Agostina Mileo, conocida como la Barbie científica, personaje que inventó para investigar y analizar cómo la brecha de género en la ciencia incide en la producción de conocimiento y en situaciones concretas de la vida de la mujer, aseguró que la construcción cultural sobre la menstruación pone a la mujer en un lugar de "desventaja".
Además, subrayó que la menstruación es un tema "súper tabú". "No decís que estás menstruando. El eufemismo es la marca que no se puede nombrar. Hay cosas que son locas, como 'estoy con Andrés', ¡por qué tiene nombre de varón! Es un tabú muy grande que choca", enfatizó en diálogo con Infobae.
Mileo es licenciada en Ciencias Ambientales, máster en Comunicación Científica Médica y Ambiental y doctorada en Historia y Epistemología de la Ciencia. Como la Barbie científica, su alter ego, impulsó la campaña "MenstruAcción", un proyecto para que el Estado quite el IVA a los productos de gestión menstrual y proveerlos de forma gratuita para quien no pueda comprarlos.
—¿Cómo surge la Barbie científica?
—Había terminado mi posgrado de comunicación científica médica y ambiental y quería empezar a hablar de ciencia, pero estaba en un entorno laboral súper hostil en el que, cada vez que tomaba la palabra, había un montón de varones revoleándome los ojos con el prejuicio de que era una mujer joven. Además, dentro del ambiente científico pareciera que dedicarse a la comunicación no es dedicarse a un área académica, como si yo no fuera especialista en nada, como si cualquiera con dos dedos de frente o un poco de carisma pudiera o supiera comunicar.
—¿Fue un recurso para comunicar, entonces?
—Fue una apuesta de un recurso que veo que es poco utilizado en los adultos y sí muy utilizado en niños, que es el del personaje. Pensarlo más desde un lugar lúdico para captar nuevas audiencias de gente que estuviera en las redes sociales, y se encontrara con ese contenido y por alguna razón le resultara atractivo. Apelar más a esa estética o a esos códigos que, en general, se piensan por fuera de lo que es la comunicación pública de la ciencia.
—¿Eras feminista en ese momento?
—Es difícil pensarlo. Creo que si me preguntaban siempre dije que sí. Tuve una adolescencia súper punk. Soy muy hija del 2001 en este país, muy de haber ido a Cemento y escuchado esas bandas, estar en ese ambiente donde existía esta cuestión de las "radio girls" y del punk feminista, pero no tenía una praxis feminista. No llevaba una vida feminista.
—¿Qué es llevar una vida feminista?
—La filósofa Diana Maffia cuando da su definición de feminismo dice que tiene tres principios. Uno es otorgarle valor de verdad; es cierto que las mujeres estamos peor que los varones en todos los indicadores de calidad de vida en cualquier lugar del mundo. Segundo: es considerar que eso es injusto, que ahí es donde muchas veces la ciencia entra a jugar a favor del mal con discursos deterministas que dicen que las mujeres en realidad tenemos estos lugares porque es nuestra configuración natural. Y tercero: hacer algo al respecto.
—Siendo consciente del feminismo minuto a minuto y de incorporarlo, porque es algo que hay que trabajar.
—Cuando te das cuenta de que "El payaso Plin Plin" y el "Feliz cumpleaños" es la misma canción, te cae una ficha que es una revelación. Y desde ahí ya no podés pensar de otra manera. Pero eso se tiene que construir en respuestas y propuestas concretas del día a día, de qué hago mal y cómo lo puedo cambiar.
—¿Cómo fue la inserción laboral de la comunicación científica desde que surge tu alter ego?
—Estoy trabajando de eso, aunque no desde que surgió mi alter ego. Lo logré el año pasado a partir de llevar una vida feminista y pensarse colectivamente con mujeres y haciendo redes. Trabajo para Economía Feminista. Desde ese espacio hemos podido lanzar muchos proyectos y nos hemos dado visibilidad entre todas las compañeras. A partir de eso puedo tener algunos proyectos monetizados. Pero es difícil.
