Durante décadas, una cancha de básquet fue el destino soñado por todos los grupos de rock nacional. Hacer un Obras. Llenar un Obras. Ese era el objetivo, la meca. El estadio del club Obras Sanitarias albergó, además de espectáculos deportivos, infantiles y teatrales, algunos de los recitales de rock más importantes de nuestra historia reciente.
La historia empezaba hace cuarenta años. Y no de la manera más auspiciosa. El 3 de noviembre de 1978 Serú Girán hizo su presentación en público en este espacio. A la luz de los acontecimientos de esa noche, ninguno de los presentes, pudo siquiera sospechar que ese grupo se convertiría en el más importante de la historia del rock nacional y que ese estadio recién inaugurado, pensado para actividades deportivas, sería el templo del rock.
Esa presentación de Serú Girán fue desastrosa. El súpergrupo, los Beatles argentinos (todavía nadie los llamaba así y luego de esta presentación pasaría un tiempo hasta que eso sucediera), presentaba su primer álbum, el de la foto en blanco y negro de un vagón de tren. A Charly García, David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro los acompañaba en escena una orquesta de treinta músicos.
Pero nada salió cómo lo esperaban. El sonido fue malo, confuso, se hacía complejo distinguir los instrumentos o siquiera escuchar la orquesta. La propuesta de Serú no fue entendida. Una crítica señaló que esa noche sobre el escenario estaban sólo los dobles de los cuatro integrantes. Los músicos se tomaron revancha de esta crítica desde la tapa de La grasa de las capitales, su segundo álbum. Allí, imitando el diseño y la tipografía de la revista Gente -la revista de actualidad más vendida de la época- se anuncia: "Encontramos a los dobles de Serú Girán".
El público de esos tiempos era exigente, podía expresar sus reparos sin mayores pudores. Al principio la reacción fue fría, distante. La fuerte presencia del bajo fretless de Aznar, los largos solos, un Charly enfrascado en sus teclados. Luego algún chiste que salió mal: no eran tiempos para sarcasmos. David Lebón se acercó al micrófono y con sonrisa franca dijo: "Cuando era chiquito no pero ahora … ¡Qué puto soy!". Un silencio incómodo se instaló en el estadio. Para colmo, a los pocos minutos el grupo cometió la peor infidelidad, la traición imperdonable. Tocó Disco shock, un tema de música disco, o más apropiadamente: una parodia de un tema disco.
En este punto se hace indispensable señalar algunas aclaraciones de época. La música disco sufría del peor de los prestigios, merecía el escarnio absoluto, ese año había explotado ese fenómeno musical de la mano de Fiebre de sábado por la noche, la banda de sonido de los Bee Gees se escuchaba por todos lados y la revista Expreso Imaginario había llevado a Travolta a su tapa pero con un tomate reventado en su cara. En ese ambiente, la humorada de Serú Girán no fue comprendida.
Con el tiempo, Serú Girán volvería triunfalmente a Obras muchas veces. Una de ellas fue el histórico concierto compartido con Spinetta Jade. El clásico de los clásicos: Charly García vs. el Flaco Spinetta.
La revista Hurra, de la escudería de Ediciones de la Urraca de Andrés Cascioli (la secretaria de redacción de esa revista era Gloria Guerrero quien años después contaría la historia del estadio en un gran libro: Estadio Obras, el Templo del Rock), había avivado el fuego desde su tapa con un presunto enfrentamiento entre los dos grandes referentes del rock nacional. Ellos zanjaron la discusión organizando este recital histórico en el que compartieron escenario. Ahí aparece otro Obras. El externo, el que permitía hacer recitales al aire libre (en sus canchas de hockey y de otros deportes) en los que se podía convocar a decenas de miles de personas. Serú se despediría -si no se tiene en cuenta su fugaz regreso de los '90- también en el Templo, al tiempo que grababa su disco en vivo No llores por mí Argentina.
Como todo lo que pasó en ese tiempo, el estadio de Obras Sanitarias tiene relación con el gobierno de facto y con el Mundial 78. Obras tenía un muy buen equipo de básquet encabezado por Carlos Raffaelli y Eduardo Cadillac. El estadio se inauguró con la Copa William Jones, una especie de mundial de clubes de la época. En ese 1978 Obras perdió ajustadamente con el Real Madrid. Algún emisario de la Junta había prometido a los directivos del club que el torneo de básquet estaría emparentado con el Mundial de fútbol, en cuanto a alojamientos, traslados y venta de entradas. Eso, pensaban los organizadores, les aseguraría un éxito seguro. Sin embargo, ese acuerdo se incumplió y hubo zozobra para finalizar el estadio.
