Silvina Chemen: rabina argentina, defensora de los derechos de la mujer, del aborto y de la diversidad

La rabina Silvina Chemen defendió la legalización del aborto, habló del antisemitismo y de la duda sobre la existencia de Dios

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No responde a ninguno de los estereotipos del caso. Es cercana, cálidamente rigurosa en sus palabras pero sin ningún atisbo del formalismo innecesario. Veloz e inteligente para responder, prefiere el lenguaje coloquial al alambicado. Se ríe mucho. Da la impresión de ser una docente  de la secundaria o la universidad de las que uno recuerda con especial afecto por lo que aprendió desde tanto dentro como afuera del programa de estudios.

Silvina Chemen es una mujer muy joven que se ordenó, junto con una decena o algo más de congéneres, como rabina. "Nunca para mí fue un problema ser mujer. Yo siempre estuve en lugares donde lo femenino no era un obstáculo para desarrollar la vocación hasta que empecé a estudiar, hasta que entré al sistema formal de estudio rabínico", le cuenta a Infobae. " Y ahí sí hay mucha proclama de la igualdad pero hay bastante prurito en ejercer esa igualdad y no solamente porque estudie o no estudie con los varones sino los temas que se eligen, los rabinos a los que se siguen, las interpretaciones por las que se opta", explica.

En una extensa charla, la rabina Chemen ("la palabra rabina, de hecho, no existe", se ríe y agrega que se siente Yentl, el recordado personaje de Barbra Streissand) defiende el derecho de las mujeres a la interrupción voluntaria  del embarazo ("Más tarde o temprano va a salir. Es una ampliación de derechos que se va a conseguir"), analiza el antisemitismo en la Argentina ("o percibo un antisemitismo del más peligroso, porque es el que está en los ríos subterráneos de la herencia, del arrastre") y cita todo el tiempo con orgullo a su maestro, el gran rabino Daniel Goldman.

Es un placer escucharla. Rescata de la tradición judía el concepto de duda como modo de construir conocimiento y, especialmente, de acercamiento con otros pensamientos, sean religiosos o no.

Dirige la casa de Ana Frank en Buenos Aires y disfruta del proyecto de una obra de teatro que ya se comenzó a brindar en colegios porteños y de la provincia de Buenos Aires en donde se cuenta la historia de esta joven heroína, encarnada por la actriz Zoe Hochbaum y dirigida por Nicolás Gil Lavedra.

Es un placer escucharla. Deleita su dulzura, su conocimiento y su deseo por conectar con el otro.  "A mí me inspira la cara de la gente cuando me devuelve algo  acerca de lo que yo digo y lo que hago. Me inspira esta sensación de poder ser la que a veces pone la voz o la palabra que otros están necesitando para poder seguir hablando o para seguir caminando", le dice a Infobae. Aquí, compartimos la charla completa:

— Estaba tentado de presentarte como "rabina". ¿Te digo bien si te digo rabina?

— Me decís bien.

— ¿Qué es un rabino?

— La definición de rabino es "maestro". Si bien el mundo nos equipara a los sacerdotes, a los imanes o a los líderes religiosos sí tenemos un lugar de liderazgo. Pero el rabino no tiene una función solamente en el culto, sino que tiene una función también del orden de lo pastoral, también del orden de lo académico. Antiguamente era el que impartía justicia cuando no había ley civil. Es algo más que un líder del culto.

— ¿Y que haya mujeres en el ejercicio de este cargo? ¿Digo bien: es un cargo, una función?

— Si.

— ¿Es tradición nueva, más antigua?

— El judaísmo es una tradición milenaria que nació en una tierra que era la tierra de Israel, pero luego fue la dispersión del año 70 y desde esa dispersión hay un pueblo plural, diverso, múltiple, que desarrolló en cada lugar diferentes modos de interpretar. Porque tenemos que partir de esto: es una tradición interpretativa, nuestra organización social no es vertical. No hay una figura de autoridad que regula hacia abajo una manera de interpretar el texto, una manera de oficiar el culto. Entonces al ser horizontal y disperso, se generaron diferentes movimientos.

— Pequeña introducción: el Gran Rabino de Jerusalén no oficia de Papa.

— No, no, no. Gran Rabino es una palabra polémica.

— ¿Por qué?

