A 43 años del intento de copamiento del Batallón de Arsenales 601 por parte del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), ocurrido el 23 de diciembre de 1975, Infobae accedió a dos documentos secretos del Ejército. Uno lleva la firma del coronel Eduardo Abud, entonces jefe de la unidad, y del mayor Roberto Barczuk, oficial a cargo de la seguridad ese día. El primero fue escrito seis días después del ataque. El otro está firmado por Barczuk y fue elevado varios años después.
Hasta ahora, casi todas las investigaciones sobre esa acción guerrillera – la de mayor envergadura realizada en la Argentina – parten de la base de que un soldado de la unidad era el informante del ERP y que el día anterior, lunes 22, advirtió a los guerrilleros que había "alerta roja" –con refuerzos para la defensa de la unidad- y, en virtud de esa información, el ERP postergó el operativo. Al día siguiente, ese soldado advirtió que el "alerta roja" se había levantado y Mario Roberto Santucho dio luz verde para realizar el ataque.
Sin embargo, los análisis posteriores indicaban que se trataba de un juego de inteligencia para que "el ERP mordiera el anzuelo" y que en realidad la unidad estaba reforzada. Los informes a los que accedió Infobae van a contramano de esa hipótesis.
17 años después: una versión diferente
En el documento de Barczuk del 18 de octubre de 1992, vuelve sobre el tema y afirma que el mismo 23 de diciembre, a las 10.30, "se hizo presente en el batallón el entonces mayor (actualmente coronel retirado) Arístides Bracamonte, portando la expresa orden de que se dejara sin efecto el estado de alerta dispuesto el día anterior para todas las unidades dependientes del Gran Buenos Aires ante presunción de ataque guerrillero sin dar precisión de qué unidad se trataría. Tal determinación obedecía a que había desaparecido el motivo que diera lugar a su impartición. Se ordenaba, además, que a partir de ese momento las medidas de seguridad quedaban libradas a criterio del jefe".
Barczuk, como se verá más adelante, advierte que la resistencia al ERP se hizo con el personal de seguridad de la unidad. Los informes secretos no abonan la idea de que hubo una encerrona por trabajo de inteligencia previo o de que la colaboración de un infiltrado en el ERP (Jesús El Oso Ranier) haya sido decisiva.
La infiltración del "Oso"
Según las investigaciones posteriores de del PRT-ERP y el interrogatorio a Ranier, éste dio aviso del ataque y la unidad militar estaba en alerta para contrarrestarlo. Lo mismo le confirmó el mayor de inteligencia Carlos Españadero al periodista Ricardo Ragendorfer durante su investigación para su libro Los Doblados. A partir de la información elevada por Españadero a sus jefes del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, el subjefe del Primer Cuerpo de Ejército, Albano Harguindeguy, convocó al coronel Abud y le advirtió:
-Coronel, tome nota: el lunes a la tarde el ERP le va a tomar el cuartel.
Según Ragendorfer, basado en Españadero como fuente, a partir de ese momento "se gestó la mayor movilización militar en zona urbana de la historia argentina. Los aprestos incluían unos seis mil hombres porvenientes de regimientos de Capital Federal, La Tablada y La Plata, con tanques, carriers de transporte de personal y helicópteros artillados. Además, otros mil efectivos aportados por las fuerzas de seguridad se encargarían de la represión externa. Al mismo tiempo, en el Batallón de Monte Chingolo, las medidas defensivas se extremaron como nunca".
El 23 de diciembre de 1975 a la tarde, de acuerdo a esa versión, los guerrilleros habrían sido recibidos por un impresionante operativo de seguridad.
Barczuk dice otra cosa
Por el contrario, Barczuk remarca que "teniendo en cuenta que el reducido efectivo operacional del batallón afectado a la Seguridad venía cumpliendo un régimen de recargos de guardia –debido al accionar subversivo- al mediodía (del 23/12) se dispuso el franco de cuadros y soldados manteniendo el efectivo de seguridad normal más un retén de un oficial subalterno, 3 suboficiales y 12 soldados".
