En sus mesas se tejieron acuerdos, se sellaron negocios, se deslizaron secretos de Estado, se confirmaron romances clandestinos. Son los bares de la élite o aristocracia porteña.
Allí se reúnen o reunían políticos de toda clase, empresarios, militares, servicios de inteligencia, periodistas y particulares con intereses de lo más variados. Eran y son espacios complementarios a los partidos políticos u oficinas de gobierno, donde el poder hunde sus raíces.
Nombremos algunos: Florida Garden, Café Tabac, La Biela, el bar del Hotel Plaza. Todos sitios históricos con décadas en Buenos Aires y con un punto en común: la selecta clientela y la privilegiada ubicación de la que gozan.
Los poderosos podrían haber elegido hoteles, oficinas o lugares más herméticos e íntimos, pero siguen eligiendo los cafés y bares. Allí se sienten cómodos y no necesitan protocolo ni estrictos nudos de corbata o trajes sastres con faldas oscuras: en esta informalidad -entre cafés y con el sonido de la vajilla que golpea en el mostrador- la mayoría de las negociaciones que terminan en ámbitos más institucionalizados empiezan en estas mesas.
Además, estos bares están ubicados en los puntos claves de la ciudad, es decir, cerca de donde vive el poder: zonas de embajadas, bordeando la Avenida Alvear o en el corazón de Recoleta y muy cercano a oficinas gubernamentales y militares de alto perfil.
Hay en estos cafés una marca de pertenencia, un territorio compartido y una sensación de club privado, es decir, de estar alrededor de "parecidos".
Todo este microclima se afirma gracias a algunos factores: los altos precios de los establecimientos, la discreción del personal -siempre personas con décadas de experiencia que entienden todo lo que sus clientes necesitan-, mesas y sillas grandes, espacios recubiertos de mármol o madera… El resultado: un espacio vital de cercanía, lujo, informalidad e intimidad.
"Este es el segundo Congreso de la Nación", comentó Joaquín Mauri, un mozo histórico de La Biela con 39 años de servicio, frente a Infobae. Y tiene razón: la historia de lo vivido en cada uno de estos lugares avala sus palabras.
Veamos.
Bar del Hotel Plaza
Este bar, ubicado frente al Círculo Militar y al lado del Edificio Kavanagh, gozó de cierto prestigio durante décadas. Cerró en 2017, cambió de firma y aun no se sabe con exactitud la fecha de reapertura. Por allí pasaban todos los fines de semana Amalia Fortabat para disfrutar de sus margaritas, Esmeralda Mitre para sus pisco sour y Fernando Peña para escribir monólogos los sábados a la noche y beber bloody mary.
Era también un escenario de la política contemporánea local. "Antes de 2015, Mauricio Macri venía siempre, creo que hizo toda la campaña presidencial acá. Día por medio se juntaba con Joaquín Morales Solá. Ellos eran más cafeteros", le comentó Santerilli, ex bartender del lugar, a Infobae.
Este espacio tenía un piano de cola que funcionaba siempre a la hora del aperitivo. Qué mejor forma de producir intimidad y privacidad que la música del teclado de fondo, además de las paredes recubiertas en madera, el piso alfombrado y el hecho de estar en un subsuelo.
Jacobo Timerman, mientras fue dueño del diario La Opinión, tenía sus reuniones de trabajo allí. En su libro Preso sin nombre, celda sin número (1982), donde relató sus días detenido por la dictadura militar, menciona al bar del Plaza como punto de encuentro: "En Buenos Aires hay un lugar al que convertimos casi en un club privado. Los turistas no nos molestaban, pasábamos desapercibidos. Éramos un grupo considerable, casi una multitud, de ejecutivos, empresarios, periodistas, políticos y oficiales de altos cargos".
Algo muy parecido pasaba en Rond Point donde el círculo rojo y la farándula más adinerada se daban cita.
Rond Point y el bar del Hotel Plaza fueron los últimos bares clásicos en cerrar sus puertas. Ambos tienen un futuro incierto. En el caso de Rond Point, está cerrado desde julio y, aunque no se sabe la fecha, continuará siendo un espacio gastronómico con otra propuesta o estilo.
