Una sensación extraña en la mano izquierda, algo ajeno a todo lo que hasta ese momento conocía, alteró los planes para el resto de los días de Oscar Cañete. Hace 18 años, la vida que llevaba este hombre se disolvió y se convirtió en casi otra. El leve temblequeo fue traducido por los médicos que atendieron su incertidumbre como Parkinson, la noticia que nadie quiere escuchar.
Con el paso del tiempo, como hace en todos los casos, la enfermedad tomó el resto del cuerpo de Oscar hasta que reconfiguró todo. En ese momento, Cañete (54) no imaginó que casi dos décadas más tarde iba a entrar en el quirófano de un hospital público bonaerense para salir de allí colmado de esperanza.
Los cirujanos del Hospital Posadas, ubicado en la localidad de El Palomar, le practicaron una operación y, en cuatro meses repetirán, con el fin de que Oscar pueda aproximarse a aquella vida que dejó con el primer indicio de la llegada del Parkinson.
Antes, cuando la enfermedad era como una serpiente que avanzaba con voracidad por su organismo, Oscar tuvo que dejar de trabajar en la fábrica de alimentos que lo empleaba y algo casi peor: dejó de jugar al fútbol.
"Mi vida era un desastre", dice Cañete, después de compartir la experiencia del quirófano con la cámara 360º de Infobae, y como a casi todos los que caen cautivos de la enfermedad, también se preguntó "por qué a mí".
El Parkinson es una enfermedad neurológica que genera movimientos anormales en el cuerpo. En los últimos años, el Hospital Posadas sumó tecnología que le permite a su equipo de médicos operar, de manera gratuita, algunos casos de pacientes con esta dolencia.
Oscar estuvo despierto y atento durante la operación, que se realiza con anestesia local. "Tiene carácter paliativo y su objetivo es ofrecer una mejor calidad de vida a los pacientes afectados, recuperando la máxima autonomía posible ya que la enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo crónico que produce una incapacidad progresiva", explica el sitio web oficial del Posadas.
Ese deterioro lento pero persistente lo padeció durante estos 18 años Oscar Cañete. Especialmente en los últimos cinco años. "Ni siquiera se podía tapar con la sábana", cuenta Yanina, una de sus hijas, que vive con él y sus hermanos en la casa de Los Cardales. Oscar había perdido hasta la fuerza en sus piernas.
La vida es una cadena donde cada eslabón puede ser una sorpresa. La operación devolvió la esperanza para el espíritu de Cañete y su familia. Dentro de cuatro meses, Oscar volverá al quirófano del Posadas para completar la secuencia de intervenciones. Pero ya, tras la primera, pudo aproximarse a una nueva vida, otra vez.
"Cambió mucho; puedo caminar, puedo comer, puedo bañarme solo, taparme solo, levantarme solo", enumera Cañete, y hace un breve silencio durante el cual busca palabras. Hasta que las encuentra y las suelta, con síntesis y contundencia. "Yo era un pájaro encerrado que no tenía vida", se emociona, mientras ceba un mate y convida.
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