Un estudio experimental del Conicet aporta nuevos datos en apoyo del posible efecto preventivo del mate sobre el desarrollo de la Enfermedad de Parkinson

La investigación muestra los efectos benéficos de la yerba mate en un modelo experimental en cultivo de muerte neuronal, utilizado para estudiar potenciales sustancias neuroprotectoras contra el desarrollo y la progresión de la enfermedad. El efecto sería comparable al ya atribuido al café o el té verde, aunque se desconocen todavía los mecanismos celulares involucrados

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Es la infusión popular preferida por los argentinos. De mañana, tarde o noche, estudiando, trabajando o simplemente descansando miles de personas cuentan con la compañía de esta bebida hecha a base de hojas de yerba mate, que presenta propiedades medicinales. Entre los múltiples efectos benéficos atribuidos sobre la salud, un reciente estudio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) muestra que un extracto de yerba mate reduce la muerte del mismo tipo de neuronas afectado en la enfermedad de Parkinson, en un modelo experimental.

Una investigación del Conicet, publicada en la prestigiosa revista Movement Disorders, demostró que la yerba mate tiene la propiedad de prolongar la vida de las neuronas dopaminérgicas en cultivo. Este tipo de neuronas están relacionadas con el control de la locomoción y son las primeras en verse afectadas en el Parkinson.

Juan Ferrario, investigador adjunto del Conicet en el Departamento de Fisiología, Biología Molecular y Celular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN, UBA), y director de la investigación explicó: "Testeamos el efecto de administrar un extracto de yerba mate sobre un modelo de neuronas dopaminérgicas en cultivo y vimos que el extracto de yerba mate tiene un efecto neuroprotector poderoso que reduce la muerte de estas neuronas, aún mayor al de otros neuroprotectores conocidos".

Pedro Ballestero, Oscar Gershanik, Juan
Pedro Ballestero, Oscar Gershanik, Juan Ferrario y Alejandra Bernardi (Foto Conicet)

La teobromina y el ácido clorogénico son dos de los compuestos principales de la yerba mate. Los investigadores evaluaron cómo actuaban por separado sobre las neuronas dopaminérgicas y llegaron a la conclusión de que, pese a mostrar un efecto más leve que al actuar en conjunto, siguen siendo neuroprotectores incluso aún más potentes que la cafeína y la nicotina.

"Lo interesante es que la yerba mate es uno de los principales proveedores naturales de ácido clorogénico y la ingesta de los tomadores de mate es entre 3 y 5 veces mayor que la de los tomadores de café. En este trabajo pudimos demostrar también que este compuesto por sí sólo es un poderoso agente neuroprotector", expresó Ferrario.

El antecedente

En 2015 se advirtió la existencia de una relación benéfica entre la yerba mate y la enfermedad de Parkinson a partir de una investigación poblacional realizada sobre 223 pacientes y otros tantos controles. Este trabajo científico, dirigido por la neuróloga Emilia Gatto, promovió estudios en el campo de la biología celular y molecular con el fin de explicar el funcionamiento de esta relación entre la yerba y la enfermedad.

"Esta evidencia poblacional, sumada al reconocido efecto benéfico del café en la reducción del riesgo del desarrollo del Parkinson, y la similitud entre los principios activos de ambas infusiones, permiten pensar que ciertos compuestos presentes en el mate podrían ser los responsables de dicho efecto preventivo y dar lugar al desarrollo de moléculas de aplicación terapéutica a futuro", explica Oscar Gershanik, coautor del artículo, especialista en enfermedad de Parkinson y presidente saliente de la Sociedad Internacional de Parkinson y Movimientos Anormales.

"Aunque resta mucho trabajo por hacer, nuestro trabajo aporta por primera vez evidencia sobre el efecto protector que la yerba mate puede brindar sobre la neuronas dopaminérgicas y representa un paso alentador para la evaluación futura de su impacto sobre el desarrollo de la enfermedad de Parkinson", explicó el investigador Juan Ferrario.

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