"Las fotos hablan mucho más de lo que yo pueda declarar", dice con humildad. El fotógrafo Eduardo Longoni llegó hasta Infobae pocos días después de dar su testimonio en el juicio en el que se investigan las desapariciones y violaciones a los derechos humanos que tuvieron lugar en pleno gobierno democrático de Raúl Alfonsín durante el copamiento del Movimiento Todos por la Patria al cuartel de La Tablada en 1989.
Hace 30 años, Longoni pudo registrar con su cámara una secuencia de ocho imágenes que recorrieron el mundo y hoy vuelven a tener vigencia porque forman parte de la prueba judicial que llevó a la Justicia a reabrir la causa. En ellas se ve a un joven con las manos en la nuca rindiéndose y a otro tirado sobre el pasto del cuartel.
Durante un largo tiempo el fotógrafo, de enorme trayectoria y autor de imágenes memorables para la historia argentina, no supo quiénes eran aquellas dos personas. Hasta que recibió el llamado de la madre de uno de ellos y comenzó un camino legal que se reaviva por estos días, a tres décadas de aquel episodio.
Se trata de Iván Ruiz y José Alejandro Díaz, miembros del MTP detenidos con vida durante el enfrentamiento, tal como se ve en las imágenes capturadas por la cámara de Longoni. Los dos permanecen desaparecidos desde entonces. Sus cuerpos -y los de otros dos militantes del MTP, nunca fueron encontrados.
En una primera instancia judicial habían sido imputados y luego sobreseídos por prescripción el general Alfredo Arrillaga y el mayor Jorge Varando. La versión oficial del Ejército señalaba que los dos atacantes habían logrado escapar del cuartel.
Hasta que en 1997 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) consideró que el Estado argentino había faltado a su obligación de investigar "de manera exhaustiva, imparcial y concluyente" la ejecución de aquellos atacantes en manos de las autoridades militares.
A fines de 2014, la Corte Suprema de Justicia revocó el sobreseimiento a los imputados por aquellos fusilamientos y ahora el trabajo del fotógrafo se vuelve clave.
-¿Qué hacías hace 30 años en un verano que todo el mundo recuerda como muy caluroso?
-La mañana del 23 de enero del '89 yo estaba en La Plata. Había una especie de congreso, un gigantesco taller de fotografía periodística. Éramos 50 fotógrafos latinoamericanos y lo dictaban los monstruos de esa época como Sebastião Salgado, que muchos recuerdan por su película La sal de la tierra, Susan Meiselas y un editor del New York Times, todo un grupo de gente que no sé si se reunió nuevamente en algún lugar del mundo. Yo en esa época trabajaba como freelance y tenía la costumbre de encender la radio muy temprano para ver qué era lo que pasaba. Veníamos de una temporada de alzamientos carapintadas. Es la última época del gobierno de (Raúl) Alfonsín y la política estaba muy movida. Prendí la radio y escuché que había movimientos de tropas en el cuartel de La Tablada. Y lo que todo el mundo decía es que había un nuevo alzamiento carapintada. No lo dudé. Era terrible dejar ese ámbito que para mí era muy importante pero agarré mi auto. Tenía un Fiat 1500 que gastaba tanta nafta como aceite y me fui a La Tablada.
-¿Qué te encontraste al llegar?
-Cuando llegué y pude tirar el auto en una calle entré al escenario de lo que estaba pasando, que era la avenida Crovara, enfrente del cuartel. Ahí me agarró un tiroteo infernal. Fue de esas sensaciones donde uno dice "quiero salir de acá, quiero eyectarme de acá y si me van a pegar un balazo que me pegue en la cabeza porque no quiero sufrir". Sonaban los tiros, las ametralladoras.
-¿Qué pudiste entender de lo que estaba ocurriendo? Porque según los registros de la época al principio todo era muy confuso.
-Lo primero que pensé fue "bueno, esto no es un alzamiento carapintada". Yo había estado en todos los alzamientos carapintadas y había visto que, hasta ese momento, no había habido tiros. Los militares entre ellos no se arrojaban ni un tiro, ni siquiera un insulto. Me di cuenta de que era imposible fotografiar desde esa posición, era imposible fotografiar al ras del piso, que fuera lo que fuera había que tener una posición en altura. Al principio no pude hacer ni una foto, tenía la cabeza pegada al asfalto, al lado mío había un coche y yo miraba el tanque de nafta y decía "va a explotar". Logré ver que había una construcción, que era una casita de dos plantas. Y le golpee la puerta al dueño. Le dije si me dejaba subir. Él primero no quiso, ¡pero le insistí tanto! Los fotógrafos en estas situaciones o en todas somos un poco cargosos con nuestro propósito.
