Franco nació en Croacia hace 72 años. "Mañana mismo cumplo 56 años en este país", valoró con nostalgia, mientras apoyaba la cortadora de césped en el piso. Sus padres llegaron a Uruguay cuando él tenía 16 años. Formó una familia, tuvo hijos, montó empresas y compró propiedades pero cayó en bancarrota. Se conformó con adquirir un terreno en Playa Verde, un balneario ubicado en el municipio de Piriápolis, correspondiente al departamento de Maldonado. Pero su capital era escaso y no pudo construir. Ahora tiene dos autos y un micro sin funcionar.
Al micro le reestructuró por dentro y por fuera. Diseñó una fachada de ladrillos con pintura en la base del vehículo y tiñó de blanco el resto de la estructura. Lo hizo porque allí vive: es su casa. Contó que una vez una periodista preguntó dónde había un baño y él le cedió sus precarias instalaciones. Ella estaba haciendo guardia en el ingreso a "El Gran Chaparral", la mansión donde están encerrados con prisión domiciliaria el sindicalista argentino Marcelo Balcedo y su esposa Paola Fiege.
Cuando salió del modesto y casero motorhome, Franco le preguntó qué le había parecido su hogar. "Este no es El Gran Chaparral, es El Gran Chatarral", ironizó. El apodo quedó: a su esposa le gustó el recurso lingüístico y decidió convertirlo en el nombre oficial de su residencia. Un cartel de chapa pintado con letras blancas da la bienvenida. Está ubicada a menos de cien metros de una chacra que domina la dinámica de la zona: todos en Playa Verde tienen algo para decir de "El Gran Chaparral".
"Le dio trabajo a más de veinte familias del barrio. Y les pagaba muy bien, me consta", precisó el dueño de un almacén que prefirió no dar su nombre. Contó que una mucama que trabajaba ocho horas en la residencia cobraba por mes 1.400 dólares. El sueldo promedio de una empleada en Uruguay es de quince mil pesos uruguayos, alrededor de 468 dólares. "Acá nadie te va a hablar mal de él porque le regaló computadoras a la escuela, porque le hacía donaciones a la policía", especuló Andrés, quien vive hace quince años en un humilde rancho ubicado a la vera del alambrado que delimita la extensión de la chacra.
En la casa ya no trabajan más de cuarenta empleados. Quedan apenas siete que se distribuyen las tareas de mantenimiento de la estancia: cocina, jardinería, limpieza y otros menesteres. Ya no hay choferes privados, profesores de gimnasia, cuidadores, cocineros para la familia y el personal. Ya no presume la ostentación de sus años dorados. De acuerdo a información que recabó la justicia uruguaya, el chofer y el instructor de educación física percibían sueldos de seis mil dólares, parte en blanco y parte en negro.
Sus vías de acceso denuncian el paso del tiempo. Sus garitas sugieren desamparo. El cartel metálico con el nombre calado de la estancia parece erosionado y está semi cubierto por una vegetación que crece sin presupuesto para jardineros. Los vecinos cuentan que la luminaria ya no es la de antes. La factura de electricidad superaba los veinte mil dólares mensuales: todos los postes del perímetro tenían su respectivo foco y cada tres había una cámara de seguridad. Pero ya no más: las cámaras y las luces no están encendidas y el consumo, por obligación del costo, bajó.
Balcedo y Fiege son casi amigos de la custodia policial que habita su casa las 24 horas. La pareja convive luego de que el 21 de diciembre, la jueza María Helena Mainard le concediera la prisión domiciliaria al ex titular del Sindicato de Obreros y Empleados de Minoridad y Educación (Soeme), detenido por tráfico de armas, contrabando y lavado de dinero. Su abogado defensor, Marcelo Domínguez, había solicitado la libertad o bien que se le otorgara la prisión domiciliaria tras cumplirse el plazo de 120 días bajo reclusión preventiva. La Justicia se había negado a conceder ese beneficio escudada en el riesgo de fuga.
Finalmente Balcedo recibió la prisión domiciliaria que ya gozaba su esposa en la causa por extradición solicitada desde Argentina. Pese a que se aprobó ese trámite, la pareja continuará en la mansión hasta que finalice el proceso judicial en Uruguay. En noviembre, el fiscal de Maldonado, Alejandro Machado, solicitó ante la Justicia una pena de once años de prisión para Balcedo por delitos de contrabando, lavado de activos y tráfico internacional de armas de fuego, municiones y explosivos, y diez años de cárcel para Fiege -argentina naturalizada uruguaya- por lavado de activos y delitos de contrabando.
El matrimonio había sido detenido el 4 de enero de 2018 en la mansión "El Gran Chaparral" fruto de un operativo en el que participaron agentes de gendarmería argentina, policía nacional local y efectivos de Interpol. El sindicalista y dueño de medios de la ciudad de La Plata ya estaba siendo investigado por supuesto enriquecimiento ilícito, denuncias de irregularidades en el Soeme, afiliaciones compulsivas y extorsión a empresarios. Además de localizarlos y detenerlos, incautaron armas de fuego, animales exóticos de comercialización prohibida, casi siete millones de dólares en efectivo hallado en dos cajas fuertes y catorce vehículos de lujo.
El dirigente argentino le había comprado la casa a un arquitecto francés en 2011. Según las leyendas que circulan por el barrio lindero, la esposa no estaba a gusto con la zona ni con la ubicación de la residencia en la parte baja del Cerro del Burro. La familia Balcedo adquirió la estancia, la amplió, levantó nuevas construcciones y mantuvo la casa que tenía a pocas cuadras, más cerca de la costa, y que había comprado tres años antes.
"El Gran Chaparral" tiene nueve hectáreas de superficie. El propietario anterior solo disponía de la casa principal con la piscina y de una residencia para huéspedes. Balcedo hizo una gran reforma: agregó otra casa para huéspedes, un gimnasio con pileta interna, una tercera pileta con medidas olímpicas y climatizada, un galpón para maquinaria agrícola, corrales para animales, dos garitas con sistemas de seguridad, una cancha de tenis abierta que también hace las veces de cancha de fútbol y otra igual bajo techo.
Allí, prisionero en su gran mansión enrejada, viven los días de arresto domiciliario Marcelo Balcedo, de 55 años, y Paola Fiege, de 34. En la garita del acceso principal a la estancia, no había nadie. En la esquina, Franco ya había terminado de cortar el césped de su patio. En el medio de "El Gran Chaparral" y "El Gran Chatarral", dos nenes en bicicleta vieron abiertas las puertas de la Escuela Rural N°45 doctor Alfonso Lamas. Uno le dijo al otro: "Vení. Vamos a dar una vuelta por el colegio". Entraron, esquivaron los arcos de fútbol, dieron la vuelta y salieron.
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