En paralelo, Obras se fue convirtiendo paulatinamente en la casa del rock nacional. Tocar ahí brindaba prestigio, era un hito a conquistar. Todos querían su Obras. Se erigió en un clásico a fuerza de recibir a los principales protagonistas de la música. Su tamaño, su capacidad , lo convertían en un sitio único.
También su versatilidad: estaba el estadio con el aforo completo con más de cinco mil localidades, un "Obras chico" en el que el escenario se corría hacia adelante y reducía la capacidad a 1.200 y las instalaciones al aire libre que permitían varias decenas de miles de fanáticos.
No había nada con esas condiciones en la Ciudad. Estaban los bares, pequeños, que sólo podían albergar uno o dos centenares de espectadores, los teatros (más formales, con menos libertades y también menos tickets para vender) y un monstruo como el Luna Park.
El predio de Núñez presentaba algunas ventajas evidentes respecto al Luna Park. Era más chico (por ende, resultaba más fácil agotar las localidades); los directivos del club no detestaban al rock como sí pasaba con el Luna: Juan Carlos Tito Lectoure evitaba los recitales por los destrozos e incidentes que podían llegar a presentarse (desde el "rompan todo" de Billy Bond se mostró reacio, no sin razón, a aceptar el rock en su casa); se podía utilizar los sábados: en el otro esas noches estaban copadas por el boxeo; y la acústica de Obras era muy superior a la del Luna Park.
En ese punto los testimonios son unánimes. La costumbre que compartían ambos sitios era la de mojar con una manguera las gradas de las tribunas para evitar que los asistentes se sentaran. De esta manera se aseguraban meter más gente en las populares.
Spinetta fue el primer músico en tocar allí. En una función de prueba. Luego volvió con Jade y también lo hizo con Fito Páez para presentar el álbum conjunto La La La, entre otras presentaciones. De estos fueron memorables los que sirvieron de excusa por la salida del excepcional y etéreo Kamikaze. Acaso la incursión más espectacular de Spinetta en el estadio de la Avenida Libertador haya sido el regreso de Almendra. Tres días, seis funciones, más de treinta mil personas, dos díscos en vivo (los primeros de muchísimos que se registrarían en el Templo).
En esos años, dos festivales con aristas políticas dejaron muchas repercusiones. El primero en el año 80 se realizó como el contra recital por la visita de Frank Sinatra. Organizado por la revista Humor, una larga fila de artistas nacionales se presentaron durante tres días en contra de la presencia (o al menos como reacción) de La Voz en Argentina. Una especie de récord: debe haber sido el único país del mundo en que Sinatra tuvo una oposición activa.
El otro tuvo lugar en 1982. En medio de la guerra de Malvinas casi todos los integrantes del entonces pujante rock nacional se hicieron presentes en Obras para participar del Festival de la Solidaridad Sudamericana que se celebró en las canchas de hockey y de rugby del club. El público, a cambio, debía llevar alguna donación para la guerra en curso.
Aquel espectáculo se transmitió en directo por televisión y tuvo un doble efecto paradójico. Por un lado, varios de los músicos bajaron un mensaje claramente pacifista, difícil de escuchar por esos días. Por el otro, fue un aporte más al nacionalismo rampante del momento y un apoyo implícito a la aventura belicista del gobierno militar. El siguiente gran festival del Templo sería en medio de la transición democrática: otro hito, el BA Rock '82 (con discos y película incluida).
Todos los grandes nombres pasaron por el Templo. Charly, Spinetta, Fito, Calamaro, Sumo, Soda, Virus, Los Abuelos, Riff, Manal, Almendra, Fabiana Cantilo, Las Pelotas, Los Piojos, La Renga. Hasta Astor Piazzolla. También los más variados y prestigiosos artistas internacionales. Caetano, Milton Nascimento, Hermeto Pascoal, Egberto Gismonti. De Rubén Blades a Juan Luis Guerra. De los Beastie Boys a David Byrne, quien presentando Rei Momo brindó un show inolvidable. Bob Dylan, posiblemente el único Nobel en tocar en Obras, entró caminado camuflado con el público sin que nadie lo reconociera.
