El 29 de julio del 2015 Alejandro Cohn sufrió una baja de azúcar en plena calle. Se sintió mareado y decidió sentarse unos segundos en el cordón de la vereda. Una madre que pasaba junto a su hija lo vio, ambas se acercaron y decidieron llamar a una ambulancia. Ingresó caminando al Hospital Melchor Posse de San Isidro. "Entra por una pavada y lo sacan de ese hospital muerto", resume la historia en diálogo con Infobae su hermano, el director de cine Mariano Cohn, que desde ese momento denuncia que hubo mala praxis. Este domingo, a tres años de ese día, compartió además una carta en la que le cuenta a Alejandro todo eso "que siguió después" y "nunca tendría que haber pasado".
"Básicamente la carta es como un último recurso luego de intentar absolutamente todo y que pase desapercibido", dice el director de El ciudadano ilustre (2016), El hombre de al lado (2009) y El artista (2008), entre otras producciones. Desde hace tres años a él le toca ser el protagonista de la trama más difícil, una que intenta reconstruir entre el dolor y la impotencia: la de la muerte de su hermano y las irregularidades que ponen en el centro de la escena al hospital Melchor Posse de San Isidro y a su equipo médico.
Luego de que llegara consciente al hospital a Alejandro le hicieron 15 preguntas, respondió a todas y avisó que era diabético. Después lo dejaron en una camilla. No lo atendió ningún médico por más de dos horas, hasta que una enfermera se dio cuenta de que estaba teniendo un paro cardiorespiratorio. Lo llevaron al shockroom e intentaron reanimarlo, pero ya era tarde. Lo internaron en terapia intensiva, aunque más tarde otros especialistas determinarían que para entonces ya estaba muerto.
"Estuve dos días visitando a mi hermano en terapia intensiva en el Melchor Posse, hablándole a un cuerpo muerto, con la expectativa de que pudiera sobrevivir", recordó Mariano la escena más dolorosa para él y su familia. A la segunda noche, en medio de sospechas de que algo no andaba bien, decidieron trasladarlo al Hospital Italiano. Extrañamente para entonces tenía la médula quebrada, la clavícula y las cervicales fracturadas y un golpe en la cabeza. Desde el Posse quisieron instalar que Alejandro había sufrido un accidente de tránsito, versión que más tarde sería desestimada por la justicia.
"Los médicos del Hospital Italiano se dan cuenta de que ya estaba muerto y denuncian a los otros médicos que lo habían atendido, algo que es muy raro que pase. A partir de ahí empieza un derrotero legal, denuncias públicas que empiezo a hacer yo con abogados, con peritos puestos por mí, con el único objetivo de que no se cajonee esta causa", detalló el cineasta, que hoy no entiende cómo el caso no tomó más trascendencia a lo largo de estos tres años y pese a la gravedad de la denuncia. Como si fuera poco el año pasado el libro con el reporte del shockroom y las hojas de la enfermería de ese día en el Melchor Posse, desaparecieron sin explicación.
"No estoy de acuerdo con aceptar ni con naturalizar este tipo de cosas", sostuvo Cohn a Infobae y describió sobre el dolor en la intimidad: "mis padres están destruidos, el único motor son sus nietos, de hecho ambos son abogados y ninguno puede llevar adelante la causa. Están en un estado de parálisis".
Cada tanto Mariano se descubre comenzando a marcar el número de Alejandro en su teléfono. Todavía no logra hablar de él en pasado y por eso en parte es que este domingo quiso escribirle una carta para contarle cuánto cambió su vida los últimos años, decirle que lo extraña y que no piensa bajar los brazos.
