Internet y las redes impactan fuertemente en la forma en que se produce y difunde hoy la información. Es uno de los temas sobre los cuales reflexiona Cyril Lemieux, profesor en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, y autor, entre otros, de Mauvaise presse (Mala prensa, 2000), y Gramáticas de la acción social, (editada en castellano por Siglo XXI, en 2017), obra en la cual revisa los conceptos y las prácticas de las ciencias sociales, historia, antropología y la sociología pragmática, de la cual es uno de los principales exponentes.
Este sábado, Cyril Lemieux será uno de los protagonistas de La Noche de la Filosofía, en la que pensadores argentinos y extranjeros expondrán sobre diferentes temas. La cita es a las 19 horas en el CCK.
— Usted es un analista de los medios y dice que éstos están en crisis. ¿Crisis de credibilidad? ¿O de qué naturaleza es la crisis que usted percibe?
— De hecho, si uno mira las cosas desde una perspectiva histórica, se percibe que hubo periódicamente crisis de los medios. Ahora bien, a partir de fines del siglo XX, pero más notoriamente desde el comienzo del siglo XXI, la crisis está ligada a Internet, más ampliamente a la explosión de los medios, que hace que mucha más gente participe de la producción de la información y que la profesión de periodista esté en crisis, porque tiene la competencia de las redes sociales, de los amateurs, etcétera. Eso plantea enormes interrogantes sobre la regulación de la información pero también sobre las libertades asociadas a ello, y por lo tanto ambos aspectos me parecen importantes. Hoy hay una crisis del periodismo, pero soy bastante optimista: creo que es un momento a superar y que vamos a encontrar nuevas regulaciones.
— ¿No es positivo que, gracias a las redes, la gente tenga más herramientas para criticar a la prensa? Antes un diario tenía más impunidad para ocultar determinadas informaciones, o aspectos enteros de la realidad, y los lectores no podían señalar esas falencias. Ahora la gente puede expresar su indignación cuando ve que un medio no da una información importante o la presenta de un modo demasiado sesgado.
— Estoy totalmente de acuerdo. Las crisis sucesivas de los medios hicieron avanzar la democracia, no obstante, plantean problemas, hay que ver ambos aspectos. Cuando Internet se desarrolló, se desarrolló también la crítica a los medios tradicionales. Fue algo totalmente positivo, permitió también crear medios, la gente se convirtió en su propio medio en ciertos casos, permitió dar a conocer opiniones y hechos de las que los medios no hablaban; ese fue un aspecto muy positivo. Pero a partir de 2010, hay una recuperación de Internet por intereses económicos, comerciales. Y el tema de las fake news está muy relacionado con este modelo que busca generar "clicks", y que utiliza la potencia de Internet para producir noticias falsas, pero sobre todo clicks, que generan rentabilidad, y entonces tenemos toda una serie de estrategias que retoman Internet, y el lado tan simpático de la crítica social, de la crítica ciudadana, se ve un poco amenazado por esta recuperación por parte de intereses económicos, a veces también por intereses políticos; se ha hablado de la influencia en la campaña norteamericana y también en Europa de las redes rusas, también Trump utiliza esto… Vivimos un tiempo muy interesante porque nos obliga a tomar en cuenta la cuestión de la regulación, pero aquel momento de florecimiento de la crítica en Internet está siendo un poco tapado por cosas más estratégicas, más comerciales, menos simpáticas…
Cuando la prensa se industrializó, hubo una suerte de pánico moral de las elites, que decían ‘cuidado, esto es muy peligroso’. Hoy pasa lo mismo con las redes…
— Ahora, cuando se reúnen los gobiernos preocupados por las fake news, es inevitable pensar que, por ejemplo, hubo una guerra en Irak basada en una mentira. ¿Es creíble la inquietud que hoy expresan esos mismos Estados ante las fake news?
— Las fake news, la post verdad, lo que se llaman teorías del complot, son un fenómeno a estudiar; no tanto la teoría del complot sino la acusación de teoría del complot, y vemos que esto apareció en los años 2000, por parte de la elite. Se puede hacer el paralelo con el siglo XIX: cuando la prensa industrial se desarrolló, las elites reaccionaron muy mal, acusando a esa prensa de difundir falsas noticias y de incitar por ejemplo al suicidio, a la violencia, etcétera. Hubo una suerte de pánico moral de las elites, que decían "cuidado, esto es muy peligroso". Hoy, en los años 2000, como el poder de esas instituciones es cuestionado, la reacción es decir que es muy peligroso lo que pasa en las redes. Coincido con usted, las fake news no son algo totalmente nuevo, pero también es cierto que con las redes sociales, con la combinación entre redes sociales y medios tradicionales, hemos alcanzado una potencia sin igual en la historia, entonces hay que tener cuidado de no subestimar los problemas. Estoy de acuerdo con el sentido de su pregunta: lo interesante es ver quién denuncia las fake news, con frecuencia es gente a la que lo que les molesta no es tanto que la información sea falsa, sino que ya no tienen el control.
— ¿Son más libres los periodistas hoy que en tiempos pasados?