— Y porque no existe tal función en la tradición judía. No hay "gran rabino". Son personas estudiosas, son personas de años de estar en la función, son personas respetadas, son personas consultadas. Hasta ahí sí: gran maestro. Gran rabino o gran maestro, un maestro de referencia. Pero no tiene una ascendencia jerárquica sobre los otros rabinos.

— Entiendo.

— En la ordenación que nosotros recibimos dice que nos transformamos en lo que en arameo se dice "mara de-atra": en el señor del lugar que estamos liderando. Tenemos autonomía para poder tomar decisiones en tiempos de emergencia: si dejar de rezar, si dejar de comer, ¿se entiende? Somos como los responsables últimos. En ese sentido los movimientos difirieron en el rol de la mujer. Algunos conversan más con la realidad y el progreso de la humanidad y otros menos. Algunos creen que conversar con la realidad atenta contra la continuidad de la tradición judía y otros creemos que conversar con la realidad es la única garantía de que la tradición judía se mantenga viva. En esa conversación, ante el avance de las mujeres en la igualdad de derechos con leyes civiles que equiparan la igualdad de derechos, las mujeres empezaron a volver a leer los textos y se dieron cuenta que en ningún lado estaba prohibido ser rabino.

— ¿Y cuántas mujeres rabino hay en el mundo?

— En el mundo no te puedo decir. Te puedo decir que en Argentina nos ordenamos sólo 15 desde el año 1994. Nada. La primera mujer que se ordenó fue en 1935, ordenada con un título rabínico en Alemania dentro del movimiento reformista que era el que primero reconoció la igualdad de varones y mujeres de derechos y obligaciones. Le costó un montón, no la ordenaban. A sus compañeros de la escuela rabínica los ordenaron rabinos y a ella la ordenaron como "maestra de altos estudios judaicos". Pero peleó, peleó, peleó y consiguió. Fue tal es escándalo social que produjo una mujer que investiga como rabina que hasta el año 72 y en Estados Unidos no se ordenó otra. Regina Jonas, que es la primera y de la que te estoy hablando, no conseguía comunidad. Le daban los orfanatos o las casas de los adultos mayores hasta que con la guerra los rabinos varones que consiguieron salir de Alemania se fueron y ella quedó a cargo de comunidades hasta que fue secuestrada y llevada a campos de concentración y murió en Auschwitz en el 42. Pero digo, hasta el 72 y en Estados Unidos que es otro tipo de sociedad, no se ordenó ninguna otra en el medio. Los procesos sociales de ampliación de derechos son procesos que llevan muchísimo tiempo y muchísima presencia y muchísima convicción.

— Vamos un poco por ese lado antes de seguir un poco con tu historia personal que me interesa mucho. ¿Cómo estás viviendo este proceso que en este caso tuvo la reivindicación de los derechos de las mujeres, Ni Una Menos y particularmente el aborto?

— Lo estoy viviendo… quiero tener conciencia histórica de lo que está pasando. No me quiero quedar solamente en el evento, en el relato de estos días. Lo que está pasando es muy importante. Toda lucha de ampliación de derechos tiene idas y vueltas, tiene vaivenes, tiene extremos que no le hacen bien. Pero a su vez cuando te gana la calle, cuando te gana a la generación joven, el cambio es irrenunciable. Yo veo a las jovencitas yo veo… Mirá lo que pasa dentro de la escuela de la comunidad en donde yo soy rabina: nadie duda que yo soy la rabina de las nenas y de los nenes que están en el colegio. Ya los chicos tienen otra manera. Entonces digo, esto que se ha peleado tanto en la calle y el tema de la ley de despenalización del aborto va a terminar saliendo. Todo cambio social lleva a alguno extremos que a veces son irreconciliables. Yo no abogo por la reconciliación, pero sí necesito tener una mesa de conversación donde podamos respetarnos y construir un país que también es plural y también tiene que tener acceso a la diversidad de opiniones. Pero yo lo estoy viviendo con… Sí: hubiera sido mejor que ayer salga del Senado aprobada la ley, pero no salió. Tenemos que aprender a fundamentar más, a conversar más. Tenemos que educar más, tenemos que salir más. Cualquier situación en donde la ampliación de derechos sea la convocatoria, yo voy a estar ahí presente.

