La arquitectura de la icónica Avenida Alvear, en el barrio porteño de la Recoleta, es reflejo de la herencia cultural que llegó al país desde Francia. Palacetes, edificios de estilo Luis XV y fastuosas embajadas aún resisten el paso de la modernidad. En sus casi ochos cuadras de extensión, hay una esquina que sobresale por su estética disruptiva que hace que los transeúntes se detengan a contemplarla.
En la esquina de Rodríguez Peña y Alvear se erige uno de los edificios más enigmáticos de la ciudad de Buenos Aires, la Residencia Maguire, una de las pocas obras sobrevivientes de un corredor de palacetes de la alta burguesía que fueron demolidos o transformados en hoteles.
Desde 2002, este fastuoso chalet fue declarado Monumento Histórico Nacional, al igual que sus dos residencias adyacentes, el actual Palacio Duhau-Park Hyatt y la Nunciatura Apostólica, todas pertenecientes a una familia de origen francés: los Duhau.
La mansión fue construida en 1898 con una estética inglesa.
A fines de 1920, el palacio fue vendido a la familia Duhau con un pedido de rediseño al prestigioso francés León Dourge: "La residencia fue remodelada según los cánones estéticos de los Duhau. De estilo tardo victoriano, había sido construida por el ingeniero Alejandro Hume según proyecto del arquitecto británico Charles Ryder", detalló a Infobae Fabio Grementieri, vocal de la comisión nacional de monumentos y de lugares de bienes históricos y profesor de la Universidad Di Tella.
"Consecuentes con la tradición francesa admirada, no alteraron el exterior del edificio que aparecía así como el antiguo casco renacentista al que se agregaba el nuevo pabellón dieciochesco", contó Grementieri.
Los hermanos estancieros Alberto y Luis, ex ministro de Agricultura y Ganadería durante la presidencia del Agustín Justo, adquirieron lotes de la zona. Realizaron varios encargos a Dourge para construcciones tanto en Recoleta como estancias en la provincia de Buenos Aires.
Hoy cuenta con una sola heredera, Susana Duhau -nieta de Luis-casada con John Maguire ,que divide su tiempo entre Buenos Aires y el exterior. Actualmente, la casa está semi habitada- sólo se encuentra en uso un sector que poco se visibiliza desde el exterior. Es custodiada por un grupo de caseros y cámaras de seguridad. El frente, de cara a Alvear, está cerrado con poco movimiento de sus residentes.
Por su estilo arquitectónico con detalles góticos, su fachada con poco mantenimiento y el hermetismo que la rodea, los vecinos la apodaron "el Castillo de Drácula".
Alicia, residente del barrio, afirmó que pocas veces vio entrar ni salir a nadie pero que cada tanto ve cómo se enciende una luz en el ático.
Algo similar describió el historiador Daniel Balmaceda, vecino de la residencia.
"Paso todas las noches y es inevitable mirar hacia arriba para ver la clásica luz que sale del cuarto superior", apuntó.
Infobae pudo confirmar esta curiosidad que despierta la residencia. En más de una ocasión, los dueños fueron contactados por asociaciones de arquitectura o inclusive particulares que están interesados por descubrirla con una objeción por parte de los herederos.
La construcción de esta enigmática residencia responde a un estética ecléctica: por un lado techos inclinados y torres con impronta gótica, detalles renacentista en sus ventanas y aberturas, ladrillos a la vista combinados con piedras, ornamentos románticos.
Rejas de hierro con diseño de herraje rodean la singular construcción que posee un extenso y frondoso jardín, ideado por el prestigioso paisajista Carlos Thays en 1913. Entre sus joyas, en el nivel inferior del terreno una extensa pileta recubierta rodeada por una arcada que hace las veces de basamento a la terraza.
La llamativa esquina se conserva casi en su integridad como estaba en sus comienzos. Para la edificación de la residencia se emplearon materiales como piedras, ladrillos, tejas, todos traídas de Escocia.
Entre los puntos llamativos, el enorme magnolia que sobresale de la propiedad y le otorga un aire aún más sombrío. El interior – otra verdadera joya-, dividido en tres pisos, un subsuelo lugar para las calderas, primer piso, donde se sitúan los salones de recepción con doble altura, el segundo para las habitaciones y el sector privado y ático para el personal de servicio.
La familia Duhau rediseñó "algunos de los salones de recepción y los cuartos privados también a la manera de las intervenciones "Ancien Régime", es decir para actualizarlos desde el punto de vista estético, en relación a las colecciones de mobiliario y objetos, y en función de mejorar los estándares de confort y comodidad que dictaban los cambios en el gusto", agregó el especialista.
"Respondiendo a los cánones de la época el interior, fue revestido de boiserie, decorado con vitraux de colores y paredes entreteladas, todo acompañado de una lujosa colección de muebles", detalló.
Esta misma residencia, que fue inaugurada oficialmente en 1893, fue sede de exposiciones de arte de aficionados coleccionistas, cuyo curador fue Eduardo Schiaffino. Este fue el puntapié para la inmediata inauguración del Museo Nacional de Bellas Artes.
Allí sigue de pie tan intrigante como imponente la Residencia Maguire, a la espera de que algún día le abra las puertas a los turistas que están deseosos de conocerla.
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