El investigador del CONICET y profesor universitario Martín Becerra aseguró que "la posverdad es el abuso de lo falso y de cierto predominio de la emoción por sobre el raciocinio y la comprobación empírica". Además, Becerra indicó que cuando se habla de fake news "es muy difícil definirlas pero mucho más regularlas". Aunque aclaró que en el mundo se las conoce más como "desinformación" que "noticias falsas".
En cuanto a la libertad de expresión, el especialista en medios de comunicación e industrias culturales, sostuvo que "las consecuencias de limitarla a veces son peores que el remedio que se pretende enfrentar".
– ¿Qué son las fake news?
-Ese es el primer problema, definir las fake news. Hay cierto acuerdo en que toda información explícitamente falsa, malintencionada o malintecionadamente falsa puede ser concebida como fake news, pero no hay información estable, a pesar de que la preocupación sí se expande por todo el mundo, sobre todo en contextos electorales entonces hay toda una derivación de fake news y elecciones. Hay organizaciones que se dedican de modo más profesional al tema fake news, en Argentina está chequeado.com, pero hay muchas en el mundo que ya no hablan de fake news sino de desinformación.
-¿Qué pasa con las empresa de internet?
-Las empresas de internet, fundamentalmente facebook, en menor medida google, twitter, están cada vez más interpeladas por Gobiernos y Congresos, en los países del norte, por prestarse a campañas de desinformación. Pero, por ejemplo, en Francia, el presidente de gobierno (Emmanuel) Macron impulsa un proyecto de ley, que está ahora a consideración del Parlamento francés, para regular las fake news. Y el principal problema de ese proyecto, como de todos, es que no saben definirlo bien, porque ese sería un tipo legal que debería ser estable para todos bajo cualquier condición.
– ¿Regular sería buscar algún tipo de sanción?
– Sí, eso es lo que busca (Emmanuel) Macron. Hay iniciativas en el Congreso argentino. Trump, el presidente estadounidense, acusa a los grandes medios de ser fake media de fake news.
– Para eso se necesita identificar a quien instala la fake news, porque muchas veces son anónimas y se viralizan.
-Sí, yo diría que hay de las dos cosas. Es decir, tenemos personas concretas a veces a cargo de gobiernos o de grandes instituciones que efectivamente difunden información contrastablemente falsas. Y por el otro lado, es cierto que hay muchos anónimos, o mucha institución que trafica como anónima mucha campaña de fake news.
-Lo que en otra época se llamaba "campaña sucia".
-Campaña sucia. Y que hubo siempre. También es importante señalarlo, porque con el término fake news que es relativamente novedoso a veces se pretende dar cuenta de algo que no existía antes. En realidad siempre que existió información falsa y siempre existió campaña sucia. No toda la información es fácil o dicotómicamente catalogable como falsa o verdadera. Si uno piensa en diarios, medios y portales de este momento en la Argentina, hay mucha declaración que es interpretable si es falso o verdadero lo que dice el protagonista de la noticia.
-¿Algún caso concreto?
-Sobre el acuerdo con el FMI y el desembolso de dinero que hace el Fondo a la Argentina hay interpretaciones que son exactamente opuestas. Algunos dicen que es una señal explícita de apoyo al gobierno de Macri, y así lo titularon los diarios en Buenos Aires, y otros dicen lo contrario. Porque el FMI desembolsó la mitad de lo que tenía previsto desembolsar. Lo que quiero decir es que esas cosas son interpretables.
-Pero la interpretación no es ni verdadera ni falsa.
-Efectivamente.
-Es distinto a las fake news.
-Ese es otro problema. Y hay un tercer problema que tiene que ver con que grandes instituciones que proveen información, partidos políticos por ejemplo, están detrás, en muchos casos, de campañas para deslegitimar a sus adversarios. Que en muchos casos pueden interpretarse como fake news.
– Ahí entran en juego los famosos trolls.
-Efectivamente entran en juego los trolls, campañas de agresión, de deslegitimación. Algunas con mejores armas, otras con armas espantosas.
