El viernes 21 de septiembre Antonio Lombardo fue a buscar a Azul, su nieta, a la casa de Rafael, su hijo mayor. Expuso en ella, su niña, la debilidad convertida en perdición que pocas veces pudo demostrarles a sus hijos. "Mi papá siempre mantuvo una relación muy cercana con nosotros, pero con ella era diferente. Se entregaba como nunca antes. Azul era todo para él", explicó a Infobae Rafael, de 43 años.
Antonio Lombardo se despertó, al día siguiente, con un malestar que obligó a su mujer a llamar a una ambulancia. Había sufrido un accidente cerebrovascular. "Se sobrepuso. Pero después tuvo un edema pulmonar agudo y no aguantó. Había estado enfermo, tuvo algún que otro problema de salud, pero esto fue sorpresivo y repentino", contó Rafael.
La despedida duró tres horas. "Lo vi deteriorado, fue muy angustiante. Durante el fin de semana lloré mucho, estuve triste y decidí cerrar las redes sociales porque no quería recibir notificaciones ni nada de eso. No entendía cómo se había ido así. Pero el lunes fui a mi casa a buscar cosas suyas y mi mamá me dijo que buscara en la computadora, que ella estaba segura de que él había dejado algo para mí".
Azul fue la llave para superar todas las claves que Antonio tenía en su computadora. Antes de su muerte le había dejado a su nieta un camino de migas con datos, historias y confesiones que ella supo deducir y así ingresar a sus archivos, en donde una carta escondida explicó qué hacer con sus cosas y detalló directivas familiares a seguir. También le dedicó un párrafo a cada uno de su hijos.
"Rafa: si vos estás leyendo esto es porque yo me mudé de barrio. No hagas nada de lo que se hace siempre, que es hacerle pasar a todos por la experiencia traumática de un velorio y a los chicos de ver a su abuelo en un cajón o no verlo. Derecho al crematorio, cenizas y dale un poquito a Marce para Boulogne si te lo pide y el resto tiralo al mar donde y cuando puedas", comenzó la carta.
Y continuó de la siguiente manera: "Hacé lo necesario para que tus hijos tengan en la memoria a su abuelo, que es la forma de seguir vivo. Lo estaré mientras me mantenga en el recuerdo de mis nietos e hijos, como yo tengo a mis abuelos en la memoria y el corazón porque dejaron en mis recuerdos imborrables. Hubiese querido estar con ustedes un poco más de tiempo, pero eso no lo podés manejar".
"Espero haber sido un padre por lo menos regular, porque me dediqué más a quien más lo necesitaba, y a ustedes los varones los descuidé en poco. Y creo haber sido un buen abuelo, pensé que llegaría a ver a mi nieta, a la que amo profundamente, casada; y al Tuti, que a fuerza de simpatía y ternura me fue ganando de a poco, en el secundario. Los amo a todos profundamente, concluyó en la carta.
"Mi papá siempre fue comerciante, buscavidas, le agarraron todas las épocas malas y todos los gobiernos. Pero jamás bajó la cabeza, siempre le dio para adelante. Ahora estaba trabajando un puesto de diarios que compré hace tres años y estaba contento. Era muy prolijo. Y en la carta nos pide perdón a mi hermano y a mí porque dedicó su vida a cuidar a mi hermana, que tiene síndrome de Down. Ese 'perdón' refleja quién era él", sostiene su hijo.
"Para mí encontrar esa carta fue una manera de aliviarme. Estaba preparado para hacerme cargo de todo porque si bien él no estaba enfermo sabía que iba a llegar este día. La persona que vi en la clínica no era él. No era justo que se fuera así. Pero fue tan genial que tenía todo preparado. Y pude disfrutar esta verdadera despedida", concluyó Rafael.
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