Las Madres de Plaza de Mayo y el Mundial 78: la historia detrás del estremecedor video viral que conmovió a las redes

En el Día de la Memoria y a 43 años del último golpe de Estado, circuló una entrevista en la Plaza de Mayo entre las Madres y un periodista extranjero que había llegado al país para cubrir la Copa del Mundo: "Queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos. Son nuestra última esperanza. Por favor. ¡Ayúdennos! ¡Ayúdennos, por favor!"

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Madre de Plaza de Mayo: —¿No ve que el Gobierno dice que tenemos un Mundial en paz?

Periodista extranjero: —El Gobierno dice que ustedes son mentirosas.

Madre de Plaza de Mayo: —¿Nosotras mentirosas? ¡¿Estamos mintiendo que nuestros hijos desaparecieron?!

Ayer, en el Día de la Memoria, las redes sociales se colmaron de mensajes, posteos y videos recordando lo vivido durante la última dictadura militar. Quien transitó Twitter no pudo no cruzarse con un video estremecedor que subió el joven y excelente periodista Roberto Parrottino. El video, de poco más de dos minutos y medio, muestra a unas jóvenes Madres de Plaza de Mayo respondiendo preguntas de un periodista extranjero. Clamando por sus hijos. Ese fragmento ya fue visto en otras oportunidades. A veces en blanco y negro, en otras ocasiones seccionado. Está extractado, como bien indica Parrottino, de una serie documental que da cuenta de la historia de las Madres.

No siempre se tiene en cuenta el papel que jugó el Mundial 78 en la historia de las Madres de Plaza de Mayo. A pesar de que en el tuit viralizado se consigna que el video es del 1 de junio del 78, no es la fecha exacta pero sí es un hito fundamental en la trayectoria de la asociación de derechos humanos.

Las Madres se agolpaban ante las cámaras de un periodista extranjero que cubría el Mundial de Argentina 1978
Las Madres se agolpaban ante las cámaras de un periodista extranjero que cubría el Mundial de Argentina 1978

Las Madres al momento del Mundial recién habían cumplido un año. Azucena Villaflor pensaba que Videla no tenía noción de la verdadera dimensión del problema. Por eso se lo tenían que demostrar yendo a la Plaza y escribiéndole una carta solicitándole una entrevista.

Azucena Villaflor, que lideró a las Madres hasta su desaparición en diciembre del 77, arengaba a las demás después de las infructuosas visitas a los despachos oficiales: "Así no conseguimos nada. Nos mienten en todas partes, nos cierran todas las puertas. Tenemos que ir directamente a la Plaza de Mayo y quedarnos ahí hasta que nos den una respuesta. Tenemos que llegar a ser cien, doscientas, mil madres hasta que nos vean, hasta que todos se enteren y el propio Videla se vea obligado a recibirnos y darnos una respuesta".

Decidieron juntarse cada jueves. Para burlar el estado de sitio que prohibía manifestar, iban de dos en dos, tomadas del brazo, dando vueltas alrededor de la estatua de Belgrano. Se juraron no ceder ese espacio. Un día que algunas de ellas salían del Ministerio del Interior, escucharon que dos guardias dijeron: "Mirá, ahí están, de nuevo esas locas". Y el apelativo quedó. Lo popularizó el periodista francés Jean-Pierre Bousquet, ellas lo adoptaron con orgullo (una de ellas, Enriqueta Maroni, dijo: "Y sí: había que estar locas para hacer lo que hicimos") y gran parte de la población se los endilgó como afrenta: Las Locas de Plaza de Mayo.

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James Neilson, desde su editorial del Buenos Aires Herald, desplegaba su implacable lucidez en agosto del 78: "El nombre de Locas de Plaza de Mayo les fue adjudicado a las angustiadas madres por oficinistas que querían comer sus sándwiches y beber su Coca-Cola en paz, sin que nadie les recordara el lado oscuro de la vida argentina. Puede que las palabras elegidas parezcan increíblemente insensibles, pero es probable que reflejen miedo y cansancio, más que brutalidad congénita. La nube de zozobra que ha cubierto la Argentina durante tanto tiempo, con la violencia inexplicable siempre al acecho en las tinieblas, no pudo sino jibarizar la imaginación y adormecer las emociones. Es una especie de ácido espiritual".

El Mundial tuvo un efecto paradójico sobre estas mujeres que buscaban con desesperación a sus hijos. Por un lado se sintieron más solas que nunca. Sintieron que esa fiesta les era ajena, que esas celebraciones populares olvidaban su dolor. Por el otro, el evento deportivo logró que la atención internacional se centrara sobre ellas y que su voz fuera escuchada con fuerza por primera vez en todo el mundo. El fútbol, y en especial los mundiales, tienen ese doble efecto contradictorio. Por un lado, todo durante un mes queda bajo su sombra, monopolizan la atención pública, enmascaran cualquier situación. Pero por el otro todo lo que toca el fútbol se multiplica exponencialmente. Así ocurrió con los problemas sociales y políticos en China en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 o en Brasil 2014 y Río 2016. Lo mismo ocurrió en el Mundial 78. Todo el mundo (literalmente todo el mundo) tomó conocimiento de las violaciones a los derechos humanos en el país en virtud del Mundial.

