Infobae en Harvard: estudiantes argentinos revelan los secretos de la escuela de negocios más influyente del mundo

Solo el 9% de los aspirantes son aceptados y este año hay 10 argentinos, entre ellos dos mujeres. Radiografía del claustro académico que forma a los próximos líderes empresarios

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CAMBRIDGE, Estados Unidos.- Llueve con furia desde hace días, por momentos el viento helado corroe la piel, pero las 16 hectáreas del campus más encomiado de la universidad de Harvard, el de su escuela de negocios, se perfila tan imponente—y a la vez tan inescrutable— que torna superflua cualquier contingencia. De entrada, el ámbito académico inhibe por la belleza del paisajismo y por la arquitectura de sus 38 edificios, la mayoría de estilo neo georgiano. Una impronta muy bostoniana que aquí aparece asociada a apellidos de donantes ilustres en las fachadas. Como el de Bloomberg, esculpido en una mole blanca que al traspasarla alberga la mayor biblioteca del mundo en temas de negocios y exhibe una muestra sobre el auge y caída de Lehman Brothers.

El Bloomberg Center alberga en
El Bloomberg Center alberga en su interior a la biblioteca Baker. Con más de 600.000 volúmenes es la mayor biblioteca del mundo especializada en negocios.

El billonario ex alcalde de New York integra además la larga lista de ex alumnos notables de la célebre Harvard Business School (HBS), el semillero de líderes disruptivos, con ansias de innovar, de generar riqueza a granel, y de contribuir con la mejora social desde los ámbitos más diferenciados. Ese mandato es parte medular de la doctrina de HBS que en 1922 rompió el molde pedagógico, creó el Método del Caso e instaló el debate socrático en las aulas. Mientras sus competidoras impartían el saber de forma vertical, HBS pulverizaba ese esquema. Discutía con fundamentos y apertura todas las aristas de un problema. Los dogmas se descartaban y muchas veces un nuevo tipo de conocimiento empírico, producto del intercambio plural, emergía de la teoría.

En HBS se formaron personalidades disimiles: el economista Michael Porter; los ex presidentes George W Bush y Vicente Fox; el ex estratega de Donald Trump, Steve Bannon; el astronauta Michael Collins; la supermodelo Tyra Banks y hasta el inversor Joshua Kushner, el hermano demócrata Jared Kushner, yerno y advisor de Trump. Esa es apenas una muestra de la diversidad de la que se jacta. La nómina en el plano vernáculo se completa con el centenar de egresados argentinos. Una casta empresarial y política más homogénea encabezada por Cristiano Rattazzi, Luis Pescarmona, Alberto Grimoldi, Alejandro Elsztain, Alex Oxenford y Horacio Rodríguez Larreta. Hay muchos otros emprendedores y CEOs, aunque de perfil más bajo. Pero sólo una empresaria argentina, ajena a esa casa de estudios, dejó su sello indeleble. Fue Amalia Lacroze de Fortabat quien prefirió instaurar una beca con su nombre para respaldar a sus connacionales. Amalita entendía la filantropía. La usó de forma eficaz y empujó a decenas de argentinos a concretar sueños de excelencia.

En el Aldrich Hall, precedido
En el Aldrich Hall, precedido por una escultura del catalán Plensa, estudian los alumnos del primer año del MBA.

John Rockefeller Jr., en cambio, eligió honrar a su padrastro, Nelson Aldrich, para bautizar al edificio al que Infobae está a punto de ingresar. Fue invitado a presenciar las clases como oyente e interactuar con los alumnos. El enigmático rostro de una niña, Inés, la instalación escultórica del artista catalán Jaume Plensa antecede en el jardín al Aldrich Hall. Ese guiño estético anticipa la atmósfera de sofisticación que se respirará adentro: una extensísima colección de arte contemporáneo—también donada— jerarquiza los señoriales pasillos que conducen a las aulas. Son pequeños anfiteatros dotados con última tecnología. Las banderas de diferentes países desplegadas en las aulas, que representan a los estudiantes que ingresaron este año, hablan del cosmopolitismo universitario en Harvard.

