Pisar La Luna es como sentirse absorbido por un agujero negro: un chupón hacia otra dimensión, un imán que conduce hacia una realidad paralela, adentrarse en un tiempo antiguo y a la vez futurista, una galaxia extravagante y delirante: todo lo que no se espera de Pinamar.
Pero a la vez, este quizá sea el sitio más auténtico que ofrece la noche pinamarense. Drag queens, bailarines de talla baja, una bachera de 70 años que se autoproclama como "la primera baterista mujer del país", un portero cuyo nombre real nadie conoce porque todos apodan Lorenzo Lamas, un caño para las danzarinas más audaces, un quincho donde tocan cumbia, un jefe de seguridad calvo y de cuello grueso, una especie de reflejo deformado pero en el fondo amable del Coronel Kurtz de Brando en Apocalypsis Now.
La Luna orbita en Pinamar como una fiesta alternativa o bizarra, o ambas cosas y mucho más. Si se pasa por su puerta, sobre la Avenida Bunge, no se sabe bien qué es. "De afuera parece un cabaret", arriesga Cucho Parisi, cantor de Los Auténticos Decadentes y uno de sus visitantes ilustres, como en otra época lo era el ex Redondos Willy Crook.
En las pistas de este boliche se mezclan los veraneantes con los que viven todo el año en Pinamar, con los policías del Operativo Sol en días de franco, y las profesoras de zumba de los paradores que van para bailar -ahora sí- por placer. En el planeta Luna no importa la edad ni la clase social y lo único que se exige es el carnet del desprejuicio.
"Acá entran todos los que sean mayores de 18 años y no hagan lío", dice Manuel Morello, cordobés instalado en Pinamar, 44 años, propietario y alma madre del concepto lunático.
Su voz durante muchos años molestó a los turistas en la playa desde la avioneta de siempre. "¡La Luna! ¡Esta noche! ¡La Luna! ¡La mejor fiesta de Pinamar! Baila, baila, baila La Luna", agitaba desde el cielo, como una voz que llegaba de la (verdadera) luna. "Les quemaba la cabeza", se ríe el dueño del boliche.
Si los boliches de moda son la autopista, este club nocturno es la colectora. De su techo cuelgan 25 bolas de espejo, una sobrecarga de luz y reflejo que en un momento de la noche, con cuatro horas de cumbia encima, puede volverse psicodélico.
Todas las paredes están decoradas con posters que Morello y su esposa, Cecilia Pardo, coleccionaron en sus viajes. Hay camisetas de Los Pumas, una pelota de rugby que el dueño del lugar se ganó en un juego de playa ("iba caminando y justo se hizo concurso de jueguito con el pie e hice más que ninguno y me la llevé", relata con la tonada del humorista argentino por excelencia), carteles de YPF antiguos, apoyavasos de cervezas alemanas, y muchas referencias a Batman, el caballero de la noche: muñecos, calcomanías, afiches de las películas.
La Luna se fundó hace casi 16 años. Es el único lugar de Pinamar que abre durante las noches que no son de temporada. Un espacio de diversión que no discrimina.
"Es algo bizarro, que es lo que nos une, la parafernalia, lo kitsch, es un boliche hermoso con distancia de los boliches cool, parece una nave que aterrizó y se quedó en el tiempo y a la vez se va modernizando", analiza Cucho, visitante fiel.
"La luna es un zoo maravilloso, un reducto de lujuria. No tiene nada que envidiar. No hay caretaje, es una mezcla de petisos, flacos, es un lugar alternativo donde nadie discrimina a nadie", describe Hollywood, la drag queen estrella de La Luna, oriunda de Las Parejas, pero aclara: "No es un lugar sexual, es social. Tiene magia".
"A mí me pasaba que antes la gente iba a bailar a otros lugares porque acá se conocían todos, costó tres o cuatro años instalarnos y que los lugareños vengan y se relacionen", cuenta Morello.
La Luna finalmente se convirtió en un éxito, que hasta le ha dado nuevas familias a este mundo. Cuenta su dueño que hay varios clientes que se conocieron en este boliche y tuvieron hijos. "Dos que yo al menos conozca les pusieron Luna a sus hijas, en homenaje a la pista donde se dieron el primer beso los padres", dice con incredulidad.
La primera vez que Cucho Parisi pisó La Luna no entendía dónde estaba: "Parecía un lugar de los 80, de esos donde se escucha Creedence, ¿viste?", se ríe el autor de decenas de hits del rock nacional, festivo y popular. El músico tiene casa en Valeria del Mar y con el paso de los años armó una amistad con Morello.
"Es un lugar lindo, lleno de personajes. Es como un club de baile, pasan muchas cosas", dice Cucho, que esta noche llegó junto al portero de su edificio, y cada tanto se anima, agarra el micrófono y se sube al escenario para agitar a la masa danzarina con karaokes de sus temas más existosos y siempre el más celebrado es "Los Piratas".
Los personajes son buscados o creados por el propio Morello. "Cada uno tiene lo suyo", dice el dueño de La Luna. Da ejemplos:
"Lorenzo Lamas, el portero, se llama así por su parecido con el actor. Usa botas, tiene pelo largo, la única vez que se subió a una moto tuvo fractura expuesta entrando a Cariló. Es buen tipo; Grace es la primera baterista argentina, tiene 71 años aunque no lo creas, es la barra que más factura en la noche, es muy bueno lo de Grace; Tío Lucas es el jefe de seguridad, tiene 73 años, le digo así por su parecido al de los Locos Adams, y además es la única personas que se enamoró de dos hermanas, primero salió con una y después con la otra. Hoy está solo, está enamorado de La Luna; El Vikingo es del Impenetrable, del Chaco, duro, robusto, fuerte. Después yo le meto mi magia, me gusta que la gente la pase bien", vende Morello.
"La Luna es una compañía, me gusta cantar para la gente de Ostende, de Valeria. La Luna es el encuentro del baile, de la buena onda y de la música. Hay mucha generosidad. No sé, paradójicamente lo llevo al portero y se levanta una mina. Siempre brilla, al mal tiempo La Luna está siempre, algo así", cierra Cucho, mientras se toma un gin tonic y se abraza a Hollywood para la foto.
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