Cuatro hombres encapuchados en el infierno de la ESMA y una conmovedora promesa al pie del cadalso

Vivieron el horror de la ESMA en un lugar que los marinos llamaban "Capuchita". A tres les habían puesto una capucha blanca, al cuarto una gris. Hernán Abriata, militante de la Juventud Peronista, supo que por el tipo de capucha que tenían a los otros les esperaba la calle y a él la muerte. Los sobrevivientes hicieron un juramento que los unió para siempre al joven desaparecido

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Hernán Abriata, militante de la Juventud Peronista en la Facultad de Arquitectura, supo por la capucha gris que le habían puesto sus captores que él no iba a salir vivo de la ESMA
Hernán Abriata, militante de la Juventud Peronista en la Facultad de Arquitectura, supo por la capucha gris que le habían puesto sus captores que él no iba a salir vivo de la ESMA

Fue el día de los Reyes Magos de 1977. Los marinos de la ESMA les sacaron las capuchas a Carlos Loza, Oscar Repossi y Rodolfo Picheni. Un rato después eran liberados.

A Hernán Abriata, con quien habían compartido dos semanas en el infierno, en cambio, los marinos lo trasladaban. En la jerga naval, traslado significaba el final.

Carlos, Oscar y Rodolfo no conocían de antes a Hernán, quien había llegado a la ESMA en octubre de 1976 y ya comprendía las reglas no escritas. Por el tipo de capucha que tenían, Hernán sabía que a ellos los esperaba la calle y a él la muerte.

Los tres se dijeron que, si sobrevivían y alguno tenía un hijo varón, le pondría Hernán.

Los tres liberados eran ferroportuarios, trabajaban en el viejo Puerto Madero, donde las sólidas construcciones de principios de siglo eran una pálida sombra donde deambulaban ratas y pasaban las noches algunos rateros. Fue en uno de los depósitos del Dique 4, y apenas pasadas unas semanas, cuando Carlos, Oscar y Rodolfo se juntaron a recordar a ese muchacho montonero a quien iban a rendir homenaje.

La memoria de esos días de horror perduró y Rodolfo fue el primero en cumplir el juramento: en noviembre de 1978, Nora, su mujer, alumbró a Mariano Hernán.

En 1979 nació el hijo varón de Oscar y Adriana, y se llamó Matías Hernán.

Pasaron muchos años para que Carlos pudiera honrar su promesa: al fin, en julio de 1992, su esposa Elba alumbró a Hernán Daniel.

Un local del Partido Comunista

Los tres eran delegados del gremio de Ferroportuarios, los tres militantes del Partido Comunista (PC). Carlos, Oscar y Rodolfo estaban en un local partidario en la tarde del caluroso jueves 16 de diciembre de 1976. Todos los partidos estaban prohibidos, sin embargo el PC tenía un raro estatus.

En los editoriales de Nuestra Palabra, periódico partidario, los dirigentes querían encontrar un sector blando o dialoguista que pudiera dar brechas de legalidad mientras miles de ciudadanos pasaban a la categoría de detenidos desaparecidos.

Carlos Loza junto a su esposa Elba, su hijo Hernán y su hija menor
Carlos Loza junto a su esposa Elba, su hijo Hernán y su hija menor

Los tres ferroportuarios, militantes populares, junto a Héctor Güelfi, otro comunista que estaba en el local, fueron encarados por una comisión policial de uniforme acompañada de una patota de la ESMA que luego de varias horas los subió a los patrulleros y los llevó a la comisaría 30 de Barracas. Al cabo de un rato, de la sede policial fueron subidos a un vehículo donde les colocaron capuchas, esposas y grilletes. Los abogados del PC empezaron a mover cielo y tierra, presentaron hábeas corpus.

Pasados 42 años, otro jueves, Carlos Loza recibe a Infobae en un café céntrico. Lo único que pide es quedar liberado a las 15, para poder asistir a la ronda de las Madres de Plaza de Mayo.

-Además de los hábeas corpus, ¿el PC movió contactos con el gobierno?

-No lo sé –contesta este hombre de 65 años, delgado y de ojos profundamente claros.

La ESMA

Sin sirenas ni estridencias durante el traslado, los cuatro detenidos fueron a parar a un sótano. Solo después supieron que estaban en la ESMA.

-¿Ustedes sabían que la ESMA era un centro clandestino de detención?

-No, lo supimos en el lugar. Nos ataron a un banco, no veíamos nada. Escuchábamos alaridos, gritos, órdenes, el olor era penetrante y al rato comenzamos a perder noción del espacio y el tiempo –dice Carlos y por un instante su vista se pierde en los recuerdos y en el bullicio del café céntrico.