Allí estudian 930 alumnos de primer año de uno de los posgrados empresariales más copiados de la esfera académica mundial: se trata de su MBA (Master in Business Administration) que este año contó con 9886 aspirantes. Sólo el 9,4 % de los postulantes logró franquear los cinco filtros para formarse allí e integrar luego, tras dos intensivos años de estudio y trabajos de campo fuera del país, la selecta comunidad de los graduados en negocios de Harvard. Con el valor de la diversidad como timón y el requisito excluyente de exhibir cualidades del líder—un tipo de liderazgo pensado para "hacer una diferencia en el mundo", según el lema de HBS— este año hay 10 argentinos entre el alumnado de 69 países. Un 37% de los estudiantes es extranjero, un 26% pertenece a minorías étnicas y hay un 41% de mujeres. La edad promedio es de 27 años y América Latina está representada a través del 6% de los alumnos, con predominio de brasileros y mexicanos.

El jardín trasero del Adrich
El jardín trasero del Adrich Hall convoca a los alumnos durante los recesos cuando no llueve o nieva.

A la conquista del mundo de los negocios

Si la ambición (bien entendida) en Argentina tiene mala prensa, en HBS es el motor para la transformación, un requisito excluyente. "Harvard te habilita a pensar más en grande", apunta Tomás Musich (29), licenciado en Administración en la UCA. "El gran valor que tiene es que al hacer cherry picking entre la crema de los aspirantes [sacar la cereza del postre] reclutan a los mejores entre el 10% de los estudiantes. Eso te expone ante gente muy buena y capaz y automáticamente tu red comienza a expandirse sin demasiado esfuerzo. Desde el lado positivo te alimenta el ego también: pensás que algo grande tenés que hacer. Ves al mundo más chico pero más alcanzable también. Y entendés que ese mundo es para la gente que tiene ganas de ir a buscarlo".

Tomás Musich estudió en la
Tomás Musich estudió en la UCA administración de empresas e ingresó a Harvard con el anhelo de fundar su propía start-up de tecnología

Durante su cursada en la UCA, Musich comenzó a trabajar full-time en la consultora Price Waterhouse (PWC) para pagar sus estudios. Evaluaba compañías del agro. Cursaba temprano, trabajaba ocho horas y regresaba a la universidad por la noche para aprobar el resto de las materias. Lo aburría asesorar "industrias ya establecidas como el agro", pero lo entusiasmaba la tecnología y el emprendedorismo.

Kaszek Ventures, un fondo abocado a invertir en empresas de tecnología en Latinoamérica, creado por uno de los fundadores de Mercado Libre (ML), Hernán Kasah y Nicolás Szekasy, el ex CFO (Chief Financial Officer) que manejó la irrupción de ML en el Nasdaq, buscaba talentos y lo contrató. Al tiempo Musich encaró su propio proyecto. "Pero a los seis meses me di cuenta de que no caminaba. Me faltaban herramientas y networking y ahí es cuando decido ingresar en HBS. Tenía el ejemplo de ML cuyo primer financiamiento lo recibió  a través de un profesor de Stanford", cuenta. "Quiero volver y agregar valor en la Argentina. Arrancar con mi propia compañía de tecnología. Me gustan los desafíos porque estoy inspirado por mis jefes que lograron algo extraordinario", agrega. Y revela que se endeudó para pagar los estudios aquí aunque eso no le saca el sueño.

El campus de la escuela
El campus de la escuela de negocios de Harvard hechiza con su sinfonía de ocres durante el otoño.

Di Tella y Cavallo Jr.

Mientras la babel de estudiantes permanece en las aulas discutiendo casos—son sobre negocios reales y más o menos actuales, que luego se venderán a otras universidades—, afuera una estampida otoñal de hojas tapiza por algunas horas los jardines del campus. Hay ardillas y hasta conejos merodeando el flemático edificio Morgan, que aglutina algunos de los despachos de los 217 profesores, que además son investigadores. Allí tienen oficinas los economistas argentinos Rafael Di Tella y Alberto Cavallo, hijo del ex ministro de Economía. Y allí también atienden por turnos a los alumnos, preparan nuevos casos y les dan forma a sus trabajos académicos. Mientras que Cavallo logró medir la inflación en la Venezuela de Maduro, por mencionar sólo una de sus investigaciones, Di Tella evaluó junto a un colega la reincidencia criminal de presos monitoreados por dispositivos electrónicos.

