El 23 de enero de 1958, Venezuela vivió una de sus más hermosas faenas libertarias: la dictadura de Marcos Pérez Jiménez llegaba a su fin y la fecha quedaría grabada en la memoria política como el episodio fundacional de la democracia del país sudamericano.
Sesenta y un años más tarde, la jura de Juan Guaidó como Presidente interino le devolvió al pueblo caribeño un espíritu social que se transformó en masivas patriadas, callejeras, no sólo ocurridas en Venezuela, sino en el resto de las ciudades del mundo en las que viven venezolanas y venezolanos.
En Buenos Aires, frente al Teatro Colón, la convocatoria superó las 10 mil personas. "Un hecho histórico. Nunca había visto tanta gente de mi país en una misma marcha. Fue algo realmente emocionante que nos permite mantener la esperanza, pero no dejamos de sufrir por los que están allá", expresó Gustavo Ramírez, organizador de Un Mundo Sin Mordaza en Buenos Aires.
La euforia y algarabía, sin embargo, se apagó con el correr de las horas: luego de que se confirmara que al menos 26 personas murieron en las manifestaciones ocurridas en Venezuela, los compatriotas radicados en el país buscaron comunicarse con sus seres queridos que aún permanecen allí.
"Mis papás están allá, son personas mayores. Viven en Táchira, al sur de Venezuela. Las ganas de que vengan están, pero la región no pasa un buen momento económico y traerlos sin la posibilidad de que puedan trabajar ocasiona otro problema. Mis primos, todos de mi generación, también se fueron. Mis tíos, de la edad de mis padres, quedan allí. Venezuela se convirtió en una nación de viejos y niños", dijo Gustavo.
El hombre de 38 años agregó: "Tengo un hermano que se fue a vivir a Estados Unidos. En mi caso soy un afortunado, porque me fui hace seis años de Venezuela con mi novia, vivimos en varios lugares y llegamos a la Argentina, en donde descubrimos a los mejores anfitriones del mundo. De alguna forma la vimos venir. La cultura de bienvenida que tienen aquí no la experimentamos en ningún lugar".
Gustavo llegó a la Argentina en mayo de 2017. Desde allí comenzó a participar en la ONG más grande de venezolanos, en la que asisten integral y emocionalmente a las personas que migraron de su país y encontraron como último destino el sur del continente.
"Nuestra ONG sirve como asistencia integral de los venezolanos que viven aquí. Los ayudamos a hacer trámites o los acompañamos durante la adaptación. También les conseguimos empleos o les decimos dónde ir en caso de que tengan algún problema de salud. Nosotros somos un país que siempre vio cómo los demás migraban. Y nos convertimos en la primera generación de inmigrantes", explicó.
Lormys Rojas comparte la misma agrupación que Ramírez. Madre de tres hijos, arribó sola a Buenos Aires hace tres años. "Tengo 52 y pude traer a mis hijos paulatinamente. Allá era administradora de empresas. Y aquí hice de todo: limpié casas, conseguir trabajos ocasionales y cuidé a adultos mayores. Recién ahora conseguí mi primer trabajo en blanco en una empresa de servicios petroleros", dijo a Infobae.
"Siempre estamos con el corazón pequeño pensando en que nuestros familiares están allí. Llevo todo este tiempo sin ver a mi mamá ni a mi papá. Es lo más difícil. Tengo 4 hermanas y escuchar o leer que dos de ellas te digan que sólo comen una vez al día es muy doloroso", contó la mujer.
La situación de Verónica Marín, estudiante de periodismo y comunicadora digital, es similar a las mencionadas, aunque responda a otra generación. "No volvería a Venezuela porque la reconstrucción va a llevar muchos años. Los DDHH -en especial los de las mujeres- nunca han sido escuchados. No me gustaría construir una vida allá. Sí me gustaría que mi mamá esté tranquila en su casa en Venezuela, poder visitarla. Que mi otra parte de la familia no pase hambre, que no sufran. Volver a visitarlos. Eso sí me gustaría", indicó la joven de 22 años a Infobae.
Oriunda de San Cristóbal, capital del Estado de Táchira a 57 kilómetros de la frontera con Colombia, expresó: "Se vive incertidumbre. Hay gente que apoya al gobierno de Donald Trump para que invada Venezuela. Otros piden que se haga democráticamente, aun sabiendo del poder que tiene China y Rusia en Venezuela. La diferencia de todas las otras movilizaciones es que esta tuvo un acto. En esta pasó algo. Sí hubo un cambio, un punto de inflexión. Me hizo sentir muy bien".
Verónica llegó hace tres años y trabaja en una empresa de networking: "Mi papá tuvo que quedarse en Venezuela porque tenemos una casa que queremos vender pero lógicamente nadie puede comprar. Una casa hermosa, en donde crecimos con mi familia, en un barrio muy lindo. Una casa que vale USD 200.000 y de la que sólo podríamos sacar USD 20.000. Si mi papá se va corremos riesgos de que nos la saquen o que nos roben lo que tenemos. Es muy duro vivir así", reveló.
Carlos Moreno, estudiante de Administración de Empresas, llegó a la Argentina en 2011. "Vine a estudiar, solo, pero con conocidos acá. Recién en 2018 pude traer a mi hermana para que rehaga su vida y tenga más oportunidades", indicó a Infobae.
"En 2013, tras la fraudulenta elección por la que (Nicolás) Maduro llegó al poder, fundamos un movimiento que se llamó Una voz por Venezuela, que pertenece a Alianza por Venezuela (red de organizaciones venezolanas), de la cual soy el vicepresidente. Hacemos un esfuerzo grande y lo mantendremos por siempre", reveló.
"Mi familia está incomunicada por los problemas con internet. Después de la movilización de ayer frente al Colón quise contactarme pero no pude. Ellos marcharon, pudieron participar, mis padres son personas grandes pero quisieron estar. Tienen la esperanza de que esto pueda cambiar", aseguró Carlos.
"Nunca habíamos visto tantos venezolanos en la Argentina. Con mucha expectativa y esperanzados de lo que va a pasar. La euforia de lo sucedido no puede tapar el drama en el que están hundidos nuestros familiares, amigos y compatriotas que aún permanecen luchando en Venezuela", concluyó.
Seguí leyendo:
Miles de venezolanos se manifestaron frente al Colón en apoyo a Juan Guaidó