 
Capuchita en la ESMA
Capuchita en la ESMA

Carlos era futbolero y así pudo enterarse por algún guardia que escuchaba la radio que ese día era el miércoles 22 de diciembre. Era el día en que los llevaron al tercer piso, a un lugar que en la jerga naval era Capuchita.

-Lo supimos porque se escuchaban comentarios de guardias –dice Loza- ya que se jugó en la cancha de Racing. Ese miércoles a la noche se jugó la final del campeonato entre River y Boca. Terminó uno a cero por gol de Rubén Suñé.

La picardía del Chapa Suñé fue patear con precisión mientras el Pato Fillol estaba armando la barrera.

Ahí fue que conocimos a Hernán Abriata. En Capuchita. Nos separaba un tanque de agua y la distancia sería de unos cuatro metros. Él nos dijo su nombre, que era de la Juventud Peronista de Arquitectura y que podíamos descubrirnos las capuchas para hablar con él.

Hasta entonces, los tres ferroportuarios llevaban capucha gris. Sin embargo, en el tercer piso se las cambiaron por una blanca que en letras azules decía "posible franco".

-Ustedes tienen capucha blanca, van a salir en libertad –les dijo Hernán.

En cambio, la mala noticia para Hernán era que él tenía capucha gris. Así, como si la vida y la muerte fueran un dato burocrático, como todos los miércoles en la ESMA, algunos iban a una camioneta para ser arrojados a la vera de un camino y otros eran subidos a los aviones para ser arrojados al mar.

Oscar Repossi y su hijo Matías Hernán en la actualidad en la calle frente a su casa
Oscar Repossi y su hijo Matías Hernán en la actualidad en la calle frente a su casa

A Carlos Loza y a Rodolfo Picheni los subieron a un Falcon, tras sacarles las capuchas y los grilletes, los dejaron abandonados en San Fernando. A Héctor Güelfi y a Oscar Repossi los metieron en dos vehículos separados y los depositaron en los bosques de Palermo.

Creyeron, quisieron creer, que ese pibe que había estudiado Arquitectura también corría la misma suerte y era abandonado en algún camino. La realidad fue que, ese día de los Reyes Magos, Hernán partió hacia el abismo. Sin que su familia ni esos trabajadores ferroportuarios lo supieran.

Apenas fueron 16 días en la ESMA. Suficientes para que estos muchachos jóvenes quedaran marcados de por vida.

Las huellas de Hernán

¿Qué lleva a un grupo de hombres que militaban en el PC a tomar como propia la situación de un joven militante peronista? O, quizá, ¿qué lleva a tres sobrevivientes a tomar el legado del compañero de cadalso que no sobrevivió?

Carlos, Rodolfo y Oscar fueron reincorporados. Volvieron a los docks de Puerto Madero, a las dársenas semiabandonadas. Decidieron tomar contacto con la familia de Hernán Abriata.

Monica Dittmar esposa de Hernan Abriata, su cuñada Laura Abriata y Carlos Loza
Monica Dittmar esposa de Hernan Abriata, su cuñada Laura Abriata y Carlos Loza

Sabían, por Hernán, que estaba recién casado. Luego supieron que su mujer se llamaba Mónica Dittmar, que era rubia y de ojos claros, y que las familias de ambos compartían la farmacia Firpo que estaba en Palermo, más precisamente en Salguero y Cerviño.

-Hicimos un poco de inteligencia, dejamos pasar el mes de enero y yo llamé por teléfono para saber algo de Hernán. Luego le pedimos a un compañero que era visitador médico que se conectara con la familia. A Carlos, le dijeron que Hernán estaba en Córdoba de vacaciones–relata Carlos Loza 42 años después.

Pero todos vivían la desesperación y la paranoia. Nadie le creía a nadie. Lo de las vacaciones en Córdoba era una excusa. Carlos se dio cuenta que el destino había sido el que preanunciaba el propio Hernán. Así fue que decidieron que se presentara primero en la farmacia el visitador médico y luego, con mucha prudencia, fueron Rodolfo Picheni y Carlos Loza.

-Ahí pudimos hablar con una de las cuatro hermanas de Hernán –dice Carlos.

No habían tenido noticias de Hernán.

El tío Abriata, capitán de navío

El padre de Hernán –Carlos Abriata– era primo hermano del capitán de navío Oscar Francisco Abriata, alias Poroto, mano derecha de Emilio Massera, jefe de la Armada y de quien dependía la ESMA.