Entre todos los campus de
Entre todos los campus de Harvard, el de la escuela de negocios es el más deslumbrante.
El predio de HBS es
El predio de HBS es de 16 hectáreas y posee un paisajismo exquisito.

¿Qué hace al MBA de Harvard oscilar entre el primero y tercer puesto entre los mejores del mundo? Hoy, según los rankings internacionales de universidades, HBS se ubica detrás del MIT y de Stanford. Aunque entre los argentinos entrevistados por Infobae, que también aplicaron allí y fueron aceptados, Harvard siempre fue su primera opción. Suele ocurrir—revelan—  que aquellos talentos aceptados primero por alguna de esas tres universidades Ivy League, son también detectados por el resto. Muchos terminan de definir su ingreso en función de aspectos muy personales que buscan como baluarte. De todas formas la rivalidad histórica de Harvard no es con la vecina MIT ni con la universidad de la costa oeste sino con Yale.

Los aspirantes para ingresar el
Los aspirantes para ingresar el año próximo visitan el campus. Los alumnos los guían e informan sobre cómo son las exigencias académicas.

Existe el prejuicio—apoyado en el valor de la matrícula que junto al costo de vida suman la friolera de USD 120.000 al año— de que sólo los hijos de familias pudientes logran ingresar. Pero el sistema —aclaran— se rige por la meritocracia académica, la diversidad de formaciones y las evidentes aptitudes para el liderazgo. Una vez sorteados los cinco filtros con los que Harvard selecciona, es la propia universidad la que extiende becas. Las recibe cerca de un 50% entre los aceptados que logran probar la necesidad, aunque nunca es por el valor total. Y es la propia HBS la que los instruye para que elijan como financiar el resto a través de créditos bancarios a tasa del 7% anual con plazos de cancelación de hasta 15 años.

Estudio colaborativo

El salario que asegura un título en Harvard disipa cualquier síntoma de estrés entre los endeudados. Y los eximidos de tomar riesgos son porque trabajan en consultoras internacionales que solventan la formación. Dependiendo del caso, hasta cubren los costos de vida con el compromiso de que al finalizar regresen a trabajar allí por dos años.

Tomás Bergés ayuda a sus
Tomás Bergés ayuda a sus compañeras durante un receso y les explica problemas de logística y operaciones

El ingeniero industrial (ITBA) Tomás Bergés recibió ese tipo de incentivo. Trabajaba en la consultora internacional de gestión global Bain & Company y se movía por América Latina para asesorar a empresas sobre planes de desarrollo e inversión. "Sentía que necesitaba aprender la parte de administración para manejar mejor el área de los negocios y apliqué a Stanford, Wharton y Harvard", cuenta durante un receso, en el que les enseña a sus compañeros a resolver problemas logísticos. Al menos entre los latinoamericanos—dicen— reina el espíritu colaborativo.

"El proceso de admisión es complejo e insume al menos seis meses. Yo lo encaré como un proyecto con dedicación constante y planificación de mi tiempo. Me informé primero sobre las universidades con gente que estaba cursando o con ex alumnos y le dediqué 100 horas para preparar el GMAT [examen de lógica y matemática cuyo puntaje máximo es de 800 puntos; se necesitan al menos 700 para ingresar en HBS]. Reforcé el inglés para el Toefl [la prueba de idioma], les pedí dos cartas de recomendación a mis jefes y lo que más me costó fue la parte introspectiva: escribir el ensayo donde mostrás quién sos y cuáles son tus capacidades. Expuse sobre la dificultad, sobre lo que a mí me gusta pero me cuesta. El fútbol, por ejemplo, que me encanta pero soy un desastre", se sinceró Bergés. El quinto filtro es el más enigmático. A través de un entrevista personal exhaustiva, HBS selecciona quién ingresa y quién no. La personalidad proactiva, el alzar la voz, exhibir desafíos, ganarle a la adversidad, buscar un efecto multiplicador con lo aprendido y también la cortesía y las buenas formas dicen que inciden en ese filtro final.

