"Me sentía vacía. Pensaba: '¿de qué me agarro?'. Y me agarré del amor de mi vida, que es el Parque de la Ciudad. Ahí pasé lo mejor y lo peor. Por eso es que lo quiero tanto. Fui de chica, desde la inauguración; fui de novia, de casada. Mi segunda pareja era golpeador. Cada vez que había un momento de esos me iba al parque y me olvidaba del planeta. Ahí me distraía. Hasta los peores días el parque me los hizo pasar bien. Yo ahí me olvidaba de todo", relata Gabriela Wist y su voz se tiñe de melancolía.
Como tantos amantes porteños de montañas rusas, calesitas, sillas voladoras, autitos chocadores y otros juegos mecánicos, Gabriela extraña los momentos que vivió en el último de los grandes parques de diversiones que tuvo la ciudad de Buenos Aires, el Parque de la Ciudad, ubicado en el barrio porteño de Villa Soldati, que cerró definitivamente sus puertas en 2007 y desde entonces atraviesa un proceso de desmantelamiento por goteo que continúa hasta la actualidad.
El Parque de la Ciudad en 2016, visto desde el drone de Infobae
Es que desde entonces, Buenos Aires, que supo ser pionera con emblemáticos parques de atracciones desde comienzos del siglo XX, perdió desde hace una década esos enormes espacios de esparcimiento con atracciones con nombres rutilantes (de la montaña rusa inconclusa conocida como Vertigorama a un autódromo en miniatura del Italpark llamado Súper Monza), y de diseño de vanguardia.
Convertida en una auténtica rescatista de juegos y coleccionista de distintos tipos de memorabilia de parques de diversiones, Gabriela decidió organizarse y junto a un grupo que nació en las redes sociales, mantiene vivo el espíritu del amor de su vida al frente de la agrupación Unidos por el Parque de la Ciudad (UPC).
"Mi interés por el parque surge desde chica. Fui desde la inauguración, en 1982. Mi vieja trabajaba para la imprenta que hacía las entradas del parque. O sea que a raíz de eso yo podía ir gratis todas las veces que quería (risas). Al menos en esa época. Y después de ahí no lo abandoné, hasta que cerró", cuenta a Infobae la mujer que con cincuenta años nunca se alejó demasiado de su lugar en el mundo.
"Estoy a quince minutos, vivo en Pompeya. Siempre viví por acá, así que siempre lo tuve cerca", subraya Gabriela, que hasta hoy extraña su atracción favorita, el Sky Diver.
"Era como una vuelta al mundo pero con carros individuales que giran en su eje. Entonces vos tenías un volantito: si querías lo dejabas quieto y si querías lo dabas vuelta todas las veces que se te ocurra. Yo era de las locas que les daba al volante que ni te cuento. Ese era mi favorito y lo tengo tatuado. Lamentablemente no lo pude rescatar", apunta.
Aunque el predio fue prácticamente desmantelado, Gabriela y los miembros de UPC todavía siguen peleando por rescatar los restos de los pocos juegos mecánicos que, arrumbados en algunos casos, todavía no fueron retirados del enorme predio ubicado en el sur de la ciudad.
Para ella se trata de una lenta agonía, que comenzó en 2003, cuando el parque dejó de funcionar por primera vez. En 2007, con muchos menos juegos, el Parque de la Ciudad volvió, hasta que cerró definitivamente y el entonces jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, anunció que el predio sería reconvertido en un lugar destinado a recitales, conocido como "Ciudad del rock". Sin embargo, ese proyecto, que implicó quitar grandes espacios verdes y llenar de cemento los suelos, tampoco duró demasiado. Hoy el lugar permanece como un parque donde se realizan actividades recreativas y deportivas.
Una imagen del futuro
El Parque de la Ciudad se llamó inicialmente Interama y nació de un plan megalómano del brigadier Osvaldo Cacciatore, a cargo del gobierno porteño durante la última dictadura. Hacia fines de la década de los '70, el entonces intendente se propuso construir en Villa Soldati un ambicioso "parque zoofitogeográfico" y diversiones, que se ubicaría entre las avenidas Escalada, Lacarra, Coronel Roca y Castañares, entonces una zona llena de baldíos.
Una publicidad de Interama de comienzos de los años '80
Dividido en diferentes sectores -como "Futuro", "Latino", "Carnaval" y otros- para la construcción de Interama fue convocada una figura de renombre internacional en el rubro, el experto estadounidense Richard Battaglia, que provenía, ni más ni menos, que del mismísimo Disney World.
