Más allá del resultado del partido de hoy entre las selecciones de Croacia y Francia, que consagrará un nuevo campeón del mundo, una de las imágenes que quedará sin duda impresa en la memoria del Mundial de 2018 es la de Kolinda Grabar-Kitarović, la presidenta croata, alentando a su equipo nacional enfundada en la camiseta oficial a cuadros albirrojos.
El fútbol es pasión de multitudes en Croacia, como lo era en la antigua Yugoslavia -de la que Croacia era obligada parte- y Kolinda Grabar-Kitarović no es la primera dirigente política de esas tierras que se deja capturar por ese amor.
Otro croata llamado Josip Broz, que pasó a la historia como el Mariscal Tito, dirigente comunista y artífice de la unificación yugoslava después de la Segunda Guerra Mundial, también fue un verdadero fanático del nogomet –que así se dice fútbol en ese idioma-, pasión que no abandonó durante su supuesto breve exilio en la Argentina, donde se afirma que se refugió en la ciudad de Berisso y se hizo hincha de Estudiantes de La Plata, seducido por el color de su camiseta.
De la misma manera que está atravesada por la grieta que separa a pinchas y triperos, La Plata es una ciudad dividida cuando se trata de considerar cierta o falsa la presencia de Tito y su pasión por Estudiantes.
En Berisso, en cambio, nadie duda que Josip Broz vivió en la ciudad y, si se saca el tema, sobran los vecinos que aseguran que hay pruebas fehacientes.
Unos pocos datos, una colección de indicios, relatos orales transmitidos de una generación a otra y hasta un mural pintado en el viejo bar Sportman que lo muestra –con indudable anacronismo- junto al dueño del local y al mítico Cipriano Reyes, dirigente del Swift que encabezó el 17 de octubre de 1945, permiten armar el rompecabezas que cuenta una historia.
Una biografía misteriosa
Josip Broz nació el 7 de mayo de 1892 en Kumrovec, en lo que por entonces era Croacia-Eslavonia, parte del imperio Austro-Húngaro, en territorio de la actual Croacia. Era el séptimo hijo de una familia campesina formada por un croata y una eslovena.
Su biografía previa a la llegada al poder está plagada de datos difusos que se entrelazan hasta construir un misterio potenciado por los años que vivió en la clandestinidad.
A los 15 años dejó su casa y se fue a vivir solo a la ciudad de Susak, donde consiguió trabajo como aprendiz de cerrajero. Poco después tomó contacto con la Unión de Trabajadores de la Metalurgia y en 1910 se afilió al Partido Socialdemócrata de Croacia y Eslovenia.
Los años siguientes lo encuentran en Kamnik, Eslovenia, Cenkovo y Bohemia, trabajando en diferentes fábricas metalúrgicas donde realizó una intensa actividad sindical que le valió las primeras persecuciones políticas. Otras fuentes dicen que también estuvo en Alemania y en Austria, trabajando en las plantas automotrices de Mercedes Benz y de Daimler.
Poco antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, fue reclutado por el ejército austrohúngaro, donde pasó más tiempo detenido por hacer propaganda contra la guerra que en el frente de batalla, hasta que en abril de 1915 fue herido por un obús en el omóplato y capturado por los rusos en Bukovina.
La revolución de octubre de 1917 lo encontró preso en un campo de trabajo en los Montes Urales desde donde pasó, sin transición, a integrar las filas del Ejército Rojo al tiempo que se afiliaba al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, precursor del Partido Comunista de la Unión Soviética.
La historia dice que retornó a Croacia en 1920, donde pronto se transformó en dirigente del Partido Comunista yugoslavo –declarado ilegal en 1921 – hasta que fue capturado y condenado a prisión a principios de 1928. Fue por esos años que adoptó en nombre de guerra con que pasaría a la historia: "Tito".
Fuga y viaje a la Argentina
Sentenciado a cinco años de prisión por "actividades sediciosas", Tito fue a parar a la cárcel de Lepoglaba. Allí, sus conocimientos como electricista le facilitaron una rápida fuga. Lo propios guardiacárceles lo sacaban al pueblo con otros presidiarios para que hiciera reparaciones en sus casas o en las de otros vecinos del pueblo.
La historia –o quizás la leyenda – cuenta que cuando llevaba pocos meses detrás de las rejas, lo llevaron junto con otros dos comunistas detenidos a arreglar el sistema eléctrico de uno de los bares del pueblo, custodiados por un solo guardia. El mito también dice que el guardia se emborrachó y que los tres presos se escaparon sin que nadie les pusiera obstáculos.
Poco después, con pasaportes falsos provistos por el Partido Comunista, cruzaron la frontera y Tito –oculto bajo otra identidad – llegó hasta el puerto de Génova, donde consiguió embarcarse en el carguero de bandera italiana Principesca María, que tenía como destino la Argentina. Luego de un mes cruzando el Atlántico, cuenta la leyenda que Josip Broz desembarcó en el Puerto de Buenos Aires y desde allí –por razones desconocidas – se dirigió a Berisso. Corrían los últimos meses de 1928.
Obrero y pincharrata
El mecánico que hablaba español con un acento indescifrable y consiguió empleo en el Frigorífico Swift de Berisso se presentaba como Walter, pero todos le decían "El Ruso". Era hombre de pocas palabras, que trabajaba con eficiencia y que, cuando entraba en confianza, hablaba con sus compañeros sobre la hermandad de los obreros explotados.
