"Para mi nieta adorada", escribió Elsa en la primera página de un viejo libro de Psicología. Firmó "La abuela" sobre la hoja áspera y fechó la dedicatoria. Todos en la familia notaron el error: no sólo había equivocado el mes sino también el año. Elsa no tardó mucho en dejar de reconocerlos y ahora Sergio, su único hijo, elige un diálogo habitual entre ellos para definir al Alzheimer. "¿Pero vos quién sos?", la imita, y sonríe con calidez cuando dice la respuesta que le repite en loop: "Mamá, soy tu hijo".
Elsa Evans tenía 80 años cuando equivocó la fecha en el libro, por eso su hijo le restó importancia. Lo que hizo, en cambio, fue llevarla de paseo a Mar del Plata, el lugar que ella más amaba en el mundo. Fue cuando regresaron que sucedió el episodio que alimentó la sospecha.
"Fui a cobrarle la jubilación y el aguinaldo, le llevé la plata y le dije: 'mirá, te la dejo en este cajón así podés pagar tus cosas'. Me dijo que sí, desayunamos juntos y me fui a trabajar. A los veinte minutos me llamó y me preguntó: '¿cuándo me vas a traer la plata de la jubilación?", cuenta el publicitario Sergio Pollaccia (55) a Infobae.
Cuando Sergio volvió al departamento había cajas abiertas sobre la cama y su mamá, enojada, decía: "No me la trajiste". "Fue toda una discusión, me estaba tratando de mentiroso, de haberme quedado con su plata", recuerda él, que todavía no sabía que esos brotes de furia eran parte del Alzheimer. El dinero apareció escondido en un cajón, entre la ropa interior, y Sergio, ahora sí, pidió turno con una neuróloga.
Los estudios mostraron que Elsa tenía Alzheimer, al igual que otros 503.000 argentinos. "Había entrado a la primera etapa, donde están los olvidos de las cosas cotidianas y aparecen problemas para encontrar las palabras adecuadas. Salía sin llaves, dejaba la plancha enchufada o la llave de gas abierta, pero recordaba perfectamente lo que había hecho en la infancia".
Elsa había trabajado durante 36 años en un colegio y había decidido divorciarse 20 años antes de la ley, cuando todavía era "un pecado". Era "totalmente feminista, bellísima, absolutamente liberal con su mente y con su cuerpo", dice su hijo, y la recupera. No fue fácil que una mujer tan independiente permitiera que una cuidadora entrara a su vida.
Sergio tenía un arma para atravesar el momento: "Mamá siempre me decía una frase, desde chiquito: 'Pase lo que te pase, adelante y arriba'". Sergio compró libros y preguntó, y así se preparó para aceptar lo que no iba a poder cambiar. Supo que se trataba de una enfermedad incurable y progresiva -gradualmente van dañándose mayores partes del cerebro- y que, entre otras cosas, su mamá iba a dejar de reconocerlo.
"Un día, fui a verla y empezamos a hablar de los ñoquis con panceta que amasaba mi abuelo y de cómo era la casa de su infancia. Cuando me paré para irme, abrió la puerta y me dijo: '¿Te vas a acordar de mí si yo me olvido de vos?'". Decidido a ayudar a otros familiares a recibir ciertos momentos inevitables del Alzheimer con templanza y optimismo, Sergio tomó esa frase privada y creó la campaña "Te acordarás de mí".
En lugar de vivirlo como un drama, Sergio le puso humor al día en que su mamá dejó de reconocerlo. "Hacía como media hora que estábamos hablando y, de repente, me interrumpió: 'Perdón, ¿vos sos mi hijo?'". Sergio le dio su tarjeta personal y lo contó en su cuenta de Instagram. Recibió tantos mensajes destacando cómo "le ponía onda" que respondió: "Gracias. Solo soy un niño grande agradecido".
"Que hubiera dejado de reconocerme no significaba que hubiera dejado de quererme. La persona con Alzheimer está en su mundo pero te quiere, te adora, te ama. Siempre te quiso sólo que en este momento no se acuerda de quién sos", explica.
La enfermedad siguió avanzando hasta que llegó esa madrugada, hace poco más de un año, en la que Sergio volvió a su casa llorando. "Me llamaron para decirme que el diariero la había encontrado en Avenida Santa Fe y Talcahuano en camisón y con la cartera, buscando el auto". La había desorientado un recuerdo de la juventud, cuando salía, a las 6 de la mañana, a calentar al auto para ir al colegio.
Cuando Sergio llegó al departamento encontró sus documentos viejos desparramados en la cama: un registro, billetes antiguos, anillitos de oro que pensaba empeñar. Le pregunté: '¿qué pasó mamá?', y ella me dijo 'no sé'. '¿Yo no tengo un auto?, ¿no tengo que ir a trabajar?'" . Hacía más de 15 años que Elsa no manejaba ni trabajaba.
Sergio contrató a una señora para que la cuidara de noche pero Elsa empezó a tener ataques de furia cada vez que la señora trataba de impedir, por ejemplo, que lavara ropa de madrugada. Había ingresado a la tercera de las tres etapas del Alzheimer: había llegado el momento de llevarla a un geriátrico.
"Ese sí fue un día de mucho dolor: el día en que cerré la puerta de su departamento. Era chiquito pero su vida estaba ahí. Su tele, los portarretratos con las fotos de sus nietos. Cerrar la puerta y pensar: 'no va a volver a entrar', y saber que ella no tenía noción de que eso era una despedida. Eso para mí fue desgarrador, lloré encima de ella como no había llorado en mi vida entera".
De a poco, la familia volvió a recuperar ese espíritu de pasarla bien con lo que hay. "Mamá no está sufriendo, no tiene dolor físico, sólo son sus recuerdos y su memoria que se están consumiendo. No puedo luchar contra eso entonces lo que hago es ponerle la música que le gusta, le cuento cosas que hicimos juntos, y ahí es donde más se conecta. Tal vez te pregunta algo y te lo vuelve a preguntar 10 minutos después, por eso la clave es tener paciencia. Es volver a contarle su historia, una y otra vez, todos los días".
Sergio sabe que a algunos familiares se les "cae el mundo" en cada etapa. Y como ayer fue el Día Mundial de la enfermedad, se le ocurrió hacer una pequeña obra de teatro (escrita por el cineasta Ernesto Kullock) que sorprenderá a quienes hoy vayan a la 10° Caminata Nacional por el Alzheimer, organizada por la Fundación INECO.
Es que más que sentir un castigo -"¿por qué la vida nos hizo esto?"- Sergio siente que el Alzheimer trajo un aprendizaje. "Ella siempre está en el momento presente: no se acuerda del pasado ni puede preocuparse por el futuro. Lo que a mí me enseña es que la vida es ahora: disfrutá este ratito, es ahora. Cada vez que la llevo a pasear me dice: 'ay, qué lindo este auto nuevo'. Me ayuda a ver a mi auto viejo como un auto lindo y nuevo todos los días, y a mí me encanta".
Las fotos de su cuenta de Instagram dicen el resto. Hay una en la que la tiene a upa, con el amor de quien alza a una niña. Lo que Sergio escribió es público pero es para ella: "Ya no tenés más memoria. Pero yo sí".