"Hay que detenerse a preguntar '¿Cómo es tu realidad?' Al final todo se trata de las ópticas", explica Julieta Gómez Blumencwejg a Infobae en una sala del Centro Cultural Recoleta que exhibe en sus paredes preguntas y respuestas, escritas y en video, sobre qué es, cómo se vulnera, se desarrolla y se expresa lo íntimo. "La intimidad está muy relacionada a los universos subjetivos", alcanza a decir antes de que se interrumpa la charla.
La conversación con Julieta -curadora, junto a Trinidad Metz Brea y Macarena Zimmermann, de la muestra INTIMX- frena porque un taconeo rabioso en el pasillo anuncia la entrada triunfal de una joven que irrumpe saludando a los gritos y disculpándose por la tardanza, para luego derrumbarse agitada sobre una alfombra de pelo blanca desde la que posará después para la cámara con una abrumadora facilidad.
Es Valentina Brishantina (23), actriz y drag queen, que lleva puesto un vestido negro ajustado con transparencias en el escote, medias naranjas brillantes que contrastan con sus zapatos abotinados negros de por lo menos 10 centímetros de alto y una campera naranja fluorescente abajo de una piel que cubre sus hombros.
Unos instantes después de ella llega Tian Aviardi (31), bailarín y coreógrafo, que aparece con su pelo rapado y sus bigotes de un blanco inmaculado, vestido con joggings rojos y un buzo informal. Un arito en su oreja derecha y unas gafas negras transforman la comodidad en un outfit canchero.
"El único objetivo es que entrar acá te haga cuestionar tu relación con tu intimidad y la intimidad de los demás, que el concepto de intimidad que tengas preestablecido o deconstruido se vea potenciado o cuestionado en tu mente por estar acá", detalla Julieta.
La muestra los reúne porque, además de una parte visual con videos y testimonios sobre la intimidad "desde una perspectiva de género", incluyó actividades prácticas que Valentina y Tian dirigieron: un "taller de experimentación Drag" y un "taller de de baile Voguing".
Una drag queen es un hombre o una mujer que se visten o se "montan" representando a una mujer de rasgos exacerbados y, a través de diferentes disciplinas artísticas, exponen con histrionismo toda su elegancia y sensualidad, cuestionando, a través de su apariencia, los roles y estereotipos de género. Valentina trabaja de eso y es una estrella en ascenso en la noche porteña y el mundo del drag.
El voguing, en tanto, es un estilo de danza contemporánea que propone una feminidad exarcebada en coreografías gráciles y casi acrobáticas que imitan las posturas estilizadas de las modelos de las revistas de moda. Tian, que es colombiano pero vive hace 11 años en Buenos Aires, se transformó en un entendido docente de la disciplina luego de varios años de "taconear mucho la noche", bailar en una compañía de cabaret francés, ser drag queen, actor y explorar muchos otros estilos de baile.
—¿Cómo podrían definir su trabajo? ¿A qué se dedican?
—Valentina: Creo que dentro de las palabras más fáciles de comprender me podría definir como una performer. En realidad soy actriz, pero no actúo de forma convencional. Me presento en boliches y fiestas o en escenas como esta, pero sobre todo en la vida nocturna y no necesariamente en obras de teatro. Me gusta más intervenir la realidad que estar en un escenario aunque, obvio, me encanta el escenario también. Canto, bailo, actúo y me maquillo. Creo muchos de mis looks. Hace dos años que trabajo en Club 69, una fiesta los jueves en Niceto Club. Ese es mi fijo y después me pueden encontrar en eventos o donde me llamen.
—Tian: Yo diría que mi fuerte es bailar pero he pasado por muchas facetas artísticas. Actué, fui drag queen y canto un poco también pero ahora me dedico a bailar. Bailo para una compañía de danza contemporánea y aparte doy clases de femme y de vogue, que son dos estilos con los que me identifico un montón porque desarman la forma clásica de la danza y exageran lo femenino, es algo hermoso.
— ¿Qué es para ustedes el drag y el voguing?
—V: Para mí el drag, como lo pienso y lo propongo, es una exacerbación del ser entero. Mi definición del drag es muy amplia porque se puede abordar de infinitas maneras: hay drag queens que cantan, hay drag queens que bailan, hay drag queens que se cuelgan de un aro, que hacen tela o que pintan. Es una forma de existir, un poema 360. Puede ser tu trabajo o podés hacerlo por amor al arte, a mi me da igual. No ando juzgando porque no me gustaría que me juzguen.
—T: El voguing, si vamos a lo técnico, es un estilo de danza urbana que viene evolucionando desde los años 30′ y 40′ y empezó como una especie de juego entre amigas maricas, latinoamericanas y afrodescendientes en Nueva York que, a partir de lo que veían en la revista Vogue, se juntaban a escondidas a hacer poses y a mariconear un poco. Esto con el tiempo fue evolucionando y se convirtió en un estilo de danza pero, para mi, fuera de lo técnico el vogue es una deconstrucción del baile exagerando lo femenino. Me parece increíble. La conexión que tienen el drag y el vogue es que nacieron en el mismo lugar, en un nicho de maricas que se juntaban a ser quienes querían ser, a jugar y hacer lo que se les cantaba las pelotas sin que nadie los juzgue.