Bergés ya había sido aceptado por Stanford y Wharton cuando llegó la ansiada carta de HBS, su primera opción. "Lo más estimulante acá es la gente con la que interactuás. No es que estés rodeado de cráneos, sino que es gente muy automotivada y eso contagia. En las clases estás con 90 personas debatiendo sobre temas de negocios y te das cuenta que todas las perspectivas te suman y que además todos han hecho cosas interesantes. El rasgo común es estar rodeado por gente dispuesta a hacer que las cosas pasen. Arman una empresa y les puede ir mal o bien pero nunca se van a quedar dando vueltas", describe.

El debate, la perspectiva y el argumento eficaz

Son las 11.30 y en la clase el profesor de liderazgo Paul McKinnon desmenuza el caso Bridgewater, uno de los fondos de inversión más redituables y grandes del mundo, fundado por Ray Dalio, ex estudiante de HBS. Dalio tiene una manera particular como CEO de conducir a la organización: les demanda a sus empleados un tipo de transparencia y honestidad que excede toda cuestión laboral y que él está convencido impacta directamente en la performance del negocio. A tal punto lo está que "patentó" su método para expulsar egos,  que fue editado luego en formato libro.

En las clases de Harvard
En las clases de Harvard se discuten casos reales de negocios. Gentileza HBS.

En el aula los oyentes son bien recibidos. Tras una breve presentación de los "colados" se debate sobre cultura organizacional y sobre si ésta afecta o no la performance empresarial. Indefectiblemente uno piensa en el Congreso argentino y en cómo aquí se dirimen las diferencias de manera mucho más eficaz. Las opiniones y adhesiones al método Dalio son desde diversas a antagónicas. En eso están los alumnos, hábilmente conducidos por McKinnon, cuando irrumpe sorpresivamente el profesor de Finanzas, Ted Berk. Despliega gráficos, compara resultados y va a los hechos: analiza las ganancias superiores a las de otros fondos competidores. Si bien se intuye que Berk no comulga con las formas intrusivas que impone esa organización (se graban en video las reuniones y se guardan para consulta), los resultados probados desconciertan. A dos voces, entre la perspectiva del liderazgo y la de finanzas, estudiantes de India, Francia, Italia, Corea, Uruguay y Canadá exponen fallas y aciertos. No hay verdad revelada. Cada uno sabrá cómo aplicar lo aprendido.

Junín, Bélgica y Boston

Joaquín Romero (29) nació en Junín. A los 17 años se mudó a Buenos Aires e ingresó al ITBA. Durante seis meses estudió en Bélgica gracias a un intercambio y más tarde trabajó en el área de operaciones de Toyota. "No soy un dotado—dice—lo mío es más bien esfuerzo y constancia". Una vez recibido de ingeniero industrial hizo un máster en finanzas en la Universidad Di Tella y luego pasó a trabajar en planeamiento estratégico en Mercado Libre. Esa empresa pareciera ser la más admirada entre las tecnológicas. Otro punto común entre los testimonios es la valoración que hacen de la educación argentina. "Uno cree que la brecha va a ser grande –dice Romero– pero los que estamos acá somos productos de esa formación".

Joaquín Romero estudió en el
Joaquín Romero estudió en el ITBA y obtuvo un máster en la Di Tella, pero quiso completar su formación integral en HBS.

Romero eligió HBS y no el MIT, que descartó cuando ya lo habían aceptado porque buscaba una formación complementaria. "Aspiro en un futuro a ocupar un lugar de liderazgo en América Latina. Y para eso, además de que esas cualidades otros las reconozcan porque aprendiste a desarrollarlas, requiere entender los contextos globales y las distintas variables de un negocio, desde estrategia hasta RR.HH. Esa habilidad de 360° te la da Harvard, que más que enseñarte un saber específico te enseña a pensar, a sacar lo mejor de los demás, y a poder tomar mejores decisiones", dice.

Sobre su futuro, agrega: "La región tiene muchísimo potencial de desarrollo tecnológico. Es un campo de oportunidades y de desafíos. Sin dudas me gustaría volver".