Café Tabac
Nació en el año 1969, cerró en 2013 y fue remodelado para darle un aspecto más renovado y lujoso, y en 2015 finalmente el Café Tabac fue reabierto. Desde sus comienzos fue punto de reunión de nuestra farándula citadina y de políticos de alto perfil del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ahí Juan Carlos Calabró escribía sus libretos, también se sentaban en sus mesas Graciela Alfano, Guillermo Coppola y Jacobo Winograd, consagrado habitué, y políticos como Hernán Lombardi, Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, que vivían en las cercanías de esa esquina.
La anécdota definitiva de este bar es aquella que involucra la devolución del cuerpo de Eva Perón a la Argentina. En ese café, según señala Tomás Eloy Martínez en su libro Santa Evita (1995), se reunieron tres altos mandos del ejército, Héctor Cabanillas, jefe de inteligencia a cargo de ocultar el cuerpo de Eva en Italia, Jorge Rojas Silveyra, embajador en España durante el gobierno de facto de Alejandro Agustín Lanusse y un suboficial, Carlo Maggi, quien fingió ser el hermano de Eva cuando esta fue enterrada en Milán bajo el nombre de "María Maggi".
La cita tenía un propósito: revelar los detalles del "Operativo devolución" que trajo al país los resto de Eva Perón al narrador de la novela. En uno de los pasajes del libro el coronel Tulio Ricardo Corominas, el nombre ficcional del verdadero Héctor Cabanillas, llama a Tomás Eloy, la voz del narrador de la novela, para convocarlo al encuentro:
"–Lo vamos a esperar hasta la una, en el Café Tabac de Libertador y Coronel Díaz. Es por el cadáver, ¿sabe? Nosotros nos hicimos cargo.
–Cuál cadáver?
En esos tiempos, Evita era para mí un personaje histórico, inmortal. Que fuera un cadáver no me entraba en la cabeza."
En otro fragmento, Eloy Martínez describe la atmósfera secretista de estas mesas.
"Una de las ventajas del Tabac es que, junto a las ventanas, brotan inexplicables oasis sin sonido. El enloquecedor bochinche que arde junto a la barra y en los pasillos se apaga, respetuoso, en las fronteras de esas mesas privilegiadas, donde se puede hablar sin que oigan los de las mesas vecinas".
Ese no es el caso del Florida Garden, otro histórico de esta selección, donde todos hablaban y todos escuchaban.
Florida Garden
"Reducto preferido de los político y figuras cercanas al poder", describió La Nación en una nota de 1992. En el Florida son protagonistas no sólo la política sino también los artistas.
En las cercanías de calle Florida y Paraguay funcionaba la Galería Wildenstein y el Instituto Di Tella. La apertura del Florida fue en 1962 así que durante esas décadas el barrio estuvo muy influenciada por la bohemia de la zona. Entre otros artistas que visitaban el bar con frecuencia se cuenta a Rómulo Macció, Luis Felipe Noé, Alfredo Plank y Miguel Ángel Vidal.
Muchas anécdotas involucran a Marta Minujín y Federico Peralta Ramos: "Me la pasaba en el Florida Garden de smoking inventando cosas con mi amigo Federico Peralta Ramos", cuenta en una entrevista Minujín.
Algunos mozos recuerdan veladas de más de 10 horas en ese bar. Minujin, mientra era estudiante en el Di Tella, organizó una especie de happening: ella y otros artistas se vistieron de mozos, cambiaron los roles y se pusieron a atender a los mozos originales.
Durante los 80 y los 90 fue mayoritaria la presencia de servicios de inteligencia, periodistas y ávidos de datos y nombres. Quizás se trate de la ubicación central y estratégica o de la selección de maltas, pero lo cierto es que en las horas pico, de 14 a 17, toda una generación de políticos, periodistas o personajes influyente se reunían es este bar.
Muchos libros, como los de Jorge Asís, Gerardo "Tato" Young o Juan Bautista "Tata" Yofre, toman a este bar como telón de fondo de actividades de inteligencia o encuentros políticos.
Por ejemplo, en Dios y la patria se lo demanden… de Yofre -ex jefe de la SIDE durante el primer gobierno de Carlos Menem– este bar es un escenario habitual, familiar y cotidiano y lo relata en primera persona de esta manera: "…como casi todos los días, llegué a mi mesa del Florida Garden, donde se reunían personajes de todos los colores políticos".
