A dos meses del escándalo, en Sebastián Elcano sólo se habla del ataque sexual en manada

Los vecinos todavía no pueden creer lo que pasó y, aunque condenen el hecho, le quitan gravedad y defienden a los acusados como “personas de bien”

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La estación de servicio en Sebastián Elcano (Mario Sar)
La estación de servicio en Sebastián Elcano (Mario Sar)

El joven Walter no levanta la mirada del piso. Pasa la escoba como un autómata, tan prolijamente que ni los rayos del sol en la cara lo distraen. Es el único playero de la estación de servicio YPF de Sebastián Elcano, un pueblo de cerca de cuatro mil habitantes en el departamento Río Seco, a 170 kilómetros de la capital cordobesa. Todos los que paran a cargar combustible hablan con él en secreto, como si fuera un confidente.

-Es el tiempo de la trilla y están preocupados. Se pasan información de las máquinas y de los empleados. El que no es dueño, es arrendatario- dice Walter, acomodándose la gorra de YPF, con tono suave, sin nunca mirar a los ojos.

-¿Es de lo único que hablan?

-De lo que pasó también comentan.

-¿Lo que pasó?

-Sí, lo del chico que abusaron. Todavía es un escándalo.

-Ya pasaron dos meses…

-Sí, es una pena.

-¿Creés que lo abusaron?

-No lo violaron, como se dice en la prensa. Estuvo mal y es un delito que deben pagar pero de ahí a….

-¿Y cómo sabés que no lo violaron?

-Porque en el video se ve clarito que lo atan y lo desnudan, estaban todos borrachos. Se les fue de las manos. Pero no pasó más nada.

-Parece que la fiscal tiene más pruebas que ese video que se viralizó.

-No creo, ya tendría que haber saltado. En el pueblo se sabe todo.

Una imagen del video que se viralizó en el pueblo del abuso sufrido por el joven de 25 años
Una imagen del video que se viralizó en el pueblo del abuso sufrido por el joven de 25 años

Son las siete de la mañana del martes 9 de abril y el ritmo cansino de la comarca, marcado por el trabajo en los campos aledaños dedicados a la agricultura y la ganadería, despierta bostezos en los clientes que frenan a desayunar en la estación. La mayoría ha madrugado unas horas antes y arriban con sus camionetas Hilux o Amarok.

Allí se arma un verdadero centro de reunión que, a falta de bares, concentra a viva voz comentarios tales como "hay que esperar unos días más para que el sorgo se asiente bien", "me ofrecieron este pedazo de tierra, parece que está bueno" (y un señor le muestra a un joven desde su celular la foto de un campo), "y ahora hay que prepararse porque estos meses van a venir por nosotros" (es lo que grita un hombre cuando ve en un televisor el anuncio de un nuevo crédito del FMI).

Las pocas mujeres que llegan a la estación de servicio en las primeras horas del día se sientan solas, desayunan y usan sus celulares. En cambio, los hombres se agrupan, se cruzan de mesa, dejan en claro que ellos son los protagonistas. Es una rutina que nadie parece estar dispuesto a quebrar: sólo ante la llegada de algún extraño el ambiente de camaradería se transforma, y entonces el tono de las voces baja y surgen las miradas de soslayo.

Sebastián Elcano, un pueblo tranquilo cuyos pobladores hoy sienten que “la prensa”  les quitó la paz en la que vivían (Mario Sar)
Sebastián Elcano, un pueblo tranquilo cuyos pobladores hoy sienten que “la prensa”  les quitó la paz en la que vivían (Mario Sar)

-Culpa de ustedes se armó el puterío. Nuestro pueblo es tranquilo –larga uno de los hombres, con los brazos cruzados en una camisa a cuadros. Tiene el rostro colorado por el sol. Es el único con ánimo de conversación y prefiere no dar su nombre. El resto asiente con la cabeza a sus palabras y mira con cierto recelo. Pero, al poco tiempo, algunos se distraen y otros siguen con sus preocupaciones campestres.

-¿Por qué dice que la culpa es de la prensa?

-Porque acá hay intereses políticos, ese video estaba en el olvido hasta que lo levantó la prensa.

-¿Y usted qué piensa?

-¿Sobre qué?

-Sobre lo que le hicieron a ese chico…

-Mirá, ¿viste el video? Ahí se ve clarito que todos estaban en pedo y este pibe, bueno, se ve que estaba jodiendo y los alteró, no digo que esté bien que lo hayan atado. Pero acá está metida la política.

-¿La política?

-Sí, pero de eso no quiero hablar.

-¿El pibe estaba jodiendo y los alteró?

-Sí, eso me dijeron. Que el pibe estaba hinchando las pelotas, habían empezado a chupar desde temprano. Y bueno, nada, medio que lo castigaron, se les fue la mano. Nada más.

