Gustavo Palmer y Mike Cameroni fueron los reyes de la noche en Pinamar. Desde el castillo de ilusiones con reminiscencias mediterráneas en el que se había transformado el boliche Ku, esta dupla reinó durante la década del '90, cuando el hedonismo y el deseo materialista se apropiaron culturalmente del verano y de este balneario más que de ningún otro.
Todos querían pertenencer, mirar y ser vistos, y ahí estuvieron ellos, para satisfacer las voluntades. Uno como RR.PP y el otro como DJ y estratega, juntos construyeron algo así como la Ibiza gaucha y reinaron sobre el vasto territorio de la diversión.
Pero eso fue hace 20 años. Pinamar cambió, ya no queda nada de los '90, de la década bailada, de las marcas, las promotoras, el glamour. Quizá fue el crimen de Cabezas, o tal vez, simplemente, la moda del glamour pinamarense tenía fecha de vencimiento.
Ku es un elefante blanco, un depósito de bebidas energizantes, una metáfora demasiado cruel. Ya no hay modelos, ni rockeros ni ondas del verano y los políticos prefieren no llamar tanto la atención.
Y sin embargo la sociedad Palmer & Cameroni sigue activa en Pinamar, el tiempo pasa (pasó) y también a eso le resisten. Lo notan, lo saben. En una cena que comparten con Infobae en un popular hotel de Ostende se dan cuenta que durante la última Nochebuena ambos -íconos de la juventud eterna- atravesaron por el mismo desafío: cambiarles los pañales a sus madres, las dos de 90 años. "Es la vida", dice Palmer. "Es la vida", responde Cameroni. Los dos sonríen. Flota el perfume de la melancolía.
Palmer (59) dice que es la temporada 38º que lleva en Pinamar. Arrancó en los 80, siempre de noche, en la barra de un bar, para bancarse los estudios de ingeniería agrónoma y vio que había pulso para bailar pero que faltaban lugares con "glamour". Cameroni (61) no contó el tiempo que lleva, pero la cifra, estima, debe ser parecida.
"Inventamos la noche", sostiene a coro la dupla, que se formó en la noche de Punta del Este a finales de los 80. Los dos arrastran la jactancia de haber brindado el espacio para la felicidad de la costa argentina. Y sostienen que la cresta de la ola de la noche pinamarense fue en el 94 y 95.
— (Palmer) El glamour pinamarense yo creo que nosotros lo agarramos, con Mike, el glamour, glamour fue para mí el año 94, 95. O sea, antes venían políticos pero el furor, furor de la historia fue ahí.
— Coincide con el furor menemista.
— (P) Exactamente. Yo tengo una foto que te la muestro y estoy con Carlitos. Te la muestro ahora. En el año 93.
Palmer (su nombre en el DNI es Gustavo Mustoni) toma su teléfono celular, le pasa la yema de uno de sus dedos hasta que aparece allí una foto digitalizada en la que se lo ve con Carlos Menem Jr. (1968-1995), él con su célebre cabellera dorada y el hijo del entonces Presidente a su lado, sonriente.
Mike estudió arquitectura y se formó en marketing. Gracias a su hermano, empresario de la noche, empezó a trabajar en Ku. Su rol era amplio, como el de un productor general: decidía el estilo que el boliche tendría cada verano (traía tendencias de Europa y Nueva York) y era el anfitrión de los invitados VIP.
Todos besaron el anillo superpoderoso de Cameroni, un hombre alto, amable y aunque parezca una contradicción, muy tímido. "Tenía que atender a todos: Charly García, Gustavo Cerati, Pappo, Juanse, de Los Ratones, la modelo que te imagines, los hijos de los ministros, Daniel Scioli y Mauricio Macri, los hijos de Yabrán, todos querían estar en el VIP del Ku", enumera.
De miércoles a domingo, Ku juntaba entre 6 mil y 8 mil personas cada noche. "La gente viene a divertirse a la discoteca. Pensá que vendíamos fantasía, en una época del año buena porque es verano y son vacaciones", explica Cameroni.
El y Palmer son dos caballeros que no tienen memoria. Aunque algunas escenas, de las contables, sobreviven al respeto por la privacidad. "Charly siempre tomaba licor de menta con dos hielos y agua. Un día llegó con la limusina y me dice: 'Por favor, no tenemos para pagar al chófer. Decile que se lo pagan en Buenos Aires, que se vuelva. Pero rescatame la guitarra que está en el baúl'. Justo yo al tipo lo había conocido dos días antes, al chofer, porque me habían invitado a la fiesta de la revista Paparazzi en Buenos Aires y había ido con Moria, pobre tipo", ríe Mike.
"Pappo venía mucho, le gustaban las modelos. Una mañana lo encontré durmiendo en calzoncillos en la playa que está abajo de Ku", cuenta y Palmer sonríe cómplice.