—¿Cómo se acercaron a estas actividades?
—V: Yo empecé mi formación en el teatro musical desde muy joven. Después empecé a ir a la UNA [Universidad Nacional de las Artes] y estudié actuación hasta que tuve una crisis de identidad absoluta que no me permitía ir a la facultad sin llorar antes, durante y después. Yo me identificaba como actriz pero estaba haciendo la carrera de actuación y era un fracaso. Sentía que no era nadie, que no servía para nada. Cómo nunca había salido al mundo porque estaba ensayando dije 'voy a hacer algo que tengo ganas de hacer hace millones de años: romper la noche'. Empecé a ir a boliches montada: con vestuario, con maquillaje y lo daba todo. Bailaba, empecé a conocer gente y a exponerme. Empecé y continué por accidente y por una necesidad de supervivencia. Tiene sus cosas, por ejemplo ahora Tian y yo dormimos cuatro horas cada una (sic). Estamos en esta, es muy agotador espiritual y físicamente pero toda la vida prefiero darlo todo de jueves a domingo y dormir lunes y martes antes que estar en una oficina. Respeto muchísimo la gente que puede hacer eso, yo no porque mi psiquis no me lo permite. Me vuelvo loca a los dos minutos. Necesito el quilombo.
—T: Siempre fui de una personalidad muy ambigua y andrógina entonces mi primer trabajo artístico acá fue en Caviar, una compañía de cabaret francés, donde se maneja todo el tiempo esta ambigüedad, y aprendí un montón de cosas en los cinco años que estuve. Esa compañía me acercó a la noche, entonces empecé a laburar en todos los boliches de esta ciudad y al mismo tiempo empecé a instruirme en lo que yo veía que tenía falencias. Toqué varias disciplinas: hice clásico, hip hop, hice comedia musical, ahí hice jazz, aprendí a cantar un poco y pase por la actuación: hice una serie y varias películas. Cómo artista vas cambiando todo el tiempo, vas creciendo y te vas identificando con otras cosas. Luego de taconear mucho la noche empecé a tomar clases de femme y luego también vogue. No tenía información más que lo que veía por videos así que me acerqué a una chica, Danielle Polanco, que tiene muy claro el tema, vino a Buenos Aires y nos trajo información real. A partir de eso fui evolucionando. Me puse a jugar en mi casa hasta que vi que había empezado a entender ese lenguaje.
—¿El auge del feminismo y los cuestionamientos a la concepción binaria del género están conectados con el resurgimiento de popularidad de estas actividades?
—T: Por supuesto. Está obviamente todo muy en auge y hay más visibilidad. Odio las modas de por sí pero la verdad esto sirve mucho estando de moda. Más allá de que sirve para mi trabajo realmente me interesa que la gente deconstruya un cerebro que te dice que ser masculino es alejarse totalmente de lo femenino cuando no tiene que ver una cosa con la otra. Puedo ser femenino y ser masculino igual. A lo largo de mi carrera me he acercado mucho a esa parte ambigua porque yo me siento así: ambigua, andrógino, no binarie (sic). Ni lo uno ni lo otro. Siempre de chico tuve también esa visión que al principio por supuesto fue conflictiva para mi. Pero luego me amigué con quien yo era y ahora soy feliz siendo así y enseñándole al otro que puede ser lo que se le cante ser.
—V: Creo que el drag y el voguing y todo lo que nos hace felices siempre es necesario en este mundo tan cruel y horrible y pienso que ahora que está pisando la derecha muy fuerte en todas partes nosotros también tenemos que pisar muy fuerte y lo estamos haciendo. Yo no voy a dejar que se roben mi alegría ni la de mis amigas.
Valentina dice esto mientras chasquea repetidamente sus dedos y mira dramática desde su alfombra -que no abandona desde que entró a la sala y acaricia todo el tiempo con sus dos manos- hacia los reflectores del techo. "Antes era 'nos juntamos a voguear y estar montadas pero no se entera nadie porque nos cagan a piñas'. Ahora tal vez nos cagan a piñas igual pero estamos más orgullosas, publicamos lo que hacemos en todos lados y nos importa más todo un carajo", afirma.
Ante la pregunta de qué es lo que hay que tener para adentrarse en este tipo de disciplinas, que ganan popularidad pero no aún no son masivas, los dos contestan "ganas" al mismo tiempo y con el mismo convencimiento. Por eso se miran sorprendidos por la coincidencia y pegan juntos un grito agudo que retumba en toda la sala y los hace reír.
"La posta es que el mundo es demasiado horrible como para uno deba cohibirse de lo que realmente quiere hacer y lo que realmente le hace feliz. Si te quieres montar, maquillar, poner peluca, o bailar como se te cante las pelotas, tenés que hacerlo. No estamos para cohibirnos de nuestra propia felicidad porque el otro piensa que está mal", dice Tian.
"Además nuestra felicidad es re inocua. ¡Queremos estar lindas y no joder a nadie!", suma Valentina.