-¿Nada más?

-¿Sabés lo que me dicen cuando salgo de acá? Que ahora para venir a Elcano hay que ponerse calzoncillos de lata. ¿Te parece que está bueno eso?

La gomería “Los Magos” donde el 16 de febrero, luego de un asado y mucho alcohol, un grupo de siete hombre ataron al joven, le sacaron el pantalón y lo manosearon (Mario Sar)
La gomería “Los Magos” donde el 16 de febrero, luego de un asado y mucho alcohol, un grupo de siete hombre ataron al joven, le sacaron el pantalón y lo manosearon (Mario Sar)

Los rumores giran alrededor de un famoso video que dura un minuto y medio. Lo que muestran las imágenes es que la noche del 16 de febrero un grupo de hombres, reunido tras comer un asado en el galpón de la gomería "Los Magos", sometieron a un joven de 25 años, al cual ataron por la fuerza gritándole "corderito", le sacaron el pantalón y luego lo manosearon. La victima luce indefensa, en estado alcohólico.

Ellos mismos filmaron el video, que todo el pueblo vio y que se mantuvo en secreto hasta que llegó a difundirse en la prensa y se conoció en el país. Pero no hay allí imágenes de penetración ni de lesiones.

El joven abusado denunció el hecho en la justicia un mes después. Y la fiscal Fabiana Pochettino, de Dean Funes, tomó cartas en el asunto. Secuestró los celulares de siete personas que estuvieron esa noche en la gomería –se comprobó que hubo más, pero que se retiraron antes o en el momento del ataque estaban en otro espacio-, y después de un cotejo de pruebas –entre los que está el famoso video, pero también habría otras, además de pericias y testimonios de testigos- , los imputó por el delito de "abuso sexual con acceso carnal agravado por el número de participantes", aunque sin determinar todavía el grado de intervención de cada uno. Hace pocos días ordenó sus detenciones en la cárcel de Cruz del Eje.

"Algunos lo violaron, otros filmaron y unos alentaron a que el hecho sucediera", dijo la fiscal a Infobae hace unas semanas. Este miércoles indagó a los sospechosos por primera vez. Todos negaron la violación y dijeron que no habían invitado al asado a la víctima.

Uno de los imputados luego de declarar frente a la fiscal Fabiana Pochettino (Mario Sar)
Uno de los imputados luego de declarar frente a la fiscal Fabiana Pochettino (Mario Sar)

Los imputados son: Ramón Ludueña, plomero del municipio y compañero de la víctima; Ezequiel y Jorge Cisneros, hermanos, el primero es dueño de un salón de eventos y el segundo, de una carnicería; Nicolás Reynoso, empleado de una casa de electrodomésticos; Emanuel y César Rojas, dueños de la gomería; y Emanuel Borges, amigo de los Rojas.

Pero los abogados querellantes hablan de una violación de "45 minutos" y afirman que el joven de 25 años tiene retrasos madurativos e inconvenientes para comunicarse.

"El caso es agravado porque lo obligaron a consumir alcohol, él confió en ellos porque los conocía, sabían de su minusvalía, filmaron la secuencia y con posterioridad se encargaron de difundirla para que la broma macabra sea vista por todos", dijo el letrado defensor Carlos Nayi.

Se ordenaron pericias psiquiátricas y psicológicas tanto a los siete imputados –rondan un promedio de 45 años- como a la víctima para evaluar si se dicta la prisión preventiva. Por ahora, continuarán detenidos.

Los detenidos y la opinión de algunos pobladores de Elcano: “La prensa tiene la culpa. Se habló de depredadores y de manada. No somos animales. Conocemos a los acusados, son  buena gente”(Mario Sar)
Los detenidos y la opinión de algunos pobladores de Elcano: “La prensa tiene la culpa. Se habló de depredadores y de manada. No somos animales. Conocemos a los acusados, son  buena gente”(Mario Sar)

En la estación de servicio YPF no creen en la investigación judicial. Dicen que la fiscal recibió la presión de los medios y que ni siquiera los acusados deberían estar presos.

-Ustedes tienen la culpa –insiste el hombre de rostro colorado, mientras revuelve el café con leche. Su tono es enfático aunque no enojado-. Se habló de una manada y de depredadores. No somos animales. Los conozco a los acusados. Son buena gente.

La estación está ubicada sobre Leopoldo Lugones, que es la avenida principal donde se encuentran la comisaría, la iglesia –"sólo Dios hace al hombre feliz", se lee en un mural-, la plaza principal y en cuyo final de calle, casi en el comienzo de un descampado, se ubica la gomería "Los Magos".

