o en las colonias".

Sin embargo, en el ideario peronista, la dimensión de la infancia estaba lejos de ser un asunto de disfrute privado. Había que ponerlo en actos: tenía que ser público y era considerado una cuestión nacional. El dispositivo era utilizado además como una ayuda a países de la región que afrontaban desastres naturales.

"Eva decía que los niños eran la vanguardia política del futuro. El concepto era más general: el pueblo peronista son los que trabajan ahora, los que ya trabajaron, los ancianos; y los que van a trabajar, los niños", aseguró Gené. "Hay un concepto de temporalidad: los niños debían tomar el guante y llevar un mensaje hacia el futuro, en una suerte de eternidad".

La materialización de ese objetivo se hacía palpable en la "Ciudad Infantil Amanda Allen", que retrataba en miniatura la vida de los adultos en una especie de "Disney" sudamericano. Pero sobre todo en los libros escolares y materiales de lectura, como Mundo Infantil, una de las revistas más populares y órgano oficial de los Campeonatos Evita; o la Biblioteca Infantil General Perón, que constaba de 12 tomos y se dedicaba a difundir entre el público juvenil la obra de gobierno y cuentos con impronta peronista.

La “Biblioteca Infantil General Perón” y la revista “Mundo Infantil” fueron algunas de las publicaciones más importantes dedicadas a la niñez del período peronista.
Uno de los autos de la década de 1950 que formaba parte de la “Ciudad Infantil Amanda Allen”.

En uno de los últimos discursos, un mensaje de Reyes, el 6 de enero de 1952, Evita describía su obra con sus propias palabras: "Yo sé que éste es un día de gloria para todos ustedes, los niños de la nueva Argentina de Perón. El general Perón quiere que los argentinos aprendan a sonreír desde la infancia… y yo sé que es muy triste despertar una mañana de Reyes y no encontrar en los zapatitos aunque sea un pequeño juguete. Mi corazón desea que hoy, en esta fiesta de los niños del mundo, todos los de mi patria por lo menos, puedan sonreír con la felicidad del juguete que soñaron."

Más allá de la retórica de la felicidad, los juguetes y los niños no estuvieron por fuera del combate político. Mientras el Partido Justicialista buscaba diferenciarse de la antigua beneficencia de las clases altas, anteriores depositarias de la caridad asimétrica, en los sectores medias y anti peronistas había fuertes resistencias hacia las nuevas políticas de la niñez.

"Mi hermana me llevaba 10 años. En los primeros grados tuvo que usar el libro La razón de mi vida, la autobiografía de Evita. En una casa donde eran todos socialistas anti peronistas, imaginate lo que causaba. Era una escisión profunda de la sociedad", recordó Gené.

Las batallas domésticas, y la pelea por el significado de los juguetes de Evita, quedaron inmortalizadas por el escritor Osvaldo Soriano en su texto Aquel peronismo de juguete: "Cuando yo era chico Perón era nuestro Rey Mago: el 6 de enero bastaba con ir al correo para que nos dieran un oso de felpa, una pelota o una muñeca para las chicas. Para mi padre eso era una vergüenza: hacer la cola delante de una ventanilla que decía "Perón cumple, Evita dignifica", era confesarse pobre y peronista".

Seguí leyendo:

El auge de los juguetes inclusivos, y su importancia para una sociedad más diversa

Museos peronistas: qué queda y cómo se preservan los lugares emblemáticos para la historia de Perón y Evita

El ocaso de las máquinas de coser Singer: del origen de un imperio a las donaciones de Evita y el "factor China"