Domingo Cavallo se enteró de su salida del gobierno el viernes 26 de julio de 1996. Menem mantuvo el secreto. El ministro de Economía se enteró un rato antes del cierre del mercado bursátil porteño. El sacudón de las acciones hizo caer las cotizaciones. Sin embargo, un relevo bien armado sirvió para amortiguar el impacto: el fin de semana fue aprovechado para que el lunes ya estuviera sentado su sucesor, Roque Fernández, en el sillón del Palacio de Hacienda.
Infobae habló con dos funcionarios claves de aquella jornada –Alberto Kohan y Armando Caro Figueroa– para reconstruir cómo pudo hacerse un cambio ministerial con pericia. De fondo estaba la convertibilidad, iniciada el 1 de abril de 1991. Por ley, una que salió porque la devaluación del austral pasaba lo imaginable. Desde aquel día 10.000 australes equivalían a un peso y a un dólar. Ese esquema duró 11 años, hasta que la derogó otra ley, en enero de 2002, apenas asumía Eduardo Duhalde.
Más allá de simpatías y antipatías, Cavallo creía ser el dueño de esa criatura llamada uno a uno. Sin embargo, Menem mostró que el animal político era él y, en unas horas, dejó fuera de juego al súper ministro de Economía.
La convertibilidad tuvo, sin embargo, una cara inocultable: importación indiscriminada, el tendal de fábricas cerradas y una desocupación que pasó la barrera del 15%.
Se acercaba el fin de julio de 1996. Además del frío del invierno, la Argentina sufría los efectos de la crisis mexicana iniciada el martes 20 de diciembre de 1994.
"El capital es cobarde" suele advertirse y, en aquella oportunidad, huyó a toda velocidad no bien el presidente Ernesto Zedillo hizo una brusca devaluación del peso mejicano. Lo que siguió se lo llamó "Efecto Tequila" y la fuga de capitales se desparramó por el resto de América latina. En la Argentina nada más, en los siguientes dos meses de aquel martes negro mexicano, salieron 3.500 millones de dólares, el equivalente del 7% del total de la inversión externa.
El sacudón fue tan grande que hasta mediados de 1996 la economía no crecía. Lo que sí aumentaba era la desocupación que oscilaba entre el 14 y el 17%.
Desde la asunción de Carlos Menem, el 9 de julio de 1989, el cordobés de Río Cuarto Domingo Felipe Cavallo fue parte del gabinete: primero como canciller y desde el primero de marzo de 1991 como ministro de Economía. Cavallo se sentía una especie de superhéroe en materia económica y Menem no hacía mucho para bajarle los humos.
Sin embargo, pasados siete años, un buen día lo echó del gobierno sin siquiera mostrarle las garras de tigre riojano en su pretendido parecido con Facundo Quiroga, conocido como el Tigre de los llanos.
Por qué llegó la convertibilidad
El valor de la moneda es su credibilidad. El Austral había quedado hecho polvo: creado por Raúl Alfonsín en junio de 1985, empezó con billetes de entre uno y cincuenta pesos. Sin embargo, años después, había papeles de 500.000 Australes.
Sin las híper de fines del gobierno radical y las de principios de del gobierno de Menem, es difícil pensar que los argentinos hubieran digerido la pérdida de una moneda propia o, lo que es lo mismo, una moneda que actuaba en espejo con el dólar. Así fue que Menem, como piloto de tormentas, decidió correr a Cavallo de Cancillería a Economía. El cordobés -de buenos lazos con Estados Unidos y con la Fundación Mediterránea como el think tank del momento- sentía que su autonomía en el gobierno se acrecentaba.
-¿La idea de la Convertibilidad fue de Cavallo o de Menem? –pregunta Infobae a Alberto Kohan, por entonces secretario general de la Presidencia.
-De Cavallo, pero con un equipo que lideraba Menem y que tenía a Roque Fernández en el (Banco) Central, a Mario Dadone en el Nación y a muchos otros.
-Pero Cavallo quería disputarle poder a Menem… -dicen los cronistas.
-Disputarle poder a Menem no se debía… pero tampoco se podía –contesta Kohan-. Y si no, vean la diferencia del Cavallo de Menem y el de (Fernando) De la Rúa…
Kohan, que acompañó a Menem desde La Rioja hasta el último día de la campaña presidencial de 2003, dice que las internas del gobierno de la Alianza permitieron que la Argentina explotara el 19 de diciembre de 2001, precisamente el día en que recién De la Rúa lo echó. Claro, al día siguiente él mismo abandonaba el poder en helicóptero desde la terraza de la Casa Rosada.
Cavallo había asumido en marzo de ese 2001 tras 14 meses de sangría financiera y nuevos endeudamientos con el exterior. Antes de que Cavallo asumiera era común escuchar a dirigentes de la Alianza decir cosas como "el único que puede desarmar la bomba es el que la armó".