-¿Y te dejó?
– Sí, me dejó subir. Y en realidad lo que tenía no era una terraza sino una losa, que no tenía ningún parapeto. Estaban empezando a llegar las tanquetas. La primera noticia que tuve sobre lo que podía llegar a estar pasando vino de una voz, que parecía una voz del más allá. Pero era la voz de un tipo que estaba en una terraza más elevada y me dijo: "Flaco, tirate cuerpo a tierra porque te van a volar la cabeza". Me di vuelta y era un francotirador del Ejército que estaba parapetado detrás de un tanque de agua y de otra pared. Ese fue el primero que me dijo: "Adentro hay guerrilleros". Bueno, en realidad me dijo: "Tenemos que sacar a esos zurdos hijos de puta". Esa fue su expresión y yo pensé: "¿Guerrilleros, '89, ¡el túnel del tiempo!, ¿dónde estoy? No estoy en los 70 en la Argentina".
-Esto era a la mañana, ¿y cómo siguen las primeras horas?
-Yo me quedé en esa terraza todo el día, asándome a fuego lento porque para mí fue el día más caluroso de mi vida. Era una terraza, el sol que pegaba, las balas, el humo, el olor a pólvora, el olor a todo esa especie de guerra en el conurbano bonaerense. Se empezaron a suceder ciertas escenas: sacaban heridos, pasaban ambulancias que iban y venían, tanquetas que disparaban. Lo que yo tenía claro es que había un edificio que después me enteré de que era la guardia de prevención, que fue el primer edificio que toma un grupo de los guerrilleros del MTP que entran. Ese edificio estaba siendo cañonado todo el tiempo las tanquetas. De alguna manera yo aposté a quedarme ahí, algo tenía que pasar. Los fotógrafos en general solemos hacer eso: apostar a una posición. Porque si estás en todas, no estás en ninguna.
-¿Cómo detectás estas escenas que hoy integran esta secuencia de ocho fotos emblemáticas?
-Ese edificio estaba siendo bombardeado y cada vez había más llama en el techo. Yo estaba bastante lejos. Desde mi terraza estaba toda la avenida Crovara, que tiene un boulevard en el medio, o sea que es una avenida que para calcular debe tener 15 metros. Y el edificio estaba bastante profundo dentro del cuartel. O sea que debía haber unos 100 metros, calculo. Yo estaba con un teleobjetivo. Estamos hablando de la fotografía analógica, con diapositiva a color, que tiene poca latitud, o sea que no te podés equivocar en cómo la exponés. Y estaba con un teleobjetivo de 300 milímetros más un duplicador. Eso es muy técnico pero es una óptica que te permite fotografiar cuestiones que están muy lejos.
La primera noticia que tuve sobre lo que podía llegar a estar pasando vino de una voz, que parecía una voz del más allá. Pero era la voz de un tipo que estaba en una terraza más elevada y me dijo: ‘Flaco, tirate cuerpo a tierra porque te van a volar la cabeza’
-Pero vos seguías apostando a ese lugar.
-Algo me decía que iba a ocurrir algo. Pero siempre, además de la intuición y de estar ahí, hay una pizca de suerte. Y en un momento, yo sentí que la luz había cambiado. No sé si estaba dando sombra algún árbol o algo y estaba midiendo la luz en ese momento. Los fotógrafos tenemos un defecto profesional que es que medimos la luz y enfocamos al mismo tiempo, más allá de que ahora las cámaras tienen auto-focus. Pero en ese momento había que enfocar. Ese es el momento donde salta el primer guerrillero. Obviamente que, así como salta, uno aprieta el dedo en el disparador de la cámara y a partir de ahí es una secuencia de ochos fotos que para mí en ese momento eran importantes pero eran en realidad las escenas que mostraban a los dos bandos en pugna por primera vez en la tarde juntos. Lejos estaba de saber yo quiénes eran esos guerrilleros, qué iba a pasar después con eso y la trascendencia que después tuvo esa foto hasta convertirse en una prueba judicial.
-Vos veías esa cosa cuerpo a cuerpo.