— ¿Y cómo funciona en la tradición judía el derecho de la mujer al aborto?

— Otra vez: es una tradición interpretativa y vos vas a encontrar rabinos que te van a decir que es un "feticidio", palabra que denosto, y otros que vamos a decir que la tradición judía aun siendo milenaria, tenía algunas cosas que difieren de los argumentos de quienes se niegan a que esta ley salga. En primer lugar, el aborto siempre estuvo permitido en casos de violación, te estoy hablando desde el texto mismo bíblico, mirá vos desde cuándo. Y la ley judía dice que ante riesgo de la madre, entre la madre y "eso"…

— La persona por nacer…

— Si, que ni siquiera la llaman persona. La llaman feto y ahora vamos a explicar un poquito más de esto.

— "Gólem" o… tiene una expresión que alguna vez la había escuchado, pero no me acuerdo cómo se llama.

— Si, pero no. En la ley dice "ubar". Ubar quiere decir como "el feto". Se elige a la madre. Entonces, como es una tradición interpretativa, la pregunta es: ¿qué es que la madre tenga riesgo? Entonces ahí los rabinos diferimos. Y no es una cuestión solamente mía, sino que los consejos de rabinos difieren. Vos tenés quienes te dicen "riesgo de vida" y por supuesto, no hay dudas. ¿Riesgo psicológico? ¿Riesgo económico?: "tengo 10 hijos y no puedo darle de comer a los 10, ¿voy a tener uno más? Entonces digo: la ampliación de la palabra "riesgo" nos permite a nosotros entender que ninguna mujer en un estado de felicidad y de absoluta tranquilidad y elección va a abortar. Abortás cuando estás en un callejón sin salida, cualquiera sea el motivo y nunca es una decisión feliz.

— Contame: cómo elijo yo pertenecer a tu comunidad. Si yo fuera judío…

— Y si no sos judío podés venir igual (risas)…

— Bueno, voy. Pero digo: con este ratito con este que estoy charlando y con lo que conozco de vos si yo fuese judío elegiría que vos fueras mi rabina. ¿Se puede? ¿O hay un mandato que diga "vos pertenecés a ésta comunidad"?

— No, no, no. Es donde uno se siente bien, es donde se siente que le hablan en el lenguaje donde uno se siente hablado y donde uno puede hablar también. La gente circula, no son comunidades barriales, sino que son comunidades de elección de una vida compartida con ciertos discursos, con ciertos liderazgos que en este caso tienen este tinte. Yo estoy con el rabino Daniel Goldman que bueno… imaginemos cómo es eso.

— ¿Cómo te va en el prejuicio por ser mujer, en tu comunidad y en general?

— Desde que nací yo estuve en estos roles, que aparentemente eran de varones y yo no sabía. Entonces yo creciendo nunca me di cuenta de que era un problema el cuerpo y la orientación sexual con la que vine y a la que elijo. Nunca para mí fue un problema. Yo siempre estuve en lugares donde lo femenino no era un obstáculo para desarrollar la vocación hasta que empecé a estudiar, hasta que entré al sistema formal de estudio rabínico. Y ahí sí hay mucha proclama de la igualdad pero hay bastante prurito en ejercer esa igualdad y no solamente porque estudie o no estudie con los varones sino los temas que se eligen, los rabinos a los que se siguen, las interpretaciones por las que se opta. Ahí me fue un poco más difícil. No, no tuve inconvenientes.

— ¿Y dónde te formaste?

— Acá, en Buenos Aires. Hay un seminario rabínico latinoamericano.

— ¿Y ahí empezaste a encontrar el choque?

— Y ahí sí, porque la misoginia viste: venimos las mujeres a ocupar lugares que estaban totalmente asociados en el imaginario social a una estructura masculina. Mujeres que quizá estamos formadas, mujeres que tenemos una posición, mujeres que tenemos un lenguaje que por ser mujeres somos diferentes a los varones, por suerte, y venimos con toda la carga. Sería mejor aceptar ese rol impuesto por la sociedad de una mujer sumisa que acepta qué dice y mientras tanto sin hacer demasiado ruido se recibe, y no fue mi caso. Yo iba a hacer ruido.