Añade Barczuk que "el referido oficial (que debía hacerse cargo de la guardia a las 18) se vio imposibilitado de concurrir al cuartel quedando el servicio de seguridad constituido exclusivamente por suboficiales y soldados a órdenes del suscripto". De inmediato, Barczuk agrega: "A las 18,50, contrariamente a lo que por su errónea apreciación sobre la probable actitud del enemigo diera a conocer el comando operacional, se produjo un violento ataque de guerrilleros al cuartel".
Cabe mencionar que el tono crítico de este oficial del arma de Artillería fue expresado a los seis días del ataque al cuartel, luego fue condecorado, ascendido a teniente coronel y pasado a disponibilidad en 1991 sin ningún otro ascenso. Barczuk, tras el retiro, hizo cinco reclamos –membretados como secretos- donde también utiliza el tono crítico referido a la mala información brindada por la superioridad aquel 23 de diciembre. Respecto de los reclamos por negativa de ascenso, un alto oficial del Ejército dijo que "se trata de un procedimiento habitual pero que casi nunca prosperan".
Barczuk murió en octubre de 2002. La documentación quizá pueda contribuir a dilucidar algunos de los interrogantes del intento de copar una unidad militar con una fuerza guerrillera como nunca se había desplegado en la Argentina, ya que el Ejército jamás brindó información oficial sobre lo que allí sucedió.
Los hechos
El ataque reunió a las tres compañías que tenía el ERP en Buenos Aires, reforzadas por militantes de otros lugares del país. La acción involucraba a 250 guerrilleros y – desde la perspectiva de la organización guerrillera – tenía como objetivo político minar el golpe de Estado en marcha, que finalmente se concretó tres meses después. El objetivo militar era llevarse más de diez toneladas de armas y municiones.
El grupo principal debía tomar el cuartel y retirarse con las armas; las otras unidades tenían que neutralizar puestos policiales y, sobre todo, las rutas y accesos que deberían tomar los refuerzos de los regimientos 7° de La Plata, 3° de La Tablada y 1° de Palermo.
Si todo salía tal como lo planeado, los guerrilleros tendrían tiempo para esconderse: los partidos de Quilmes, Avellaneda y Lanús serían, hasta el mañana siguiente, una especie de territorio liberado. Al mismo tiempo, una unidad coparía una estación de radio para transmitir una proclama de la comandancia del ERP instando a los argentinos a sumarse a sus filas y enfrentar el golpe que estaban planificando las Fuerzas Armadas.
La acción estaba prevista para el atardecer del lunes 22 de diciembre: todas las unidades guerrilleras se concentraron esa mañana en las casas desde donde saldrían.
Si todo salía tal como lo planeado, los guerrilleros tendrían tiempo para esconderse: los partidos de Quilmes, Avellaneda y Lanús serían, hasta el mañana siguiente, una especie de territorio liberado
Los setenta combatientes del grupo de ataque debían encontrarse en un punto fijado a quince minutos del cuartel: desde ahí saldrían en una caravana encabezada por un camión seguido por dos pickups y cuatro autos. El camión tiraría abajo la puerta donde estaba el puesto 1 de guardia. Enseguida, los guerrilleros se desplegarían en pequeños grupos y podrían reducir la resistencia de las compañías de seguridad y de servicios. Gracias a su poder de fuego y la sorpresa, ocuparían los tres puntos neurálgicos: la guardia central, el casino de oficiales y los depósitos de armas.
Otros dos grupos debían cortar el camino General Belgrano para impedir la entrada de refuerzos y cubrir la salida de los camiones y los coches. Al mismo tiempo, varios comandos cortarían los caminos entre la Capital y el sur del Gran Buenos Aires: sobre todo el puente de La Noria y el Nicolás Avellaneda.
Las comunicaciones de los atacantes eran a través de walkie-talkies con el comandante de la acción, Benito Urteaga, quien se quedaría en una casa y consultaría con Mario Santucho, quien estaría en otra casa.
