No se trata de una mera coincidencia. Habría que pensar, más bien, en un saludable y a la vez doloroso camino a atravesar, un vendaval de época que llegó para sacudir lo establecido, para movilizar y ayudar a abrir los ojos de muchos.
Al mercado editorial argentino llegó, a lo largo de todo 2018, una serie de libros que ponen en primer plano el abuso sexual infantil, la violación y la lucha de las mujeres que eligen decir "basta".
Entre otros, los lectores argentinos se encontraron en las librerías con la reedición de Enero, de Sara Gallardo, una novela de iniciación editada originalmente en 1958, que cuenta la historia de Nefer, una adolescente que debe enfrentarse a un embarazo no deseado luego de ser víctima de una violación.
También se editó localmente Tan cerca en todo momento siempre, de Joyce Carol Oates, un compilado de nouvelles de la escritora estadounidense. En uno de los relatos, La plataforma, el eje es el abuso infantil intrafamiliar.
Pero quizá uno de los textos más valientes y más crudos que apareció recientemente es el de Belén López Peiró, Por qué volvías cada verano (Editorial Madreselva, 2018). Allí, la autora eligió el género de la novela de no-ficción para contar su historia personal. Durante varios años, el marido de su tía, un comisario bonaerense violento, abusó sexualmente de ella. Lo hacía cada verano, cuando la joven -que entonces tenía entre 13 y 16 años- iba a un pequeño pueblo a pasar los veranos alejada de la ciudad.
Fue este texto, según contó en las últimas horas Thelma Fardin en distintas entrevistas, uno de los que le brindó herramientas para presentar la denuncia contra el actor Juan Darthés por violación. Una de las diversas lecturas que le ayudó a reflexionar sobre lo que vivió cuando tenía 16 años y se encontraba de gira por Nicaragua.
En diálogo con Infobae, la autora cuenta cómo está viviendo estos días de gran movilización popular ante la presentación judicial de la actriz.
"Es una semana en la que se pone en evidencia la importancia de la voz de la mujer, la voz de las mujeres que sufren algún tipo de violencia. Además se ve la importancia de que esto se haga a través y en compañía de colectivos de grupos y voces feministas que refuerzan y aumentan el volumen de esa voz haciendo más fuertes los reclamos, las denuncias y aliviando un poco el dolor individual de cada mujer que se anima a hablar. No hay que perder de vista eso", asegura López Peiró.
-¿Cómo te vinculaste con Thelma Fardin?
-Yo presenté Por qué volvías cada verano en abril y en la presentación estuvo la periodista Luciana Peker. A partir de eso nos conocimos, somos amigas y colegas periodistas. Ella tiene un rol importantísimo en el periodismo de género y entre otras cosas ella acompaña a veces a algunas mujeres. A Luciana le pareció que sería bueno que con Thelma pudiéramos vincularnos para que de alguna u otra manera yo la pudiera acompañar en el proceso que estaba haciendo. Nos pusimos en contacto por primera vez en julio y seguimos. Por supuesto que el martes estuvimos acompañando la denuncia que hizo Thelma. En el medio, Thelma leyó mi libro, entre otros que leyó, como el último libro de Luciana, Putita golosa, y también Teoría King Kong, de Virginie Despentes.
-¿Cómo definirías tu libro? ¿Es una novela, un relato de no ficción?
-Si tiene que entrar dentro de una categoría, creo que es una no-ficción. Es una novela polifónica, que narra a través de múltiples voces la historia del abuso que padecí en mi adolescencia, entre los 13 y 16 años en manos de un comisario de la provincia de Buenos Aires en el pueblo de mi familia, en Santa Lucía. Si tengo que dar una definición más personal creo que es una reconstrucción de mi historia. Es la forma que yo encontré de poder poner todas las voces que tenía en mi cabeza en un papel, y entender que no eran aisladas sino que todas juntas tenían un hilo conductor que las atravesaban y que contaban una misma historia, la historia del abuso.
El libro es una novela polifónica, que narra a través de múltiples voces la historia del abuso que padecí en mi adolescencia, entre los 13 y 16 años en manos de un comisario de la provincia de Buenos Aires en el pueblo de mi familia
-¿Y por qué distintas voces?
-El hecho de escribir distintas voces también ayudaba a poner en evidencia ese contexto que hace posible el abuso. Los abusos y las violaciones se dan siempre en un contexto, hay un contexto que hace posible esa situación y es necesario ponerlo en evidencia. Porque si no, no se deja ver por qué las mujeres no hablan, cuál es esa tensión que se genera, cuál es el lugar de las relaciones familiares, qué pasa con las distintas instituciones como la Justicia, la medicina o la psicología.