—¿Una propuesta era sacarles el I.V.A. a los productos usados durante la menstruación?
—Sí, impulsamos la campaña MenstruAcción. Me dedico a la investigación epistémica de la filosofía de la ciencia, que es ver cómo el conocimiento científico que tenemos acerca de la menstruación, en realidad, sostiene ideas patriarcales que se basan en la concepción de la inferioridad de la mujer. Muchos de los saberes médicos acerca de la menstruación reproducen esta idea y proponen la menstruación como una desventaja. Entonces la idea desde Economía Feminista fue visibilizar cómo esta construcción cultural no es inmaterial y abstracta sino que condiciona nuestras condiciones de vida.
—¿Como por ejemplo?
—Situaciones concretas como que no sea opcional usar estos productos porque el estigma es escondernos y usar algo para contener ese sangrado. Es una compra obligatoria y un gasto más gravado con impuestos, cuando debería ser considerado de necesidad básica. Eso impacta en ingresos que son menores porque las mujeres ganamos menos, tenemos empleos más precarios, mayores tasas de desempleo, y un montón de cosas que hacen que eso suceda. Quienes no llegan a comprarlos ven vulnerados sus derechos, dejan de ir a la escuela, usan cosas que no son apropiadas y tienen consecuencias en la salud. Ni hablar de personas que menstrúan que no son mujeres.
—¿Qué otra propuesta pensaron?
—El segundo reclamo es la provisión gratuita en escuelas, cárceles, universidades, hospitales. Y por otro lado modificar nuestra visión de la menstruación desde la producción de conocimiento. Pedimos investigación y datos porque no los tenemos. No sabemos qué ausentismo escolar hay, qué gasto hay en la salud pública por infecciones producidas por el uso de productos inadecuados. Hay un montón de cosas que necesitamos saber.
—¿Hay un vacío en la salud pública con respecto a la menstruación?
—Sí, casi ni se contempla. Nosotras también lo abordamos desde la ESI, que es la Educación Sexual Integral, donde la menstruación tiene una ventaja con respecto a otros contenidos en que está dentro de los programas curriculares. Por ejemplo, en biología y educación para la salud, pero donde la visión es meramente anatómica.
—Es decir, se explica lo que sucede pero biológicamente hablando.
—Y que de alguna manera también se reproduce porque te dicen: es lo que te permite ser madre. Y ahí hay un refuerzo del rol reproductivo de que la menstruación es eso. Entonces trabajamos para dar otra visión, porque es también la idea acerca de la menstruación y cómo se instala en nuestra cultura y la manera en la que vivimos. Creemos que también es un factor de opresión y de desigualdad.
—¿Estudiaste cómo ven los varones el tema de la menstruación?
—Hoy también tenemos que pensar en varones que menstrúan. No todos los varones no menstrúan. En la experiencia que voy teniendo hay algo de mucha curiosidad; cada vez que voy a dar charlas, los varones adolescentes dicen que no pueden creer la ceguera constante que tuvieron, como un blindaje acerca de la menstruación.
—Eso les pasa a los adolescentes.
—Sí, es más que un rechazo o cuestiones súper estereotípicas. Se ha dicho cuando estaba Hillary Clinton postulándose a presidenta que no era seguro tener una mujer en ese rol porque sus fluctuaciones hormonales podían hacer que hiciera un desmadre con un país. Eso sucede. O en lugares laborales, si la mujer se enoja, muchos varones le buscan a ese enojo la razón hormonal y no validan lo que les estás diciendo. Se nos invalida a través de la menstruación, es como algo que nos posee y no nos deja ser racionales, como algo que impide que los varones hagan "uso" de nosotras como objetos.
—Estás como en falta porque estás menstruando.
—Claro, no servís para nada. No podés dar placer, recibirlo mucho menos. Y ni estás gestando el hijo de un varón. Esto es bastante fuerte. Después hay toda una narrativa del asco, del rechazo.
—Es un tema bastante tabú a la hora de plantearlo en los medios.