Postergación por "alerta roja"
El lunes 22 a la tarde, Urteaga mandó un emisario a ver a un soldado del ERP que hacía la conscripción en el cuartel. El soldado le advirtió que las guardias estaban reforzadas por 'alerta roja'. Urteaga consultó con Santucho: decidieron suspender la acción, pero dejaron acuartelados a los 250 guerrilleros. Esa noche la comandancia del ERP recogió otros informes y supo que el 'alerta roja' se había dado en muchas unidades militares: lo atribuyeron a los coletazos de una asonada de miembros de la Fuerza Aérea, encabezada por el brigadier Jesús Capellini, que había cesado el día anterior y que terminó con un cambio en la cúpula aeronáutica.
Las comunicaciones de los atacantes eran a través de walkie-talkies con el comandante de la acción, Benito Urteaga, quien se quedaría en una casa y consultaría con Mario Santucho, quien estaría en otra casa
Al día siguiente, el ERP lanzó el operativo. En plena tarde ocuparon un hotel alojamiento de Quilmes y entraron unos setenta miembros del ERP. Salieron luego en autos con las armas listas. El jefe del grupo de ataque, el capitán Abigail Attademo, quiso comunicarle a Urteaga que iba a proceder. El walkie talkie no contestó y Attademo decidió seguir adelante.
Un camión Mercedes Benz topó el portón de entrada, que saltó en pedazos. De adentro le dispararon fuego a discreción. El camión zigzagueó y se incrustó contra una garita. El chofer estaba muerto sobre el volante. El camino quedó abierto y el resto de los coches entró como pudo. Algunos guerrilleros se bajaban, otros metieron acelerador y se mandaron al fondo. Muchos atacantes cayeron en esos primeros minutos. Otros consiguieron abrirse paso y se dirigieron hacia sus objetivos.
Uno de ellos lo contaba, poco después, en el Estrella Roja, el órgano de prensa del ERP:
"Cuando estuvimos a cincuenta metros del portón -estábamos en el sexto vehículo- escuchamos las primeras ráfagas. Bajo intenso fuego enemigo, entramos decididamente al cuartel y tomamos por el camino preestablecido. En los otros grupos, apenas entramos, ya había varios compañeros muertos y heridos. Nos tiraban con ametralladoras pesadas y fal de todos lados. Era evidente que nos estaban esperando".
Más adelante agrega: "Comenzaron a pasar los helicópteros artillados disparando con Mag y trazadoras. Desde la torre empezaron a tirar con balas explosivas. Les tiramos con fal y máuser. En ese momento explotan granadas de gas asfixiante en una de las piezas de la guardia central… Al rato llegaron los tanques, nos cañonearon desde la plaza de armas… Sentí una mezcla de tristeza y bronca al ver que teníamos que dejar a algunos compañeros que estaban heridos y no podían moverse, pero eso se transformó en orgullo al escuchar que desde la caldera los heridos cantaban la marcha de nuestro ERP".
En plena tarde ocuparon un hotel alojamiento de Quilmes y entraron unos setenta miembros del ERP. Salieron luego en autos con las armas listas
La versión de Abud y Barczuk sobre las bajas
"El sistema de seguridad (del cuartel), no obstante la desafortunada información proporcionada horas antes por la superioridad, se mantuvo responsablemente alerta en sus puestos, en el celoso cumplimiento de sus consignas evitando que el agresor lograra imponer el factor sorpresa. Por el contrario, se vio sorprendido", afirma Barczuk en su reclamo de octubre de 1992. No quedan dudas sobre dónde puso el acento: en que le hicieron levantar el "alerta roja" con información errónea.
En el documento fechado el 29/12/75 enumera las bajas del Ejército y brinda los nombres de cuatro muertos (tres soldados y un sargento). Dice "Oponente: en este sector se recolectaron 25 cadáveres de delincuentes subversivos". En cuanto a heridos, enumera ocho heridos del Ejército. Agrega: "Oponente: no existen heridos".
