"Te vas a enterar de cosas feas, y muchas son verdad", le advirtió Robert Frainer, ex superior mundial del Instituto Próvolo, a Gustavo Ariel Chamorro, en ese momento director de la sede platense. Tenía razón.
Desde que estallaron públicamente los abusos a los que curas, monjas y laicos sometían a chicos hipoacúsicos en Luján de Cuyo, Mendoza, y La Plata, se conoció que muchos de los sacerdotes acusados habían sido enviados por el mismo motivo desde Verona, Italia; que elegían a aquellos niños cuyos padres no eran sordos para que no pudiesen contar lo que padecían; que la monja japonesa Kumiko Kosaka primero los golpeaba para notar quiénes resistían y quiénes podían rebelarse; que Nicola Corradi era acusado de vender rifas truchas para quedarse con la plata; que el Papa sabía como mínimo desde octubre de 2015, o sea un año antes de las primeras denuncias en la provincia cuyana; que una fiscalía mendocina había hecho caso omiso a una denuncia en 2008, entre otras tantas revelaciones. Sin embargo, si se presta atención y se entrecruzan los testimonios de las causas que se desarrollan en ambas provincias sigue complejizándose la trama.
Hace alrededor de dos años, cuando estaba en pleno proceso de investigación para "La Trama de los abusos y delitos sexuales en la Iglesia Católica", accedí al expediente que desarrollaba el ahora ex fiscal platense Fernando Cartasegna. En una de las fojas aparecía una referencia a la colonia de vacaciones que el Próvolo tiene en Valeria del Mar, partido de Pinamar. Situada en Pedro de Mendoza N°2287, esa casa hoy, a raíz del escándalo internacional, se mantiene cerrada y en estado de abandono.
En el caso de La Plata, el que habló sobre esto fue el mencionado Chamorro, quien, en su testimonio, apuntó que el cura italiano Corradi-hoy con prisión preventiva en Mendoza- llevaba a los niños, negando la posibilidad de que fueran acompañados por sus padres, a la casa de Valeria del Mar. Esta punta también apareció en Mendoza, donde una de las madres contó que, durante un viaje a esa delegación costera, en 2015, una de las alumnas relató que vio cómo una de las docentes le llevaba un chico a Horacio Corbacho, hoy detenido y procesado por corrupción agravada de menores.
Pero el relato más duro lo recogió, recientemente, la actual fiscal de la causa en La Plata, Cecilia Corfield. Fue cuando tomó testimonio al sobreviviente Lisandro Borrelli, quien estuvo en el Próvolo entre 1989 y 1993. En la sede de la capital bonaerense, fue atado por horas a un riel que había en el subsuelo de la cocina y, en oportunidades, también lo mantuvieron encerrado en la jaula para los conejos. Un verano fue trasladado a la casa del Próvolo en Valeria del Mar, donde lo obligaban a ocuparse de la limpieza de la misma y lo ataban a un árbol para castigarlo. Un dato en apariencia anecdótico, pero que puede no serlo: cuando lo llevaban a la playa, los curas le prohibían que los identificase como tales.
Si se cruzan los diferentes testimonios, la línea de tiempo se extiende desde comienzos de los noventa hasta 2015. O sea, un cuarto de siglo. La pregunta se cae por sí sola: ¿en Pinamar nadie vio, escucho o supo nada de nada?
Por otro lado, otra punta no desarrollada en ninguna de las causas es la de los testimonios que indicaron que Corradi traía chicos desde la sede que el Próvolo tiene en Asunción, Paraguay. Actualmente, sigue en funcionamiento y está a cargo de la rama femenina del Instituto, que se encuentra bajo el nombre de Fortunata Gressner.
Fuentes autorizadas señalaron que es inminente una nueva serie de pedidos de detención. Uno de ellos recaerá sobre uno de los curas italianos enviados por cometer el mismo delito en Verona. Se trata de Eliseo Primatti, de 82 años, quien reside en la casa madre. Cuando así sea, la decisión de si la extradición es efectiva o no será de Francisco. Su caso es otro ejemplo de la torpe lentitud con la que se maneja la justicia, ya que este prelado estuvo en el país hasta diciembre de 2017, momentos en que la causa estaba absolutamente paralizada.
Primatti aparece en la lista que el comisario apostólico Alberto Bochatey le entregó a Corfield. En ella, también está Giovanni Granuzzo. Aunque muchos lo daban por muerto, se encuentra vivo y en Verona. Granuzzo, nombrado por víctimas italianas como uno de sus agresores sexuales, se hallaba, junto a Corradi y Luiggi Spinelli, entre otros, en el fichero que el sobreviviente italiano Giusseppe Consiglio le entregó el 28 de octubre de 2015, en el aula Paulo VI, a Francisco, para informarle dónde estaba cada uno de los acusados. Sin embargo, el Vaticano no hizo nada hasta que se convirtió en un escándalo mundial.