"Hoy tengo más de 18 mil seguidores. Claro, ¡yo mostré mi foto a la familia con la absoluta ingenuidad de un viejo que no sabe manejar las redes! ¡Y ahí me engancharon!", cuenta entre risas, sentado en la cama de su habitación, mientras se saca la remera para las cámaras de Infobae.
En las últimas horas, luego de subir a su cuenta de Instagram una foto de su espalda, en cuero, Pacho O'Donnell se convirtió en una suerte de influencer inesperado del entrenamiento con fierros y pesas, y su imagen se vio por todos lados.
Autor de numerosos libros, ex funcionario, secretario de Cultura y uno de los intelectuales de mayor renombre en el país, O'Donnell asegura que entrenar a diario es una forma de resistencia. Un tipo de rebeldía que disfruta a los 77 años.
"De alguna manera es un desafío contra lo que debe ser pero en realidad no tiene por qué ser. En el imaginario, una persona de mi edad, en general, tiene que estar muerta", asegura sentado en una máquina que compró usada e instaló en su cuarto, a pocos pasos de su cama.
-¿Cómo nace esta faceta suya que ha sorprendido estos últimos días?
-Confieso que tengo bastante vergüenza de hablar de mi cuerpo cuando en realidad estoy acostumbrado a hablar de lo que me pasa por la cabeza. Lo que ha ido sucediendo me ha ido sucediendo naturalmente. A partir de un diagnóstico de una insuficiencia cardíaca severa empecé a hacer alguna gimnasia para sobrevivir. Luego me pasó como al personaje de Forrest Gump que empieza a correr y no puede parar de correr (risas).
-¿Cómo se decidió a empezar?
-No puedo dar una lección de nada porque nunca he sido ejemplar de nada. Pero lo que puedo decir es que a mí me sirvió incorporar el entrenamiento a mi cotidianeidad por no tener que tomar un colectivo, ni tener que ir a un gimnasio. Aunque creo que es importante contar con la supervisión de un experto, este en mi dormitorio, esta es mi cama y este es mi televisor. Me pasa que por ahí acá estoy mirando el noticiero y entonces, en vez de estar pasivamente mirando al televisor, entreno. Por ahí llego a casa y faltan 20 minutos para comer, entonces entreno. Estoy escribiendo un artículo o un libro y en la pausa inevitable que uno hace, en vez de fumarme un pucho o de agarrar ansiosamente el celular y llamar a alguien para hablar un rato largo, entreno. Es decir, esto forma parte de una forma de vida. Inevitablemente eso va produciendo efectos maravillosos.
-Y le gustan las pesas…
– Lo que más puedo decir, pese a que soy un lego y no tengo ninguna formación en esto, es que se trata de un método muy barato. Las pesas son pedazos de fierros sin ninguna tecnología. Se pueden hacer por uno mismo. Yo he visto gimnasios en asentamientos que trabajan con latas llenas de cemento. Además en internet dicen cómo se pueden hacer estas cosas. Así que soy muy partidario del entrenamiento con pesas. Sé que hay gente que prefiere hacer bicicleta u otras cosas. La pesa tiene la ventaja de que uno la puede hacer en su casa. No hay que ir a ningún lado, entonces eso es una gran ventaja. Los resultados son maravillosos. Yo he sido asmático y ahora no soy más asmático. Por lo general trabajo hasta el límite. Si el siguiente movimiento ya no lo puedo hacer, paro. Siempre hay que trabajar con un nivel de exigencia para que funcione.
Se trata de un método muy barato. Las pesas son pedazos de fierros sin ninguna tecnología. Se pueden hacer por uno mismo. Yo he visto gimnasios en asentamientos que trabajan con latas llenas de cemento
-¿Hubo un punto exacto de inflexión en el que decidió tomar este camino? Porque hoy está muy activo pero tuvo momentos difíciles de salud.
