La hazaña del joven que rescató a más de 30 personas en la inundación de La Plata: "Me recibí de guardavidas salvando a mis abuelos y vecinos"

Lautaro Lasagna debutó como guardavidas en la noche del 2 de abril de 2013, en medio de la catástrofe que dejó al menos 89 muertos, rescatando a familiares y vecinos. "Nunca sentí tanto miedo", señala

Guardar
Lautaro Lasagna junto a sus
Lautaro Lasagna junto a sus abuelos y familiares cuando logró cruzar el Río de La Plata nadando

La tarde del martes 2 de abril de 2013 Lautaro Lasagna (25) estaba estudiando para un parcial en su casa de Tolosa, en la ciudad de La Plata y, de un momento a otro, empezó a llover. En principio, era una tormenta más. Se inundó mucho la calle, pero eso también era tristemente recurrente, así que nadie se preocupó demasiado. Pasadas las tres de la tarde, la cortina de agua seguía y seguía. Ellos no lo sabían en ese momento, pero ese día cayeron más de 400 mm en sólo cuatro horas.

El oleaje de los autos que pasaban por la avenida principal donde Lautaro vive junto a su familia empezó a cubrir la vereda y pronto el agua encontró el camino hacia el interior de las casas. Lautaro, que entonces tenía 19 años, se acuerda incluso que en ese momento se les ocurrió junto a su mamá salir a cortar el tránsito para que los vehículos dejaran de mover el agua.

El 2 de abril de
El 2 de abril de 2013 cayeron 400mm de agua sobre la ciudad de La Plata, provocando una inundación que se cobró 89 víctimas

Sus abuelos, que viven a 10 cuadras, les contaron por teléfono que les había entrado agua y que estaba subiendo rápido. En la casa de Lautaro, donde vive con su hermano, su hermana y sus padres, todavía estaban bien, pero fue por un rato.

"En cinco minutos se nos inundó la casa. El agua brotaba del piso, se metió por el parque, entraba por todos lados. Cuando quedamos con el agua a la cintura lo primero que pensé es que mis abuelos ya estarían con el agua al cuello", cuenta Lautaro a Infobae. "Le dije a mis viejos 'Yo los voy a buscar'".

Lautaro entonces estudiaba para ser profesor de Educación Física y se había recibido a fines de marzo de guardavidas. "Fue algo de siempre, que me surgió de chico. Iba de vacaciones a la playa y me acuerdo patente que un día escuché un silbato y vi al guardavidas, que entró corriendo al mar y sacó a dos personas. Me llamó mucho la atención. Me lo quedé mirando y pensé: 'Es un superhéroe. Yo quiero ser eso'", recuerda.

Había hecho las prácticas de rigor en pileta, mar y río que le requiere el curso y en enero de ese año había sido protagonista de una proeza: se convirtió en el nadador más joven en cruzar el Río de La Plata. Cruzó en 14 horas los 42 kilómetros que separan las costas de Colonia, Uruguay, con Punta Lara, en Argentina, a beneficio de los niños de la ex Casa Cuna en La Plata.

Lautaro junto a sus padres,
Lautaro junto a sus padres, Leonardo y Gabriela

Ese 2 de abril entonces, no lo pensó demasiado. "Salimos con mi viejo en un kayak que habíamos usado cuando cruce el río y no podíamos creer lo que era la calle. Un caos. La gente estaba desesperada, gritaba, el agua se había metido por todos lados. Queríamos rescatar a mis abuelos como sea pero tardamos dos horas en llegar porque en el medio todos nos paraban y nos pedían ayuda, ¿qué podíamos hacer?", dice.

Lautaro y Leonardo, su papá, empezaron a sacar gente que había quedado atrapada en los autos y las casas de todo el barrio. "Me acuerdo que una señora vino a pedirnos por favor que fuéramos a sacar a la madre de 90 años, que estaba tirada en un colchón puesto sobre una sillas que a su vez estaban sobre una mesa. No se podía mover", cuenta. "Entramos por la ventana, la cargamos como pudimos y la llevamos a una estación de servicio que estaba un poco elevada. Juntamos unas mesas en el autoservicio y la acostamos".

"Yo ahí lo miré a mi viejo y le dije 'me voy a buscar al Pelado'", se acuerda. El Pelado es Roberto, su abuelo, que junto con su esposa Nélida estaba todavía en su casa a cuatro cuadras de esa estación de servicio, como Lautaro creía, con el agua ya al cuello.

Lautaro es profesor de natación,
Lautaro es profesor de natación, hizo temporada en Valeria del Mar y ahora se va a trabajar a España

"Yo mido 1.70 y en la calle ya no hacía pie. Había zonas con agua a más de dos metros. La casa de mis abuelos está elevada y aún así estaban metidos hasta la cabeza y no los podíamos sacar", explica Lautaro mientras se acuerda lo difícil que era para dos personas de más de 80 años dejar atrás todas sus cosas, su casa.

Me acuerdo que una señora vino a pedirnos por favor que fuéramos a sacar a la madre de 90 años, que estaba tirada en un colchón puesto sobre una sillas que a su vez estaban sobre una mesa. No se podía mover

"Mi abuela estaba más lúcida pero mi abuelo estaba en shock. Todo estaba flotando, la casa era un caos de cosas, estaba lleno de las porquerías de la cloaca que empezaron a salir y él cerraba las puertas con llave. Lo saqué medio a la fuerza porque no quería irse. Le dije 'te vas o te vas'".

