Una gran parte de la sociedad argentina todavía desconoce lo que sucede dentro de los hogares de menores. Muchos aún los confunden con los institutos correccionales. Otros todavían visualizan la imagen de las pequeñas Celeste Cid o Marcela Kloosterboer en Chiquititas. Y existe un factor casi unánime en el inconsciente colectivo: los jóvenes de los hogares para menores nunca crecen. Llegan allí como niños y así permanecen durante años, décadas.
Pocos, muy pocos, se permiten indagar en qué ocurre con la vida de esos adolescentes que, con apenas 18 años y después de haber sufrido en sus primeros años de vida abandono, violencia doméstica o algún tipo de abuso familiar, deben retirarse por obligación de esos establecimientos y salir a buscarse la vida adulta con escasez absoluta de recursos, en muchos casos sin una red de contención y en otras ocasiones en absoluta soledad.
La salida de los hogares de menores es un problema que parece haber encontrado la solución en las últimas horas. Después de haber sido aprobada en mayo de 2017 por unanimidad en la Cámara de Diputados y la de Senadores, la denominada Ley de Egreso fue reglamentada el último jueves: insta al Estado a apoyar la transición de los jóvenes a partir de los 13 años y sostenerlos mediante un subsidio desde que abandonan sus hogares, a los 18, hasta los 21. Hasta que comience a implementarse, miles de jóvenes tienen que cerrar su vínculo con los hogares cada año y no disponen de un sustento suficiente como para ganarse la vida en la calle con la mayoría de edad recién cumplida.
David Paredes tiene 28 años y Mariana Pérez tiene 22. Ambos vivieron durante muchos años en sus respectivos hogares de acogida y pudieron encauzar su vida adulta contra numerosas adversidades. Ambos prefieren mantener en reserva los detalles que los llevaron a vivir bajo un sistema de cuidado institucional, pero cuentan con orgullo cómo pudieron insertarse en la sociedad cuando muchos de los pronósticos se presentaban en su contra.
"El momento del egreso es de suma dificultad. Uno no es consciente a esa edad de que existen miles de requisitos: desde una garantía, buscar un alquiler, no tener la plata para poder pagarlo. Es un trabajo constante de saber el día de mañana cómo sacar un turno, qué es una garantía, cómo se consigue un trabajo, cómo se hace un currículum, cómo generar ahorros. Muchas cuestiones", le afirma Paredes a Infobae.
Ambos jóvenes forman parte de un proyecto de ocho años de antigüedad llamado Guía Egreso. Se trata de un grupo integrado por jóvenes que vivieron en su momento en hogares de acogida y que se encargan de compartir experiencias personales y difundir consejos y acompañamiento a aquellos adolescentes que se encuentren en las vísperas de tener que abandonar los hogares de acogida.
La Guía Egreso fue organizada en el 2010 por la asociación civil Doncel, enfocada desde hace más de 12 años en la etapa de transición entre la salida del hogar y la vida adulta de los jóvenes residentes en esas instituciones.
"Yo tenía 13 años y a mi hija Nayla de entonces 5 meses cuando llegué a un hogar para madres adolescentes solteras", relata Pérez a Infobae. La joven se calificó como la rebelde de ese hogar de acogida y advirtió que con el correr de los años, las compañeras la comenzaron a considerar como la líder del grupo.
David, a su vez, llegó al hogar Juanito con seis años, junto a sus dos hermanos, uno de 4 y el otro que en su momento tenía apenas unos meses. "Llegamos allí por falta de cuidado de mis padres".
Ambos debieron lidiar con los traumas emocionales construidos a partir del drama en sus primeros años de vida y los dos fueron testigos de cómo compañeros suyos padecían la falta de un referente que los acompañe y los aconseje al momento del egreso.
"Yo veía que la mayoría de chicas que se iban, lo hacían por las malas. Y al tiempo, cuando vos las volvías a ver tenían dos o tres hijos más. Lo primero que intenté agarrarme fue de eso: 'yo no voy a tener más hijos porque no puedo con una, no voy a poder con más. No tengo un trabajo, no tengo una casa'. Lo bueno es también esto, ver y agarrar los ejemplos de las personas también influye mucho", dijo Pérez.