-Claro, hasta ese momento solo teníamos el Ejército tirándoles y los guerrilleros metidos dentro de los edificios. Pero no se los veía. Se veía esa cosa que sale como una especie de fuego o polvo cuando se disparan las armas. Pero yo hasta ese momento no había visto a ninguno. Lo único que había visto eran oficiales, soldados, policías y demás. Y había visto gente herida, que en ese momento no sabíamos, porque había mucha gente de civil armada. En algún momento perdés la noción de si son fuerzas de civil o si son guerrilleros o quiénes eran.
De alguna manera yo aposté a quedarme ahí, algo tenía que pasar. Los fotógrafos en general solemos hacer eso: apostar a una posición. Porque si estás en todas, no estás en ninguna
-¿Cómo sigue esa jornada?
–Cuando tuve esa secuencia tenía claro que ahí había algo importante. Yo funcionaba en una pequeña agencia con un par de socios y teníamos una vendedora que se encargaba de ir a revelar el material, de venderlo primero en las revistas argentinas y después teníamos a dos clientes principales afuera: una agencia española y la revista brasileña Veja. Lo primero que atiné a hacer fue pedirle al dueño de casa, que en general no subía mucho porque estaba bastante resguardado abajo. Pero en algún momento subía y me tiraba una botella de agua rodando. Le pedí si podía llamar a un teléfono para que me mandaran una moto. Ocurrió eso a media tarde.
-O sea que las fotos fueron tomadas temprano.
-En algún momento yo tengo la sensación sólo del calor y del ruido. Creo que desde las 10 y media de la mañana que yo llegué hasta la hora que atardeció y me fui no tengo mucha idea de horarios. Nunca tuve idea de horarios de a qué hora se hicieron estas fotos. Las cámaras analógicas no permitían como ahora saber a qué segundo uno hizo una foto. Bueno, yo mandé ese material y me quedé hasta que anocheció. Me di cuenta de que ahí de noche, más allá de que todavía no se había resuelto en asunto y que todavía había un grupo grande de guerrilleros adentro y todavía seguía la represión. Tarde ya no había manera de fotografiar nada. Y me fui a mi casa. Volví a primera hora de la mañana. Hubo una escena que yo no pude fotografiar, que fotografió el fotógrafo de Presidencia, que es Alfonsín cuando recorre el cuartel. Inclusive lo recorre con muchos militares con la cara pintada, lo cual es todo una escena de la época.
-¿Qué pasó al día siguiente?
-Unos oficiales que no sé por qué, ni si tenían permiso para hacerlo o lo que fuera, a un grupito muy chiquito de fotógrafos nos hicieron lo que yo siempre llamé "un tour por la muerte". Porque estaban los edificios derruidos, guerrilleros y guerrilleras. Ahí comprobé una cosa que hasta ese momento siempre había dicho, eso de que la cámara opera como un escudo y que uno se protege. No es tan así. La cara de una de las guerrilleras me vino durante semanas y semanas de noche. Soñaba con ella, me despertaba. Hay algo que a veces que tenemos los fotógrafos y es que ponemos cierta distancia con la cámara pero a veces la realidad te pega muy duro. Y no hay distancia, no hay escudo posible.
-¿Cómo llegan tus fotos a convertirse en prueba judicial para investigar las desapariciones que tuvieron lugar en el ataque?
-Al año y medio de esto la mamá de uno de los guerrilleros que aparecen en la secuencia de mis fotos, que es Iván Ruiz y la mamá se llama Aurora Sánchez Nadal, una señora que vive en Nicaragua. Ella se conecta conmigo y me dice que ella vio mis fotos, porque las fotos salieron en distintas revistas con mi firma y que quiere hablar conmigo porque en mis fotos está su hijo. Hasta ese momento yo no tenía idea de que había desaparecidos en La Tablada. El saldo del que siempre se habló durante la última parte del gobierno de Alfonsín y los primeros meses de Menem fue que hubo 39 muertos entre guerrilleros, policías y militares, pero nunca se nombró la palabra "desaparecidos". Cuando ella me vino a ver armamos la secuencia. Eran diapositivas, estaban cortadas, de manera desprolija. La cuestión es que periodísticamente a mí me servían algunas pero desde el punto de vista de narrar lo que había pasado con esos dos guerrilleros -uno es Iván Ruiz, el hijo de Aurora, y el otro es José Alejandro Díaz- lo pudimos armar y son ocho fotografías. Ella se las llevó, se llevó copias y fueron las fotos que sirvieron para que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos obligara a la Argentina a dar alguna explicación y de alguna manera son las fotos que posteriormente la Corte Suprema toma y reabre el caso, que es el juicio que se está ventilando por estos días.