Tambien Young en SIDE habla de alguno de los participantes de esas mesas: "Guillermo Cherashny, eterno informante de inteligencia que trabajaba como agente informal de la inteligencia naval. (…) solía reunirse en un café del microcentro, el Florida Garden, con otros agentes de inteligencia".
Y Jorge Asís en sus múltiples volúmenes menciona a este bar como escenario de sus ficciones históricas. Por ejemplo en Casa casta: La novela de la diplomacia Argentina, cuenta: "En el Florida Garden todos lo daban a Mahler como el próximo canciller. Le decían, por anticipado 'canciller' en broma".
Una nota de 1999 de Página 12 hace un recorrido por el público que ocupaba estas mesas, un verdadero fresco de época: "En aquella vieja mesa original sentaban sus reales el periodista comunista Isidoro Gilbert, el ex embajador Oscar Spinoza Melo, los periodistas Guillermo Cherashny, Juan Bautista "el Tata" Yofre, Jorge Asís, Jorge Elorza, Alicia Barrios… (…). La peña ha recibido el aporte de sangre nueva: Joaquín Alonso, jefe de gabinete de la SIDE, su escudero Claudio Pitana, ex represor de la ESMA conocido como "Fafá", el periodista económico Hugo Lamónica".
Incluso, en el Número 6 de la revista Evita Montonera de 1975, publicada por la organización Montoneros, aparece un listado de estos espacios, con el sugerente título: "Lugares objetivo en zonas oligárquicas". Así fue que el 25 de agosto de 1975, se organizaron ataques simultáneo contra sitios de interés "de la clase alta" o de quienes ellos identificaban como enemigos. Entre estos, se mencionaron unos petardos dirigidos contra la confitería Florida Garden y bombas de humo al bar del Hotel Plaza.
La Biela
Elegida por el poder y en plena Recoleta, el bar La Biela fue otro de los sitios donde Montoneros colocó bombas: "Incendio en la confitería La Biela y tragos en Junín y Alvear, con quema de auto", consignó la revista de la organización en una larga lista de "objetivos", reconociendo a este café como un espacio de sociabilidad de los sectores más opulentos. Dos ediciones después, el periódico de montoneros informó que la confitería había quedado totalmente destruida.
El dueño del local, Carlos Gutiérrez, le contó a Infobae: "Por esos años, la palabra 'terrorismo' todavía no era tomada por las pólizas de seguro. A nosotros nos pagaron los cristales únicamente". Todo el gasto de reconstrucción y reacondicionamiento del local fue asumido por los 48 trabajadores que en aquel entonces conformaban una sociedad en comandita. El local estuvo cerrado por ocho meses.
La Biela se fundó en 1950 y está en el corazón del barrio más distinguido de la ciudad, fue un espacio de encuentro muy concurrido durante los 90 por todo el arco político gobernante y los llamados yuppies de la época. Situaciones insólitas de acusaciones por recibo de coimas, reuniones de ex-agentes de la SIDE o el caso de discriminación homosexual en 2016 y el posterior 'besazo' tuvieron a este elegante bar de escenario.
Los escritores Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo vivían en el edificio de Posadas 1650, a la vuelta de La Biela. Allí se organizaban reuniones literarias espontáneas con Jorge Luis Borges.
Bioy solía almorzar en el salón contiguo a la confitería, ya que La Biela antes de 1994 ofrecía dos salones separados. En el salón del restaurante el gran escritor tenía reservada la mesa número 20, la cual solo era ocupada por él y sus invitados.
También allí almorzaban y tomaban café con Borges: "Como Don Borges era más retraído, no sé si por el problema que tenía en la vista o qué, Bioy Casares era el que más hablaba, se metía en la cocina a saludar, preguntaba qué había de comer, era muy dado con todo el personal", aseguró a Infobae Gutiérrez.
Muchos de esos diálogos fueron recogidos en el libro Borges de Bioy Casares, una especie de diario íntimo de esos encuentros.
Las dos estatuas inmóviles en la entrada, inmortales, son un homenaje del bar a sus ilustres clientes y capturan toda la atención de los turistas y de los locales… aun cuando hay un Lionel Messi sentado allí a muy pocos metros.
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