Interama abrió sus puertas en 1982, con una impactante variedad de juegos que iban desde las montañas rusas más vertiginosas –las publicidades de la época hablaban de la más grande de Sudamérica– hasta calesitas y juegos acuáticos comprados a las empresas internacionales líderes del rubro.
Según cálculos de la época, en un buen día, el parque podía llegar a recibir hasta 35 mil visitantes.
Además de los juegos mecánicos, el lugar ofrecía uno de sus emblemas, que se mantiene en pie hasta hoy: el mirador conocido como la Torre Espacial, "el punto más alto de la ciudad" según las publicidades televisivas del parque, que inicialmente estaba pensado como un lugar donde funcionaría un restaurante.
Spot televisivo del Parque de la Ciudad de 1996
Cuando volvió la democracia se realizaron distintas investigaciones sobre la construcción del parque y se detectaron todo tipo de irregularidades por parte de la autoridad militar y la firma propietaria del parque.
En 1983 el lugar pasó a llamarse Parque de la Ciudad y quedó en manos de la municipalidad porteña.
"Hasta el 2003 fui siempre -recuerda Gabriela-, después todo cambió, con el cierre y cuando volvieron a abrir en 2007 por poco tiempo. Cuando vi que anunciaron lo de la la Ciudad del Rock, que no fue que empezaron a levantar juegos sino que empezaron a romperlos dije 'sonamos'. Y fui con mi estilo. Entonces fuimos a ver políticos, empezamos a juntar firmas".
"Lo que yo quería era que se vendieran los juegos en lugar de que los siguieran destruyendo. Quise hacerles entender a las autoridades que todos tienen su valor. Ahora quedan algunos juegos que se van de a poco retirando. Son los últimos que se vendieron. También hay otros que no se pudieron vender por su tamaño", explica la titular de UPC, que con el tiempo se convirtió en una experta en estas enormes estructuras.
Los comienzos
Los parques de diversiones porteños, con juegos mecánicos, tienen una historia que se remonta a comienzos del siglo XX. El 3 de febrero de 1911, según reconstruyó el diario Crónica en su edición del 29 de diciembre de 2008, nació el llamado Parque Japonés, un predio lleno de atracciones, en un terreno donde años más tarde abriría otro parque emblemático para los porteños, el Italpark.
Parque Japonés, Buenos Aires c.1920. Inventario 228394. pic.twitter.com/NH5CeSuPkP
— Archivo General (@AGNArgentina) February 2, 2015
"El por entonces Paseo de Julio (hoy avenida Del Libertador) se vistió de etiqueta en su cruce con Callao para dejar inaugurada una obra espectacular, arquitectónicamente única en Sudamérica. Lagos, montañas, volcanes y hasta un circo romano recreado con impecable autenticidad hicieron que el parque fuese algo más que un paseo", detalló el diario.
Aquel esplendor duró más de una década, con sus construcciones imponentes, según detallan distintos medios de la época. Sin embargo, el lugar debió cerrar sus puertas en 1930, luego de un incendio devastador.
"Vuelta al mundo" en el Parque Japonés, Buenos Aires 1946. Inventario 7995. pic.twitter.com/uM8kfApq3o
— Archivo General (@AGNArgentina) April 28, 2014
Tiempo después, en 1945, se inauguró el Nuevo Parque Japonés, con un espíritu similar a su antecesor aunque un poco más modesto, en el barrio de Retiro, donde en la actualidad se ubica el hotel Sheraton. Allí funcionó hasta comienzos de la década del '60.
Por aquellos años quienes buscaban esparcimiento de este tipo también contaban con los juegos que ofrecía el Parque Genovés, en el sur de la ciudad, en las inmediaciones del Balneario Municipal y en lugar que tiempo después sería conocido como la Ciudad Deportiva de Boca Juniors. Entre sus atracciones destacadas se encontraba la recordada Alfombra mágica, una suerte de tobogán gigante.
Juegos mecánicos en el Balneario, durante la década del '50
Pero sin dudas, uno de los parques emblemáticos de la ciudad fue el Italpark, inaugurado en la década del '60, en el predio donde había funcionado el primer Parque Japonés, por una familia de inmigrantes italianos. Los Zanón ya habían probado suerte en Uruguay, en el Parque Rodó, y en Buenos Aires continuaron con el negocio. Con el paso de los años, el Italpark se convirtió en un ícono y un paseo familiar obligado.