— Y entre los dos hicieron de alguna manera con la estética y el contenido o la parte del conocimiento de la noche, digamos…
— (P) Los dos fuimos el sístole diástole de la noche.
— ¿Se puede decir que ustedes le dieron un poco el sentido estético a la noche pinamarense en una época?
— (Cameroni) No solo a la noche sino al día. Eramos los anfitriones de las celebridades en los paradores de las marcas, yo inventé la casa de los famosos, convivían todos ahí, era divertido.
— (P) Éramos en ese momento no sé si pioneros pero sí llevábamos la escena electrónica, traíamos disc jockeys de primera línea ¿entendés? Y bueno, marcamos una tendencia. De ahí que emprendimos muchas franquicias en todo el país. Porque después lo registramos y de acá salió Ku para todo el país, ésta era la madre, la parte madre. Nosotros a veces pasamos con Mike y se te cae un gran lagrimón ver el Ku así abandonado como está.
— (C) Ahora una parte es el depósito y en otra hay un juego temático de un energizante holandés que se llama Escape que es como que tenés que ir escapándote.
— (P) El Ku se largaba tipo 3.45 de la mañana, cuando largaba yo mi set, o sea se apagaba todo. Y para mí era muy fuerte porque veías a todo el mundo, viste, esperando que se largara. Era muy, muy, muy fuerte la energía, porque vos tenías que dar energía, esa energía era absorbida por la gente. Yo a veces salía de la cabina neutro porque tenía que ir a la oficina a sentarme porque quedaba… Y la gente tenía tanta buena onda que bueno, explotaba. Y vos decías qué fuerte que es esto. Yo no lo vi en ningún lugar. O sea no porque fuese Ku, pero no lo vi, mucha gente a la que ves en la calle ahora te dice a Mike o a mí cuándo abrimos el Ku, qué pasó con el Ku.
— ¿Les genera nostalgia?
— (P) Obvio.
— (C) Obvio.
— (P) Una nostalgia cuando vos tenés un hijo, o sea lo mejor que podés tener como amigo es un hijo. Obviamente es diferente pero es una semejanza. En la cual vos ves una parte que vos formaste, hiciste, construiste, lo ves así como está. Entonces vos decís bueno, qué fuerte que es, ¿me entendés? Porque la gente, digamos, se posesionaba hasta para recibir una remera, una remera de Ku. Tener una remera de Ku era como conseguir, no sé, algo soñado.
Palmer recuerda que una madrugada hicieron la fiesta de la espuma (también traída de Ibiza) y todo fue bien hasta que la espuma bajó y notaron que las paredes recién pintadas de la disco habían desteñido sobre el público. "Salían todos bordó, fue increíble, pero éramos tan importantes que una marca de jean nos regaló 700 pantalones y nosotros se los dimos a los que habían sufrido ese problema, ¿te das cuenta?", evoca el DJ.
— Ustedes siguen trabajando para boliches de Pinamar, pero no es lo mismo, aquella manera de divertirse se desintegró. ¿Qué fue lo que jodió Pinamar?
— (P) La ley de nocturnidad de (el entonces gobernador, Eduardo) Duhalde fue muy, muy, muy, muy importante en ese sentido. De repente los boliches cerraban a las 4 de la mañana. Tuvimos problemas, mucha gente quedaba en la calle.
Y Palmer tuvo problemas, en 1992 estuvo seis meses preso cuando la Policía bonaerense encontró cocaína en su auto camino a Castelli, donde también tenía un boliche. Luego recuperó la libertad y fue sobreseído porque tres policías admitieron que la droga había sido plantada.
Pero ni el estigma de trabajar en la noche, ni que Pinamar haya perdido la centralidad del verano disuelve la pasión de Cameroni y Palmer por el trabajo con los jóvenes y la noche. "Tratamos de que todo sea sano, nosotros somos sanos, no bebemos ni alcohol, pero la juventud mutó, ya no es como antes, la disco representaba el espacio de la fantasía", reflexiona Cameroni. "Yo soy el anti Palmer, yo hago gimnasia, como sano, nada que ver", aclara Gustavo.
Para Palmer, la tecnología también modificó el consumo nocturno: "Ahora es tic tac, contacto por Instagram y se van a tomar una cerveza artesanal, la gente ya no busca la discoteca como espacio para vincularse, y ahora en Pinamar los que salen a bailar son los más chicos, los adolescentes, que no tienen tanto dinero para consumir".
Así todo, la sociedad que reinó en la noche de los 90 sigue y nada la detiene, ni el tiempo ni las nuevas olas. Palmer y Cameroni miran desde la entrada el edificio semi abandonado de Ku. "Se me pianta un lagrimón", dice el rubio DJ. Cameroni asiente con un gesto silencioso.
— ¿Podrían vivir de otra cosa?
El que responde es Palmer, y lo dice con seriedad: "Yo estudié ingeniería agrónoma. Me das un campo y te hago bailar a las vacas".