— Habrás visto la película, es demasiado vieja y vos sos muy joven, de Barbra Streisand que se llama "Yentl"…

— Si, mil veces la vi. Soy yo.

— Pensé eso automáticamente.

— Soy yo.

— Porque te escuchaba hablar… Contemos para el que no la vio: es una mujer que decide aparentar ser varón para poder estudiar en la escuela rabínica. Vos sos Yentl.

— Sí, pero yo no me vestí de varón. Ni me "androgenicé". Porque también hay una tendencia, no la ves acá en Argentina pero tal vez la ves en otros países, de las mujeres que para hacerse un lugar en el mundo de los varones se hacen pibitos. Y las mujeres tenemos otras herramientas que son muy poderosas para acceder a lugares de fuerza que no es exactamente el uso de los varones.

— Masculinizarse.

— Sí, en todo sentido. Está el aspecto y también la forma. Nosotras tenemos otras formas. Y somos muy poderosas, y me parece que perdemos cuando nos hacemos "muchachitos". Perdemos. Perdemos lo que tenemos para aportar.

— ¿Cuánto de antisemitismo hay? Yo tengo la impresión de que hay mucho, pero mirado desde afuera me parece que no tengo la voz para interpretarlo, pero ¿cuánto antisemitismo hay hoy en Argentina?

— El antisemitismo que yo percibo es un antisemitismo del más peligroso, porque es el que está en los ríos subterráneos de la herencia, del arrastre. La argentina ha sido una sociedad que desarrolló reaccionariamente ideologías que iban en contra de minorías que no cumplían con el imaginario hegemónico de sociedad de clase. Entonces sí: hay un antisemitismo de base que ahora está arrastrado por una gran ignorancia. Yo me he topado con prejuicios respecto de los judíos que con sólo conocerme se evanecen. Pero hay mucho de no conocer, de no saber, de no acercarse. De preferir tener siempre ese lugarcito de "chivo expiatorio" para echarle la culpa a alguien y esa matriz es peligrosa en la micro sociedad y en la macro sociedad también. No es una matriz que funciona solamente en el Holocausto: la matriz de poner como chivo expiatorio a cualquier minoría y hacerle sentir que ahí está la culpa es lo que termina en genocidio.

— A los que hemos tenido la suerte de educarnos y de convivir con muchas familias judías, uno aprende aparte de comer rico, de algunos lugares que yo los sentía muy dolorosos. Yo tengo un amigo que siempre te dice: "en algún momento, en el medio de una discusión, te van a decir "judío de mierda", y yo le decía: "Exagerás". ¿Exagera mi amigo?

— No sé si en todos los lugares. No, no exagera. En algún momento vos dejás de decir que sos judío a veces para no levantar polvo y para cuidarte. No todos los lugares son subjetivamente seguros. Pero insisto: es que se habla poco, que se conoce poco. Vos fijate: hablamos de diálogo, de interculturalidad, de interreligión y no salimos de las 4 paredes de la escuela o de la iglesia o de la sinagoga o de la mezquita. No llevamos a los pibes a que se encuentren con otros. Los líderes religiosos sólo vamos cuando hay un panel y hay un fotógrafo que te saque en algún medio. No caminás, no caminás la calle para que podamos conocernos y entender que de base tenemos metodologías de estudio, de entender lo divino, de entender lo que es la fe. Hay tanto por recorrer, hay tanto por aprender… Mira, en Bet-El estamos haciendo hace 3 años y por pedido de la gente que no quiere abandonar, con un teólogo amigo mío católico y ex cura, decidimos dejar de ir a los paneles de diálogo interreligiosos esos de las fotos porque la gente no sabe dialogar. Entonces dijimos: "¿por qué no empezamos a estudiar juntos?". Una parte de La Torá, una parte del Pentateuco desde la interpretación judía, una parte del Evangelio desde la interpretación cristiana. Pusimos un avisito en Facebook y el primer día vinieron 60 personas, judíos y cristianos estudiando juntos lectura compartida. Y ahí desde el vamos nos dimos cuenta: tenemos matrices de estudios distintas. Los judíos, como somos una tradición interpretativa, no pasamos el versículo hasta que no lo entendemos hasta las últimas consecuencias y lo inquirimos y lo preguntamos y lo damos vuelta y quizás el mundo cristiano está acostumbrado a estudiar de otra manera: escucha lo que le dice el que sabe y eso es, y al final quizás se anima a levantar la mano y pregunta algo. Entonces la primera clase fue un caos. ¿Vos te imaginas a los judíos preguntándole al Evangelio por qué Jesús dice "los que me siguen serán mis amigos"? ¿Y qué: los que no lo siguen quién son? ¿Los enemigos? Y vos veías la cara de los cristianos y yo digo cuánto tenemos que desandar. Hoy vas a las clases de lectura compartida y ya no sabés quién es quién porque nos animamos a preguntarle al texto, porque armamos espacios de confianza en donde sabemos que preguntar es preguntar y no es un juicio de valor sobre el otro y porque no pasamos la página hasta que no estamos absolutamente convencidos de que entendimos todo lo que necesitamos entender para seguir adelante. ¡Es tan rico!