-Sí. Porque yo no soy una persona sana, ni de esos que no se enferman nunca. ¡Yo me he enfermado muchísimo! He sido asmático, hablando únicamente de lo último. También he sido hipertenso, gotoso. Y todo eso se te regula con el entrenamiento. Esto te regula el colesterol, la presión arterial y demás. Es casi milagroso. En los últimos tiempos, por ejemplo, tuve la enfermedad de Albach, una enfermedad muy rara y muy complicada, que es un infarto en la parte superior del fémur. ¡Por eso yo hace un año estaba en silla de ruedas! Y por esa enfermedad podés quedarte en silla de ruedas por el resto de tu vida. También se me rompió el tendón de Aquiles. Se me ha roto el brazo, tengo trece clavos. He tenido culebrilla. Todo eso en los últimos años. Creo que el estar fuerte te ayuda a pelear todas las agresiones biológicas.
-¿Tiene un método diario?
-No. Salvo que hay días en los que me divierte empezar por ciertos músculos y otros días en los que me divierte empezar por ciertos otros. Algunos días por ahí intensifico más pectorales y algunos días intensifico más abdominales. Depende de lo que más me divierta o lo que más tenga ganas. Tiene que estar conectado con el placer. Eso es esencial.
-¿Pero no es sacrificado? ¿Cómo se une esto con el placer?
-Es que vas progresivamente. Además te sentís bien. Cuando pasás de levantar 3 kilos a levantar 5 kilos salís a la calle mejor. ¡Te sentís más ciudadano! (risas)
-¿Pero no sigue algún tipo de rutina?
-Uno puede empezar por pesos de un kilo, por ejemplo. Y después, a medida que va progresando -porque uno va teniendo cada vez más fuerza- se puede pasar a pesas más grandes que pesan 5 kilos. Después hay otras de 7, de 10. Me hago gracia hablando de estas cosas. Una consigna es que uno tiene que trabajar ciertos grupos musculares. Por ejemplo, yo trabajo hombros y pecho un día y piernas. Al día siguiente trabajo espalda y brazos y piernas. Es decir, uno tiene que alternar. Y a los grandes grupos musculares uno los tiene que hacer descansar, trabajarlos día por medio. Es bueno que alguien le enseñe a uno cómo se hacen ciertos ejercicios. Por eso es importante la intervención de un profesor de gimnasia o alguien que sepa. Porque si ciertos ejercicios uno los hace mal, puede lastimarse.
Cuando pasás de levantar 3 kilos a levantar 5 kilos salís a la calle mejor. ¡Te sentís más ciudadano!
–¿Usted consultó con alguien, se asesoró de alguna manera?
-Yo he sido cliente de gimnasios en distintos momentos. O sea que algo sé, más o menos. Después ha habido momentos, distintas personas, por ejemplo, un gran amigo mío, Ramiro Martínez, que es un actor y un atleta. Él me llevó a entrenar y eso fue un punto de partida muy importante, muy decisivo. Ese amigo que a uno le dice "dale, che, mirá la panza que tenés". Eso es bueno, ¿no? Eso siempre es muy positivo. En el fondo esto tiene que ver con la vejez. Este sistema se llama "me cago en la vejez". Uno no puede luchar contra la muerte pero si puede pelearle al deterioro. Eso es importantísimo. Y la sociedad nos conmina a sentirnos desechos a los viejos, a las viejas. Porque, como no compramos, tenemos una jubilación que no nos permite comprar nada no somos esenciales para una sociedad basada en el consumo. Así que esta es una forma de resistencia, de reacción.
-¿Cómo conviven en usted la vida intelectual con el trabajo físico?
-Es que el trabajo físico no es antitético al trabajo intelectual. Me imagino que habrá gente cuando lea esto que va a decir: "Este tipo dejó de pensar". Y no, al contrario, el trabajo físico estimula el trabajo mental. Hay experiencias que lo comprueban. Por ejemplo, se han hecho estudios de cocientes intelectuales de gente a las cuales luego se los hace hacer una etapa de entrenamiento intenso. Después de eso se vuelve a medir y se ve que ha aumentado su capacidad mental. Y es muy comprensible: el entrenar te pone el motor en marcha. Entonces tu cerebro oxigena mucho mejor. Cuando me diagnosticaron la insuficiencia cardíaca era el paso previo al trasplante. Y ahí me enojé.