Cuando secuestraron a Hernán, el tío Poroto se tomó un avión desde Santa Cruz, donde estaba destinado, y les dijo a los padres de Hernán que su hijo estaba detenido en Garage Azopardo, otro centro clandestino de detención, pero manejado por la Policía Federal.

"Hernán es una mancha en mi carrera", sentenció ante los padres. Pero no solo eso les dijo: Poroto estaba interesado en una de las hermanas de Hernán que también tenía militancia en Montoneros.

La ESMA hoy, Sitio de la Memoria: el sótano de torturas y muerte
La ESMA hoy, Sitio de la Memoria: el sótano de torturas y muerte

El capitán de navío sospechaba que esa chica tenía información sobre él y su preocupación no era que liberaran a su sobrino segundo sino poder dar con el rastro de esa joven que él creía que tenía información que lo involucraba.

-En febrero de 1977 –cuenta Carlos Loza-, lo ascienden a contralmirante y asume una alta responsabilidad en la Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE). Además, Massera lo puso en el directorio de YPF como representante de la Armada.

En 1979, YPF estaba presidida por el general Carlos Suárez Mason, que no sabía nada de petróleo pero sí de persecución de gente. Había regenteado el Primer Cuerpo de Ejército y tuvo a su mando varios centros clandestinos de detención.

YPF figuraba por entonces como tomador de créditos internacionales o como respaldo a los créditos otorgados por el FMI. El dinero, por supuesto, no iba a la energía sino donde querían José Alfredo Martínez de Hoz, por entonces ministro de Economía, y el dictador Jorge Rafael Videla.

Los Hernanes

Rodolfo Picheni, a poco de salir, dejó el trabajo en el puerto. Se casó y fue el primero de los tres juramentados en tener un hijo varón. En noviembre de 1978 nació Mariano Hernán.

Rodolfo era el gran amigo de la vida de Carlos Loza. Rodolfo vivía en Carupá y viajaba hasta la Dársena Norte, donde todavía trabaja Carlos, con mucha frecuencia. Con el correr del tiempo, Rodolfo estaba muy deprimido.

-No se quería atender -dice con pesar Carlos Loza.

A fines de 2012, Rodolfo decidió que este mundo ya no era para él. Eligió ahorcarse y dejar una nota que pedía disculpas y en ese breve escrito se llamaba a sí mismo "el 30.001".

Oscar Repossi, su hijo Matias Hernán y su nieto Ulises Hernán
Oscar Repossi, su hijo Matias Hernán y su nieto Ulises Hernán

Oscar Repossi ya tenía un hijo antes de ir al infierno de la ESMA, llamado Mariano. En 1979, su esposa tuvo a Matías Hernán, y así nació el segundo de los Hernanes que homenajearon a Hernán Abriata.

Matías Hernán es mecánico y pintor. Acompañó y acompaña a su padre a los distintos juicios por la ESMA. A su vez, Matías Hernán tuvo un hijo varón al que llamó Hernán, por él mismo y por Abriata.

En 1992 le tocó el turno a Carlos Loza.

-Hernán Daniel nació el 9 de julio de 1992 –dice Carlos y quizá la sonrisa le dura una eternidad mientras cuenta que Hernán Loza estudia Ingeniería en la UTN y, al igual que él, trabaja de ferroportuario.

-Nora, Adriana y Elba, las madres de los Hernanes ¿qué supieron de esto? –pregunta Infobae.

-Las tres madres aceptaron el compromiso. Cada uno de nosotros se lo contó y ellas, aunque no eligieron el nombre, aceptaron ser parte de esta historia… Las tres se conocen.

 
Carlos Loza durante su charla con Infobae
Carlos Loza durante su charla con Infobae

Carlos Loza mira el reloj, no quiere llegar tarde a la ronda de las Madres. Antes de irse, una vez más recuerda a su gran amigo Rodolfo Picheni.

-Rodolfo fue testigo y caso en el Juicio Esma 2. Y una semana después de iniciada la Megacausa ESMA se suicida. Hace pocos días, el 13 de agosto, empezó la ESMA 4…

Carlos no completa la frase. No es difícil darse cuenta que quería decir "lo voy a extrañar", pero la garganta le jugó una mala pasada. Toma un trago más de café. Cuenta que va a empezar los trámites de la jubilación. Sus ojos claros, al despedirse, lucían un poco enrojecidos. Demasiada historia, demasiado dolor, demasiado compromiso.

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