— Me imagino. Como buen agnóstico de formación católica y de parentesco de afecto con los judíos yo siento que la tradición judía cree que es un valor la duda, cosa que no pasa con los católicos. ¿Me equivoco?

— No, es así. Mira, hay un midrash, hay un texto exegético rabínico que cuenta que hay dos rabinos caminando sobre las ruinas de la destrucción del Templo de Jerusalén. Imaginte lo que significa: es como si yo te dijera, para el mundo católico, que hay un atentado y destruyen el Vaticano y el Papa no existe más. Es una orfandad, los judíos pensaban que allí vivía Dios, ¿se entiende? Hasta ahí te estoy diciendo, y estaba todo centralizado. De golpe el Templo destruido y el pueblo exiliado y hay dos rabinos que caminan entre las ruinas y ve que uno está agradeciendo. Y le preguntan: "rabino: ¿por qué está agradeciendo?". "Porque el Templo se destruyó pero hoy acaba de nacer lo que nos va a mantener vivos por siempre". "¿Qué es maestro?". "La duda". Y de verdad que como vos sentís y percibís, es la duda lo que nos mantiene vivos. Porque estamos todo el tiempo preguntando y porque además tampoco buscamos la verdad jamás. Porque finalmente, ¿para qué?

— Ahora ¿la duda abarca la posibilidad de preguntar si Dios existe?

— Por supuesto. Porque vos no tenés un protocolo para ser judío, ¿Me entendés?

— A ver…

— No necesitás tener fe y yo no te voy a preguntar si vos creés en Dios para que vengas a rezar conmigo o que pertenezcas a mi comunidad. Los profetas son geniales en esto: cuando ven al pueblo que llevaba las grades ofrendas al templo y se desgarraba las vestiduras en las ceremonias pero cuando salían había una viuda y no le daban un pedazo de pan y había un desnudo y no lo vestían, decían que Dios les decía: "abandónenme a mí, pero sigan mis preceptos". O sea: preferimos la construcción de una sociedad más justa a un tipo que esté manifestando una fe que no le transforma la vida para construir la vida con otro.

— Traiciono una conversación que tuvimos 30 segundos antes de empezar que me dijiste: "El judaísmo no es una religión".

— No, no necesariamente. Tiene aspectos religiosos… El judaísmo es una tradición, es… A ver, ¿cómo decirlo?… Algunos autores lo definen como una tradición interpretativa, otros como una cosmovisión. Es una lente con la cual tomar la vida trascendentemente. Tenés maneras de comer, maneras de vincularte con la naturaleza, tenés leyes para comerciar, tenés leyes para criar a los hijos, tenés leyes para ayudar a los que necesitan, tenés leyes para rezar, tenés formas de rezar, tenés un Dios, tenés palabras para decir, tenés meditaciones. No es solamente una religión. Yo como kasher, que es el modo judío que dice la Biblia y no es un acto del culto: es una decisión mía cotidiana que yo tomo una decisión en donde me pongo un límite cotidianamente porque entiendo que es un modo de moldear una virtud ética que tiene que ver con mi vínculo con la naturaleza, con el planeta y con mi cuerpo, que es que uno no puede ir por la vida con las fauces abiertas fagocitándose a todo lo que se le antoja. Hay un límite.

— Por el mero placer, hacerlo por el mero placer sin importar nada.

— Sin importar nada. Porque el placer está muy bien en el judaísmo. No es una tradición estoica, el placer está muy bien.

