Macarena Curia tiene 34 años y hace ocho que defiende a extranjeros dedicados al narcotráfico. Se mueve en la villa 31 como pez en el agua, se siente una más. No cree amoral defender a criminales responsables directos de tantas muertes a través de la droga. Confiesa que no le tiene miedo a nada y que ama lo que hace. Sus clientes, que son como su familia, asegura, la llaman "la abogada villera o la doctora de los humildes".
En una charla con Infobae, explica porqué no se siente culpable de ser "la abogada narco".
—¿Usted defiende a narcotraficantes?
— La mayoría de mis causas, el 99,9% se concentra en uno de los asentamientos más grandes de la Capital Federal que es la villa 31 y 31 bis. Mi fuerte es trabajar con gente de nacionalidad peruana y paraguaya que se dedica a la venta de estupefacientes. Decir "narcotráfico" es una palabra que abarca mucho, hay distintos escalafones: desde el vendedor más raso hasta el sicario más piramidal.
—¿ Dónde comenzó a trabajar?
—Mi primera zona de captación de clientes fue en el barrio chino, que está considerado como uno de los más peligrosos dentro de esa villa. Ahí defiendo desde lo más conocidos hasta quienes no los conoce nadie. También tengo como clientes a consumidores o inocentes que caen injustamente en los allanamientos.
—¿A que se refiere cuando dice "injustamente"?
—A este sistema arraigado que existe extirpar a la droga de raíz. A ese envalentonamiento que lleva a que los allanamientos sean masivos y que se detenga a mucha gente que no tiene nada que ver.
— ¿Por qué motivo se los detiene?
—Básicamente, por la falta de manejo del idioma. La mayoría de mis clientes son paraguayos y hablan más en guaraní que en castellano. El hecho de estar tomando un mate cerca de una casa que está marcada como de vendedora de drogas hace que se los lleven igual.
— A priori, defender jurídicamente a traficantes narco, un azote mundial, es moralmente inaceptable. ¿Qué opina al respecto?
— Cuando uno se recibe de abogado y cuando tiene pasiones que son intrínsecas, que le llegan al hueso, no lo vuelve amoral el hecho de defender algo que sea un delito tan postulado mundialmente.
– ¿No cree que hay limitaciones, en el caso de criminales narco responsables directos de miles de muerte a través de la droga que venden?— El derecho penal, en general, no respeta por ley situaciones que se puedan suceder alrededor de lo que uno hace. Uno presta un servicio para el cual fue preparado, que en mi caso es una pasión. Si uno como penalista se pone a pensar en las muertes que algunos de los narcotraficantes que yo defiendo provocan, no podría hacer mi trabajo. Es como hacerle la incisión a un cuerpo: si el neurocirujano se pone a pensar que la persona que esta cortando tiene antecedentes penales o abusaba de su hija menor, no podría hacer su trabajo de en forma objetiva.
— ¿Tiene algún límite a la hora de elegir a sus clientes?
— Sí. No defiendo argentinos.
— ¿Por qué?
— No los defiendo porque en los humildes años de profesión que tengo, me acostumbré al paraguayo o al peruano que viene de una sociedad donde la madre y el padre son primordiales, y el profesional es algo sagrado.
Entrevisto a un peruano o a un paraguayo, y me dice: "Ya doctora, eso está en sus manos, no me explique nada, no me traiga ningún papel, yo ya sé que usted es fiel".
—¿Cómo es un narco nacional?
—El argentino viene con algo innato: tiende a querer meterse en la causa. Pero el control de una causa lo tiene uno. Sin embargo, duda y pregunta: ¿pero usted habrá ido al tribunal? ¿Conoce bien la causa? Los extranjeros que represento, incluyendo a colombianos que también defiendo, son gente que quizás tiene recursos intelectuales más escasos, pero no son brutos sino porque vienen de otra cultura, de otros países. Yo hablo con sus familias y les digo: "Vengan conmigo, mirar en el juzgado es gratis". Muchas causas las he salvado por escuchar a la familia y porque me contaron cómo realmente había sido un allanamiento, por ejemplo.
—¿Cómo la reciben en un lugar tan marginal?
—Con mucho cariño. La gente conmigo es espectacular. Tengo bien arraigado el hecho de que son personas, y poder sentarte a comer algo y decirles: "Yo ayer te saqué de la cárcel porque tenías un baúl con cuarenta kilos de droga". Me hace sentir uno más ellos.
— ¿Cómo la llaman en la villa?
—La doctora villera. Y los peruanos me dicen: "Ay Macarenita, tú eres la abogada de los humildes."
— ¿Pensó mucho la primera vez que la llamó un narcotraficante para defendiera?
— No, no lo pensé. Yo venía ocupando de muchos delitos ordinarios dentro de la villa 31 (robo, hurto, homicidio, abuso sexual.) Había defendido a un paisano paraguayo de la calle 14 que era muy amigo de un transa, como le llaman vulgarmente ahí a un narco, y éste le dice "yo quiero a tu abogada, llamala". Ese fue mi primer cliente y el primer allanamiento en el que participé, y quedé sorprendida.
— ¿Qué le sorprendió?
— Cómo trabajan las fuerzas: la Brigada Antidrogas y Homicidios Peligrosos. Cómo se maneja, con el nivel de impunidad, de desprecio hacia el ser humano. Hay algo innato que uno tiene decir "pará, estás tratando con una persona, no le aprietes los precintos así, traele un vaso de agua, hace siete horas que lo tenés en el piso".
— ¿Los operativos que vemos en la televisión son realmente como se ven?
— Cuando las detenidos son muy buscadas por la Justicia o por determinados juzgados, van las cámaras y también va la ministra de Seguridad, que se viste con la ropa de la brigada.
— ¿Cómo ve a nuestro país en este mundo narco?
— La Argentina pasó de ser un país consumidor a ser un país de producción y venta.
— ¿Cuáles son sus principales clientes?
— Francisco Acosta Fouz, alias Tarzán; Miguel Paniagua Duarte, alias el gordo; Jon Jonatan Muño, sicario del loco César Morán de la Cruz, Christina Espinola Cristaldo, alias Pichu – mató a Adam Ledesma periodista de Mundo Villa y Los Samppedrinos, los paraguayos más conocidos y fuertes vendedores.
— ¿Un narco se convierte en esto por necesidad, por placer, por hambre…?
—Los narcos son narcos porque se gana mucha, pero mucha plata. Se gana plata fácil, y especialmente porque da poder y estatus.
— ¿En el seno de una familia narco, todos son narcos?
— Rotundamente no. Una vez me dijo un peruano: 'Tú no has jugado con las lágrimas de mi madre, yo jamás jugaré con las tuyas' Es decir, usted es mi sangre, usted es mi sangre. Pasas a ser parte de la familia.
— ¿ A qué le temen sus clientes?
— El narco le tiene mucho miedo a que le toquen la familia. Ese es su punto débil.
— ¿Y usted le teme a algo?
— Absolutamente a nada.
— ¿Frente al espejo, alguna vez se ha cuestionado o reprochado moralmente su tarea de defensora de un narco?
— Cuando me miro, me siento orgullosa de haber generado un vínculo tan especial entre esfuerzo, dedicación y amor puro a la profesión.