"1989. Ese verano se cortaba la electricidad en turnos de seis horas, una orden del gobierno porque el país ya no tenía energía, y nosotras no entendíamos muy bien qué significaba eso. Nuestros padres decían que el ministro de Obras Públicas había anunciado las medidas necesarias para evitar un apagón generalizado en una sala iluminada apenas por un sol de noche: como en un campamento, repetían. ¿Qué sería un apagón generalizado? ¿Quería decir que íbamos a estar oscuras para siempre?".
De esa manera comienza Los años intoxicados, un cuento de la escritora Mariana Enriquez que integra su libro de relatos fantásticos y de terror Las cosas que perdimos en el fuego.
Lejos de la ficción -que en el caso de Enriquez dio la vuelta al mundo porque su trabajo fue traducido a más de 18 idiomas- la temporada a la que hace referencia la historia permanece sellada en la memoria de los argentinos como una marca indeleble por ese miedo a quedar a oscuras para siempre que atraviesa a la narradora: hace 30 años, luego de la crisis energética que azotó al país en 1988, el gobierno del entonces presidente Raúl Alfonsín implementaba, en pleno enero y con días de temperaturas extremas, un plan de cortes programados de luz que modificarían de manera radical la vida cotidiana de todos.
Entre otras medidas de emergencia, el programa -que se aplicó en hogares, comercios e industrias- incluyó todo tipo de restricciones: los canales de televisión y los bancos llegaron a trabajar apenas cuatro horas diarias, se decretaron asuetos administrativos, el alumbrado público se redujo y hasta se prohibió la iluminación de carteles publicitarios en la calle, en vidrieras y teatros.
Todo comenzó en 1988, cuando el país debió afrontar una de las peores crisis energéticas de su historia. Una pequeña muestra de lo que llegaría tiempo después se vivió en abril de ese año, con cortes de luz cada vez más frecuentes en distintos puntos de la Argentina. Para enfrentarlo, el gobierno implementó interrupciones rotativas de cinco horas a los usuarios de Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (SEGBA) y luego a habitantes de todo el país.
Los canales de televisión y los bancos llegaron a trabajar apenas cuatro horas diarias, se decretaron asuetos administrativos, el alumbrado público se redujo y hasta se prohibió la iluminación de carteles publicitarios en la calle, en vidrieras y teatros
Algunos desperfectos en las centrales nucleares de Atucha y Embalse II -además de una sequía que afectó a algunos de los ríos más importantes y un incendio que afectó una red que distribuía luz desde El Chocón- provocaron que la situación se hiciera cada vez más insostenible.
Para entonces, Segba publicaba en los diarios de la época los horarios y las zonas que se verían obligadas a permanecer a oscuras.
Hacia fines de 1988, con los días cada vez más calurosos y el crecimiento de la demanda de electricidad, volvieron los problemas y el conflicto, lejos de llegar a una solución, recrudecía.
"El 1° de diciembre el gobierno adelantó una hora el reloj y a los pocos días restringió los espectáculos deportivos al período de luz solar", señalan en su libro Los 80 (Planeta, 2015) los periodista Dalia Ber y José Esses.
De a poco, los argentinos se fueron acostumbrando, aquel verano, a cenar con la luz del día sobre las cabezas. Pero aquella medida no alcanzó por lo que el gobierno de Raúl Alfonsín volvió a implementar los cortes de luz programados.
"La creación de un Comité de Emergencia (con la policía, la Secretaría de Cultura y los ministerios de Economía e Interior) era una formalidad para darle institucionalidad a los cortes de luz. Las altas temperaturas no colaboraron para que la medida tuviera mejor aceptación. Los cortes arrancaban a las 7 de la mañana y al principio serían de cinco horas durante 15 días, de lunes a viernes. Rápidamente, se anunció que pasarían a ser de seis horas y se sumaron los sábados", describen los periodistas.
"Los cortes a partir de mañana van a comenzar a las 6 y se prolongan hasta las 21. De tal manera que seguirán haciéndose dos cortes diarios de tres horas, pero con un intervalo de seis horas entre corte y corte, con lo cual, entendemos que ayudamos a ordenar la actividad de los usuarios", anunció ante un grupo de periodistas en entonces secretario de Energía, Roberto Echarte.