-¿Cómo vivís el hecho de que una secuencia de fotos tuya sea parte de la historia?
-Yo tomé la cámara en el año '79 para tratar de contar lo que pasaba. Tengo amigos desaparecidos y en plena dictadura yo quería contar lo que pasaba. Además de tomar la cámara, al mismo tiempo estudiaba Historia. De alguna manera eso se retroalimentó todo el tiempo en mi carrera como fotógrafo. A mí me parece que los fotógrafos documentalistas estamos para dar testimonio de nuestro tiempo. Que una foto después se vuelva una prueba judicial es una especie de accidente, de un buen accidente, pero de algo que el fotógrafo no puede buscar. Lo que nosotros buscamos es dar testimonio. Y obviamente de dar testimonio de acuerdo a nuestra opinión, a nuestra manera de pensar, al lugar donde nos ubicamos. Estando ubicado en esa terraza hice esa foto y me perdí un montón de otras. Bueno, quiso la historia que en ese lugar se diera tal vez el hecho que ahora resulta más terrible. Que además de los muertos que hubo que lamentar de La Tablada entre guerrilleros, policías y militares, en plena democracia haya habido desaparecidos en democracia.
A un grupito muy chiquito de fotógrafos nos hicieron lo que yo siempre llamé “un tour por la muerte”. Porque estaban los edificios derruidos, guerrilleros y guerrilleras. Ahí comprobé una cosa que hasta ese momento siempre había dicho, eso de que la cámara opera como un escudo y que uno se protege. No es tan así. La cara de una de las guerrilleras me vino durante semanas y semanas de noche
-¿Volviste a La Tablada?
-Fui una vez en algún aniversario. Me perdí. Fui con un canal de televisión. Porque se hizo un supermercado, yo creía que era hacia un lugar y caminamos. Finalmente di con esa losa, que está igual. No pudimos entrar porque no había nadie. Pero entramos en una contigua, que creo que era un taller mecánico que tenía una terraza. No sé si es bueno volver a esos lugares. A veces. Uno tiene el recuerdo muy fuerte de lo que pasó en ese momento y además esta cuestión de que La Tablada está abandonada. Es un pedazo, lo tiene un hipermercado. Y el otro creo que el Estado lo vendió y alguien lo compró. Pero no se ven ni los edificios. Es una especie de bosque. Tal vez es una metáfora de la Argentina también, ¿no?
-¿Creés que hoy, 30 años después, se cubriría de otra manera un hecho como el de La Tablada?
-Muchas veces pienso que la dictadura como tal no hubiera podido existir con sus métodos en una sociedad como la nuestra. Porque acá ahora todo aparece retratado. Las cámaras de seguridad, las cámaras de los negocios, las cámaras de un consorcio, los celulares de la gente. Cuando hay un hecho policial, un accidente o lo que fuera aparecen un montón de imágenes. Yo La Tablada la hice con una cámara que, creo, es la misma con la que hice La mano de Dios de Maradona en el '86 y muchas fotos de la época de los militares. No había avanzado tanto la tecnología entre la dictadura y la democracia. Supongo que hoy La Tablada se cubriría de otra manera. Y habría más imágenes. No sé, imagino que no sería de extrañar que todos los canales tuvieran drones adentro de La Tablada y que entonces todo se viera de otro lugar. En el año '89 había una cuestión física.
Estando ubicado en esa terraza hice esa foto y me perdí un montón de otras. Bueno, quiso la historia que en ese lugar se diera tal vez el hecho que ahora resulta más terrible. Que además de los muertos que hubo que lamentar de La Tablada entre guerrilleros, policías y militares, en plena democracia haya habido desaparecidos en democracia
-¿Temiste por tu vida?
-Muchas veces me preguntan si en la época de la dictadura o en La Tablada, en distintas situaciones tuve miedo. Lo que yo digo es que siempre tuve miedo. El miedo es como la fiebre, el punto hasta el que llegás. Estuve en esa terraza. Bueno, hasta esa terraza mi miedo me dejó fotografiar. No fotografié parado porque me dijeron que estuviera cuerpo a tierra. No me quedé abajo, no solamente porque era incómoda la posición sino porque también tenía miedo. Me parece que el miedo para los fotógrafos de prensa es un buen consejero.
Seguí leyendo