La carta de Mariano Cohn a su hermano Alejandro
Querido Ale:
Este 29 de julio se cumplen tres años desde que te mataron. Entraste al
hospital Melchor Posse de San Isidro porque tuviste una baja de azúcar en la
calle, te sentaste en el cordón de la vereda, una chica y su mamá llamaron a
la ambulancia y te acompañaron. Entraste caminando al hospital, contestaste las 15 preguntas de 15 y avisaste que eras diabético. Hasta ahí seguro que te acordás. Lo que siguió después es lo que nunca tendría que haber pasado. Llevo tres años investigando y exigiendo justicia. En la guardia no te atendió ni te revisó ningún médico, no te hicieron exámenes, no te hidrataron. Te abandonaron en una camilla por más de dos horas hasta que por la falta de atención hiciste un paro respiratorio. Recién ahí una enfermera se avivó de que te estaba pasando algo y te llevó al shockroom. Pero era demasiado tarde: el cerebro no puede estar más de siete minutos sin oxígeno, y había pasado mucho más tiempo. Esa fue la causa de tu muerte: hipoxia.
Todo lo que hicieron después fue peor. Una suma de procedimientos
médicos salvajes que terminaron con tu médula quebrada, la clavícula y las
cervicales fracturadas y un golpe en la cabeza. Supongamos que hubieses
zafado de la hipoxia, pero esas lesiones te dejaban cuadripléjico de por vida.
Te tuvieron dos días en terapia intensiva, dopado, con una traqueotomía mal hecha. Los partes médicos decían cualquier verdura, incongruencias. Hasta que pedimos un traslado al Hospital Italiano y ahí saltó la verdad: estabas con muerte cerebral desde hace dos días y con muchas lesiones médicas irreparables. Tan grave fue la situación que el mismo Hospital Italiano hizo la denuncia penal antes de comunicarnos a nosotros la demoledora noticia.
Después de tres años de investigación y el avance de la causa hay solo dos
hipótesis posibles de lo que pasó. La primera es que no te atendieron, te
abandonaron en la guardia y cuando se dieron cuenta ya era tarde: tuviste
una hipoxia, quisieron reanimarte e hicieron un desastre. Y los dos días que
te tuvieron en terapia intensiva fueron simplemente para dejarte morir y que luego la muerte tape todo. La segunda hipótesis es mucho más macabra,
pero no me extrañaría (con todo lo que he visto estos tres años) que fueran
capaces de hacer algo así. Te abandonan en la guardia, tenés la hipoxia,
intentan reanimarte y no pueden. Hasta ahí es igual que la primera. Mi
sospecha es que, cuando se dan cuenta del cagadón que se mandaron, te
quiebran en mil pedazos para después decir que fue un accidente de tránsito. Como forzamos un traslado y son torpes, no tuvieron tiempo de dibujar la historia clínica.
A partir de acá empieza la segunda parte de la historia: tener que convivir
con los asesinos, con los encubridores, y el derrotero de llevar el dolor de
manera civilizada pidiendo justicia.
Contraté a un abogado y a tres peritos médicos, y recabé todo tipo de pruebas contundentes e irrefutables para cuando llegue el juicio. Logré ubicar a todos los testigos del caso. La causa se sobrepuso a dos peritos médicos oficiales de los tribunales de San Isidro que la quisieron cajonear (ambos conocidos por ser funcionales al intendente). Los directivos del hospital quisieron hacer correr la bola de que habías tenido un accidente de tránsito (un disparate que fue desestimado en la causa). La gota que rebalsó el vaso fue la desaparición de el libro de report de shockroom y las hojas de enfermería del día que caíste ahí. Sin palabras. Llama poderosamente la atención que el intendente de San Isidro Gustavo Posse, los secretarios de salud Eduardo Prado y Juan Viaggio, y la directora del hospital Susana
Guidi Rojo no se hagan cargo de nada a pesar de lo flagrante y salvaje que
es todo. También llama la atención que los médicos homicidas sigan
atendiendo como si nada hubiese pasado.
Hice público el caso y senté el culo en todo programa de radio, televisión o
nota gráfica donde me dieran espacio. Digo "donde me dieran", porque eso
dependía siempre de que el periodista se la bancara: me decían que la gente
de Posse llamaba siempre para parar las notas. Ahí me enteré que el
municipio de San Isidro es uno de los que más pauta publicitaria compra.