"El cronograma de cortes se anunciaba en los diarios un día antes. La gente tomaba medidas necesarias: juntar agua, comprar velas y, -todo un arte- administrar la heladera", apuntan los autores de Los 80.
Las medidas se prolongaron durante todo enero, lo que generó una situación todavía más crítica cuando comenzó a sentirse en muchas ciudades la falta de agua.
"En todo el país se agudiza la crítica situación producida por la crisis energética. Problemas sanitarios en el Gran Buenos Aires, Tucumán y Corrientes. Lomas de Zamora y Tres de Febrero, en estado de emergencia. Se incrementan los cortes imprevistos. No se esperan mejoras sustanciales hasta marzo", señalaba el diario Clarín en su edición del 8 de enero de 1989, hace 30 años.
La vida cotidiana se vio alterada completamente. En la ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, se optó por dejar en funcionamiento solamente el 50 por ciento de los postes de luz de la calle. Además, inspectores de la Secretaría de Comercio Interior recorrían los barrios para verificar que se cumpliera con una norma que, durante el período de crisis, obligaba a los comerciantes a mantener las vidrieras y carteles apagados cuando sus locales estuvieran cerrados.
También ocurría que, por los cambios abruptos, había sobrecargas en el sistema y varios artefactos eléctricos se quemaban y terminaban en desuso.
Los diarios y los programas de televisión reflejaban imágenes apocalípticas por aquellos días: gente que quedaba atrapada en ascensores, protestas de vecinos sin agua, personas haciendo fila para cargar baldes de agua, multitudes comprando bolsas de hielo en estaciones de servicio, quejas por el aumento en los precios de las velas, entre otras.
Aquel verano, sin embargo, como ocurre todos los años, algunos funcionarios decidieron tomarse vacaciones y se dirigieron a sus lugares habituales de veraneo.
Los diarios y los programas de televisión reflejaban imágenes apocalípticas por aquellos días: gente que quedaba atrapada en ascensores, protestas de vecinos sin agua, personas haciendo fila para cargar baldes de agua
Tal como describió el diario Ámbito Financiero, cuando reconstruyó dos décadas después aquel enero, uno de los que lo hizo fue el entonces ministro de Economía del gobierno de Alfonsín, que también se vio afectado por los cortes.
"Por la falta de agua y luz en Pinamar, el ministro (Juan) Sourrouille explicó, con ropa deportiva y manguera en mano, que debió depositar agua en los tanques vacíos de su residencia. El primer fin de semana de enero, Sourrouille recibió al presidente Raúl Alfonsín en su casa de la costa", señaló el diario.
En tanto, las actividades del gabinete para los que se quedaron en Buenos Aires también se vieron alteradas por la falta de energía.
"La quinta presidencial de Olivos no quedó fuera de la planificación de los cortes. Fue así que a mediados de enero, en una cena que reunió a los principales funcionarios nacionales, se desarrolló bajo la luz que alumbraba un tenue 'sol de noche'", detalló Ámbito.
Años después, consultado por Infobae sobre la medida de emergencia que debió tomarse en todo el país durante aquellos días inquietantes, quien fuera secretario de Energía del gobierno de Alfonsín, aseguró: "Cuando usted le corta la luz a la gente, toda la familia, los chicos, los padres, los abuelos se acuerdan de usted. Se tiene la sensación de que es un funcionario incapaz de resolver los problemas. La gente llamaba a mi casa para insultarme, había mucha incomprensión. En mi casa también se cortaba la luz".
Muchos años y presidencias después de ese verano a oscuras, se volvió a hablar de la posibilidad de interrupciones programadas de la energía eléctrica. En 2013, el entonces jefe de Gabinete de la presidenta Cristina Fernández aseguró que, por la crisis energética y los reiterados cortes, el gobierno no descartaba implementar un régimen como el que se había llevado adelante en los '80. Sin embargo, poco después rechazó la idea y aseguró que se había manifestado "de manera incorrecta".
A pocos días de llegar a la Casa Rosada, en 2016 el gobierno de Mauricio Macri implementó un breve esquema de cortes de luz para programados para racionalizar la energía que no duró mucho.
El fantasma de aquel enero de 1989 visitaba entonces -y sigue visitando, casi de manera traumática- la memoria de los argentinos.
Seguí leyendo