Las controversiales vidas del Papa Pablo VI y monseñor Romero, que hoy fueron proclamados santos

Las historias personales del reformista pontífice italiano y el martir salvadoreño tienen varios puntos en común. El posible "gesto" de Francisco detrás de estas canonizaciones

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Giovanni Montini y Monseñor Óscar
Giovanni Montini y Monseñor Óscar Romero

Las canonizaciones del Papa Pablo VI y de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, a llevarse a cabo la mañana de este domingo junto a la de otros cuatro beatos, constituyen una muestra más de la libertad de espíritu que caracteriza al actual pontificado y que ha traído un aire nuevo en las bimilenarias estructuras pastorales de la Iglesia católica. Se trata en ambos casos de dos figuras que, pese a haber sido y ser ampliamente controvertidas, no han detenido la mano de Francisco respecto de su paralelas canonizaciones. Aunque cada una es distinta de la otra, revisten sin embargo algunas peculiaridades comunes.

Muy probablemente en el núcleo de estas declaraciones conjuntas de santidad, así como en el caso del cura José Gabriel Brochero, seguramente se pueda leer un gesto de Francisco a favor de determinados acentos de la vida cristiana y del ideal de perfección en la virtud que estaban quizás un tanto adormecidos en la praxis eclesial.

Dos papas (un tanto) parecidos
Giovanni Montini, convertido en Pablo VI, es el primer ejecutor del Concilio Vaticano II, que promovió una profunda reforma en la Iglesia católica. "Pablo VI es mi gran papa", ha dicho Bergoglio. Según parece desprenderse de la sensibilidad de Francisco, la aplicación de este cambio se ha quedado a mitad de camino, y por eso su pontificado se viene caracterizando como una suerte de relanzamiento del Concilio. No se trata de poner todo patas para arriba como algunas mentes febriles imaginan, sino de un nuevo énfasis en favor de una mayor radicalidad o una hermenéutica más estricta que trataría de superar una interpretación restrictiva de los textos conciliares, al menos en algunos rubros determinados.

Este podría ser el caso de líneas pastorales que se refieren al gobierno de la Iglesia, como el de la colegialidad o gobierno compartido de los obispos, y también de otros que apuntan a superar viejos vicios como el clericalismo, y en este sentido puede decirse que éste es el papa que más lo ha criticado. El concepto de Pueblo de Dios, retomado por la Teología del Pueblo que tanto ha agradado siempre a Bergoglio, es central en el Concilio y tiende a dejar de lado una visión jerárquica como la que identifica a la Iglesia casi exclusivamente con el clero.

Pablo VI
Pablo VI

Del mismo modo que Francisco, Pablo VI fue mirado con desconfianza y escepticismo por los católicos conservadores y como un heresiarca por los católicos integristas, al punto de provocar un cisma. Esta es una situación que se repite hoy, corregida y aumentada con Francisco. Las borrascas del período posconciliar son atribuidas en gran parte a una supuesta deficiente conducción de Montini, y no faltan quienes ahora están esperando hacer un balance que imaginan desastroso para el pontificado de Bergoglio, con el fin de pulverizarlo.

El régimen franquista mantuvo notorias desavenencias con la Santa Sede del papa Montini pese a su acendrado catolicismo, muy superiores en rispidez incluso a las que tuvo otra dictadura de parecido tenor como la argentina de Juan Carlos Onganía, cuyas relaciones con la jerarquía eclesiástica fueron en general pacíficas.

 

El papa maxista-populista y el obispo rojo
El caso de Monseñor Óscar Arnulfo Romero se parece también bastante al de Francisco. El obispo Helder Cámara, llamado el obispo rojo aun cuando no tenía en su sangre una sola gota de marxismo, era muy apreciado por Pablo VI. Como el obispo brasileño, el arzobispo salvadoreño fue un hombre de una clara sensibilidad a la situación de las clases más desfavorecidas, inspirados ambos en sus funciones episcopales en la línea de fuerte acento social trazada por los obispos latinoamericanos reunidos en la asamblea episcopal de Medellín (Colombia).

