Steve Jobs, el hijo “no deseado” que fue entregado en adopción

La madre biológica del creador de Apple era muy joven cuando quedó embarazada de su novio, un estudiante sirio que su familia no aceptaba. Un caso que dice mucho sobre el vínculo entre legalización del aborto y adopción

Steve Jobs en brazos de su padre adoptivo, Paul (1958)

Steve Jobs no fue un niño deseado por su madre. No fue "planeado" por sus padres biológicos. Abdulfatá John Jandali, de nacionalidad siria, y Joanne Carole Schieble eran novios. Y muy jóvenes. La familia de ella desaprobaba la relación y no les permitieron casarse en ese momento. El hijo, que nació en febrero de 1955, fue dado en adopción.

Un par de años después los padres de Steve Jobs se casaron y tuvieron otra hija. Pero el matrimonio no funcionó y cinco años más tarde se separaron. Jandali regresó a Siria y no mantuvo contacto con su esposa ni con su hija.

Al darlo en adopción, los padres biológicos de Steve pusieron una condición: que la familia que le diera un hogar creara un fondo económico para enviarlo a la universidad.

Steve Jobs junto a Steve Wozniak durante los comienzos de la empresa que crearon (Photo by Justin Sullivan/Getty Images)

Paul Jobs, el padre adoptivo de Steve, era mecánico: comparaba autos usados, los repara y los revendía. Su esposa tenía un negocio. Eran gente sencilla, no eran universitarios.

Steve Jobs, ya lo sabemos, no se interesó en la mecánica, aunque su padre le enseñó los rudimentos.

Luego vino la historia conocida: el genio informático de Steve se reveló muy pronto y lo hizo protagonista de una verdadera revolución innovadora.

Entre tanto, su hermana, Mona Simpson, se consagraba como joven escritora de éxito al publicar, en 1987, la novela Anywhere but here, un relato autobiográfico sobre la difícil relación de una adolescente de 12 años con su madre…

Steve Jobs y su hermana Mona Simpson

La joven, que no había vuelto a ver a su padre desde los 5 años, contrató a un investigador privado para buscarlo. Al tiempo, el detective la sorprendió al informarle que, en el transcurso de su pesquisa, dio con un colega que, desde California, buscaba a la misma persona, pero por cuenta de otro hijo.

Así descubrió Mona que tenía un hermano, nacido dos años y medio antes que ella y entregado en adopción a una pareja californiana.

Como les sucede a muchos hijos adoptivos, también Steve Jobs sintió en algún momento de su vida curiosidad por conocer sus orígenes. Por eso, al mismo tiempo que su hermana, contrató a un detective para que buscara a su familia biológica.

Los dos hermanos se habían criado en ambientes socioeconómicos muy diferentes. Mientras Mona iba a la Universidad de Columbia, su hermano abandonaba el college para hacer un viaje a la India. Al volver, se puso a trabajar en el taller del padre. Y, mientras su hermana escribía su best seller, él inventaba la computadora Apple.

Steve Jobs, John Sculley y Steve Wozniack, en la presentación de la computadora Apple II

Steve Jobs murió de cáncer en el año 2011, habiendo reanudado un vínculo con su madre biológica y su hermana. No así con su padre, Jandali.

En marzo de 2011, el padre biológico de Jobs dio una entrevista a la prensa. Su versión de lo sucedido con Steve fue la siguiente: "La razón por la cual fue dado en adopción fue que el padre de mi novia era extremadamente conservador y no le permitió casarse conmigo, entonces ella decidió darlo en adopción". En cuanto al vínculo con su hijo, o a la falta de, explicó: "No tengo una relación cercana con (mi hijo). Le envío mensajes para su cumpleaños, pero ninguno de los dos ha dado un paso para acercarse más al otro. (…) Por supuesto que he cometido errores y, si pudiera volver atrás en el tiempo, habría arreglado algunas cosas".

Abdulfatá John Jandali, el padre biológico de Steve Jobs

Los padres biológicos de Jobs no esperaban un hijo cuando lo engendraron y no pudieron asumir la responsabilidad que implicaba. Pero le dieron una oportunidad a esa vida.

La historia de Steve Jobs, como tantas otras, debería llevar a revisar la idea, hoy muy en boga, de que la garantía de la felicidad o de la realización de una persona está en el hecho de haber sido hijos deseados; más aún, planificados.

Pero la vida difícilmente pueda programarse hasta sus últimos detalles. Por el contrario, está hecha en buena medida de imprevistos, de giros del destino, de desafíos.

Sobran los ejemplos de hijos no deseados, abandonados, que sin embargo encontraron su camino. Así como son muchos los casos de hijos muy planeados que yerran el camino.

(Getty Images)

"El aborto se opone a la adopción"

Esta semana, en televisión, Rolando Hanglin decía que "el aborto se opone a la adopción". No le falta razón.

En los países donde el aborto está legalizado desde hace años, y por lo general también banalizado, no hay niños para adoptar; el niño "no planeado" no nace.

Como dijo a Infobae la socióloga francesa Ségolène du Closel (en entrevista al comienzo del debate del aborto en el Congreso), las parejas francesas "no se autorizan el bebé que no está planeado". El aborto generó una mentalidad anticonceptiva y el hijo sorpresa, inesperado, es abortado.

Según el último relevamiento oficial, que corresponde al año 2016, había en Francia 2626 menores "pupilos de Estado", es decir, adoptables. Una cifra ínfima en proporción a una población de casi 67 millones de habitantes.

Esto explica que la adopción sea una verdadera carrera de obstáculos. Y que sea tan frecuente la adopción en el extranjero. Los europeos adoptan niños rusos, de Europa del Este, de China, de Vietnam, de África, etcétera.

Algunos podrán ver en este bajo número de niños adoptables una buena noticia. Del mismo modo que creen que la legalización del aborto es auspiciosa para los pobres, una herramienta para sacarlos de la miseria.

Aunque cueste creerlo, la doctrina malthusiana, mil veces desmentida, sigue teniendo partidarios. Esos rancios argumentos volvieron a surgir en las exposiciones en el Congreso argentino.

Y subyace también en esto una filosofía: la idea de que el "deseo" de la madre es la única fuente de legitimidad para la vida de un nuevo ser humano.

"La idea del yo como tribunal supremo opera también en el principal argumento en pro de la despenalización del aborto -escribió premonitoriamente el filósofo Silvio Maresca en una columna de opinión en La Nación en 2005-. Se sostiene que la mujer (esto es, su yo) es dueña absoluta de su cuerpo; por ende, posee plenos derechos para hacer lo que le plazca con el fruto de su vientre. (…) El argumento omite, por cierto, que la vida no nos pertenece. (…) La vida nos trasciende. Nos crea y, a su debido tiempo, nos destruye. Ninguno de nosotros es un fin en sí, sino apenas un medio para el incansable devenir de la vida. El sujeto es la vida, no el yo."

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