Confiado en que éste era el momento, Romero debió elegir y saltó a la red: dejó en Buenos Aires trabajo, pareja y amigos. "En mi etapa de preparación para el ingreso tuve muchos conflictos por falta de tiempo. Tenía que dedicárselo al estudio y a preparar las applications. Pero en un momento entendés de que la oportunidad pasa una vez y es ahora o nunca. A pesar de que dejé cosas, siento que hice lo correcto".

Vinculaciones y algo más

El intercambio de experiencias con alumnos y profesores y el networking—"todo un trabajo en sí mismo"— es otro de los aspectos que destacan los argentinos. Subrayan ese valor agregado, ya sea fuera del aula, participando en la ristra de actividades extracurriculares que ofrece HBS, o a través de los intercambios cara a cara pautados con exitosos emprendedores e inversores que viajan especialmente a Massachusetts una vez al mes. Esos programas se denominan Entrepreneur In Residence o Investors In Residence. "Ellos lo hacen como una forma de trabajo solidario", describen. "Por lo general son ex alumnos o empresarios exitosos que tienen incorporado eso de contribuir con el desarrollo del otro. Hay desde CEOs a managers de bancos o industrias que te recomiendan con quién contactarte. Si pueden interceden ellos mismos para vincularte o escuchan tu idea de negocio y te aconsejan durante 30 minutos".

El grupo de argentinos valora
El grupo de argentinos valora las vinculaciones que les ofrece la universidad.

Días atrás el empresario Thomas Tull, ex CEO de Legendary Entertainment, productor de Superman y Godzilla, entre más de 30 films muy taquilleros, ayudó a una latinoamericana a vincularse con las áreas de marketing de los grandes estudios de Hollywood porque buscaba una pasantía para hacer durante el verano. En medio de la entrevista, sacó el celular, llamó al contacto y le recomendó que la conociera. "Algo habrá percibido, es gente muy despierta para reconocer valor, si no ni se inmuta", revelan los argentinos.

De Tucumán con vocación transformadora

Quizás el caso más extraordinario entre los argentinos sea el de Valentina Toll Villagra (25) que en Harvard cursa un doble máster, en Ciencias de la Ingeniería y en Negocios (MS-MBA). En la secundaria en Tucumán había participado de uno de los programas de Junior Achievement y la experiencia le mostró una vocación emprendedora que hasta entonces desconocía. "Si miro atrás esa fue la semilla", dice. Estudiaba ingeniería mecánica en la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, y observó que la carrera se limitaba al mantenimiento de máquinas o a procesos que ya existen, mientras en EE.UU los mismos programas ahondaban en la innovación y en la creación de nuevos procesos, maquinarias y productos. Reforzó su inglés y aplicó para poder continuar con sus estudios en la Universidad de Boston. Cuando volvía a la Argentina en el verano buscaba pasantías en lo suyo. Pero la desmotivaba que las empresas abrían esos cupos sólo para los hombres. Desistió. Al recibirse se mudó a Texas y trabajó dos años en Amazon, pero su anhelo era seguir formándose para crear algo nuevo. "El estar acá me motiva a querer desarrollarme más", cuenta.

Agustina Toll Villagra, tucumana de
Agustina Toll Villagra, tucumana de 25 años es la más chica del grupo y la única que cursa un doble máster en ciencias y negocios.

"Mi anhelo—confiesa—  es poder innovar en industrias muy tradicionales y conectarlas con la tecnología del siglo XXI. ¿Cómo modernizás un supermercado, cuya estructura no cambió en nada? Mi desvelo está ahí, en industrias que en su obsolescencia necesitan ser transformadas. La construcción, la administración de la medicina, por ejemplo".

Para resumir su experiencia en HBS, Valentina dice: "Nadie puede enseñarte lo que el futuro traerá, pero sí pueden darte las herramientas para interpretar contextos y para idear las soluciones por vos mismo. De la misma manera, aquí no te dan la fórmula del éxito ni la del liderazgo. Te enseñan cómo tenés que pensar para que las encuentres por vos mismo".

Si todo sale según lo
Si todo sale según lo planeado Valentina y Tomás egresarán en 2020.
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