“Queremos saber dónde están nuestro hijos”, reza el cartel que llevaba una de las Madres
“Queremos saber dónde están nuestro hijos”, reza el cartel que llevaba una de las Madres

Esa oposición entre la alegría popular y el dolor personal no es algo que para las Madres ocurría en las calles. También sucedía en sus propias casas. Hebe de Bonafini hace unos años declaró: "Con nuestras familias también teníamos disgustos. Mucha gente cercana yo les decía que usaban el Mundial para tapar los crímenes. 'No, qué va a ser así', me decía mi marido. Yo lloraba como loca en la cocina mientras Humberto miraba los partidos y festejaba los goles. Y él era un tipo que estaba sufriendo horrores la desaparición de sus hijos. Mi esposo me acompañaba a la Plaza pero no podía entender que el Mundial tuviera que ver con la represión. Tal vez por eso yo no quiero condenar a toda la sociedad por lo que ocurrió en el Mundial".

El primer día de junio del 1978 era el Día D. Era el comienzo del Mundial. La ceremonia inaugural y el primer partido, Alemania-Polonia. Las mujeres discutieron qué hacer. La decisión fue seguir como siempre. Que nada alterara su rutina. Se dirigieron a la Plaza a hacer su ronda habitual. La ciudad estaba desierta. Paralizada. Nadie (casi nadie) estaba en las calles. Se había decretado asueto para que todos pudieran ver -en la cancha, en la televisión o en los cines que la transmitían en pantalla gigante y a color- la apertura.

En la entrevista, varias Madres se expresaron ante el micrófono con entusiasmo y dramatismo
En la entrevista, varias Madres se expresaron ante el micrófono con entusiasmo y dramatismo

Martha Vázquez recordó esa tarde tiempo después: "Habíamos quedado en ir a la Plaza como todos los jueves. Tomé un taxi y vi que la calle era un desierto, no había nadie. Íbamos por la 9 de Julio y pensé que tal vez estábamos verdaderamente locas".

La plaza estaba desierta. Sólo este puñado de mujeres -menos de un centenar- con sus pañuelos blancos. Y un equipo de televisión. La televisión holandesa tomó una decisión extraordinaria. Como la ceremonia y la Ronda de los Jueves eran a la misma hora, transmitió las dos simultáneamente. A pantalla partida contrapuso la fiesta deportiva con el dolor de las Madres.

El efecto de esta transmisión fue multiplicador. Al jueves siguiente los corresponsales de toda Europa cubrían el evento en la Plaza de Mayo. Las imágenes que ayer se viralizaron probablemente sean del jueves siguiente a la inauguración, del 8 de junio. De fondo a los descarnados testimonios de las mujeres se ve movimiento, gente que pasa. En otras entrevistas de ese mes se ve entrar a cuadro a hombres que atraviesan la plaza y les reprochan a las Madres sus dichos, les recuerdan que perjudican la imagen del país. "Que se vayan, que se vayan", se escucha con nitidez en algunos de esos videos. Jean-Pierre Bousquet lo consignó en Le Monde al día siguiente, el 9 de junio del 78: "Muchos transeúntes las interpelaban: '¿Qué hacen aquí?', '¿Se dan cuenta de la imagen que dan del país?', '¿No ven que hay periodistas extranjeros que van a aprovecharse para atacarnos?', '¿Ustedes no son argentinas?'. No se trataba ni de policías ni de provocadores profesionales. Era, simplemente, gente que pasaba".

Los medios argentinos también hablaron de los hechos. Por ejemplo el Diario Crónica: "Un nutrido grupo de representantes de la prensa extranjera responsables de cubrir el Mundial, se dio cita ayer en Plaza de Mayo para recoger el testimonio de medio centenar de mujeres que afirman ser familiares de personas desaparecidas 'por razones políticas'. La presencia de los colegas, con sofisticados equipos y llamativas vestimentas, motivó que mucha gente ajena al episodio pero que en esos momentos transitaba por el lugar, se detuviera para comentar – y en su mayoría para reprochar- el carácter de la concentración y el tratamiento que suele dar a ese tipo de suceso la prensa extranjera. La primera decepción sufrida por los colegas estuvo referida a la ausencia de represión por parte de los tres policías que en esos momentos recorrían el paseo público. El saldo de lo ocurrido ayer en la Plaza de Mayo puede resumirse así: 1) los representantes de la prensa extranjera acudieron a la concentración pensando en un acto multitudinario y se encontraron con medio centenar de mujeres, muchas de las cuales reclamaban el paradero de la misma persona. 2) Con el correr del tiempo era mucho mayor el número de ocasionales transeúntes que se concentraron en el lugar para polemizar con las manifestantes y enrostrar a los colegas extranjeros el tratamiento que cierta prensa europea da a la realidad argentina. 3) la temida represión policial -tan publicitada en Europa- brilló por su ausencia". James Neilson, una vez más, acertó en su análisis: "El jueves, las pobres 'Madres Locas' fueron sometidas al mismo trato que propinaron las muchedumbres soviéticas, por razones similares, al disidente Yuri Orlov cuando se presentaba ante un tribunal de lúmpenes en Moscú".

