El francés Bruno Patino es catedrático y especialista en desarrollo de medios gráficos y audiovisuales. Actualmente es director editorial del canal de televisión franco-alemán Arte y de la Escuela de Periodismo de Sciences Po Paris. Trabajó para el Programa de las Naciones Unidas para América Latina y fue corresponsal en Chile para el diario Le Monde. Llegó a Buenos Aires para participar de La Noche de la Filosofía, el sábado a la noche en el CCK. Más de 35 mil personas se acercaron para escuchar y debatir con prestigiosos intelectuales, tanto del ámbito local como internacional. Patino fue uno de ellos.
"Yo fui una persona que creyó verdaderamente en una especie de utopía digital. Cuando desarrollamos internet en los medios de comunicación -yo lo hice en Francia en el diario Le Monde en 1999, en el 98 incluso, veinte años atrás-, todos pensábamos que la interconexión de la gente iba a producir algo. La gente hablaba de la sabiduría de la muchedumbre, la gente hablaba de esa utopía de la noosfera, que era como una conciencia universal. Y nosotros verdaderamente pensamos que permitiendo a la gente comunicarse así de manera inmediata y mundial, permitiendo una economía colaborativa más que una economía productiva, íbamos a producir algo que se parecía a una democracia ideal. Lo que pasó es que la economía se puso dentro y lo que muchos llaman 'la economía de la atención', la empresa que vende nuestra atención, verdaderamente hizo caer esa utopía. ¿Por qué? Porque,en un momento no bastó con poner en relación a la gente, sino más bien que la lógica económica tuvo como consecuencia tratar de producir la adicción. Porque cuando uno es adicto a los medios de comunicación digitales, por supuesto uno da más atención a esos programas digitales. Y cuando se incrementa la atención, se incrementa el valor económico de la atención que tienen que vender las plataformas", dijo en diálogo con Infobae.
–¿Usted está diciendo que Facebook e Instagram están tratando de hacernos adictos a esas compañías?
–Por supuesto. Y lo que es muy extraño en la historia es que esas compañías fueron desarrolladas por ingenieros a quienes no les importaba para nada la publicidad, la atención o la economía, incluso. Pero poco a poco la lógica interna de esa plataformas, la lógica económica, fue vender primero publicidad, datos, atención. Y por eso hubo que maximizar la atención de la gente y el único método para maximizar la atención es desarrollar la adicción. Todos nosotros nos hemos vuelto adictos a esas plataformas.
–Cuando uno ve que Facebook llega a 2 mil millones de habitantes, ¿podría decirse que Facebook es más poderoso que cualquier Estado del mundo?
–Usted tiene toda la razón. Se puede incluso hablar de compañías que tienen soberanía, como los Estados tuvieron soberanía en un momento. Lo que es muy extraño. Pero es un momento de transición, en realidad, porque esas compañías tienen el poder que usted ha dicho, pero no aceptan las responsabilidades que van con este poder. Y yo creo que estamos en un momento en que la ciudadanía, los ciudadanos, la gente en general y los poderes políticos de cada país están viendo el poder adictivo que tienen esas plataformas y poco a poco están pensando en métodos, no para prohibir esas compañías, sino para que tomen en cuenta su responsabilidad y para, tal vez, tratar de disminuir poco a poco los métodos adictivos que ellos desarrollan. Es como una ecología digital lo que hay que desarrollar hoy en día. No vamos a volver para atrás. No se trata aquí de decir 'terminemos con lo digital y terminemos con la conexión', sino cómo ponemos un poco de responsabilidad dentro de este ámbito, yo creo que esa es la pregunta central. Poner un poco de ecología digital para que nuestros niños y nosotros mismos tratemos de combatir nuestra adicción y para que los sistemas informáticos, los algoritmos, se basen sobre otra cosa que el desarrollo adictivo.
–¿Cómo imagina que un Estado puede ponerle una barrera a algo supranacional como es Facebook?
–Es uno de los grandes desafíos políticos del mundo que viene porque muchas veces se habla de la cuestión fiscal, de que no pagan impuestos esas compañía pero, en realidad, el no pagar impuestos en un país y el no aceptar una responsabilidad propia son las dos caras de una misma realidad. La realidad es que esas compañías que son transnacionales tratan de escapar a toda realidad regulatoria, ya sea económica o política. Yo creo que poco a poco las respuestas van a tener que ser transnacionales también, de grandes elementos. En mi continente, por supuesto, la Unión Europea tiene una gran responsabilidad en la capacidad de discutir con Facebook. Yo creo que Latinoamérica tiene que saber también cómo enfrentarse no solamente a la naturaleza de los datos (cómo esas compañías puede usar nuestros datos y venderlos), sino también a una cierta transparencia de los algoritmos que utilizan esas compañías.
–Después de lo de Cambridge Analytica, ¿usted se animaría a decir que Facebook puede poner en riesgo la democracia?
