"Durmiendo con el enemigo": cómo me di cuenta de que mi marido podía llegar a matarme

De los celos enfermizos hasta el día en que le fracturó un brazo al medio. Vanesa Valle cuenta, desde adentro, cómo va avanzando la violencia de género antes de llegar al femicidio

De entrecasa: Vanesa ahora lee sobre las “relaciones psicopáticas” (Guille Llamos)

A la distancia, no se alcanza a ver el título pero sí la ilustración de la portada. El libro está en la mesa del comedor y lo que resalta es una horca. De la soga, sin embargo, no cuelga la cabeza floja de una mujer sino un corazón: una forma digerible de hablar de las relaciones que ahorcan.

Vanesa Valle (40) abraza el libro que está leyendo y señala el televisor. Dice a Infobae que siempre había creído que violencia de género era lo que veía en el noticiero: mujeres prendidas fuego, baleadas, apuñaladas, asfixiadas, enterradas. Lo que no sabía era que el femicidio era la punta del iceberg y que lo que ella estaba viviendo era todo lo que suele pasar antes de llegar a esa escena final.

Cuando conoció a "el violento" -así lo llama ahora- Vanesa tenía tres hijos. Era el año 2010 y acababa de separarse. Ella trabajaba de cajera en un Carrefour, él estaba suplantando a un chofer. Llevaban cinco meses de novios cuando se enteró de que estaba embarazada.

Junto a sus cuatro hijos. A la más chiquita la abandonó antes de su nacimiento (Guille Llamos)

"Un mes antes de que naciera la nena, me dejó", arranca. "Se enojó porque la mamá de mi ex marido me había regalado ropita para la beba, el bolso. Cuando se enteró, me dijo que no quería verme nunca más". Esa misma noche, Vanesa tuvo contracciones y pasó dos días internada. La escena involucraba a su ex suegra –la abuela de sus hijos- y no a otro hombre, por eso Vanesa no detectó la primera señal: celos.

Hasta los delegados del trabajo lo llamaron el día en que estaba programada la cesárea. Pablo nunca contestó. "¿Sabés quién me acompañó a tener familia? Mi ex", contesta. "Yo quería que estuviera él, lloré mucho. No podía creer que estuviera ahí mi ex marido y no el padre de la nena". Vanesa tampoco pudo ver en ese abandono –a ella y a su beba recién nacida- otra señal de violencia.

Un tiempo después, lo llamó para que fuera a hacerle el DNI a su hija. "Me dijo: 'mañana te llamo', y no lo hizo. Apareció cuando la nena tenía cuatro meses. Que la quiero ver, la quiero ver, la quiero ver. Ahora estaba desesperado. ¿Qué hice yo?", pregunta. Hizo lo que hacen muchas mujeres con tal de que sus hijos no se queden sin padre: "Lo perdoné y le llevé a la nena". Un año después, Pablo y Vanesa se reconciliaron.

Vanesa se dio cuenta de que, si hubiera vuelto a perdonarlo, podría haberla matado (Guille Llamos)

"Hoy me doy cuenta de que hacía conmigo lo que quería", lamenta. Vanesa, Pablo y los cuatro chicos se fueron a vivir juntos a Villa Crespo. No hubo nuevas señales de violencia durante los primeros dos años de convivencia hasta que la ex mujer de él le dijo que quería hablar con ella.

"Me dijo: 'Tené cuidado, él no es lo que parece, es muy mujeriego, mentiroso y violento'". Vanesa no creyó en la solidaridad entre mujeres pero sí en un mito extendido: "Es una loca, debe estar despechada".

Después, empezó a detectar mentiras, infidelidades. Y no cualquier mentira: por ejemplo, que durante el tiempo en que había desaparecido había dejado embarazada a otra mujer y abandonado también a ese hijo. Lentamente, la violencia se estaba cocinando. Hasta que las discusiones dejaron de ser "de palabra" y llegó el primer empujón.

La lesión fue hace nueve meses pero Vanesa sigue en rehabilitación (Guille Llamos)

"Había dejado su teléfono cargando en la cocina y sonó. Yo lo agarré y apareció como un loco. Me lo sacó, me empujó contra la pared y se fue. A la media hora, volvió y me pidió perdón". Hubo otra escena en la que ella chateaba con amigas y se reía en voz baja. "Estábamos en la cama, pensé que estaba durmiendo pero estaba mirándome en silencio. Hasta que me sacó el teléfono y me gritó: '¿Con quién mierda hablás a esta hora?'".