—Es súper tabú. No decís que estás menstruando. El eufemismo es la marca que no se puede nombrar. Hay cosas que son locas, como "estoy con Andrés", ¡por qué tiene nombre de varón! Es un tabú muy grande que choca.
—Si bien no se aplica, ¿estás de acuerdo con que por ley podríamos tomarnos días cuando menstruamos?
—De hecho, hay convenios colectivos de trabajo que los tienen.
-¿Estás de acuerdo?
—Es una posición difícil. Al ser parte del trabajo reproductivo, que es una carga extra para las mujeres que prácticamente asumimos solas, hay una cuestión de justicia y de derechos en eso, que a mí no me parece loca. También, al tener una segunda o tercera jornada puede ser un día que se utilice para hacer trámites o lo que fuere. No tiene por qué estar una tirada en la cama, entonces es algo que les podríamos ganar a las patronales. A la vez, hay un contexto en el que la menstruación tiene un estigma en el que hay discriminación hacia las mujeres, como ir a una entrevista laboral y que te pregunten si vas a quedar embarazada.
—¿Cómo se aplicaría a esa idea?
—Los empleadores ya no quieren tomar mujeres porque piensan que les sale más caro. Si estuviera ese día tal vez esa discriminación se acrecentaría. Por otro lado, es casi patologizar la menstruación, presentarla como una enfermedad. De hecho, en la ley de día femenino de la provincia de Buenos Aires en los fundamentos dice: no hace falta ahondar en los detalles acerca de los "tormentos", o algo así, que padecen las mujeres durante estos días. Es reforzar esa visión que también acrecienta ciertos problemas como asociar la menstruación con algo doloroso.
—¿En qué radica lo peligroso para la salud de considerar a la menstruación como una enfermedad?
—Hace que un diagnóstico de endometriosis, que es una enfermedad que afecta al 15 por ciento de las mujeres, tarde entre 8 y 10 años. Porque vas al médico, le decís que te duele y te dice: "Tomate un ibuprofeno que es normal porque estás menstruando". Y tal vez tenés dolores que responden a una patología que hay que tratar. Creo que eso, en un contexto dado, acrecentaría la discriminación contra las mujeres y la idea de la menstruación como algo malo. Pero nunca militaría en contra si alguien lo propusiera. A mí estratégicamente no me parece lo mejor, pero no me negaría a la cuestión.
—¿Cómo te imaginás la agenda del feminismo dentro de la campaña electoral de este año?
—Creo que la discusión hoy es si se vuelve a llevar a recinto el proyecto por una interrupción legal del embarazo y va a haber muchas pujas con respecto a ello. Hay muchos que dicen que depende de cómo se mantiene la composición de la Cámara se va a obtener el mismo resultado, entonces que no vale la pena. Otras feministas sostenemos por una cuestión ideológica que el feminismo tiene que ir por fuera de la agenda electoral, que también es una manera de proponer nuestras demandas más allá del partido que gobierna.
—¿Cómo trabajan el tema del aborto desde Economía Feminista?
—Desde Economía Feminista elaboramos algo que se llamó poroteo, en el que desagregamos el tema del voto a favor o en contra según edad, religión, uno fue según mandato, y lo que observamos fue que vence el mandato de muchos "verdes" en la composición de la Cámara, y los que se quedan son más celestes.
—Hay que ver quiénes ingresan.
—Votarlo podría hacer que haya presión, que muchas veces es lo que cuesta dentro del feminismo y a las feministas que militan en partidos políticos. Muchas veces lo que termina sucediendo es que no tienen el suficiente peso para presionar en la conformación de las listas. Creo que votarlo de nuevo podría ser una ayuda al movimiento (feminista) y a esas compañeras que militan dentro de los partidos para que puedan poner el valor de quienes van a estar en las listas.
—Depende de la postura de quienes compongan esas listas, también.
—Tienen que estar a favor del aborto, porque muchas veces lo que pasa es que en tiempos electorales eso se diluye. Se empieza a decir que la agenda feminista no es prioridad, más en un contexto de crisis en el que estamos.