El auge del parque tuvo lugar en la década del '80, cuando llegaban a visitarlo unas 15 mil personas por fin de semana. No era para menos: el lugar contaba con varias hectáreas repletas de las atracciones más modernas de la época, como los autos chocadores, el emblemático pulpo, el samba, las tazas voladoras, la gruta fantasma, el juego conocido como Twister y diversas montañas rusas. Por lo imponente del predio, allí se grabaron varias películas, programas de televisión y escenas de videoclips.
Imágenes del Italpark, en la década del '70
Pero en 1990 todo cambió. Tal como reconstruyó el periodista Tomás Balmaceda en su libro Los 90 (Ediciones B, 2017), "Roxana Alaimo, una adolescente de 15 años, murió luego de que se estrellara el carrito en el que estaba disfrutando del MatterHorn, una de las atracciones del parque".
"Un desperfecto técnico hizo que el carro en el que estaban Alaimo y su amiga Karina Benítez saliera despedido y golpeara contra una pared el 29 de julio. La primera murió y la segunda recibió heridas de gravedad", detalla Los 90.
La tragedia llevó a un juez a determinar la clausura preventiva del Italpark, que reabrió a fines de ese año pero por poco tiempo hasta que aquel lugar, que había sido un emblema de la alegría por tres décadas, se despidió para siempre.
Los parques de hoy
En la actualidad, Buenos Aires no cuenta con parques de grandes dimensiones como los de antes. "Para mí es evidente que la ciudad está necesitada de algún parque. Lo que pasa es que hoy hacer una inversión de este tipo no es poca cosa", señala a Infobae Daniel Catzman, secretario de la Asociación Argentina de Parques y Atracciones (Aapa).
La institución, que funciona como una especie de cámara del rubro, nuclea a propietarios de distintos tipos de parques, a proveedores de la industria y a consultores, y cuenta con más de 40 socios que representan a más de 100 parques a lo largo de todo el país.
"Nos ocupamos de lo que se ocupa una cámara: desde negociaciones con los sindicatos y el gobierno hasta capacitaciones para el sector en todo lo que hace a la seguridad. Estamos trabajando mucho con el Ministerio de Turismo para fomentar a los parques como una atracción turística", explica. Consultado sobre cómo está el sector hoy, Catzman asegura que se ve "muy afectado por los golpes de la economía".
"Esto se da por dos motivos. Uno, porque prácticamente todos los insumos del rubro son importados y, ante una devaluación, los costos se multiplican y no tenemos forma de compensar eso con los precios. Por otro lado, cuando la economía está golpeada muchas veces la gente prefiere bajar sus gastos de entretenimiento", agrega.
Sobre la falta de predios de entretenimiento de grandes dimensiones, el experto sostiene: "El problema de Buenos Aires es conseguir espacios para parques a precios razonables. En la ciudad, como asociados, tenemos a Tierra Santa y otros que tienen locales como Playland. Lamentablemente se fue el Italpark, que estaba en el mejor lugar de la ciudad y todos los demás fueron cerrando por distintos motivos".
"Lo llamativo es que entre los porteños está arraigado en la gente el tema del parque. Por otra parte, es insólito si se observa cómo ciudades de la región como Bogotá o Santiago de Chile tienen parques importantes. Acá se ha perdido, pero esperamos recuperar algo", concluye.
Gabriela Wist, de Unidos por el Parque de la Ciudad, se conforma con conseguir objetos y coleccionarlos. Con su agrupación, cada vez que pueden, van a visitar a juegos rescatados de los viejos predios porteños, que hoy se encuentran en parques itinerantes o en algunos que rodean a la ciudad, como el Argenpark, de la localidad de Luján.
"Sigo yendo a los parques de diversiones todavía. Hace un par de años hicimos una maratón: hicimos la República de los Niños, el parque de Luján y Parque de la Costa. Cada mes y medio nos juntamos en grupo. Yo armo el evento en Facebook y vamos al Parque de la Costa seguro. Porque en el de la Costa sacamos el pasaporte anual y podemos ir siempre. ¡La cosa está tan mal que el Parque de la Costa puso 2 por 1 en el abono anual!", bromea.
"Algunos no entienden que no se trata sólo diversión, un parque es un espacio para chicos y para grandes; es para diversión pero también es para los fines que tenía yo en los malos momentos. Es parte del valor cultural y también genera plata: trabajo para los empleados y para los vecinos. Al Parque de la Ciudad lo amaba muchísima gente", concluye Gabriela.
Seguí leyendo