La marihuana llega a la universidad: en La Plata cultivan cannabis para entender el efecto medicinal

Docentes de la Facultad de Ciencias Exactas estudian los misterios de cuatro cepas de esta planta, que fueron "creadas" por los cultivadores locales para ayudar a enfermos

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Darío Andrinolo, docente de Exactas y coordinador del proyecto (Nicolás Aboaf)
Darío Andrinolo, docente de Exactas y coordinador del proyecto (Nicolás Aboaf)

Mientras miles de enfermos esperan una respuesta del Estado para acceder al aceite de cannabis medicinal previsto por ley, en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de La Plata un grupo de científicos acelera el curso de las cosas. En un pequeño cuarto pusieron a crecer plantas de marihuana con el fin de experimentar los efectos paliativos que genera su consumo en personas que padecen diversas patologías.

Con la ayuda de organizaciones cannábicas que aportan la experiencia de sus cultivadores solidariostres investigadores del Conicet, becarios doctorales y alumnos avanzados de Exactas seleccionaron e instalaron en el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIM) de esa facultad cuatro variedades de cannabis.

El objetivo es analizar y determinar los perfiles de cannabinoides (moléculas químicas que se enlazan con receptores naturales del cerebro humano, llamados endocannabinoides) de cada cepa para entender de qué forma y a través de qué mecanismos se producen, en estos casos, los efectos medicinales que los usuarios relatan. Para eso, tienen bajo control el crecimiento y desarrollo de unas 30 plantas, entre esquejes y ejemplares ya adultos, de las cuales ocho ya están en su etapa de floración.

"No estamos previendo ni proponiendo hacer aceites ni repartir plantas. Es pura investigación básica y biomédica", aclara Darío Andrinolo, investigador del Conicet, docente de la Facultad y coordinador del proyecto.

El plan surgió en 2016, cuando se empezó a debatir en el Congreso la ley de uso medicinal del cannabis, pero todavía estaba lejos la idea de cultivar en el propio edificio universitario. En la UNLP ya existía el proyecto del médico Marcelo Morante, el primer docente autorizado en el país para trabajar con pacientes que consumen el aceite de la planta.

Algunas de las “Cepas Argentinas Terapéuticas” que crecen en La Plata (Nicolás Aboaf)
Algunas de las “Cepas Argentinas Terapéuticas” que crecen en La Plata (Nicolás Aboaf)

El equipo de Andrinolo encontró ahí una puerta para aportar, desde su lugar, con la idea de mitigar los riesgos que pueden correr las personas que usan aceites caseros (que incluso ahora, con la ley aprobada, son la enorme mayoría porque el Gobierno no permite la importación para cualquier dolencia). Y Morante los apoyó en este emprendimiento.

Desde 2017, con financiación de la Universidad, montaron métodos de determinación de cannabinoides en aceites, resinas y flores (cogollos) y comenzaron a trabajar con organizaciones cannábicas y el equipo de Cuidados Paliativos del Hospital Roffo, adonde asisten pacientes con cáncer terminal, dolores, insomnio, entre otras patologías, que usan el cannabis.

Con sus aceites hicieron determinaciones de cantidades, concentraciones y principios activos para establecer proporciones y dosis adecuadas. "Empezamos a hacer este registro y vimos que hay variabilidad de aceites, diversas formas de hacerla, que hay un montón de cepas que sirven para distintas cosas", comenta Andrinolo.

Pero había una dificultad. "No teníamos cannabis para hacer experimentos, porque tenerlo es ilegal. Eso nos impedía saber cómo crece, cuándo genera cannabinoides, cuándo florece, qué tipo de cepas hay", detalla Andrinolo, y amplía: "La ciencia tiene esa gracia, lo que se conoce se conoce, y vamos averiguando lo que no".

Parte del equipo de docentes, becarios y cultivadores solidarios
Parte del equipo de docentes, becarios y cultivadores solidarios

Días atrás, justamente, los integrantes de El Jardín del Unicornio y de la Asociación Cultivo en Familia de La Plata, organizaciones cannábicas que trabajan junto a Andrinolo, recibieron dos análisis hechos en momentos diferentes sobre la misma cepa, con la que se había fabricado aceite de manera casera (la práctica normal que usan para repartir entre enfermos) bajo el mismo proceso, tanto de cultivo como de extracción de los cannabinoides.

"Y la diferencia es menor al 2%. Esto prueba que la gente en su casa lo puede hacer y saca siempre lo mismo", explica Rossana Nermi Zappia, referente de El Jardín del Unicornio.

Normalmente los pacientes refieren una mejoría con el uso de cannabis pero no siempre eso está relacionado con la dosis. Entre las varias cosas que se propone entender el equipo del CIM de la UNLP es cómo interactúa el cannabis en el metabolismo de las personas con otros medicamentos. Andrinolo da un ejemplo: "Se sabe que hace efecto en algún tipo de cáncer pero no están barridos todas las formas de administración. Hay mundos para descubrir en la acción terapéutica".

Las plantas crecen en un espacio cerrado de cultivo interior, con luz artificial (Nicolás Aboaf)
Las plantas crecen en un espacio cerrado de cultivo interior, con luz artificial (Nicolás Aboaf)

Por eso, con el permiso de las autoridades universitarias, semanas atrás inauguraron este rincón de menos de 20 metros cuadrados. En un sector con un ciclo de luz especial tienen esquejes y estudian el crecimiento de las plantas y en otra parte, de tres metros por dos, analizan la etapa de floración (la parte de la planta hembra que produce las moléculas que actúan sobre el cuerpo humano). "Queremos producir plantas para fomentar la investigación biomédica en la región", aclara el científico.

