José de San Martín y Bernardo O'Higgins se conocieron hace casi 204 años, probablemente en las estribaciones cordilleranas de Mendoza. El primero recibía a los chilenos que se exiliaban en las Provincias Unidas del Río de la Plata tras la derrota, o más bien el 'desastre' de Rancagua en octubre de 1814. El segundo formaba parte de ese grupo de militares, civiles, mujeres e incluso familias completas que cruzaban la cordillera.
Ese encuentro marcó parte importante de la historia de la independencia de ambas naciones y sus efectos trascendieron hacia el Perú. De él también surgió una amistad que sólo concluyó con la muerte de O'Higgins en 1842. En una mancomunidad de intereses el chileno colaboró arduamente en la preparación del Ejército de los Andes: en la travesía andina comandó al cuerpo principal que cruzó por el paso de Los Patos y, aunque pueda sostenerse alguna crítica por su actuación, combatió arduamente en Chacabuco y demostró un alto grado de compromiso con la causa independentista al acudir herido a la etapa final de la batalla de Maipú. Luego apoyó decididamente la parte final del plan continental de su amigo San Martín.
De esta amistad se ha vuelto a hablar hoy en día y no debido a la celebración de los bicentenarios de Chacabuco o de Maipú, sino que a propósito del allanamiento, en El Calafate, de una propiedad de la ex presidente argentina Cristina Kirchner. Entre los documentos incautados por orden judicial se encuentra una carta que, desde París y a fines de 1835, San Martín dirigió a O'Higgins, residente en Lima.
¿Se trata de un documento original? Estando en Chile y sin poder examinar más que una fotografía de alta resolución, todo parece indicar que sí. La letra y la firma de San Martín corresponden a lo que se puede observar en otros documentos conservados en archivos argentinos, chilenos y peruanos. Serán las autoridades del Archivo General de la Nación en Buenos Aires las llamadas a determinar con mayor certeza esta materia.
Sin embargo, desde el campo de los estudios historiográficos se puede hablar de la autenticidad de la que nos permitiremos llamar "Carta del Calafate". Varios son los elementos que apuntan en ese sentido.
En primer lugar, la materia misma que es tratada en la carta. Los acontecimientos entonces presentes y la suerte futura de los países independientes de América son temas recurrentes que cruzan toda la correspondencia mantenida entre ellos en sus años de exilio, al igual que sus penurias económicas, suerte que parece haber sido común a los Libertadores de América. Eran amigos, comentaban la actualidad de los países que habían independizado y también se ayudaban cobrando pensiones y trataban de allanar problemas.
En segundo lugar, ya refiriéndonos al contenido pormenorizado de la "Carta del Calafate", notamos que San Martín le reprochaba a su "compañero y querido amigo", como lo llama en esta y en otras misivas, la ausencia de noticias que había tenido respecto de su persona por lo menos en los últimos tres años. Resulta que de todas las cartas que O'Higgins envió a San Martín, la última conocida, y anterior en data a la que comentamos, es del 9 de octubre de 1832, fecha que calza con lo expresado por San Martín: "Después de más de tres años sin recibir la menor noticia de V".
Otro punto, el tercero, lo encontramos en la despedida epistolar. Dice San Martín concluyendo su carta lo siguiente: "Un millón de sinceros y amistosos recuerdos a mi señora su madre y Rosita" y agrega de inmediato "y a V. la amistad eterna que siempre le ha profesado su viejo amigo y compañero". Este trato familiar, que es propio de personas unidas por una gran amistad, era característico entre ambos libertadores; y así como San Martín mandaba saludos a Isabel Riquelme, madre de O'Higgins, y también a Rosa Rodríguez (o Rosa O'Higgins), su medio hermana, el ex Director Supremo de Chile hacía lo propio consultando siempre por Merceditas e incluso por Mariano Balcarce, o señalando los cariños y recuerdos enviados por Isabel y Rosa.
Un cuarto punto también nos induce a pensar en la autenticidad de la "Carta del Calafate", fechada el 26 de diciembre de 1835. En ella se lee claramente que el encargado de entregarla a O'Higgins será, a su paso por Lima, "el caballero Mendeville", esposo de Mariquita Thompson, es decir, Jean Baptiste Washington de Mendeville, que se desempeñaba como Cónsul de Francia en Buenos Aires y que partía rumbo a Ecuador con el mismo empleo. El diplomático cumplió su encargo, tal como lo testimonia a San Martín el mismo O'Higgins en su carta de 3 de agosto de 1836: "Por mano del caballero Mendeville, vino a las mías su muy estimable de 26 de diciembre del año pasado, y fue un día de grande regocijo a toda esta su casa al saber de su buena salud, después de dos años que nada habíamos sabido y se creía generalmente no estuviese Ud. en París. La amabilidad del señor Mendeville, nos permitió, principalmente a mi hermana Rosita, cuantas investigaciones acerca de Ud. debían satisfacer una tan larga ausencia; por desgracia no pudo mi señora madre participar de la visita de su recomendado, el señor Mendeville; porque hacía días estaba enferma en cama; pero, ahora ya mejorada, me encarga diga a Ud. mil cosas, como igualmente Rosita. Hará diez días que se embarcó el caballero Mendeville para Guayaquil, y no me ocupó en cosa alguna, a pesar de mis ofrecimientos como un recomendado de Ud.".
Estas palabras de O'Higgins no solo ratifican lo ya señalado respecto de la confianza y cercanía entre ambos libertadores, sino que también comprueban que la carta encontrada en El Calafate llegó a manos de su destinatario.
Un último elemento a considerar es la existencia de una carta que San Martín dirigió a O'Higgins con fecha 20 de diciembre de 1835, es decir, seis días antes de la que comentamos. Su contenido es muy parecido. Se encuentra publicada en el tomo IX de la colección documental impresa conocida con el nombre de Archivo de don Bernardo O'Higgins, en el que se incluyeron documentos que por lo general están bajo custodia en el Archivo Nacional de Chile. Ese tomo se publicó en 1951. El enviar cartas parecidas, cercanas en fecha y dirigidas a un mismo destinatario era práctica común en esos años pues los servicios de correos no funcionaban con la regularidad con que hoy lo hacen y normalmente despachar una carta dependía de la cercanía de la salida de alguna embarcación hacia el destino correspondiente o uno cercano. Es de notar que la "Carta del Calafate" no está incluida en esta edición que mencionamos.
A este último punto, unimos el hecho de que al menos juzgando por la fotografía de la misma, no se observan folios, números escritos a mano ni timbres, elementos que en los archivos se acostumbra estampar en los documentos para demostrar su propiedad. Ello podría dar pábulo para pensar, hipotéticamente, que no formaba parte de los fondos del Archivo Nacional de Chile. También es probable que el documento haya sido obsequiado por Rosa O'Higgins o por Demetrio O'Higgins, el hijo del libertador, a alguien y que haya pasado de mano en mano. También es posible, hipotéticamente, que haya sido sustraído del Archivo Nacional a inicios de la década de 1980 cuando pasó a ocupar sus actuales dependencias. Solo la ex presidente Kirchner podría tener alguna respuesta y dilucidar cómo esta carta que, a juzgar por su contenido es auténtica y que habiendo llegado a las manos de O'Higgins, llegó a las suyas.
*El autor es profesor de la Universidad de Chile
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