Siguieron las escenas de "control", una forma de violencia que tampoco sale en la televisión. "Empezó a caer de sorpresa. Decía que iba a volver de trabajar a las 7 de la tarde pero aparecía a las 2. Todo para ver si yo andaba en algo". A mediados del año pasado, dio el siguiente paso:

"Me pegó una piña en el ojo". Fue después de que ella le contara que uno de sus hijos iba a regalarle a su papá su computadora vieja. La piña vino con una advertencia: "Me tenés podrido con tu ex". Siguió lo que sigue siempre: fue a buscar hielo, pasó la noche en vela con ella, le pidió mil perdones, le repitió hasta el cansancio que no iba a volver a pasar.

Ese mismo día, compró una alfombrita antideslizante y, cuando los chicos llegaron, hizo el show: "Le compré esto a mamá para que no vuelva a caerse de la bañera". No hubo otra muestra de violencia durante los siguientes seis meses pero Vanesa ya había empezado a despertar.

Vanesa Valle, en el departamento en que vive con sus 4 hijos (Guille Llamos)

"Todavía no entendía la gravedad, sólo pensaba: '¿Cómo te puede golpear la persona que te quiere?'. Durante esos meses buscó dos frases en Internet: "Hombres violentos" y "violencia de género". "Vi que era una escala: empezaba con los celos, el control, un golpe pero ¿llegar a matarme? Me parecía imposible".

El 3 de enero de 2018, se levantaron, subieron a la terraza a tomar sol y se prepararon para ir a pasear a la Costanera. "En ese momento lo llamaron de la ANSES para decirle que le iban a embargar el sueldo por no pasarle la cuota alimentaria al hijo que no había reconocido. Cortó y me dijo: 'Esto debe ser verso, esto viene del lado de tu ex'".

Después, le revoleó el control remoto y la empujó. Vanesa cayó al piso. "Y ahí me empezó a pegar patadas en todo el cuerpo". Vanesa había leído que muchos hombres violentos pegan en la cara con una lógica: arruinártela, para que ningún otro hombre te vea "potable". "Me tapé la cara con el brazo. Me fracturó el cúbito a la mitad".

Vanesa denunció a su agresor recién cuando le fracturó un brazo (Guille Llamos)

Se fue sola, en colectivo, al sanatorio. Él no le pidió que mintiera, pero ella ya había aprendido. "Dije que me había caído baldeando". Mientras la enyesaban y le avisaban que iban a tener que operarla, su agresor la bombardeaba a mensajes: "Volvé, agarrá tus cosas y andate".

Todavía minimizando la gravedad, Vanesa volvió con su mamá. Esa noche, ellas durmieron en una habitación y él en otra. "Cuando nos fuimos a dormir, mi mamá escondió todos los cuchillos de la casa". Recién a la mañana siguiente se le ocurrió denunciarlo. Tuvo suerte en la comisaría: sus lesiones eran visibles.

En la OVD -la Oficina de Violencia Doméstica– consideraron que podría haberla matado y valoraron su caso como de "alto riesgo". Por eso, hubo una orden de restricción de acercamiento y dictaron la exclusión de hogar. Lo echaron de su propio departamento. Vanesa le hizo una denuncia penal por "lesiones graves" y otra civil por "daños y perjuicios".

En su habitación ahora cuelga un trozo de tela con la leyenda “NiUnaMenos” (Guille Llamos)

"Mi ex marido me lo advirtió, yo no lo escuché, porque te lo dicen todos y vos no das bolilla. El me dijo: 'No quiero terminar diciéndole a los chicos que su mamá está muerta". La advertencia tenía una razón de ser: "Hay mujeres que rompen la prohibición de acercamiento. Dicen que los extrañan, los perdonan a escondidas y ahí es cuando las matan".

Vanesa lo supo cuando llegó a un Centro Integral de la Mujer por orden del juzgado. Allí empezó a hacer talleres grupales con otras mujeres que habían pasado por lo mismo: "Me impactó mucho una mujer que había descubierto que su marido abusaba de su propia hija de 4 años. No tenía marcas físicas como yo pero mirá lo que estaba pasando…".

El agresor ofreció un trato para no ir a juicio: algo de dinero y mantener a su hija hasta la mayoría de edad. Pero la fiscal se negó rotundamente a aceptar resolver un caso de violencia de género con una probation. "Yo tampoco quiero, vamos a juicio. Siento que lo paré justo a tiempo. Si hubiera vuelto a perdonarlo, me mataba. Y si lo perdono ahora, con todo esto que estoy haciendo, me mata también".

Después, se seca las lágrimas con rollo de cocina, agarra las llaves y deja el libro de la horca sobre la mesa. De cerca, el título se ve mejor. Se llama "Amor zero: cómo sobrevivir a los amores psicopáticos".

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