Con una pequeña ayuda de los cultivadores

Las organizaciones cannábicas son clave para el desarrollo de estas investigaciones porque sus integrantes conocen en detalle los misterios biológicos del cultivo y la producción de aceite. Son personas que le dedican muchas horas del día a experimentar con diferentes plantas y así crear nuevas genéticas que se adapten a las necesidades de los pacientes que se acercan a buscar una solución.

Lo hacen con un riesgo inmenso: muchos de ellos fueron presos y se les iniciaron causas penales por ser considerados sospechosos de narcotráfico, sólo por el hecho de cultivar plantas. El castigo, según la ley de estupefacientes, es de hasta 15 años de prisión.

Pero los cultivadores creen en la planta y defienden con argumentos su posición solidaria. "Este proyecto de la UNLP sirve para comenzar a reconocer el trabajo y los saberes de los cultivadores que hasta el momento son los únicos que están intentando paliar una necesidad que el Estado no está cubriendo. También, para empezar a investigar y determinar cómo el autocultivo y cultivos asociativos son efectivos y pilares para generar una fitoterapia autogestionada", explica Julián Peré, otro referente de El Jardín del Unicornio, un club de cultivo que ya lleva seis años de acción, y de donde salieron algunas de las cepas seleccionadas.

Julián Peré (izq.), junto a un docente de la UNLP
Julián Peré (izq.), junto a un docente de la UNLP

"Para nosotros es muy valioso el apoyo que encontramos en la Universidad porque no sólo hace falta que el uso de cannabis medicinal esté regulado y tenga una mayor aceptación social; también se necesita que se lo investigue más en el país", comenta Rodrigo Platz, de Cultivo en Familia, que asiste a casi 300 familias platenses.

"En La Plata tenemos la inmensa fortuna de contar con investigadores y docentes interesados y comprometidos en avanzar, no sólo en temas científicos, sino también en cuestiones sociales, en el contexto del uso del cannabis, tanto terapéutico como cultural. Eso nos da un espaldarazo fuerte a las ONG que venimos con el tema", agrega Platz.

Uno de los referentes de esta organización era Daniel Loza, quien en mayo fue detenido acusado de narco. Tres meses después el cultivador murió al quedarse sin sus aceites que habían sido secuestrados en los allanamientos.

"Loza creó una cepa especial, que ahora tenemos en nuestro laboratorio, y que casi perdemos con el allanamiento de su casa. Acá lo acusaron de narco a él, pero en países donde está legalizado, cualquier empresa hubiera agarrado su genética y habría hecho millones de dólares con eso", reflexiona el docente.

(Nicolás Aboaf)
(Nicolás Aboaf)

El proyecto de la UNLP es por ahora el único que, desde la esfera pública, comenzó a nutrirse de la ley de uso medicinal. Pero, según Andrinola, nunca hubo una prohibición legal para realizar cultivos con fines científicos: "¿Todo el mundo puede investigar el cannabis menos los argentinos? ¿Todo el mundo puede desarrollar menos nosotros? La investigación científica siempre estuvo permitida pero el halo de prohibicionismo impidió el estudio y la metió en un mundo de prejuicio, lo cual es una vergüenza".

"Nuestra existencia -somos usuarios recreativos y cultivadores solidarios- beneficia a la sociedad, no es un riesgo como lo considera la ley actual", agrega Zappia.

"Aparentemente el objetivo de la ley es promocionar la investigación científica, pero estamos a más de un año de la sanción y no hay un solo cultivo. Ahora lo estamos haciendo, amparados en una ley de 1968 de Onganía. Todavía no tenemos respuesta del Ministerio de Salud sobre la solicitud de estar bajo los requisitos de la ley", comenta Andrinolo, quien detalla que presentaron un expediente el 31 de agosto pasado. No obstante, el proyecto ya fue declarado de "Interés legislativo" por la Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires.

"Si bien este de la UNLP es un buen comienzo solo se podrá suplir la necesidad de la población si se contempla una regulación que acerque a las personas a fuentes de cannabis seguras, tanto en su calidad como apartadas de la violencia institucional imperante", agrega Peré.

Raphael Mechoulam es un científico húngaro-israelí que protagonizó la búsqueda de las propiedades del cannabis. Fue quien dilucidó a mediados de los '60 la composición química de la planta y también el que encabezó el equipo treinta años más tarde que descubrió que el propio cuerpo humano tiene receptores específicos para las moléculas del cannabis (y las llamó "anandamida", que deriva del sánscrito y significa "felicidad").

Andrinolo mira en su espejo profesional la obra de Mechoulam en Israel, donde se puede comprar cannabis en todas sus formas en dispensarios a la calle. Entonces piensa en voz alta: "Todos observamos con admiración su lucidez para conocer la planta, pero si lo hiciéramos acá seríamos 'fumones a favor del narcotráfico'. Hay hipocresía. Está en juego la ley de uso medicinal. Si no podemos cultivar en un instituto, con seguridad y con todas las medidas, la ley es mentira".

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