-¿Cómo nace en vos en vínculo con la escritura?
-Soy periodista y estudié comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Desde muy chica escribo. Pero recién fue a partir de empezar un taller con Gabriela Cabezón Cámara, hace tres años, que nació más que nada el vínculo con lo literario. Si bien yo leía, no había todavía escrito en esos términos. Entonces empezó con el interés de ir, de poder escribir cuentos, relatos o lo que surgiera, más como un hobby. Después fue que apareció esto.
-¿Eso fue a partir de algún momento determinado, de una imagen, de una situación especial que decidís contar esta historia?
-A fines del primer año del taller a Gabriela le llega una propuesta de Abuelas de Plaza de Mayo para que compartiera con nosotras, las chicas que íbamos a su taller. Ahí estaban armando una antología para jóvenes y querían armarla con fragmentos de relatos de escritores inéditos que hablaran sobre identidad. Entonces nos propuso que cada una escribiera y mandara para participar de esto. Cuando llegué a casa empecé a pensar en lo que para mí era identidad lo primero que me surgió fue el relato en primera persona del abuso. Después, si bien escribí ese primer relato en primera persona, surgieron las voces y decidí seguir escribiendo todas las voces que surgieran para después pensar bien qué formaba todo esto.
-En el libro aparecen los escritos judiciales de tu denuncia. ¿Cómo decidiste incorporar ese material al relato?
-Traté de dejar hablar a las voces para que la lectora o el lector pudieran sacar sus propias conclusiones. Lo que me pareció es que la voz de la Justicia merecía tener su propio espacio con su propio lenguaje, con su propia tipografía, con su propio léxico. Me parece que eso tenía un poder que yo con mis palabras no podía mencionar. Sobre todo por el impacto que tiene a la hora de nombrar los hechos, a la hora de escribir las situaciones. Además, porque me parece que no son muchas las personas que tienen acceso a denunciar por violencia de género. Que pudieran leer esos fragmentos me parece que podía dar un poco idea de lo que pasa o de lo que vive una mujer.
Más allá de que es necesario hablar, escribir y tener este tema en agenda, también es necesario que haya cada vez más oídos dispuestos a escuchar esta historia y hacer una diferencia
-¿Cómo vivís el hecho de que el tema del abuso sexual y la violencia contra las mujeres llegara para instalarse tan fuertemente en estos días?
-Algo que me dijo Gabriela Cabezón Cámara cuando estaba escribiendo el libro, cuando estaba empezando, fue: "Dejá todo lo que estás haciendo y escribí esto, este es el momento". En un principio, cuando lo estaba escribiendo no pensaba en la publicación. Cuando llegó el momento de leerlo por primera vez en la Feria del Libro pude entender que estábamos viviendo un contexto que abrazaba a este libro y que hacía posible que el libro pudiera publicarse y pudiera ser leído por la mayor cantidad de personas. Porque, más allá de que es necesario hablar, escribir y tener este tema en agenda, también es necesario que haya cada vez más oídos dispuestos a escuchar esta historia y hacer una diferencia. Si no, no tiene sentido.
-Hay una imagen muy poderosa en el texto, cuando la narradora dice: "Todo lo que perdí se volvió mi escudo". ¿Cómo se hace para correrse de la idea de que el abuso te marca de por vida?
-Un poco lo que quise transmitir en esa frase es ya otra etapa de lo que es el empoderamiento. Fue cuando por fin entendí que el abuso o la violación no es huella o una marca de por vida. Que la vida no empieza ni termina con el tipo adentro, sino que eso que viví se puede transformar en algo que a mí me da herramientas, que a mí me convoca en un empoderamiento que me permita transformar una violencia en una obra de arte.
-La imagen que se ve en la tapa del libro es una pintura tuya. ¿De cuándo es?
-Pinté eso en mi adolescencia. Y para mí fue muy loco encontrarme con esta pintura que había hecho cuando tenía 14 o 15 años. Era la entrada al pueblo, a Santa Lucía. Aparecen dos sombras ahí. Cuando con el editor de Madreselva empezamos a hablar de la tapa del libro, yo digo "mirá, encontré esta pintura que hice en la adolescencia". ¡No podía creerlo!
-Muchos leyeron a tu libro como una suerte de un manifiesto, como un gesto verdaderamente político al poner en la esfera pública esto que viviste. ¿Cómo te llevás con eso?