-Yo lo acompañé a Menem a una reunión con De la Rúa a Olivos. La pedimos a través del secretario privado, fuimos a la Quinta y Carlos le dijo que de la convertibilidad debía salirse de modo gradual. No fue una reunión secreta… Lo que pasa es que el curso de la economía es una cuestión de decisiones políticas –dice Kohan.
El operativo para que Cavallo se fuera
Menem llamó a Kohan. El viernes 26 de julio de 1996 tenía que ser el último día de Cavallo en el gobierno. Que se fuera un viernes a 15 minutos de terminar la rueda bursátil era importante: el fin de semana daba respiro para que los mercados no abrieran con histeria. Pero, además, estaba el Mercosur.
-Menem me encomendó una misión reservada –cuenta-. Tenía que subir a un avión y explicarles personalmente a los presidentes del Mercosur que Cavallo dejaría el ministerio.
Pasados 22 años, en una confitería cercana a los bosques de Palermo, Kohan hace memoria de lo temprano que debió empezar aquel viernes. Cuando muchos peronistas se preparaban para conmemorar el 44 aniversario de la muerte de Eva Duarte de Perón, el entonces secretario general de la Presidencia partió del Aeroparque metropolitano en un avión alquilado, manejado por un piloto al que no le contaría nada de la tarea que tenía por delante. El piloto solo debía tener en cuenta que debía realizar un periplo en tiempo récord.
-Estuve con cuatro presidentes el mismo día –se sonríe Kohan. A las ocho de la mañana llegué a Brasilia y conversé con Fernando Henrique Cardoso. A las 11.30 estaba con Juan Carlos Wasmosy (el presidente de Paraguay), en Asunción y a la una y media con Julio Sanguinetti (el presidente de Uruguay). De vuelta a Buenos Aires, fui a la Quinta de Olivos. A las tres de la tarde le dije a Menem "misión cumplida".
-¿Qué dijeron los mandatarios del Mercosur?
-Que acompañarían lo que decidiera el Presidente argentino.
Nadie había filtrado un solo rumor de aquel periplo. Kohan no fue el único que debía amortiguar el cambio de ministro de Economía. El Flaco Eduardo Bauzá, Carlos Corach y Jorge Rodríguez, por su parte, tenían otros frentes que cubrir.
Chau Cavallo
Los cortocircuitos entre Menem y Cavallo no eran novedad. Menem había sido reelecto en mayo de 1995 y se garantizaba una década en la Casa Rosada. El riojano sentía que ya no era tiempo de contar con un ministro que tuviera –o creyera tener- juego propio. Es probable que el riojano estuviera masticando esa decisión desde su ratificación en la presidencia.
Y a Menem no le faltaban flancos débiles: el buen trato entre Clarín y Menem se hizo añicos cuando el riojano decidió no darles acceso a Telecom y así darle al principal grupo de medios de la Argentina un poder extra. Clarín destapó el escándalo del contrabando de armas a Croacia y Ecuador. Luego sumó las denuncias de los negocios de Alfredo Yabrán como operador telepostal. La usina principal contra Yabrán era precisamente Cavallo quien en medias palabras no descartaba que Yabrán quisiera mandarlo matar.
A su vez, en marzo de ese 1996, Menem hizo echar al colaborador de Cavallo al frente de la empresa estatal de Correos y Telégrafos, Enrique Grisanti.
La pelea Menem Cavallo fue pasto para las fieras de las redacciones. Menem con sus ironías y Cavallo con sus paranoias. La diferencia era que Menem tenía mandato popular y bastaba una firma del presidente para que Cavallo saltara eyectado.
-¿El tema Yabrán lo inquietaba a Menem? –preguntan los cronistas a Kohan.
-No. El problema era la economía… y además que las decisiones de política económica pasaban por el Presidente y no por el ministro.
Kohan conocía a Menem desde 1973, cuando llegó a La Rioja tras recibirse de geólogo en la Universidad Nacional de Córdoba y hacerse cargo de la Dirección de Aguas Subterráneas en una provincia muy seca. Kohan, santafecino de origen, venía de la militancia peronista en Rosario y sus alrededores y acompañó al riojano hasta que lo metieron preso el 24 de marzo de 1976 y volvió a acompañarlo cuando volvía a la gobernación en diciembre de 1983.
Menem ni lo llamó a Cavallo. Fue su jefe de Gabinete, el pampeano Jorge Rodríguez, quien tuvo que ver la cara de sorpresa de Cavallo cuando le comunicó que dejaba el gobierno. Rodríguez le aclaró que no había vuelta atrás.
El ministro de Trabajo
-Yo era visto como un cavallista en el gabinete –recuerda el salteño Armando Caro Figueroa, quien estaba al frente del ministerio de Trabajo desde diciembre de 1993 y, apenas un año después, se encontraba ante los efectos del Tequila en el empleo argentino.
