No reveló su nombre pero sí la inquietud que la llevó hasta allí: "No van a poner mi cara en las fotos, ¿no?", preguntó. La respuesta la tranquilizó. "Me separé hace poco, tengo dos hijos y cada relación sexual que experimenté durante estos meses me pareció más de lo mismo. Me considero una mujer curiosa, que siempre va en busca de algo innovador. Por eso estoy acá, quiero ver de qué se trata todo esto", dijo S., de 46 años, a Infobae.
"Todo esto" es un encuentro pactado a las 19, en un departamento del barrio porteño de Palermo, en donde funciona Erotique Pink una boutique que nació como un sex shop y a la que se le agregaron diversos talleres con un denominador común: la sexualidad. En este cónclave la temática tiene demasiadas incertidumbres que requieren conocimientos esenciales.
El BDSM (Bondage y Disciplina; Dominación y Sumisión; Sadismo y Masoquismo) es el tópico en cuestión. Más de veinte sillas en forma circular están dispuestas para que Ciro, referente argentino en la temática, aborde cada consulta durante más de dos horas por un público que se excita cuando cada objeto que se utiliza en esta práctica pasa por sus manos.
"Dicto talleres desde 2012 y en la práctica estoy desde 2008. Empecé a tener información más al alcance en esa fecha. Tengo 46 años y en mi adolescencia no había datos sobre este tema. Lo porno eran las películas de Olmedo y Porcel. Entonces, ¿quién te iba a contar sobre BDSM?", sostiene Ciro a Infobae mientras ubica en una mesa rectangular de madera todo su arsenal: látigos, paletas, sogas, esposas, cadenas y un sinfín de productos que se comercializan para abordar diferentes temáticas.
Entre revistas alemanas hardcore y comentarios sueltos comenzó a formar su deseo. Y aquello que deseaba lo excitaba, al punto que necesitó encontrar el placer en una práctica que aún es tabú y convive con el prejuicio y la vergüenza propia de quienes la ejecutan. Ciro es su alias. "Soy más Ciro que otra cosa", remarca con orgullo.
"Aquellos que lo practicamos con normalidad tratamos de sacarle ese espectro de cosa prohibida. De cosa mala. De cosa enferma. Que es básicamente lo que piensa el que no sabe o lo que culturalmente se impone. Entonces, nosotros lo que tratamos muchas veces es de visibilizar y enseñar a relacionarse dentro del BDSM. Que sirvan para que haya un punto de conexión entre lo que es una práctica tabú a la normalidad de los que lo hacemos todos los días. Desde afuera el principal prejuicio es que es una cosa de raros, ligada al dolor. Eso tiene parte de verdad pero no es así. Hay muchas situaciones en el BDSM en donde se puede explorar la sexualidad en áreas del placer nunca antes descubiertas", agrega.
Nina Strange es trabajadora sexual y ofrece un servicio en donde las prácticas eróticas y los cambios de roles satisfacen el deseo masculino.
"Soy dominatrix y sumisa, pero la mayoría de mis clientes son sumisos. Hace mucho no me llaman para ser sumisa. Lo que más me piden es la tortura de testículos. Me piden bastante lucha erótica, caer al suelo del dolor", explica a Infobae.
¿Qué es el BDSM?
"El BDSM es una relación entre dos personas o más. Y así como hay protocolos (plantearse sumiso o dominante) y eso le da cierto entorno o encanto al vínculo, es una relación como cualquier otra. Entonces primero hay que conocerse. Y para ver hasta dónde llego y hasta dónde no, hay que recorrer un check list, en donde están todas las prácticas. También se puede calificar las experiencias vividas y lo que se quiera probar o no", explica Ciro.
El límite es cuando a cualquiera de las personas que es parte de la práctica deja de sentir placer. "Los límites son tan personales como gente hay en el mundo. Cada uno explora hasta dónde quiere llegar o no. Para mí, cuando algo deja de darme placer, tenés que dejar de hacerlo. Lo que sea. Hay que reformular todo, es muy dinámico, es una exploración permanente", asegura el experto.