En el fondo esto tiene que ver con la vejez. Este sistema se llama “me cago en la vejez”. Uno no puede luchar contra la muerte pero si puede pelearle al deterioro. Eso es importantísimo
-¿Y cómo reaccionó?
-Si tuviera que hacerme un elogio, digamos, diría que todo esto es un desafío. Un desafío contra lo que debe ser pero en realidad no tiene por qué ser.
-¿Qué ventajas le trajo el entrenamiento diario?
-Esto transmite mucha energía, mucha ganancia en calidad de vida, en la sexualidad.
-¿De qué manera?
-Cambia porque abandonamos la sexualidad. Dentro del decreto social para el viejo -y que el viejo y la vieja asumen como propios- uno de los puntos es que la sexualidad se va. ¡La sexualidad no se va! Está ahí, en todo caso uno la abandona.
-¿Ya notó cambios en su vida sexual?
-Bueno, ahí ya entramos en cosas muy privadas (risas)
-¿Cómo fue que decidió mostrar esta nueva faceta en Instagram?
-Yo, en lo que sí soy un viejo choto es en el manejo de las redes. Un amigo mío me hizo entrar en Instagram. Entonces ahí tenía a mi familia, 100, 150 personas. Un día estaba con mi mujer acá en mi habitación. Yo estaba entrenando y entonces le digo: "¿Me sacás una foto?". Mi mujer siempre es una gran compañera. Y cuando me vi me llamó mucho la atención. Pensé: "¿Este soy yo realmente?" Es curioso, el músculo también está ahí esperando que uno lo utilice. Entonces, como me llamó la atención, lo subí a mi familia, lo mostré a mi familia de Instagram. Y ahí, pum. Se ve que fue algo notable, algo que llamó la atención. Entonces se desparramó. Al principio me pareció muy molesto. Pero después me di cuenta de que había algo, a partir de la enorme cantidad de mensajes que recibí. En una semana llegué a 18.500 seguidores. Vi que a algunos les hacía bien, me contaban que habían empezado a ir a un gimnasio, que era un ejemplo. ¡Ni un solo comentario negativo! A partir de ahí me pareció que esto tenía algún sentido. ¡Yo que nunca he sido ejemplar en nada, de pronto, a la edad que tengo, parecería que algo de lo que yo hago le puede servir a otro! Además de hablar también subí una fotografía. La gente sabrá comprender que es la fotografía de un viejo de 77 años, que no es el cuerpo de un joven atleta.
En una semana llegué a 18.500 seguidores. Vi que a algunos les hacía bien, me contaban que habían empezado a ir a un gimnasio, que era un ejemplo. ¡Ni un solo comentario negativo!
-¿Y cómo decide esa fusión que muestra en su cuenta? Porque de pronto sube un video sobre la fundación de Buenos Aires y luego una foto entrenando.
-Es que yo soy así. Soy eso. También me gusta mucho trabajar platos, artísticamente. Y también lo subo. O fotos de mi vida, frases que me gustan. El Instagram me parece un medio maravilloso. La gente en general la usa como puede: pone la foto de cuando fue a Mar del Plata, de cuando nació el sobrinito o qué sé yo. A mí me parece que encontré una cierta forma de utilizarlo. Me pasó con Juana Azurduy, ahora que se busca reivindicar el papel de las mujeres en la historia argentina. A ellas siempre se las ha mostrado como personajes que bordan banderas, que donan alhajas, que tiene un piano que le prestan para que toque un himno. Pero no te muestran el hecho de que hubo muchas mujeres que cometieron a la par de los hombres arriesgando su vida. Entonces, en Instagram el desafío es contar Juana Azurduy en un minuto. Pero tenés la seguridad de que hoy ese minuto le llega a 18.500 personas. Eso es muy satisfactorio.
Fotos: Julieta Ferrario
Video: Lihueel Althabe
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