Además, todos los fines de año el hospital hace una "gala" para recaudar
fondos donde los políticos se sacan fotos con famosos; me revuelve el
estómago ver las fotos de esa bizarreada en el marco de lo que te pasó ahí.
Renuncié a cualquier reclamo o demanda civil, no quiero recibir dinero de
un Estado pobre por tu muerte. Voy a llevar adelante solo el juicio penal, a
mi cargo y con el único fin de que todos los responsables vayan presos y
sean inhabilitados.
Me reuní con María Eugenia Vidal, la gobernadora, y le expliqué tu caso.
Recibí su apoyo y el del procurador Julio Conte Grand para darle
dinamismo a tu causa. Pero también tenés que saber que Gustavo Posse
arrasa en las elecciones de San Isidro y es muy difícil desarmar sus
artilugios de impunidad cuando lleva más de cuarenta años enquistado en el
poder, más que Khadafi. Supongo que nadie quiere perderse esos votos.
Hace un mes por orden de la fiscal Asprilla, que lleva la causa, se convocó
al Cuerpo Médico Forense de la Ciudad de Buenos Aires. Son más de veinte
médicos que estudiaron tu caso y el dictamen confirmó que moriste por
hipoxia, como resultado de no haber recibido atención. Ratificaron todas las
lesiones médicas y las delimitaron al shockroom del hospital Melchor Posse
de San Isidro (oh casualidad, el libro que se afanaron). El Dr. Felix Bruno,
coordinador del Cuerpo Médico Forense, declaró no haber visto nunca en
sus años de carrera una cosa semejante en cuanto a las lesiones recibidas en
la guardia del hospital.
Hace unos meses, por medio de unos concejales de San Isidro y del
abogado, me enteré de que tengo el teléfono pinchado. Así que también
convivo con eso. Me da muchísima bronca que me escuchen cuando hablo
con mis niños, que sepan cuándo y por dónde me muevo, que tengan acceso
a mi correspondencia y, básicamente, que se tomen el trabajo de espiarme y
no hayan hecho un carajo por aclarar qué te pasó en ese hospital de muerte
que se llama como el padre del intendente.
Tu juicio todavía está en etapa de instrucción. En breve, calculo, lo elevarán
a juicio oral y por ahí desfilarán todos los imputados. El camino es largo y
desalentador porque, qué te voy a explicar, naciste y moriste en Argentina.
Puede llevar más de diez años y en el medio también puede prescribir la
causa o terminar con una condena excarcelable para los médicos y sin
ninguna responsabilidad para los funcionarios que no paran de encubrir el
hecho. Seguramente especulan con esa posibilidad.
Cada dos por tres me llaman por teléfono familiares de víctimas que están
sufriendo en vivo y en directo situaciones de desatención, maltratos,
encubrimiento, mala praxis y muerte en el hospital de San Isidro. Contesto a
todos y les paso una fórmula para que repitan ahí: que digan que hablaron
con Mariano Cohn y que, si no les solucionan el problema en el acto, va a
mandar las cámaras de cine y televisión. Parece que esta amenaza boba e
infantil está funcionando bastante bien porque han conseguido que atiendan a gente que se estaba muriendo, historias clínicas, marcapasos, etcétera. De todas maneras, Ale, lo más triste es que en mi cuenta de Facebook acumulo decenas de casos de víctimas del hospital tan graves como el tuyo.
Hoy decidí compartir esta carta que escribí para vos con tus amigos, con
nuestros padres, con Margarita, con Gastón y con un montón de gente que
no conozco. Me ayuda a sentirme acompañado cuando voy solo al
cementerio de Chacarita a dejarte tu coquita light frente a la lápida; cuando
leo tu nombre en el mármol y me tapo la boca con la mano, todavía
desconcertado; cuando te cuento que fuiste tío de vuelta; que terminé otra
película y que papá anda muy triste. En realidad es lo mismo que charlamos
siempre cuando te voy a visitar, pero en vez de decírtelo a vos, hoy lo
escribo en esta hoja.
Te extraño mucho, tu hermano Mariano
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