Hace dos años, a mediados de 2016, Nancy tenía 29, estaba en pareja hacía un tiempo y ya tenía dos hijos. Sin embargo, al fallar un método anticonceptivo, quedó embarazada sin buscarlo ni desearlo y supo desde el principio que quería interrumpirlo. "Era una decisión tomada: yo no quería ser madre otra vez en ese momento", dice a Infobae.
Mientras Nancy se enfrentaba a la decisión de abortar, tomaba notoriedad el caso de Belén, una joven que fue condenada en 2014 a ocho años de prisión -de los cuales cumplió casi tres hasta que la Corte Suprema de Tucumán la absolvió por unanimidad- por haber tenido un aborto espontáneo en el cual murió el bebé que ella desconocía llevar en el vientre.
En ese contexto y con los hospitales de la provincia de Buenos Aires más alertas que nunca a las mujeres que llegaban a las guardias en situación de aborto, Nancy (que militaba la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito desde 2008) decidió someterse a un aborto quirúrgico.
“Entré en shock por la estafa y no podía hacer más nada. ¿Cómo denunciás una práctica clandestina de la cual sos parte?”
"Me pasaron el contacto de un consultorio en Morón, tuve una entrevista previa, me dijeron que iba a salir 1.500 pesos y me explicaron más o menos cómo iba a ser", cuenta Nancy. "La médica me anestesió y a los 20 minutos me dijo que ya estaba pero igualmente me recetó misoprostol. A mí me pareció raro. Me dijo que si en la ecografía de control se veía que no había largado todo, me las tomara para terminar de expulsarlo".
Tras la ecografía, Nancy descubrió que seguía embarazada como si nada hubiera pasado. Y es que, en rigor, nada había pasado. La médica le había sacado la plata, la receta que le dio no tenía sello y no había nada más que pudiera hacer. "El consultorio, la anestesia: todo había sido una pantomima. Entré en shock por la estafa y no podía hacer más nada. ¿Cómo denunciás una práctica clandestina de la cual sos parte?".
Ya de 8 semanas, hizo el procedimiento con pastillas. Esperó los 15 días necesarios y en la ecografía de control descubrió que seguía embarazada y que tenía un hematoma riesgoso. De inmediato se fue hasta una consejería donde asesoran a mujeres pre y post interrupción del embarazo y la instaron a que repitiera nuevamente el procedimiento hasta expulsarlo. "Una vez que iniciás el tratamiento con las pastillas, no hay vuelta atrás porque hay mucho riesgo si seguís con el embarazo".
En el próximo control el diagnóstico cambió a "huevo muerto retenido": el embrión había dejado de crecer y había empezado a retraerse. Había que sacarlo. "El médico me dijo 'andá ya a un hospital porque se puede complicar'. Generalmente se espera que el cuerpo lo expulse, pero mi cuerpo no estaba largándolo, entonces corría muchísimo riesgo de infección". Las pastillas habían interrumpido el embarazo de 10 semanas pero no se había completado la expulsión.
“‘Bueno, ¿me das la receta?’, le dije. Y me decían ‘¿Qué receta?’ y se reían entre ellos”
Ecografía en mano, Nancy se fue a un hospital de la zona Oeste de la Provincia. Ahí la recibieron dos residentes que le explicaron que por protocolo no podían hacerle el legrado con un solo diagnóstico como ese; necesitaban al menos dos o tres resultados más. Le dieron dos recetas de misoprostol y le dijeron que lo hiciera de nuevo. "Por algo esa chica no quería que yo volviera al hospital", reflexiona ahora Nancy.
En lugar de volver a probar con las pastillas, Nancy esperó cinco días para hacerse otra ecografía y volver con la evidencia suficiente para que le hicieran un raspaje. Pero en el hospital donde la habían asesorado la recibió otra guardia que le negó terminantemente la intervención.
"Cuando le expliqué al jefe de guardia que ya había estado ahí, me preguntó si me habían dado algo y yo le mostré una de las dos recetas, me hice la que no sabía qué era", cuenta. "Se la llevaron, volvieron y me repitieron que no me lo iban a hacer. 'Bueno, ¿me das la receta?', le dije. Y me decían '¿Qué receta?' y se reían entre ellos".
Cuando Nancy enfureció y les dijo a los médicos que iba a denunciarlos, la respuesta fue: "Bueno, denuncianos que nosotros hacemos lo mismo". "Ahí rompí en llanto y la veo a una de las residentes que se va con mi receta en la mano. La seguí para que me la devuelva, ella la rompió en mi cara y la tiró a la basura".
Desesperada, se fue a otro hospital. "Llegué y le dije de una 'mirá, estoy cursando un aborto, tengo un huevo muerto retenido, estas son las dos ecografías y el misoprostol ya me falló dos veces". Ahí le hicieron probar de nuevo con las pastillas para ver si se facilitaba el proceso y le dijeron que volviera al día siguiente, pero la situación no cambiaba, estaba con dolores y seguía sin expulsar el embrión.
Después de un intento fallido por llevarla al quirófano (porque el diagnóstico erróneo de una ecografía no permitía la intervención), la instaron, otra vez, a que vuelva al otro día.
“Si a cualquier mujer no le funciona, como a mí, el método más saludable que hay, el sistema de salud tiene que estar preparado para atender esa urgencia”
La mañana siguiente, durante la ecografía definitiva, la médica y todos los residentes que la acompañaban miraban perplejos la pantalla. "En ese momento escuché que decían: 'Le va a explotar el útero'. Me mira y me dice: 'Mami, ya mismo te vas con esto que te tienen que internar de urgencia'". En medio del pánico le hicieron un legrado de inmediato y a las tres horas estaba en su casa. "Podría haber muerto. Todo lo que pasé se podría haber evitado".
"Por la cabeza lo único que se me pasaba era que yo ese procedimiento lo iba a terminar de cualquier manera porque no quería seguir con ese embarazo. Era una decisión tomada", sostiene. "Cuando una mujer toma una decisión, ya está, ya la tomó, y si quiere abortar lo va a hacer, sea clandestino o legal. Si a cualquier mujer no le funciona, como a mí, el método más saludable que hay, el sistema de salud tiene que estar preparado para atender esa urgencia. El manoseo y la violencia institucional fue terrible".
Hoy, cursando un embarazo de 14 semanas y con dos hijos de 12 y 7, Nancy está segura de la decisión que tomó. "Si yo en otro momento no quiero ser madre y me vuelve a pasar, lo volvería a hacer", asegura. "El aborto no es traumático, la sensación de impotencia mayor la sentís con la clandestinidad. Si yo no hubiese tenido estos recursos, el aborto me lo hubiese hecho igual y tal vez hoy no estaría contando esta historia".
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