Esta reunión, que abrió un camino nuevo mediante un cambio en la pastoral regional, que representa la emergencia de las iglesias periféricas en el escenario internacional, y a la que se considera la adaptación del Concilio a la realidad subcontinental, acaba de cumplir este mismo año el medio siglo de su realización. Resulta sugerente también que este aniversario se haya celebrado coincidiendo con la canonización de quien fuera una de sus mejores expresiones, así como también de la de su posterior continuación realizada en Puebla de los Angeles (México).

Romero, como su colega argentino Enrique Angelelli (cuya causa de beatificación también ha sido abierta por Francisco), fue identificado con la guerrilla por su oposición el régimen militar, debido a su denuncia de la violencia y la violación de los derechos humanos. Ambos fueron profundizando su actitud de compromiso social debido a su propia experiencia personal, hasta alinearse con una opción preferencial por los pobres que provocó las iras homicidas de la ultraderecha.

Monseñor Óscar Arnulfo Romero
Monseñor Óscar Arnulfo Romero

Otro argentino que también tuvo un ascendiente sobre Romero y que debió exiliarse en Roma perseguido por la violencia, es el cardenal Eduardo Pironio, a quien el arzobispo consideraba su confidente y consejero y también ahora él mismo en proceso de beatificación. Durante bastante tiempo mentar a Monseñor Romero fue un asunto prohibido en la Iglesia.

Fue muy frecuente en esos años de plomo, especialmente entre los militares, la ramplona identificación de una sensibilidad nítidamente evangélica como la de Romero con una actitud por lo menos afín al marxismo. Él no era, sin embargo, alguien que necesitara buscar en artificios ideológicos como algunos teólogos liberacionistas lo hicieron, un fundamento para sus proféticas denuncias de situaciones contrarias al mensaje evangélico.

En sintonía con el Opus Dei
Lo cierto es que, como recordara el papa Francisco, Óscar Romero eligió estar en medio de su pueblo, especialmente entre los pobres y los oprimidos, pero (y esto es una acotación mía y no del Papa) no lo hizo de la mano de relecturas ideológicas de los textos sagrados. El obispo mártir se dirigía espiritualmente con sacerdotes del Opus Dei, con uno de los cuales pasó sus últimas horas antes de ser asesinado por un escuadrón de la muerte. Después del inesperado fallecimiento de su sucesor, otro sacerdote del Opus Dei ocuparía su lugar. Esta prelatura de la Iglesia católica, acusada ordinariamente de ser un grupo conservador ajeno a los pobres, no se adscribe a una sensibilidad integrista pero tampoco progresista, lo cual la constituye en un elemento difícil de identificar para quienes pretenden encasillarla en uno u otra categoría conceptual.

En los apuntes personales del arzobispo asesinado son frecuentes las referencias a "Camino", el texto fundamental y más difundido de Josemaría Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei, y frecuentaba otros escritos sobre la espiritualidad de la Prelatura. El obispo trató a Escrivá y después de su fallecimiento visitó y rezó ante su tumba. Los nuevos santos Pablo VI y Óscar Arnulfo Romero fueron dos pastores plenamente entregados al servicio de la Iglesia y de su tiempo, e incansables promotores de la unidad y de la fraternidad, acaba de declarar Mons. Fernando Ocáriz, el actual prelado del Opus Dei.

El desasosiego que un acotado número de fieles ha expresado con motivo de estas canonizaciones muestra que todavía no se han terminado de cerrar del todo antiguas heridas setentistas, así como también que los condicionamientos políticos y culturales de la religión que fueron tan frecuentes en los años pasados continúan estando también vigentes.
Quizás antes fue mas a la izquierda, como en el caso de los cristianos socialistas, tal vez hoy sea más a la derecha, como el caso de los católicos liberales, así como en los años treinta aconteció con quienes fueron admiradores del fascismo y del nacionalsocialismo . Se trata en todos los casos, aunque sea hecha de buena fe, de una verdadera manipulación de la religión.

De todos modos es también cada vez más evidente que no se puede hacer de la fe una ideología, así como no se puede hacer una fe o una religión política de la ideología, sencillamente porque la fe está en un lugar diferente y muy por encima de los tejados ideológicos. Aunque tiene sus pies en la tierra, ella está mirando al cielo.

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