Nadie podría pensar, a simple vista, que el pueblo esconde algún misterio. En una recorrida por sus calles, que son mitad de tierra y mitad asfaltadas, Sebastián Elcano parece la típica postal de la pampa bonaerense –en esta parte de Córdoba predomina la llanura, no la sierra-, con la bonanza de sus campos asentados sobre aldeas empobrecidas: el contraste entre las camionetas todo terreno que pasan a toda velocidad y las motos y bicicletas que marchan lentamente es una cabal representación de clase.

No hay mansiones ni otros signos de lujo; las casas son bajitas y modestas, y los comercios, pocos: carnicerías, almacenes, locales de ropa, verdulerías, kioscos. Se escucha el sonido de los talleres mecánicos. Es lo que prolifera como negocio: en los galpones se ven cosechadoras, tractores, sembradoras.

Elizabeth atiende el almacén de Sebastián Elcano: “Es habitual ese tipo de bromas entre los hombres. Se juntan a tomar, a jugar cartas y a comer en exceso. Si no salía a la luz ese video, todo quedaba en la nada. Pero es hora que se conozca y paguen por eso” (Mario Sar)
Elizabeth atiende el almacén de Sebastián Elcano: “Es habitual ese tipo de bromas entre los hombres. Se juntan a tomar, a jugar cartas y a comer en exceso. Si no salía a la luz ese video, todo quedaba en la nada. Pero es hora que se conozca y paguen por eso” (Mario Sar)

En la gomería "Los Magos", donde sucedió el ataque sexual, impera la normalidad. Dos muchachos lavan un auto en el galpón, epicentro de la reunión de aquel fatídico 16 febrero. Hay dos filas de ruedas gigantes apiladas en un rincón. El pasto está crecido y, cerca de allí, las gallinas cruzan la calle hacia el cementerio, último punto del pueblo antes de la zona rural. A escasos metros unos pavos reales levantan vuelo trepando la pared de una casa.

-El problema es la droga en los jóvenes. No hay trabajo. Los dueños de los campos son de Buenos Aires y se arreglan con las maquinarias y dos o tres empleados– dice Elizabeth, que además de atender un almacén, es una de las bomberas voluntarias del cuartel local.

A un costado de la calle, un cartel desvencijado: "Prohibido el ingreso de vehículos fumigadores al radio urbano".

Según Elizabeth, de 41 años, lo que destapó el video es una "basura" que suele guardarse debajo de la alfombra. Habla de un caso de femicidio de hace unos años y de asaltos. A ella le robaron cuatro veces en los últimos meses.

-Es habitual ese tipo de bromas entre los hombres. Se juntan a tomar, a jugar cartas y a comer en exceso. Si no salía a la luz ese video, todo quedaba en la nada. Pero es hora que se conozca y paguen por eso.

-¿Conoce a los acusados?

-Por supuesto. Son gente laburadora, seguro no hubo violación, ¿a quién le entra en la cabeza que siete personas, padres de familia, abusaron de un pibe y después lo llevaron a su casa como si nada?

La mujer cabecea. "Ahí va la madre del chico", dice.

Infobae intentó hablar con ella, pero esquivó las preguntas. Fue primero a la municipalidad, permaneció unos minutos, y después caminó hasta un cajero automático, donde se encontró con una vecinas y charló en la esquina.

-Estamos con dolor, mi hijo sigue destruido. Por favor, váyanse de acá.

En el pueblo prevalece la reserva: los vecinos guardan silencio y, de los pocos que hablan, en general condenan el hecho pero defienden a los acusados desestimando la gravedad del caso.

Se comenta que, desde que fue atacado, el joven está deprimido y no salió de su casa. No terminó la primara, trabajaba en la municipalidad y tiene una hija pequeña. Todo su círculo íntimo prefiere no hablar con la prensa.

“Es una ofensa. Nunca había pasado algo así. Son los piqueteros los que armaron quilombo”, dice Gavier, un vecino del pueblo (Mario Sar)
“Es una ofensa. Nunca había pasado algo así. Son los piqueteros los que armaron quilombo”, dice Gavier, un vecino del pueblo (Mario Sar)

-Ahora se llamaron a silencio cuando hace unas semanas estaban desesperados por hablar. Lo que pasa que saben que hablaron de más, no esperaban que la justicia detuviera a los tipos. Y se les armó lío, porque no tienen pruebas –dice un hombre que se presenta con su apellido: Gavier.

Está sentado en la vereda de una especie de bar de minutas y picadas, un lugar que por dentro es 2 por 2. A su lado, otro hombre. Tienen más de sesenta años. Toman mate. La mañana de otoño parece de verano, con una temperatura de más de 25 grados. Se escucha el canto de las chicharras. Pero deben esforzarse: el sonido de las máquinas en los talleres mecánicos las tapa.