Dentro de los hogares, los jóvenes deben desarrollar sus personalidades entre el desconocimiento del exterior, episodios de estigmatización en los colegios y una lucha constante y cotidiana con el abandono.
"Hay una constante en los hogares que es la rotación permanente del personal. Justamente para estos chicos que tienen ya una falencia importante en el tema de los vínculos poder hacer vínculo con algún trabajador del hogar les cuesta un montón. Lo primero que hace un chico cuando llega a un hogar es desconfiar. Todo el tiempo es volver a confiar y lidiar con el abandono. Cuando uno se va, se siente mucho eso", le afirma a Infobae la coordinadora de la Guía Egreso, Jessica "Keki" Waksmann.
"Uno tiene miedo al abandono siempre después a lo largo de su vida. Y así pasa en las relaciones personales, los trabajos, las parejas. Más allá de la parte económica, del estudio al momento de la salida, también está el aspecto emocional que se lleva después a todos esos ámbitos", agregó.
También los jóvenes encuentran su conflicto en episodios estigmatizantes o prejuiciosos en sus relaciones sociales, tanto durante los años escolares como a la hora de buscar un trabajo. "Algunos se sentían identificados a la hora de armar un currículum, entendiendo que el tocar el tema de los hogares de menores hacía que la mirada estuviera puesta en 'estuvo en un hogar'. Hay empleadores que no saben diferenciar entre un hogar de menores y un instituto correccional. Se los confunden bastante. Es fuerte porque querer ir a presentarte a un trabajo y que te condicione el hecho de haber estado en un hogar hace que se te dificulte aún más teniendo menos recursos", advirtió Paredes.
A lo largo del 2017, Doncel realizó una investigación comandada por los propios ex egresados de los hogares. Se concretaron unas 71 entrevistas entre pares con jóvenes que habían salido de los institutos con 18 años y se analizaron cuáles fueron las variables de cada historia. Los resultados fueron demoledores: un 58% afirmó no haber tenido un adulto referente ni contar con una red de ayuda comunitaria (apoyo de familiares o amigos).
Además, un 75% aseguró no haber participado de un plan de egreso en los meses previos a su salida de los hogares y uno de los datos más preocupantes radicó en que el 62% afirmó haber abandonado sus estudios secundarios después de su egreso. La necesidad de conseguir dinero para comer y pagarse un alquiler, los obligó a buscarse trabajos precarios de muchas horas que se terminaban solapando con los horarios escolares.
"Al no tener los estudios hace que vos tengas que buscar en la marginalidad laburos que quizás son en negro o no respetan cierta cantidad de horas", advirtió Paredes.
Y profundizó: "Los chicos que iban egresando de hogares, no les salía bien la cosa a la hora de buscar un trabajo. La vivienda que conseguían era precaria, o inclusive viviendo entre dos o tres terminaban volviendo a vivir con la familia, cosa que no se resolvía la situación familiar. Entraron al hogar por casos de violencia familiar y terminaban volviendo a ese mismo lugar".
Las salidas de David y de Mariana encontraron historias diametralmente opuestas. El joven tuvo la fortuna de que su hogar de acogida le permitió quedarse hasta los 21 años y hasta uno de los directores de la entidad se presentó como garante para el alquiler de su primera vivienda junto a una amiga. Por su lado, el adiós de Mariana de su hogar fue intempestivo y caótico.
"Yo no tenía planeado irme del hogar. Yo era la rebelde del hogar, la rebelde sin causa. Un día me agarró la locura, me levanté de mal humor, discutí con una persona del hogar y dije '¿Me abrís la puerta que me voy a comprar cigarros…?' y nunca más volví. Yo dejé absolutamente todo en el hogar. Lo único que agarré fue la billetera, la sube. O sea, ni siquiera agarré el celular. Ya no me sentía bien conmigo misma. Era un punto en el que yo no me podía limitar a recibir órdenes. Entonces, dije, me voy. Ni lo pensé, lo pensé en caliente. Después me arrepentí", reflexionó Mariana.
En el proceso de acompañamiento en los meses previos a la salida por edad de los hogares, los representantes de la Guía egreso confeccionaron una serie de 10 consejos primordiales para que los protagonistas puedan afrontar la vida adulta con mayor seguridad. Algunos de ellos radican en el conocimiento de la documentación personal que se debe tener, cómo ahorrar dinero, cómo armar una red de vínculos, cómo buscar un trabajo o terminar la escuela secundaria, entre otros puntos.
