El mes que viene Mar del Plata cumplirá 145 años. A lo largo de su historia se tejieron cientos de anécdotas, mitos y leyendas, pero hay dos que perduran por sobre el resto. Transmitidas de generación en generación, es imposible no conocer los edificios en los que ocurrieron: El Torreón del Monje y El Asilo Unzué.
Cuando uno mira las construcciones, el Torreón con sus aires góticos, donde hoy funciona una confitería, y Unzué con su estilo neobizantino y sus interiores revestidos en mármol, se sospechan -aunque se desconozcan- historias ocultas.
Se trata de edificaciones que antes de ser un adorno romántico del pasado de la ciudad balnearia fueron espacios habitados por personas y por pasiones. Que algunos dicen, todavía perduran.
El periodista y escritor Diego Zigiotto dedicó varios años a reconstruir este tipo de relatos al margen. Historias del pasado que ningún académico sumará a sus archivos, pero que sin embargo todavía se encuentran en las bocas de esos a los que se las contaron y las mantienen vivas.
"En 2014 publiqué el libro Buenos Aires misteriosa y como se vendió me pidieron una segunda parte. Pero, como ya estaba contado la gran mayoría de lo que ocurría en los límites de la Capital Federal, me propuse salir a buscar en la provincia", resumió Zigiotto en diálogo con Infobae, sobre los orígenes de su trabajo "Buenos Aires misteriosa II".
"Si la consigna es que sean leyendas más o menos verídicas está todo genial porque la ficción no es lo mío", comenzó aclarando el escritor sobre la que fue su respuesta cuando recibió la propuesta de la editorial, dejando en claro que lo que él narra no se basa en la inventiva. No son cuentos, sino la recopilación de versiones que fueron desestimadas por la historia. Pero que existen.
"En Mar del Plata las dos principales leyendas eran la del Torreón y la del Asilo Unzué. Una periodista marplatense me ayudó a reconstruirlas y son las dos que conté en esa segunda parte", precisó sobre los edificios emblemáticos de La Feliz sobre los que giran historias de crímenes y de fantasmas.
Desde hace ya 15 años Zigiotto coordina los viernes y sábados recorridas por Buenos Aires a lo largo de las que rescata este tipo de historias, para las que dice, siempre hay un público.
"Yo no le he encontrado la explicación, uno se pregunta por qué llama tanto la atención, por qué salir a caminar de noche a escuchar historias donde matan gente", admitió el escritor, aunque lejos de quedarse de brazos cruzados intentaría encontrar una respuesta.
"Yo ya me había dado cuenta de que en los momentos más tensos de una historia, por ejemplo en la del Petiso Orejudo, cuando yo narraba el momento en que él mata a una nene de 3 años clavándole un clavo que le sale por el otro lado de la cabeza, la gente se reía", planteó sobre el germen de una pregunta que en parte lo perturbaba y que decidió llevarle a un sociólogo.
"Es como una defensa, se descargan con la risa", fue la respuesta que encontró y que lo convenció de esas reacciones inesperadas a sus historias. Y amplió: "Vos hablas del Petiso Orejudo, de Yiya Murano, y para la mayoría de la gente es el pasado, no lo asocian a personas reales, para la gente es ficción, para ellos es algo muy alejado y eso les permite interpretarlo como si les estuvieran contando un cuento".
"Hace unos años me llamaron de un medio por la leyenda de un lugar en particular, se las conté y después le aclaré al periodista 'mirá que es mentira', y le dije lo que en realidad había pasado. 'Me gusta más la primera', me respondió", resumió en una anécdota y entre risas Zigiotto, el secreto de su éxito: las ganas de creer de los que lo escuchan.
Las historias del Torreón del Monje y el Asilo Unzué*
La leyenda del Torreón del Monje
Cuando pensamos en Mar del Plata irremediablemente vienen a nosotros imágenes de mar y playa, días soleados, la costa y el imponente Torreón del Monje.
La historia del lugar comienza en 1904, cuando el empresario y estanciero Ernesto Tornquist decide la construcción de un castillo de estilo medieval justo frente al mar. La edificación estuvo a cargo del arquitecto Carlos Nordmann que acompañó el castillo con una enorme torre que domina la estructura.
La idea era dotar a Mar del Plata de un lugar que sobresaliera, un símbolo para una ciudad en la que cada vez se construían más chalets de veraneo para las familias adineradas.
Hasta aquí los hechos. Pero hay varias versiones sobre el origen del Torreón, el porqué de su nombre y más aún sobre la posibilidad de que vivan en el espectacular edificio espectros y fantasmas.
Según una de las versiones, la construcción lleva su nombre en honor al padre Ernesto Tornero, quien -según se dice- en el siglo XVI había dirigido el primer asentamiento religioso en tierras del Río de la Plata. También esta corriente cuenta que la parte militar del asentamiento estaba a cargo del capitán español Álvaro Rodríguez y que sin poder evitarlo, Rodríguez se había enamorado perdidamente de una indígena llamada Marina. Pero parece que Marina era muy codiciada y para colmo de males -para el capitán español- era pretendida por el cacique de la tribu, llamado Rucamará.
Marina se dejó llevar por el amor que -a contramano de lo que podría pensarse- sentía por su conquistador. La relación del capitán español y la aborigen provocó los celos y la ira de Rucamará.
Tal fue su furia que ordenó un ataque contra el asentamiento. Los españoles no tenían adonde huir. Para evitar lo que sería una matanza, Rucamará reclamó a la joven para sí.
Rodríguez se negaba pero Marina conocía a su cacique. Si no se entregaba, los mataría a todos. A ella y a su amado incluidos.