— No quiero escaparme de algo que te decía: dudar de Dios es una parte incluso, es un modo de convivencia…

— ¿Y cómo hay fe sin duda?

— ¿Pero Dios existe?

— ¿Para quién?

— Para vos.

— La palabra "existe" ya lo limita a un algo, ¿entendés? No sé…

— Es un corsé semántico, ¿no?

— Claro, es un corsé semántico al que no entro. No entro. Mirá, voy a la Biblia un minuto: Moisés, cuando Dios le dice en la zarza ardiente: "vas a sacar al pueblo hebreo de la esclavitud" y él le dice: "no, no puedo, no sé hablar". Hasta que un momento dice: "bueno, ¿y si voy y le digo "¿cómo te llamás?" ¿Qué le digo?, ¿Quién sos??". ¿Y vos me preguntás si existe? "¿Quién sos?", y Dios le dice… y vos fíjate que los griegos y el griego nos traicionó porque si vos vas a una Biblia hoy, al Éxodo, te va a decir "soy el que soy", ¡y está mal! En hebreo no dice así porque en el hebreo no existe el verbo "ser" en presente. No hay una definición ontológica que diga "yo soy". Cuando yo tengo que decir "yo soy Silvina" digo en hebreo "ani Silvina", "yo Silvina", no hay "soy". Porque uno es un "siendo" constante, es un constructo permanente. El "soy" te define ontológicamente: "soy ésto", entonces no soy lo otro. Entonces Dios le dice: "ehyeh asher ehyeh, seré el que seré", entonces no me podés preguntar a mi si existe porque Él siempre va siendo lo que va siendo. Y es vincular: es el vínculo del creyente con eso que uno llama "Dios" porque necesita ponerle una palabra humana.

— Contame, y perdón la torpeza de la comparación, pero uno que vive en un país de tradición católica tiene más o menos claro que el Opus Dei es una cosa y la Teología de la Liberación es otra. ¿Cómo conviven el movimiento Lubavitch con una tradición como la tuya?

— Como las familias, viste que no siempre estás de acuerdo con los miembros de tu familia. Somos hermanos del mismo pueblo, tenemos visiones diferentes.

— Eso es. Y no habiendo esta verticalidad es mucho más probable que haya distintos tipos de interpretaciones.

— Si, inclusive cuando vos hablas de los Lubavitch pero también dentro del mundo ortodoxo hay infinidad de corrientes que unas piensan que no deberían ser las otras, ¿se entiende? Convivimos, coexistimos, cada uno en su mundo. Yo siempre siento que las tradiciones religiosas, cuando el mundo ya es global, porque en el momento en que las tradiciones religiosas eran todo el universo del sujeto, eran la explicación científica, eran la explicación teológica, era una función la tradición religiosa. Pero hoy en día una tradición religiosa en un mundo global tiene que existir para que a la gente le haga bien y para que la gente tenga un proyecto trascendente que supere este mundo loco de consumo y finitud de la materia por decirlo de alguna manera. Entonces si hay mensajes religiosos para los diferentes públicos y personas y si las congregaciones tienen gente, quiere decir que les hace bien y entonces está bien.

— El rabino es el señor vestido de negro, eventualmente con su sombrero, en el caso de las trencitas y no me acuerdo cómo se llama esta camisa con los ocho cositos. Y me encuentro con vos y tengo que preguntarte, vos que sos una rabina: ¿no hay ruido, no hay colisión en eso?

— Si alguien le pregunta a ese de sombrero negro si está bien que yo sea rabina, va a decir que no.

— ¿Y si yo te pregunto a vos si ese señor está bien que sea rabino vas a decir que sí?

— Que sí, que haga lo que quiera.

— Nada menos.

— Ni nada más.

— Claro, totalmente. Contame: yo te preguntaba antes sobre el tema de la mujer, la reivindicación de los derechos. ¿Hoy cuáles son los derechos que vos senís que desde la comunidad judía siguen siendo necesarios ser reivindicados en nuestro país? En algo que yo insisto: prejuicio o no, hay una corriente de antisemitismo no menor.

— ¿Vos hablás respecto de la mujer?

— De la mujer y del judío como tal.