–Claro que puede poner en riesgo, pero lo más impresionante es que lo hace sin darse cuenta en realidad. No estamos hablando de una compañía que trata de luchar contra la democracia, es solamente el sistema sociológico, político y técnico que ha creado. Es un sistema que tiene más poder que incluso los ingenieros de Facebook imaginaban. Entonces, por supuesto, siempre pueden haber actores que luchan contra una democracia, que tratan de influir sobre una elección que utilizan ese sistema, y es por eso que en un momento u otro las compañías tienen que responsabilizarse para que no cada tipo de actor pueda utilizar el sistema que han creado acá. Entonces yo creo que Cambridge Analytica, por supuesto, es un momento verdaderamente decisivo para Facebook. Todos miran a Facebook ahora para los midterms, cómo van a pasar en Estados Unidos, pero incluso las próximas elecciones por lo menos Facebook se da cuenta que los bots, que su sistema publicitario, que es un sistema colaborativo con los datos, es un sistema que verdaderamente le da una responsabilidad tremenda. Yo creo que en un momento u otro esas compañías van a tener que enfrentarse con una responsabilidad política que se encaje dentro de los sistemas de leyes, constituciones o reglamentos de cada país.
–Cuando habla de Facebook, ¿está hablando sólo de Facebook o le suma también WhatsApp?
–Es muy impresionante cuando uno llega a Latinoamérica ver la importancia de WhatsApp. WhatsApp es importante en Europa pero no tiene el peso que cada uno le da acá. De todos modos, es una responsabilidad que tiene algo que ver con el estatuto que vamos a dar a los datos, con los cuales pagamos en realidad a esas plataformas. Cada usuario paga a esas plataformas sus servicios con sus datos personales. Bueno, mi dato personal no vale nada pero poco a poco miles de millones de datos personales con inteligencia, con algoritmos, tienen un valor. Siempre se puede comparar un poco con el principio de la Revolución Industrial que tuvo lugar a fines del siglo XIX cuando el capital se acumuló, se acumuló, se acumuló en pocas compañías. Y a un momento de eso, los Estados en Europa, incluso en los Estados Unidos y en Latinoamérica, decidieron que tenían que crear sistemas para, digamos, limitar la acumulación de capital. Darles derecho a las personas que trabajaban en esas industrias pero también limitar la concentración del capital. Vamos poco a poco a algo semejante. Vamos a tener que darles un poco de derechos a nosotros, los usuarios, frente a nuestros datos. Que la explotación no pueda ser total sobre nuestros datos personales. Ya se está empezando a hacer en Europa con ese nuevo estatuto de datos personales, pero yo creo que los diez años que vienen ese tema político va a estar presente por todas partes. Y la segunda cosa que vamos a tener que hacer es limitar la acumulación de datos, la privatización de esos datos con las grandes compañías. En un momento u otro los Estados van a tener que limitar esa acumulación de datos personales. Por supuesto, los utopistas como yo van a intentar hacer que esos datos sean bienes comunes, que todos puedan construir algo sobre esta riqueza común para una economía colaborativa mundial, pero otros van a tratar solamente de vigilar que haya una competencia que no sea muy desigual en la economía digital y entonces permitir que la acumulación de datos privados no sea totalmente desequilibrada en favor de las compañías como Facebook o Google, y en desfavor de las otras compañías.
–¿Qué pueden hacer los ciudadanos frente a empresas con tanto poder?
–Yo creo que es un desafío de la educación. Porque, por supuesto, esas compañías nos dan un servicio que a nosotros nos gusta. Me gusta a mí estar en relaciones con mis hijas, con Facebook, con WhatsApp y todo eso. Pero en un momento hubo otro. Cuando yo estaba hablando de adicción, es el sistema adictivo que provoca nuestra opresión. Y en realidad eso tiene que ver con la educación. Yo creo que no se puede decirle a los jóvenes hoy en día: 'Vas a olvidar lo del digital'. Pero nadie nos dijo que teníamos que estar conectados en permanencia. Yo creo que un tema de la educación es luchar contra la conexión permanente. Lo cual no es la digitalización de nuestras sociedades, la digitalización de nuestra economía. Eso por supuesto. Hemos entrado en un nuevo período económico y social de nuestra humanidad. Pero luchar contra esta conexión permanente es luchar contra el trabajo permanente que se hacía a los principios del capitalismo industrial cuando la gente trabajada 12, 14, 16 horas en las industrias. Ahora nosotros estamos conectados 16, 18 horas por día. Yo incluso trato de luchar y tengo dificultades en hacerlo, pero verdaderamente pienso que uno de los temas más importantes de la educación es tener esa distancia con la conexión permanente. ¿Y por qué? Porque cuando uno tiene distancia con la conexión permanente, vuelve a encontrar el tiempo que da la libertad de pensamiento, la libertad de reflexionar y la libertad de tener distancia contra este tipo de autoexplotación que estamos aceptando.