El cielo diáfano baña de luz a Elcano. Los dos hombres se comportan como si fueran expertos del caso. Dicen que los dueños de la gomería estaban en las afueras del pueblo porque habían viajado al Festival de La Palma en San Francisco del Chañar.

Según surge de la investigación, todo ocurrió en el marco de una juntada que empezó desde temprano con fernet y asado. Luego de cometer el violento ataque, los sospechosos habrían llevado a la víctima hasta su domicilio y le dijeron a la familia que tuvo un accidente con la bicicleta.

-Es una ofensa. Nunca había pasado algo así. Son los piqueteros los que armaron quilombo-dice Gavier, con anteojos negros y bombacha de campo.

-¿Los piqueteros?

-Sí, los que protestan contra el intendente. El otro día cortaron la ruta pidiendo trabajo, pero son todos vagos. Ellos le hacen mal a Elcano y estaban con la familia tirando huevos a los patrulleros cuando se los llevaron detenidos.

El comisario Walter Villafañe  dice: “Fue duro detenerlos a todos, son siete personas que conocemos” (Mario Sar)
El comisario Walter Villafañe  dice: “Fue duro detenerlos a todos, son siete personas que conocemos” (Mario Sar)

Dos caballos pastan a la vera de una zanja. El comisario Walter Villafañe dice que, en sus cinco años como máxima autoridad policial, nunca había pasado por algo semejante. "Fue duro detenerlos a todos, siete personas que conocemos. Lo hicimos en simultáneo, pedimos refuerzos. Sólo uno tenía antecedentes por una denuncia por violencia de género. Son gente de bien", dice en su oficina. Es de estatura pequeña, regordete. "Sabemos que hay comentarios pero todavía no tuvimos que intervenir por altercados. Esperemos que el pueblo se calme y recupere su normalidad".

Luego saluda y acompaña con brazos abiertos hacia la salida. "¿Se van a quedar mucho? Porque ya hubo varias llamadas de vecinos. A la gente no le gustan las preguntas, no están acostumbradas a los extraños. Sepan disculpar".

El Club Social y Deportivo: “No hay contención para los chicos, hay una pileta que nunca se habilitó”, asegura Elizabeth, quien volvió a su pueblo natal luego de vivir en Córdoba capital (Mario Sar)
El Club Social y Deportivo: “No hay contención para los chicos, hay una pileta que nunca se habilitó”, asegura Elizabeth, quien volvió a su pueblo natal luego de vivir en Córdoba capital (Mario Sar)

Frente a la comisaría, se halla el Club Social Deportivo Elcano.

-No hay contención para los chicos. Hay una pileta que nunca se habilitó. Están desorientados– dice Elizabeth, que volvió a su pueblo natal luego de vivir en Córdoba. Los jóvenes que tienen posibilidades económicas emigran a la ciudad. Los que no, parecen prisioneros de una vida gris en un pueblo  donde hay más animales y verde que personas, donde hay viviendas antiguas abandonadas, donde la calma es la contracara de los rumores que asfixian, donde la riqueza de los campos no se redistribuye y va a parar a otro lado, lejos de allí.

A pocas cuadras de la dependencia policial se encuentra el kiosco "Santa Rita". Lo atiende un sexagenario que aprieta fuerte la mano en el saludo.

-Soy Cisneros, pariente de uno de los detenidos. Es una barbaridad.

-¿El qué?

-Que este chico se victimice. No le hicieron nada. Aparte, estaba molestando.

-¿Vio el video?

-Sí, entre hombres hacemos esas cosas. El otro día se hizo una vaquillona en una fiesta y todos jugaban a hacerse las maricas.

Uno de los acusados en el momento de presentar declaración indagatoria (Mario Sar)
Uno de los acusados en el momento de presentar declaración indagatoria (Mario Sar)

El kiosco está al lado del hospital. Cisneros se disculpa, debe atender a dos hombres que se acercan a la conversación y piden una Sprite con hielo. Se sientan a horcajadas en una mesa. Hay una vecina que espía por la ventana. Los perros de la calle olfatean una bolsa de basura.

-El pibe se la buscó. Y ahora la prensa lo defiende. Pero todo se fue al carajo cuando los metieron presos, son gente de familia, sus hijos los vieron esposados. Es una mierda –agrega uno de los hombres, cuarentón, las manos callosas, mientras toma un sorbo de la gaseosa.

-¿Usted cree que son inocentes?

-¿Qué importa lo que yo crea? Acá ya se puso un estigma al pueblo, ustedes vienen de afuera y se piensan que somos todos degenerados. Vivíamos tranquilos, somos honrados. ¿Cómo nos vamos a recuperar de esto?

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