—¿Qué es la intimidad? ¿Qué tiene que ver con sus actividades?
—T: Siempre que pienso en eso se me viene la imagen de cuando era más chico y taconeaba con los zapatos de mi tía. Yo ahora lo digo y me encanta pero hay mucha gente que no se anima a sacarlo. Hay que entender que es simplemente un juego, que es parte de tu intimidad y que aunque es común que nos cohíban nuestro juego, es tuyo y está bien. Esto es una manera de sacarlo de ese lugar secreto y hacerlo sin represión. Lo pienso mucho relacionado con la infancia pero también estoy seguro de que hay muchos adultos que ponen música en su casa y bailan a su manera y ni en pedo le muestran a nadie cómo lo hacen realmente por miedo a que los juzguen.
—V: Para mí se trata de dejar de tenerte miedo a vos misma y aprender a batallar con tu contexto. Cómo dije antes, para mi el drag es un poema 360. Es reflejar esto que siento en mi rostro, en mi forma de vestir y en mi forma de presentarme, hablar y caminar por el mundo. Es algo muy de adentro que termina afuera. Hasta las mujeres más cis [aquellas personas cuya identidad de género coincide con su sexo al nacer] y más hétero del universo se draguean y no se dan cuenta. Todos nos dragueamos de alguna forma y proponemos una 'perfo' en el día a día. El drag es una decisión marcada de correrte de lo ordinario y hacer de eso tu cotidiano.
—¿Quiénes son cuando se draguean o hacen una coreografía?
—V: Este tema lo estuve pensando mucho y hablándolo un montón con mi psicóloga. Yo sigo creyendo que mi 'perfo' es una exacerbación de mi ser. A mí me gusta ser alegre, repartir felicidad, sonreír, que me saquen fotos y que las luces me peguen en la cara. Esa soy yo. Y cuando estoy dragueada inevitablemente todo decanta en esa misión personal mía porque cuando te dragueás asumís una responsabilidad con tu entorno. Sabés que la gente va a mirarte, va a querer sacarte fotos, va a querer tocarte el pelo, te va a preguntar dónde conseguiste las pestañas. Esa luz con la que yo flasheo, la luz que yo imagino, la luz que yo deseo, toda esa atención, sé que inevitablemente la voy a recibir porque me estoy corriendo de la normalidad. Yo no lo juego como que cuando me dragueo me voy de mí un rato, es al revés. Es otra parte de mí, la parte pública, la parte estrella. Soy yo y es mi cuerpo. No me voy de la realidad, sino que la encaro de otra forma.
—T: Ya el hecho de bailar te hace enfrentar la realidad desde otro lugar. A mí personalmente la danza me salva de todo. Estoy enfermo, bailo. Me siento triste, bailo. Estoy bien, bailo. Tengo un problema, bailo y se me olvidó. A mí la danza y el vogue me salvan y me hacen enfrentar la vida de otra manera.
—V: Lo que hacían nuestras antepasadas maricas y lo que hacemos nosotras ahora es una forma de salvarnos de esta realidad horrible y de la inseguridad. Una se siente bien entonces se siente poderosa, empieza a confiar más en una misma y en lo que puede hacer. Aprendés muchísimo.
De cara al futuro, Valentina sostiene que sabe que tiene "la personalidad para estar en la tele y en el cine". "Me encantaría que el mundo se dé cuenta que yo no necesito la fama, la fama me necesita a mi", insiste con solemnidad, convencida. "Eso es lo que pienso. Quiero seguir siendo feliz y generando preguntas".
"A mí me da miedo pensar en el futuro pero siento que estoy haciendo lo que tengo que hacer entonces creo que el universo será justo conmigo y con mi arte y en 20 años voy a estar haciendo algo que me haga bien a mí y a mi entorno", agrega Tian, que está sentado con sus piernas cruzadas como una modelo en una plataforma de madera.
"'Soy fan', me escriben a veces. No seas fan, no creas en nadie excepto vos misma. Dejate de joder", dice enojada Valentina. "No creo que sea una autoridad ni para el drag, ni para el maquillaje, ni para una mierda", dispara. Tian asiente y coincide en que la clave de lo que hacen es la invitación a ser libres, ambos esperan ansiosos que quienes los siguen jueguen y sean curiosos."Sé valiente, dalo todo. Proponé lo que quieras proponer y adueñate de eso".
Tanto Tian como Valentina están absolutamente compenetrados y comprometidos con las respuestas del otro. Se escuchan, se ríen y lanzan alaridos y gemidos de emoción ante cada reflexión. Discuten sobre las redes sociales, la exhibición y la noche. Para ellos, el juego que es su arte y a la vez su trabajo, es de una seriedad absoluta a partir de la valentía que para ellos supone llevar sus secretos más íntimos a la superficie y exagerarlos hasta que se transformen en arte, en danza o en performance. Disfrutan la sensación de que hacer lo que hacen sirva para cuestionar lo establecido, incomodar y despertar dudas e inquietudes. La entrevista termina, las fotos también y ambos salen caminando juntos por Recoleta, desprejuiciados, valientes, glamorosos y felices.
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