-Esto ya existía, la diferencia pero ahora se suma la velocidad con la que se vitaliza
-Eso es lo nuevo, la viralización, que efectivamente es espontánea.
-Por eso da la sensación que el daño es mayor.
-Podría ser mayor. En algunos casos son más efímeras, pero en otros tienen permanencia e impregnancia entre los destinatarios. Con las fake news hay que pensar quién o qué, y bajo qué condiciones puede operar como termómetro justo para definir en cada caso puntual qué cambia. Porque en el lenguaje usamos la parodia, la ironía. Si te digo "negra" en determinado contexto puede ser visto como un insulto, en otro puede ser un apodo cariñoso. Ahí hay cuestiones bastante polivalentes en el lenguaje, por lo tanto, no hay un algoritmo neutral aséptico, que pueda definir fake news para todos.
-¿Qué hacer, entonces?
-En lugares donde se quiere regular las fake news se plantea la necesidad de un proceso judicial para que, quien es acusado de difundir información falsa, pueda defenderse y tenga garantías procesales mínimas. No en todos los lugares donde se habla de fake news se toma en cuenta esta cuestión. Todos los días en las redes sociales más masivas hay remoción de contenidos acusados de ser fake, no en todos los casos se le permite a quien lo difunde argumentar por qué lo hizo. En algunos hay interpretaciones y opiniones que no son clasificables como fake o verdaderas. Son opiniones.
-¿Una fake new se puede convertir en posverdad?
– Sí, está como asociado. Se habla de fake news y contribuye en una especie de régimen de la posverdad.
-Algo que es mentira se repite, se termina creyendo, y se instala que es cierto.
-Sí, quienes hablan de la posverdad hablan del abuso de lo falso y de cierto predominio de la emoción por sobre el raciocinio y la comprobación empírica, o la argumentación lógica de aquello que nos conduce a actuar. La posverdad sería algo así como: la verdad, no nos interesa saber si Bolsonaro dijo o no dijo tal brulote. Si estamos en contra creemos que lo dijo y si estamos a favor, es indistinto y no importa, lo que importa es aquello con lo que sensorialmente, emotivamente, tendemos a creer, por encima de la verdad. Por eso se habla de la posverdad. Cosas que son viejas.
-Todo indicaría que no importa demasiado si es verdad o mentira, ¿siempre fue así?
-Voy a decir algo que es espantoso: depende del contexto. Cada una de las personas actúa de modos diferentes, según el contexto de vida, de la historia, de la importancia que le asignamos al tema. En algunos casos no nos interesa en lo más mínimo corroborar la certidumbre de algo y nos quedamos con lo verosímil, con que nos suena un poco cierto, porque tal vez no le damos importancia. Pero internet le mete a este problema un acelerador que no tenía antes.
-¿A qué se refiere?
-Antes existía una mediación editorial de las grandes usinas de producción de noticias e información que solían ser los medios de comunicación, y también de las instituciones que eran, en sí mismas productores de noticias. Los partidos políticos, los sindicatos, las iglesias, los estados, entonces esa mediación editorial, en el sentido de una responsabilidad última sobre lo que se difundía, le otorgaba a ese contenido difundido cierta autoría. Aun cuando no tuviera la firma de un periodista.
– Pero había un responsable detrás.
– Sí. Salió en tal lugar o lo vi en tal canal. Hoy se va desdibujando la asignación de responsabilidad y de autoría. Eso es muy notable. Y no solamente entre el público joven, sino en el conjunto de la sociedad es muy difícil que, cuando uno hace encuestas y entrevistas, logre con precisión identificar cuál es la atribución de la autoría del contenido. Te dicen: lo vi en facebook, o me lo compartieron en tuiter, o donde fuere.
-No se sabe de dónde vino precisamente.
– Efectivamente. Incluso más.
-Pero lo viste y lo leíste o lo escuchaste.
– Sí, eso es interesante, porque desde las perspectivas de las audiencias, o de los públicos o de la gente de a pie, los que no son especialistas..
-No importa quién lo dijo sino quién lo envía.