S., quien visitó el taller con una amiga, descubre (y le sorprende) que varias parejas heterosexuales se encuentren allí, a su lado, interesadas por una práctica en donde el placer no tiene por qué estar relacionado únicamente con el dolor físico.
"No es eso lo que se busca, sino expresarse sexualmente, y cada uno con sus propias particularidades. No a todos les gusta el dolor de hecho. No todos los sumisos son masoquistas. La humillación verbal o la obediencia, la inmovilización, todo eso no genera dolor. Y son parte de la práctica que nace de una idea elaborada en la cabeza de cada persona. Es la fantasía de estar en una situación en la cual, de repente, las personas ejercen roles distintos a los que acostumbran", explica Nina.
El límite es cuando a cualquiera de las personas que es parte de la práctica deja de sentir placer
"Hay que aprender, explorar y tener conocimientos de lo que se va a hacer. El daño que más nos preocupa siempre es el emocional. Cuando alguien se entrega y se somete se pone en un compromiso emocional. Más allá del dolor y la lastimadura física, el daño emocional es más difícil de detectar y fácil de hacer", apunta Ciro.
Quien abrió las puertas de su casa para estos talleres es Francesca Gnecchi, directora de Erotique Pink, quien declara: "La gente sigue teniendo inhibiciones, pero cuando hacemos talleres así nos sorprende la cantidad de gente que viene. Tenemos que decirles a muchas personas que no. Hay temas que siguen siendo tabú pero también hay una necesidad, de gente que quiere explorar y para eso aprender".
¿Qué buscan las personas en el BDSM?
Para Nina, hay una oleada de clientes que buscan, dentro de esta práctica, llenar casilleros de placer al igual que a todos aquellos que pertenecen a esta comunidad.
"Ahora me pasa mucho que me llaman clientes que tienen un preconcepto del feminismo, de que somos mujeres que odiamos a los hombres. Y entonces vas a humillarlos y tratarlos mal. Quieren verme poderosa. Buscan expresar su sexualidad sin tener que utilizar su pene. La disfrutan sin tantos prejuicios. Arrastran el miedo de que si tienen sexo anal los consideren homosexuales", detalla.
Para la joven, que tiene 26 años, se puede diferenciar qué busca cada público según las edades: "Los jóvenes buscan que los ates, que los humilles verbalmente, o que los maquilles, o les pongas ropas de mujer. Ven la feminización como algo humillante. O que los trates como a una puta. Y a mí como puta me tratan muy bien, por eso me da gracia. A los que recién se inician charla por WhatsApp, consentimiento, hablarlo todo bien, respeto por la persona, nunca me pasó que me dijera rojo. Ni que se haya arrepentido. Van con una idea y por eso me manejo con muchísimo respeto".
Hay que aprender, explorar y tener conocimientos de lo que se va a hacer. El daño que más nos preocupa siempre es el emocional
También menciona a aquellos clientes más "extremos", quienes buscan un amo y mostrarse a disposición: "Tuve un remisero que me llevaba gratis al lugar que le dijera. Como si fuera mi chofer. Otros te ofrecen lavarte la ropa o limpiarte la casa. Tienen adoración por las prendas íntimas. El chofer me besaba la mano y yo lo cacheteaba. Me decía que le calentaba que yo tenga poder sobre él".
"Cuando trabajo como sumisa te piden agarrarte del pelo, cachetadas, tener sexo fuerte, jugar con asfixia, te controlan el pulso del cuello. Pocas veces lo hago porque hay gente que no lo sabe hacer. Lo hago más en mi vida privada. Y otras desde la humillación, gritarte, insultarte, escupirte", concluye Nina.
Ciro, por su parte, se enfoca en un objetivo central: "Descubrir nuevos placeres". Ese es su leit motiv.
"Estos talleres sirven para acercar información de calidad en un contexto respetuoso y brindar un espacio de aprendizaje cuidado que ayude a la autoexploración", explica.
Conocerse, abrirse, disfrutar más y juzgar menos. El énfasis -para quienes llevan adelante estas prácticas- está en estas cuatro palabras.
Fotos: China Soler
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