-Un poco a la hora de poner fragmentos judiciales lo que hice fue hacerme cargo y decir "esta historia es mía, yo vengo a decir lo que a mí me pasa porque quiero hacer una diferencia". Yo escribo y menciono las cosas por su nombre, no le ahorro ni un mínimo de dolor al lector o la lectora porque yo quiero que para ellos la lectura sea un golpe, yo quiero que ellos sientan cada vez que lo leen lo que siente una mujer cada vez que es abusada. Entonces estoy demandando al que lee que se haga cargo, que sienta y que pueda hacer algo con esta situación. Porque yo también tengo que hacerme cargo. Entonces, en ese sentido, es un hecho político. Es un libro que pone en evidencia lo que pasa hoy. En mi caso o en el caso de Thelma u otros son casos que son escuchados. Pero son dos o tres en un millón. Somos muy pocas las que tenemos voces y muchas menos las que denunciamos. Es necesario hacer algo para cambiar esto. Me parece que lo que demanda el libro es acción. Y también creo que pide más atención en el día a día, no dejar pasar cuando ves llorar a una compañera de trabajo, cuando tu mamá escucha una noticia y se pone demasiado sensible. Es ponerle palabras a una situación que durante muchos años fue un tema tabú.
Somos muy pocas las que tenemos voces y muchas menos las que denunciamos. Es necesario hacer algo para cambiar esto
-Además en la mayoría de los casos se está hablando de abusos intrafamiliares.
-Es que ese es el principal tema. Hablar significa, en la mayoría de los casos, denunciar a un familiar cercano. Porque la mayor cantidad de abusos y violaciones sucede en ámbitos intrafamiliares o en ámbitos de especial confianza, por ejemplo, lugares de trabajo. Entonces hablar significa romper con un orden establecido, cuestionarlo y que la comodidad ya no exista. Por eso es que se tiende más a ignorar, a no tener la cuenta, a correr la vista para que las cosas sigan igual. Hablar es una incomodidad. Nosotras venimos a incomodar. Y es importante tener eso en cuenta.
-¿En qué instancia está tu denuncia judicial?
-La comencé en 2014 y al día de hoy sigue en proceso. Un poco también es el mensaje de todo esto: es fundamental hacer la denuncia y que el proceso avance porque no puede dar lo mismo abusar o no abusar. Los actos tienen que tener consecuencias. Pero, por otro lado, está la importancia de hacer cada una su propio camino en el que la tranquilidad no dependa de la decisión de un juez o un fiscal. Es importante que cada una pueda encontrar un camino sanador y reparador, que en mi caso puede ser un libro y en otro caso puede ser un grito al unísono en la calle. Cada vez que me preguntan qué espero o no de la sentencia, la realidad es que yo siento que, si bien está bueno que haya una sentencia, por otro lado mi vida va más allá de eso.
Hablar significa, en la mayoría de los casos, denunciar a un familiar cercano. Porque la mayor cantidad de abusos y violaciones sucede en ámbitos intrafamiliares o en ámbitos de especial confianza, por ejemplo, lugares de trabajo
-¿Pero todavía le queda a la causa un curso largo?
-Sí. Por eso hay que pensar que los tiempos son otros. Imaginate esperar cuatro, cinco, ocho años y que tu tranquilidad dependa de eso. ¡Es muy doloroso!
-¿Se acercó mucha gente a contarte sus propias historias a partir de la salida del libro?
-El libro tiene por un lado lo literario, entonces se me acercan personas o comentarios acerca de lo que tiene que ver con eso. Porque, más allá de la historia, sigue siendo literatura y hay todo un trabajo atrás para que a las personas les impacte o les transmita la idea o puedan tener un mensaje o lo que sea. Por otro lado, está la historia y lo que pasa cada vez que una mujer la lee. Me pasó de recibir mensajes de mujeres que quizá nunca habían hablado y gracias al libro pudieron reconocerse víctimas de una situación, lo cual es enorme. Aparecieron otras mujeres que pudieron contárselo por primera vez a una hija o a una madre, por ejemplo. Me parece que el libro hace pone palabras a aquello que todavía ellas no pudieron poner. Y, en ese sentido, tiene un rol fundamental. La realidad es que cuando lo escribí y después lo publiqué no lo había pensado. Era más una reconstrucción personal y todavía no una intención de ser herramienta para ayudar a otras mujeres. Pero la realidad es que eso es una de las cosas más bondadosas que me dio el libro.
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