Otro de los focos de dificultad reposa en la precariedad económica en la que están sostenidos la mayoría de los hogares de acogida alrededor del país. Muchos de ellos apenas pueden ofrecer un cuidado muy precario hacia sus jóvenes (algunos con episodios de violencia incluidos), lo cual dificulta todavía más la etapa del egreso.
"Vos lo sacaste de la casa porque estaba viviendo una situación muy grave. Si además no tiene a ningún abuelo, tío, primos, hermanos donde ir a parar es porque está en una situación más grave", explica a Infobae Mariana Incarnato, directora ejecutiva de Doncel. "Entonces, si vos los ponés en una situación institucional de mucho desamparo, es como si fueras alimentando el problema con el que después nos encontramos nosotros cuando trabajamos con esta edad de más grandes. Se llaman desventajas acumuladas. Un pibe que viene con experiencias familiares muy difíciles, que va a un encuadre institucional de cuidado que no está bueno, deficitario en muchas cosas y entonces por ahí llega a los 18 años y no está nada bien. Remontar esa situación es muy complicado".
El último jueves y después de un año y medio, el Gobierno logró reglamentar la Ley de Egreso asistido. Se trata de un programa prácticamente redactado por los jóvenes y especialistas de la Asociación Doncel y que fue presentado en mayo de 2017 por la diputada nacional Carla Carrizo.
La ley fue aprobada por unanimidad en las dos cámaras del Congreso y supone un cambio radical para aquellos egresados de los hogares de acogida. El programa estipula que el Estado abastezca con un subsidio mensual entre los 18 y los 21 años a aquellos jóvenes que egresaron de hogares de acogida.
Además, cada uno de los jóvenes podrá contar con la figura de un referente adulto a partir de sus 13 años, con el que abordará temas clave como la salud, la educación y su futura inserción laboral. Estos representantes también recibirán un porcentaje de ese subsidio estatal.
Hasta el momento, desde la organización Doncel se recibió con felicidad la tan esperada reglamentación de la ley.
Si bien sus caminos fueron totalmente diferentes, David y Mariana pueden representar el ejemplo de que el haber podido escuchar los consejos de pares más experimentados, permitió dos vidas insertadas en la sociedad. Después de seis años trabajando en una cafetería, Paredes continuó con su carrera de derecho y logró conseguir un puesto laboral en un estudio jurídico.
Por su lado, Pérez fue desde empleada en Farmacity hasta empleada en una empresa de artículos de librería para oficinas.
Según explicó la directora de Doncel a Infobae, la última cifra de jóvenes sin cuidado parental e incluidos en un sistema de cuidado institucional asciende a 9.200, una caída considerable respecto a los 15 mil revelados en el 2014.
"Yo te puedo decir: hay muchos chicos menos en los hogares, y uno se puede preguntar: ¿eso es bueno o no? Es bueno si es que eso redundó en que hay familias que están mejor. No es bueno si vos sabés efectivamente que lo que pasa es que el sistema está tan colapsado que hay miles de pibes que están hechos mierda en sus casas pero nadie los va a ver, los va a buscar y no hay detección del problema", explicó Incarnato.
En principio, representantes de Doncel y de la Guía Egreso organizarán hoy el primer foro nacional de jóvenes sin cuidados parentales, en el que se reunirá a chicos egresados de hogares de acogidas de todas las partes del país. El evento se realizará desde las 9 de la mañana en la Ciudad Cultural Konex.
"Hay un protagonismo de los pibes que es muy genuino y eso de alguna manera es lo que te permite pensar que hay una lucha que puede continuar. Entonces, por primera vez, juntar pibes de toda la Argentina que viven o vivieron una situación como esta, convocarlos a un movimiento, un colectivo, a construir, a decir 'mirá, hace cinco años estábamos viviendo esto y hoy tenemos esto'. Es una conquista, tenemos más derecho, es un hito, pensando que este tema no existía para nadie. Hoy tenés un resultado y la lógica es que todos los movimientos de lucha se llevan adelante por los propios protagonistas".
FOTOS: Maximiliano Luna
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