La desocupación oscilaba entre el 14 y el 17%, una cifra récord en la Argentina.
-Los desencuentros eran porque Menem creía que Cavallo tenía sus propios planes. Cavallo era sapo de otro pozo, como también lo era yo –dice Caro Figueroa, quien no formaba parte del tinglado menemista.
Aquel viernes 27 de julio, al enterarse del relevo de Cavallo, Caro Figueroa creyó que también llegaba el momento de hacer sus valijas y dejar las oficinas de Leandro Alem al 600. Sin embargo, Carlos Corach, por entonces ministro del Interior, le pidió que se quedara.
-Ojo, que el estilo de Corach era medio brutal –recuerda Caro. La lógica de Menem era sencilla: evitar la onda expansiva y mantener en el cargo a un experto en temas laborales que había llegado al gabinete, en parte, por pedido de Cavallo.
El sucesor
Sin dilaciones, el hasta entonces presidente del Banco Central, Roque Fernández, se mudó al Palacio de Hacienda. Fernández venía de la misma escuela de Cavallo, la diferencia no pequeña era que tenía cero pretensiones de medirse con el poder del Presidente.
-Yo pude hablar con Roque Fernández y tejer una relación para poder conducir el ministerio de Trabajo –dice Caro-. Pero me armó un ministerio paralelo con Carola Pessino.
Así funcionan las intrigas de Palacio. Pessino era colaboradora de Fernández, fiel a la Escuela de Chicago y vinculada al FMI.
-Carola quería una reforma laboral ultraliberal –dice Caro, un heterodoxo quien, en su exilio en España había sido asesor de la Unión General de Trabajadores (UGT), la central vinculada al socialismo español.
Por entonces, algunos decretos laborales habían puesto en guardia a la conducción de la CGT, cuyo secretario general era Rodolfo Daer, del gremio de la Alimentación, hermano de Héctor, actual triunviro de la central sindical. La cúpula cegetista eran "los Gordos", aliados de Menem. Sus caras visibles eran más o menos las mismas que las actuales, pese a los 22 años transcurridos. El principal contrincante de los Gordos –tal como ahora- era el camionero Hugo Moyano.
-Roque tenía una idea ingenua del poder de los Gordos. Estaba en carpeta el debate sobre la Reforma Laboral y Corach tenía un trato directo con Daer –dice Caro Figueroa.
El manejo del poder -descarnado, como suele ser- llevó a que el punto de mayor interés de las cúpulas sindicales era la desregulación de las obras sociales. Cosa que. Finalmente, Menem cedió a los Gordos. Esa era una cuota de poder más que en parte explica la permanencia de las cúpulas al frente de los sindicatos.
Fuera Cavallo y después
Kohan siguió al lado de Menem hasta el último día de su gobierno. Además lo acompañó en el intento de volver al gobierno en las elecciones de abril de 2003. En aquella oportunidad, Menem aventajó (24,45% de los votos) al entonces gobernador de Santa Cruz Néstor Kirchner (22,25%). Sin embargo, el riojano declinó ir a un ballotage que lo tenía como seguro perdedor. Caro Figueroa siguió en el gobierno de Menem hasta diciembre de 1997 y volvió a trabajar de abogado en Salta.
En cuanto a Cavallo, siguió cargando contra la relación entre Menem y Yabrán. Por caso, aprovechó el 17 de octubre de ese 1996, durante una estadía en Nueva York, para denunciar "las mafias enquistadas en el poder".
Menem, al ser consultado por corresponsales extranjeros al día siguiente, con una sonrisa en los labios, dijo simplemente: "Cavallo se pasó a la oposición".
Las cosas cobraron otro cariz unos meses después cuando el reportero gráfico José Luis Cabezas era asesinado con saña por un grupo de policías en Pinamar el 25 de enero de 1997. Cabezas había fotografiado a Yabrán. La sociedad argentina hizo propia la historia de Cabezas. Yabrán no tuvo paz hasta que, finalmente, hubo una orden de detención contra él. El empresario telepostal, archienemigo de Cavallo, el 20 de mayo de 1998, se descerrajó un disparo de su propia escopeta que lo dejó muerto, tendido en el baño del lugar donde se había escondido para no ir a la cárcel.
Cavallo no paró nunca. El gobierno de Fernando De la Rúa creyó que ese cordobés de Río Cuarto era el indicado para salir de la convertibilidad. La idea que decían los colaboradores de De la Rúa era que si Cavallo había armado la bomba debía saber desarmarla. Desbordado por los acontecimientos, primero cayó Cavallo y luego el propio presidente de la Alianza.
-De la Rúa creyó que podía mantener a cavallistas y anticavallistas en el gabinete. Dejó que las internas avanzaran y no tomaba las decisiones en tiempo y forma –dijo Caro Figueroa en algún momento de la charla con Infobae.
Pero, la historia de Cavallo en el gobierno de la Alianza, es otra historia.
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