De esos muchos shows internacionales se pueden elegir un puñado como los más representativos. No se puede soslayar el primero de B.B. King en el país, un fracaso de público. El viejo guitarrista tocó en un estadio despoblado, deslumbró a cada uno de los presentes, conoció a Pappo y lo bautizó como Mr Cheese porque el Carpo en los camarines le regaló una horma de queso.
A fines de 1980 también tocó The Police. El trío venía a presentar Zenyatta Mondata. Esta actuación fue inolvidable no sólo por la presencia de Sting sino porque desde el escenario, Andy Summers pateó la cabeza de un policía y le hizo volar la gorra.
Varios años después fue el turno de Iggy Pop, quien enloqueció a todos con su despliegue y su energía. Ya en los 90 Mano Negra dio un recital mítico. Uno de esos momentos que se repiten en cuentos y anécdotas, en los que parece que la asistencia fue de decenas de miles de personas, de los que todos tienen una versión para dar, del que todos dicen haber sido testigos presenciales. Pero la realidad es menos interesante y, en especial, menos concurrida. Esa noche en Obras no había más de mil quinientas personas. Muchas de ellas subieron al escenario y al finalizar recibieron el cuerpo de los músicos que en devolución de gentilezas se lanzaron sobre el público sin demasiados pruritos. Manu Chao y su grupo provocaron una conmoción.
Pero, sin dudas, si algún grupo extranjero fue local en Obras esos fueron The Ramones. Las funciones "ramoneras" y las visitas de la banda se multiplicaban. Tanto es así que la historia terminó en un River y Dee Dee Ramone se instaló en el país. En la zona sur del Gran Buenos Aires , donde vivía con su novia argentina, el artista era conocido como Titi.
Obras también era un calor sofocante en las noches de verano, colas tumultuosas, desconcentraciones complicadas. Durante años la policía requisaba colectivos de línea y los estacionaba frente al estadio. Subía, a palazos, desde sus caballos, a los chicos que habían ido al recital. Terminar en una de las comisarías cercanas era una posibilidad cierta. También hacerlo con varios moretones y cortes producto de la represión. Los incidentes eran algo frecuente.
Luego de sus acostumbradas declaraciones de independencia absoluta, de su novedosa negativa a aparecer en la televisión y utilizar a las discográficas o los canales habituales de difusión, Patricio Rey y los Redonditos de Ricota también llegaron a Obras.
Cada función fue un éxito mayor que el anterior. La dinámica de "las tribus", de su público de una fidelidad desusada hacía que no bastara verlos en una función. Era una masa de espectadores que crecía de manera geométrica y que además repetía en cada show. Nadie se quería perder ni una presentación. Los incidentes en el acceso de sus recitales se repetían. Entradas sobrevendidas, el dato de que iniciado el concierto las puertas se abrirían y una masa uniforme que no conocía ni aceptaba el concepto de sold out. La represión policial se repetía noche a noche. Las razzias, los micros repletos que iban y venía a las comisarías, golpes indiscriminados, abuso de autoridad. La situación tendría un desenlace fatal cuando una de esas noches ricoteras, en abril de 1991, fue asesinado Walter Bulacio por agentes policiales.
Diego Maradona también tuvo su momento Obras. En 1999 hizo delirar a todo el estadio con su aparición sorpresa en medio del recital de Los Piojos. Un momento inesperado e insuperable.
Los discos en vivo en Obras son otra marca registrada del estadio. Allí está el doble de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés con varios invitados nacionales, o los de Gustavo Cerati, Andrés Calamaro, Megadeth, Riff, Moris, Las Pelotas, los Cadillacs, Attaque 77 o los Caballeros de la Quema, entre muchos otros.
El estadio Obras pasó por muchos cambios en estas cuatro décadas. Hasta el nombre mutó: durante años un acuerdo comercial lo bautizó como Estadio Pepsi Music (siempre siguió siendo Obras). También estuvo cerrado un tiempo largo, sufrió varias remodelaciones y puestas a punto.
En 2016 volvió a reabrirse para shows musicales. Cuarenta años de música e historias, de leyendas, muertes, éxitos y fracasos que prometen extenderse durante algunas décadas más. No se podrá contar la historia del rock en la Argentina sin contar la historia del estadio de Obras Sanitarias, su Templo.
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