Llevado por la curiosidad y los comentarios de los colegas, Italo Cucci, director de Guerin Sportivo, principal publicación deportiva italiana, fue uno de esos jueves a la Plaza. Un transeúnte lo interceptó, tomó la credencial que le colgaba del cuello, la inspeccionó y le reprochó: "Periodista italiano, ¿no? Si vino a ver fútbol, ¿qué hace acá? ¿Por qué no va a la cancha de River y nos deja en paz?".

La conversación del periodista extranjero con las Madres que quedó registrada en el video es desgarradora:

“Nosotras queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos”, exclamó ante las cámaras una de las Madres
“Nosotras queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos”, exclamó ante las cámaras una de las Madres

Madre: —Hace dos años que estamos así. No quiero un hijo sólo, no quiero que aparezca sólo mi hijo. Queremos que aparezcan todos.

Periodista extranjero: —¿Cuántos son?

Madre: —¡Miles! Miles en todo el país.

Otra Madre: —Nosotras queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos. Dicen que los argentinos que están en el exterior dan una imagen falsa del país. Nosotras que somos argentinas, que vivimos en Argentina, le podemos asegurar que hay miles y miles de hogares sufriendo mucho dolor, mucha angustia, mucha desesperación y tristeza. Porque no nos dicen dónde están nuestros hijos, no sabemos nada de ellos. Nos han quitado lo más preciado. Angustia porque no sabemos si están enfermos, si tienen hambre, si tienen frío. Y desesperación porque no sabemos a quién recurrir. Por eso les rogamos a ustedes. Son nuestra última esperanza. Por favor. ¡Ayúdennos! ¡Ayúdennos, por favor!

Ese 8 de junio, luego de exponer su dolor ante las cámaras extranjeras y recibir el repudio de varios de sus compatriotas, una veintena de estas mujeres se tomó del brazo y encaró hacia la calle Florida, la peatonal céntrica de la ciudad. Por primera vez continuaron su marcha entre oficinistas y turistas. Varios policías las siguieron de cerca sin decidirse a intervenir. A la altura de Tucumán, varias cuadras después, intentaron interrumpir la inusual e improvisada marcha. Les ordenaron que se detuvieran. Las Madres siguieron caminando. Un policía tomó del brazo a una de las mujeres. Otro intentó hacer lo mismo con Yoli Epelbaum, grandota y robusta, que se tiró al piso y comenzó a gritar. Los policías se retiraron del lugar para evitar un escándalo mayor. Los medios argentinos al día siguiente consignaron el incidente al reproducir un cable de la agencia Noticias Argentina: "NA. Un grupo de mujeres, en su mayoría madres de personas desaparecidas, intentó promover ayer por la tarde una demostración pública por la calle Florida. El hecho se registró en la intersección de esa arteria y Tucumán alrededor de las 16:30 horas. Las mujeres, doce aproximadamente, comenzaron a proferir gritos reclamando información sobre sus parientes y, de acuerdo con comentarios recogidos en el lugar, algunas de ellas habrían exhibido retratos de personas por las cuales clamaban. La actitud de las manifestantes halló escaso eco entre los transeúntes e incluso despertó la reacción adversa de una parte de ellos. Se escucharon gritos y expresiones que reprochaban a las mujeres por su proceder, atribuyéndoles la intención de impresionar a los visitantes extranjeros. Efectivos policiales se movilizaron con discreción".

Un periodista holandés permaneció en el país luego del Mundial. Acompañó a las Madres en su recorrida por las dependencias oficiales en busca de respuestas que nunca llegarían. Su trabajo tuvo una repercusión impensada. Unas mujeres holandesas de la SAAM (una asociación de mujeres que había luchado contra el nazismo) se interesó por el caso e inició una colecta. Se comunicaron con las Madres y les dijeron que debían tener su propio lugar. Con el dinero recaudado y enviado desde Holanda, las Madres pudieron comprar su primera sede.

El saldo del Mundial para las Madres de Plaza de Mayo fue doloroso pero también alentador en su lucha. La contradicción se produjo porque se sintieron aisladas como nunca antes, porque por momentos creyeron que su voz no sería nunca más oída. Pero al mismo tiempo pudieron hacer escuchar su lucha en el mundo. Sus reclamos se expandieron fuera del país y llegaron a los organismos internacionales y a la gente común que las conoció y escuchó por primera vez. Ya nada volvería a ser igual luego de esos días de junio.

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