-Sí, lo cuál es súper interesante porque, desde el punto de vista de pensar los efectos que tienen las fake news antes de la masificación de redes móviles virtuales, estábamos acostumbrados a que teníamos un nivel de grandes instituciones que producían contenido que podían ser falso. Y una trama de socialización directa: mis amigos, familia, el vecindario, el mercado, el laburo, los espacios donde tenías intercambios directos.
-¿Y ahora qué pasa?
-Ahora hay una mezcla bastante difusa, los contornos no están claros. Te llega por WhatsApp una versión sobre algo que te llama la atención, que te lo manda tu amiga, que no es la autora de ese contenido, pero le otorgás credibilidad porque te llegó a través de ella. Ahí se van mezclando órdenes de legitimación de la distribución de la verdad, del contenido y de las noticias de nuestras sociedades que, en definitiva, derivan en el caos en el que estamos hoy sumidos.
-¿Cómo te imaginás el 2019?
-Muy intenso de campaña acá. Hay países que han tenido, Brasil este año, y otros en los años previos, elecciones, denuncian un incremento notable de las fake news y de las campañas de desinformación y manipulación. Lamentablemente en la Argentina no estamos muy bien preparados frente a esto para 2019. Empiezo por la responsabilidad de los partidos, las campañas tradicionales en Argentina son muy poco transparentes acerca de cuánto publicitan o propagandizan las principales formaciones políticas en radio, en televisión, en vía pública o donde sea.
-¿Y eso volcado a las redes sociales?
-Si ya no era transparente el gasto en campaña electoral pre contexto redes sociales masificadas, me parece que estamos complicados. Hoy la cámara nacional electoral hace esfuerzos para documentarse sobre qué hacen otros países frente a las fake news en campaña electoral. En esa documentación surge que no hay respuestas eficaces universales sobre el tema. En Argentina no sé qué tan fácil sería de regular, es que haya un responsable editorial por campaña, que cada partido tenga su responsable, y que las cuentas de los candidatos sean auditadas en el financiamiento que reciben.
-¿Es posible saber cómo seguirá esa cuestión?
-El crecimiento del volumen invertido en redes sociales y en internet en las últimas campañas electorales en Argentina es un incremento notable. Todo hace preveer que el año que viene va a continuar creciendo. Una cosa que ya es difícil es tratar de auditar qué pasa con Facebook, Twitter, o con Google, y otra cosa mucho más difícil es qué pasa con redes como WhatsApp. Ahí hay una circulación más privada todavía de redes de distribución de cadenas que también viralizan, pero mucho menos público de lo que es Facebook o Twitter.
– También atraviesa el debate de qué forma controlar la libertad de expresión.
– Por eso te decía, definir qué y bajo qué condiciones puede limitar es una discusión muy importante que tiene que ver con el ejercicio del derecho a la libertad de expresión, y con ciertas garantías de protección del honor y la privacidad que también son derechos.
-Que se empiezan a chocar.
-En nuestra tradición constitucional a veces son derechos que colisionan. No por dejarse llevar y tratar de ponerle algún tipo de coto al problema que significa la distribución de fake news, habría que habilitar cualquier medio para remover contenido acusándolos de fake news. Si digo que están difundiendo información falsa sobre mí, mi familia, mis ideas o lo que sea, eso solo no debería bastar para remover el contenido, a menos que se pueda probar que efectivamente es falso y como te digo, nos devuelve al principio.
-¿Pero cómo se comprueba?
-No es tan fácil probar que todo contenido es falso. Hay algún tipo de información burdamente falsa, que es muy fácil de chequear y verificar, pero muchas opiniones se sitúan en terrenos que son mucho más grises. Ese gris es el espacio donde se despliegan las campañas electorales, de modo que la libertad de expresión ahí está en juego. Uno tiene una tradición en el continente americano, en el sistema interamericano de derechos humanos de alta protección de la libertad de expresión, Y yo estoy de acuerdo con eso, porque las consecuencias de limitar la libertad de expresión a veces son peores que el remedio que se pretende enfrentar.