Barczuk, en el documento de 1992, referido a las bajas, dice: "Producido el arribo de elementos de recuperación de La Tablada (una de las unidades militares más cercanas al Viejo Bueno) se procedió al rastrillaje de sectores localizándose 54 cadáveres de guerrilleros abatidos, de los cuales 10 eran mujeres". No habla, en cambio, de heridos y menos aún de detenidos.
¡Abran fuego!
La represión a los comandos del ERP se extendió a las villas miseria que lindaban con tres de los cuatro lados del cuartel. El barrio Iapi, frente al cuartel, albergaba a unas 5.000 personas. Santa María, a un costado, no tenía más de 1.000 pobladore. El barrio 25 de Mayo daba a las espaldas del cuartel y era el más poblado: cerca de 10.000 habitantes.
El ERP no tenía casas operativas en esas villas ni trabajo político entre sus habitantes. Había, en cambio, cierta presencia de Montoneros, a partir de unidades básicas abiertas tiempo antes por militantes del Movimiento Villero Peronista y la Juventud Peronista. Pero los locales de esas agrupaciones habían sido levantados por los ataques y amenazas de grupos de los intendentes de Avellaneda, Herminio Iglesias, de Lanús, Manuel Quindimil, y de Quilmes, José Ribella: las villas estaban en la intersección entre esos tres distritos.
Los 50 guerrilleros que pudieron retirarse del cuartel antes de que amaneciera el miércoles 24 de diciembre atravesaron las villas miseria. Muchos recurrieron a los pobladores para orientarse o esconderse por un rato o para que los guiaran hasta cruzar el arroyo Las Piedras, detrás del barrio Iapi; en algún caso llegaron a refugiarse en las casillas de los villeros para hacer primeras curaciones de heridos.
Los militares no entraron en las villas antes del amanecer, pero usaron las ametralladoras de los cazabombarderos de la Armada y de los helicópteros del Ejército sobre las viviendas y zonas descampadas de las tres villas hasta la madrugada cuando entraron tanquetas y soldados de infantería. Los militares avisaban por altoparlantes que nadie saliera ni se asomara hasta nueva orden.
Mientras, las patrullas del Ejército allanaban casa por casa y detenían indiscriminadamente: cientos de pobladores fueron llevados al cuartel para interrogarlos sobre posibles militantes del ERP escondidos en sus casas y pasaron Nochebuena y Navidad atados y encapuchados. Otros habían quedado tendidos en las villas, atravesados por las balas.
Vecinos del barrio Corina pudieron ver que el cementerio de Avellaneda, la noche del martes 23, fue rodeada por efectivos militares y por varios días ingresaron camiones con cadáveres.
El responsable de la represión posterior al ataque fue el general Oscar Gallino, quien le brindó una entrevista tenebrosa a la revista Todo es historia en 1991. Cuando le preguntaron si estuvo en contacto con guerrilleros detenidos en aquella noche respondió: "No tuve oportunidad de hablar porque las unidades de Inteligencia del Ejército, o del primer cuerpo que actuaba en esa ocasión, hicieron su trabajo". Días después, algunos familiares recibieron las manos de quienes buscaban.
Con los aportes de Gustavo Plis-Sterenberg (autor de Monte Chingolo, un libro de referencia) y del investigador Daniel De Santis, reconstruyeron una lista con nombres y apellidos de 67 personas entre muertos en combate, ejecutados de forma sumaria, y detenidos-desaparecidos. Esto incluye a quienes ingresaron al cuartel, a los que intentaron entorpecer la llegada de los refuerzos y algunos habitantes de las villas vecinas.
Pasados 30 años, en enero de 2006, se pudo identificar a 49 personas enterradas en la fosa común del cementerio de Avellaneda.
Respecto de los militares y policías muertos en el Batallón de Arsenales y en las inmediaciones, la cifra asciende a diez y los heridos fueron 35.
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