— Mirá, lo que yo siento es… ¿viste la frase de mi abuela: "del dicho al hecho…"? Bueno, estamos en el medio entre el dicho y el hecho. O sea: hay mucha proclama de igualdad, de igualdad ciudadana, de igualdad de género, de igualdad de oportunidades, hay mucha proclama. Me parece que todavía estamos cubiertos de un manto de hipocresía y disimulo que discusiones como las que estamos viviendo respecto de la legalización del aborto tiene que ver con eso. Como dice Dani Goldman: no corre el velo de la hipocresía y el disimulo. Me parece que estamos ahí. Si la vida me llevó a esta vocación me parece que es para provocar el corrimiento de ciertos velos de hipocresía y disimulo, de no quedarme quieta. ¿Cuáles son los temas? Me parece que la mujer sigue siendo un tema: las mujeres seguimos ganando menos que los varones. Entonces desde ahí no me vengan con mucha historia. Les es mucho más difícil acceder a puestos gerenciales hasta hoy en día. Ahora estamos molestando con el lenguaje inclusivo, viste que cargamos y qué se yo. Pero de verdad, vos me preguntabas: "¿te puedo decir rabina?". La palabra "rabina" no existe en el diccionario. Ahora, digo: ¿me podés decir rabina? Sí, porque tanto van a decir "rabina" que en algún momento se van a dar cuenta que el lenguaje está nombrando algo que existe. Entonces tenemos que acostumbrarnos que la realidad existe más allá de los lenguajes y que los lenguajes vienen después. No voy a discutir con Paul Watzlawick si la realidad viene antes del lenguaje, no vamos a discutir con él pero es así. Nosotros generamos, al generar estas visibilidades… Mi mamá siempre me dice: "¿por qué vas a todos lados? ¿por qué tenés que estar en todos lados?". Yo hoy estoy acá, muchas gracias por esta invitación, pero no siempre estoy en lugares… Estás en lugares chiquitos, estás en lugares oscuros, estás en lugares que a veces sabés que te van a hacer preguntas difíciles, te vas a escuelas catequísticas, te vas a mezquitas. "¿Por qué te vas a todos lados?". Porque me parece que tenemos que ocupar los lugares, tenemos que estar, tenemos que poner el cuerpo. "Del dicho al hecho", estamos en el medio.

— En la mitad del trecho.

— Estamos en la mitad del trecho.

— ¿Qué te inspira?

— A mí me inspira la cara de la gente cuando me devuelve algo  acerca de lo que yo digo y lo que hago. Me inspira esta sensación de poder ser la que a veces pone la voz o la palabra que otros están necesitando para poder seguir hablando o para seguir caminando. Me inspira no: me responsabiliza este lugar que me lo dio la gente porque el rabinato es mi tercera carrera. Yo no pensaba esto desde siempre, pero bueno como yo siempre estuve ligada a la vida comunitaria y siempre me dediqué a estas cosas y siempre fui educadora y soy profesora de Biblia, entonces como canto lindo oficiaba en el púlpito y cuando el rabino se iba de vacaciones daba el sermón y así empecé y la gente me empezó a llamar "rabina", entonces lo que me inspira es eso: ¿qué le desperté a la gente para que yo esté en este lugar? Me inspira una constante relación con la gente para saber por dónde tengo que ir.

— Hay virtudes dentro del catolicismo que creo que se llaman las "cardinales", nunca las voy a aprender: la fe, la caridad y la esperanza. Y a mí la esperanza me interesa. Un querido amigo cura me dice que la esperanza no es el sentarse contemplativamente a que algo suceda. La esperanza es un acto. ¿Y qué es la esperanza para vos?

— Para mí es pura acción. Hay 3 principios también en la tradición judía: Torá, o sea el estudio; Avodah, el trabajo, el servicio y G'milut Hasadim, los actos de bondad. Tenés que saber, tenés que estar dispuesto. Pero con todo esto de saber y estar dispuesto y la buena intención en lugar de sentarte a esperar andá a hacer cosas. Arrancá, no se me ocurre otra manera.

— Bueno, sé pocas cosas. Sé decir Shalom, sé de todos mi Bar Mitzvá, Baruch Atah Adonai que cantaban y estudiaban los chicos…

— Que quiere decir "bendito seas Dios".

— Así que esas son las dos…

— ¡Está muy bien!

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