En 1999, el diario Hoy de La Plata publicó un largo artículo con testimonios de antiguos vecinos de Berisso sobre la posible presencia de Tito en esa ciudad.
"Cuentan que en la sala del frigorífico Swift, trabajaba un hombre enigmático. Desde las 8 de la mañana, y durante 12 horas intensas, el mecánico peleaba en el más absoluto de los silencios con las viejas máquinas averiadas. Si bien se hacía llamar Walter, todos presentían que el muchacho de unos 38 años escondía tras sus lentes una misteriosa realidad", dice.
En ese mismo artículo, Jaime Sternovich – hijo de inmigrantes radicados en Berisso – dice que no tiene dudas sobre la verdadera identidad de Walter: "Yo sé que el mismísimo Mariscal Tito vivió en Berisso escondido de los yugoeslavos que lo perseguían por ser comunista", asegura.
Otro viejo vecino de origen croata, Tonka Baric, fue más allá y dijo que Walter se alojaba en una pensión popularmente conocida como "la del Turco", en la calle Nueva York, avenida principal de la ciudad, y que comía casi todos los días en el restaurante "El Águila", ya desaparecido, a poca distancia de la pensión.
Lo que pronto llamó la atención a los compañeros del Ruso Walter fue el enamoramiento a primera vista que tuvo con Estudiantes de La Plata, equipo al que empezó a seguir siempre que jugaba de local y, si podía, también en lo partidos que le tocaban como visitante.
Era un caso raro en Berisso, donde la inmensa mayoría simpatizaba –y simpatiza – con el equipo rival, Gimnasia y Esgrima, al punto que a sus hinchas se los conoce como "los triperos", precisamente porque muchos de ellos trabajaban en los frigoríficos.
Mas extraño aún resultaba si se tenían en cuenta las posiciones políticas de Walter, que naturalmente debieron haberlo inclinado por Gimnasia, un club de gran arraigo en los sectores populares, y no por Estudiantes, más afianzado en la clase media y entre los alumnos de la Universidad Nacional de La Plata, a cuyos estudiantes de Medicina el club debe el nombre popular de "pincharratas".
En la tribuna del viejo estadio de las calles 1 y 57, Tito debe haber gritado los goles pinchas al unísono con otro hincha famoso, Ernesto Sábato, egresado de la UNLP.
Pudo haber influido en esa elección el elegante juego que exhibía aquel Estudiantes de principios de la década de los 30, a cuyos jugadores se conocía como "los profesores".
En 1931, el equipo integrado entre otros por Nolo Ferreira, Alejandro Scopelli, Alberto Zozaya, Enrique Guaita y Miguel Ángel Lauri estuvo cerca de ganar el primer campeonato profesional de la Argentina y terminó tercero con la delantera más efectiva -104 goles -, detrás de Boca y San Lorenzo.
Pero, en realidad, la pasión de Tito por Estudiantes no tenía que ver con la calidad del juego sino con la nostalgia. Lo explica la propia página del club. Allí dice: "Tito, lejos de influenciarse por su entorno, se enamoró de Estudiantes. ¿Qué ocurrió? La camiseta rayada albirroja le recordaba el club del que era hincha en su tierra natal, el cuál luego se fusionaría con otro para dar a luz al conocido Estrella Roja de Belgrado".
Reencuentro albirrojo con el Mariscal
Fue poco el tiempo que el futuro Mariscal Tito, Walter por entonces, pudo alentar a Estudiantes de La Plata. Su actividad política en el frigorífico Swift lo puso en la mira de la dictadura de Uriburu, que lo consideró "un elemento peligroso" por intentar organizar a los obreros para reclamar mejoras en las condiciones de trabajo.
Fue despedido y estuvo encarcelado unos días, hasta que se le aplicó la Ley de Residencia, que permitía expulsar del país a "todo extranjero cuya conducta comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público".
Así, Josip Broz o Tito o Walter o El Ruso, el mecánico pincharrata fue devuelto a Europa, donde no demoraría en pasar a la historia como jefe de la resistencia a los nazis en la Segunda Guerra Mundial y artífice de la segunda Yugoslavia.
Pero la distancia no apagó su amor por Estudiantes de La Plata. Y el Mariscal Tito –ya convertido en mandatario de su país y jefe del Movimiento de Países No Alineados – lo demostraría en 1969, precisamente el momento de mayor gloria del equipó platense.
En 1968, después de ganar Copa Intercontinental frente al Manchester, la delegación de Estudiantes realizó una gira por distintos países de Europa, incluyendo Yugoslavia. Allí, aquel obrero del frigorífico era el poderoso Mariscal -y no del área- que recibió al plantel pincha y a sus acompañantes, entre los que estaba Manuel "Nolo" Ferreira, integrante del equipo de "los profesores".
Tito lo reconoció sin que nadie se los presentara y le dijo:
-A usted lo vi jugar muchas veces en La Plata. No puedo olvidar a ese equipo.
Ferreira se quedó mudo y entonces, con una sonrisa, el Mariscal le repitió de memoria, sin equivocarse, de uno al once, aquella formación de 1931.
Final de la copa 2018
Cuando este mediodía, en el estadio Luzhniki de Moscú, las selecciones de Francia y Croacia salgan a la cancha, seguramente la presidenta Kolinda Grabar-Kitarović estará en la tribuna para alentar al equipo de su país. Será una de las fotos del Mundial. Pero ninguna foto podrá registrar al fantasma que estará alentando a su lado, también enfundado en una camiseta albirroja: el fantasma del Mariscal Tito.