Así fue que Marina volvió con los suyos y fue tratada como una esposa más de Rucamará pero pronto se convirtió en su favorita. Esta vez los celos letales fueron los de otra de las mujeres del cacique quien, cegada de odio, les dijo a los españoles cómo recuperar el fuerte.
El ataque sorpresa funcionó y los españoles hicieron que los indígenas tuvieran que huir. Pero Rucamará no huyó. El capitán Rodríguez no daba -en medio de la trifulca- con su amada. Hasta que los divisó, al cacique y a la joven, en lo alto de la torre que daba a los acantilados.
El capitán ordenó que bajara, le prometió que si lo hacía le perdonaría la vida pero Rucamará no sabía perder. Tomó a su mujer de la cintura y juntos saltaron a los acantilados.
Quienes sostienen que esta leyenda es cierta afirman que los fantasmas que pululan por el Torreón no son ni más ni menos que los de los amantes desencontrados. Almas que aún vuelven al lugar en el que se vieron por última vez tratando aún de encontrarse.
Pero, siempre hay un pero. Hay otra versión que echaría por tierra a esta romántica y espeluznante historia.
Se dice que en realidad este relato se hizo conocido por el escritor chileno Alberto del Solar y que la historia fue pedida por encargo por el mismísimo Tornquist para darle al lugar un pasado interesante y que provocara intriga.
Aquí uno se pregunta si el padre Ernesto Tornero existió o si era un nombre parecido a Ernesto Tornquist y por eso lo eligieron para la historia; si Marina amó a su capitán o tomaron el nombre de la historia de amor de Hernán Cortés y su Marina…
Más allá de cuál es la verdad o cuál la fantasía, el Torreón del Monje es una de las visitas ineludibles para quien pasee por Mar del Plata. Animarse a caminar hasta la torre y sentarse a contemplar el mar golpeando contra las rocas bajo esa imponente construcción es una posibilidad para viajar en el tiempo e imaginarse que aquella historia de amor fue cierta y que, un día de estos, los amantes al fin se encontrarán.
El misterioso Asilo Unzué
Si uno llega a Mar del Plata desde el norte, bordeando la Costa, verá una gran edificación en forma de H o mejor dicho, casi se topará con ella, ya que se emplaza justo en una curva frente al mar. Se trata del conocido Asilo Saturnino Unzué, un ícono de la ciudad balnearia.
En 1910, las hermanas Concepción Unzué de Casares y María de los Remedios Unzué de Alvear encargaron la construcción del edificio en honor a su padre, Saturnino Unzué, al arquitecto Louis Faure Dujarric. El asilo para huérfanas, pobres y desamparadas comenzaría a funcionar en 1912.
A partir de entonces, fue cambiando de nombre. En 1948, la Fundación Eva Perón, que asumió el manejo de la institución, lo llamó Hogar Saturnino Unzué y, luego del golpe de 1955, pasó a denominarse Instituto Saturnino Unzué.
Abandonado durante mucho tiempo, en 1997 fue declarado Monumento Histórico Nacional. En 2005 se decidió su restauración y comenzó a concretarse la idea de revalorizarlo y darle una nueva función: la de centro cultural abierto a la comunidad. Desde 2013, alberga exposiciones permanentes y actividades, y fue rebautizado Espacio Unzué.
El centro funciona en la parte remodelada pero un sector del antiguo asilo aún se encuentra en reparación. Esa zona no recibe la visita de turistas y se dice que está totalmente vacía. Aunque hay quienes sienten presencias y ruidos extraños que provienen de este sector, antes destinado al esparcimiento de los internos.
En sus comienzos, cuando la Rambla de Mar del Plata era de madera, el majestuoso asilo albergaba huérfanas que estaban al cuidado de monjas y curas. Se dice que también las familias de la aristocracia enviaban a sus hijas embarazadas y solteras a permanecer allí durante toda la gestación. Se evitaban de esa manera la mancha del buen nombre y los recién nacidos quedaban en el asilo, ingresados como huérfanos, claro. Era una buena manera de hacer como si nada hubiera pasado.
Pero también se dice que en el asilo pasó y pasa de todo.
El mármol, el viento frío soplando desde del mar, un oratorio estilo bizantino, imágenes religiosas, huérfanos y jóvenes de la aristocracia embarazadas ya dan la idea de que detrás de esos muros despellejados por el tiempo se esconden muchas historias.
Una de ellas ocurrió en 1927. Se cuenta que una de las religiosas fue, como siempre, a rezar al oratorio de la Inmaculada Concepción, parte importante del Instituto. No era algo fuera de lo común encontrar allí a un capellán que iba de vez en cuando al asilo. Se dice también que el hombre violó a la monja en aquel sagrado lugar y que luego la escondió en un túnel subterráneo del Instituto por el que casi nadie andaba.
Al parecer, la monja habría quedado embarazada y habría dado a luz a un bebé, que aún llora todas las noches desde el túnel. Sus chillidos, según cuenta la leyenda, se intercalan con los gritos punzantes de la monja.
La historia fue confirmada por los serenos y algunas de las mujeres que se albergaron en el asilo durante aquellos años. Dicen los cuidadores que por la noche, el clima interno del Unzué cambia. Que la ronda de las tres de la mañana es la peor. Que se escuchan risas de muchachas, cajitas musicales, el chillar de un bebé, puertas que se abren y cierran, camas que se arrastran…
Fotos: Christian Heit
*Fragmentos de Buenos Aires Misteriosa 2 de Diego Zigiotto
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