Su papá aprovechó ese tiempo para ayudar a otra vecina: "Tuvo que romper una ventana para sacar gente. Terminamos todos lastimados, todo lo que flotaba te golpeaba".

En los barrios más afectados
En los barrios más afectados hubo casas con agua hasta el techo (Adrián Escandar)

En la oscuridad total, flotando porque ya no hacía pie, con frío y expuesto al peligro que representaban todos los objetos que circulaban en el agua, Lautaro, flamante guardavidas en esta, su hazaña bautismal, recordó que tenía encima su silbato y empezó a hacerlo sonar para que pudiera oírlo quien requiriera asistencia. De repente la voz afligida de una mujer le contestó: "Por favor estoy atrapada en mi casa, está llegando el agua al techo y no puedo salir".

Yo mido 1.70 y en la calle ya no hacía pie. Había zonas con agua a más de dos metros. La casa de mis abuelos está elevada y aún así estaban metidos hasta la cabeza y no los podíamos sacar

"Nunca sentí tanto miedo", asegura Lautaro. "Me agarró desesperación, no sabía dónde estaba esta persona, dónde estaban mi viejo, mis abuelos. La busqué y no la pude encontrar pero cuando llegamos a casa le dije a mi viejo que yo iba a volver porque había mucha gente que necesitaba ayuda". Su papá decidió acompañarlo. Él con el kayak para sacar gente, su hijo nadando para rescatarlos.

No fue una noche fácil y no era tan simple emprender la tarea de salir a rescatar más personas. "Primero te tenés que cuidar vos porque sos el que está sacando gente. Eso es básico. Y en una situación de riesgo tal vez tenés cuatro personas en peligro y no podes sacarlas a todas. Esas decisiones son feas pero tuvimos que priorizar gente grande y nenes chiquitos, los más indefensos", cuenta.

Lautaro estaba recién recibido de
Lautaro estaba recién recibido de guardavidas cuando se inundó su barrio y salvó a más de 30 vecinos

Se acuerda también de otros momentos difíciles. Por ejemplo, mientras intentaban sacar a un matrimonio de ancianos de su casa, que tenía la puerta trabada por un mueble y vieron a una familia en una casa de dos pisos mirándolos desde una ventana de arriba.

"Era más fácil llevarlos enfrente que a la esquina entonces les grité si nos abrían para entrarlos y resguardarlos. Pero me miraron y me bajaron la persiana", se indigna. "Les dije de todo. Los viejitos tenían el agua al cuello. Los pudimos llevar hasta una casa y después no los vi nunca más".

Algunas personas lo ayudaban en el rescate braceando o pataleando, otras tenía que sacarlas con su fuerza, trabarlas con las maniobras que había aprendido y nadar. Tratar de evitar los elementos riesgosos, los cables, los objetos que flotaban, soportar la fuerza del agua mezclada con excrementos y combustible.

En La Plata muchos utilizaban
En La Plata muchos utilizaban embarcaciones para ayudar a las personas atrapadas en sus casas (Charly Díaz Azcué)

Lautaro afirma que "hasta el mar era más sencillo" y que en el correr de la noche cayó en la cuenta de lo trágico que estaban viviendo. En el último rescate una corriente lo arrastró dos cuadras y se golpeó todo el cuerpo. Había salido a las cuatro de la tarde del martes y volvió a las seis de la mañana del miércoles. Cansado, con frío, empapado. "No sabemos bien pero creemos que salvamos a 33 personas. También un par de perros", resume. "Yo siento que ahí me recibí".

Algunas personas lo ayudaban en el rescate braceando o pataleando, otras tenía que sacarlas con su fuerza, trabarlas con las maniobras que había aprendido y nadar. Tratar de evitar los elementos riesgosos, los cables, los objetos que flotaban, soportar la fuerza del agua mezclada con excrementos y combustible

"Al otro día parecía que había habido una guerra", dice. Camas, mesas, ropa, colchones y pertenencias de todo tipo cubrían la calle: "La gente tiraba todo porque las cosas no servían. Nosotros al tener otro piso pudimos rescatar lo que tenía valor pero perdimos muchas cosas".

Sus abuelos sí perdieron todo lo que tenían en la casa en que vivieron toda la vida y su padre también las máquinas que usaba en su negocio, una gráfica. En las paredes de las casas unas manchas negras que dejaban un mineral que había en el agua recordaron por un tiempo el nivel que había alcanzado la inundación. El número oficial de muertos por la tragedia fue 89 pero Lautaro está convencido de que son más.

Lautaro junto a Roberto, su
Lautaro junto a Roberto, su abuelo, a quien también rescató de su casa inundada

Después de haber nadado en aguas abiertas y en carreras importantes, de haber dado clases de natación, de haber hecho una especialización en alto rendimiento y tras hacer la temporada en Valeria del Mar, Lautaro se va a trabajar a España con el recuerdo imborrable de la tragedia que lo marcó como persona y como profesional hace ya seis años.

Para los vecinos de los barrios más golpeados y las familias de las víctimas fue muy difícil recuperarse. "Hay un par que cada tanto me ven y me saludan pero no tengo ni idea de quiénes eran los que rescaté. Era de noche y había mucha adrenalina", dice. Aunque probablemente los vecinos tampoco recuerden la cara o el nombre del muchacho intrépido que puso el cuerpo por ellos, difícilmente olviden que tuvieron la suerte de cruzarse con él.

SEGUÍ LEYENDO

Guardar