— Si pienso en Francia, desde los años 80, la respuesta es sí. Antes sólo había medios públicos, la prensa era menos libre. En los años 80, 90, hubo una apertura en lo político. Las nuevas amenazas son de orden económico, porque vienen de los imperativos de productividad, de rentabilidad, que limitan la posibilidad para los periodistas de hacer correctamente su trabajo, verificar la información, investigar correctamente, y que los impulsan más bien a tener estrategias comerciales. Por lo tanto, lo que amenaza a la prensa en los países capitalistas es más bien ese mecanismo de mercantilización. No es que los medios no fuesen ya mercaderías, pero hemos cruzado un nuevo umbral. Por ejemplo, en las redacciones web los periodistas tienen un retorno casi inmediato del número de clicks generados y pueden modificar en el acto parámetros del artículo y constatar enseguida la eficacia, y eso va en detrimento de cierta ética periodística.
En Francia hay leyes anti monopólicas. No se puede concentrar más de un determinado porcentaje de los medios
— Pero la privatización de los medios también acarrea peligros, como el surgimiento de monopolios. ¿Eso está regulado en Francia?
— Sí, en Francia hay leyes anti monopólicas. No se puede concentrar más de un determinado porcentaje de los medios. Evidentemente, siempre hay debate sobre si es suficiente, pero globalmente funciona bastante bien. Hay imperios económicos, como Bolloré o Dassault, y claramente hubo casos en los cuales presionaron a sus periodistas. Y eso es un segundo aspecto de la regulación. No sé como es en Argentina, pero en Francia, desde 1935, los periodistas están protegidos por un estatuto profesional por el cual por ejemplo si cambia el accionista, tienen derecho a irse con fuertes indemnizaciones. Dicho de otro modo, tienen derecho a opinar acerca de para quién trabajan, y eso protege un poco su autonomía profesional. Es útil para defenderse en un mundo en el que las presiones no vienen sólo del Estado sino también de los mercados. En la ley entonces hay tres elementos importantes: la ley anti monopolio, anti concentración, la protección del estatus del periodista y un tercer aspecto que debería volverse cada vez más importante, que es la transparencia: ¿quién financia a los medios?, hay que rendir cuenta de eso. Funciona en los medios tradicionales, el problema es Internet. Se está discutiendo una ley en Francia para que se transparente quién pone publicidad en medios que generan fake news. Que el internauta sepa cuándo un contenido está esponsorizado. Creo que es una buena medida porque no es represiva sino que apunta a la transparencia.
— Y en este contexto nuevo, ¿cómo se preserva la credibilidad del periodismo?
— Creo que las reglas del oficio son bien conocidas. El problema es que no siempre son o pueden ser aplicadas; se crea una tensión entre lo aprendido y las situaciones concretas donde se puede ver que las cosas no siempre funcionan como les dijeron… Entonces creo que si uno quiere que sus ideales funcionen hay que actuar colectivamente. Para mí la defensa de la ética profesional es un combate colectivo; es un problema en el periodismo porque la mentalidad es muy individualista; yo tengo mis reglas, vos las tuyas. Pero eso no funciona porque el público juzga globalmente. Hay que encontrar nuevas formas de defender la profesión. Los viejos sindicatos son muy criticados, son clientelistas, en Francia son muy rechazados. Hay que crear nuevas formas de alianza con el público, en especial con los internautas. Una parte no desdeñable de los periodistas son críticos de su profesión y una parte del público que es crítica del periodismo, pero no maniquea, y entiende que no es fácil el ejercicio de la profesión. Esa parte del público y de los periodistas pueden aliarse, por eso encuentro interesante toda confrontación entre periodistas y público crítico, entre los periodistas y la crítica constructiva, para tratar de encontrar sinergias.
— Usted está en Buenos Aires para participar de la Noche de la Filosofía donde hablará del ascenso de los nacionalismos, un fenómeno que sorprende porque se lo creía superado luego de la guerra. ¿Cuál es la causa de este resurgimiento?
— Es sorprendente para nosotros mismos, hasta en Italia han ganado. Hungría, Polonia, Austria… Incluso en países donde no gobiernan, pesan en los debates, pesan en la política. Para decirlo en pocas palabras, creo que es un efecto no buscado de la forma en que se construyó Europa, de un modo liberal. Europa, para triunfar, no puede ser solo liberal. Debe ser social. Se liberalizaron los mercados, se los puso en competencia, se puso en inseguridad a mucha gente y esa gente para protegerse no puede volcarse hacia Europa sino hacia sus Estados nacionales. Quiere que se cierren los mercados, gozar de un estatus nacional de derecho superior al de todo extranjero, quieren volver a la tradición y a los valores eternos. La política liberal europea ha producido esta reacción nacionalista, xenófoba, anti-inmigrantes, que se encarna en los sectores populares, o en una parte de ellos al menos, y que aspira a la protección. Pongo un ejemplo: en el tema derechos humanos, Europa es un éxito. Si soy victima de una violación de mis derechos humanos por el Estado, puedo apelar a la Corte europea y Europa me protege de mi Estado. En lo social sucede lo inverso: mi Estado me protege de Europa.
Hoy Europa está realmente en peligro. Y si es sólo liberal, no existirá
— ¿Se refiere esencialmente al empleo?
— Protección social, empleo… Los mercados se liberalizaron y entró la competencia de los países de Europa del Este y la gente se siente agredida, pierde poder económico, pierde estatus social. Y Europa no le da protección por el momento.
— ¿No es un problema económico?
— Si sólo se toma en cuenta la dimensión económica, se pierden de vista otras cosas: el sentimiento de tener un lugar en la sociedad, los modos de vida que cambian, el temor al desclasamiento de los hijos, a que tengan un modo de vida inferior al de los padres. Económicamente, Europa no está tan mal. En realidad, estamos cambiando profundamente la sociedad y no es sólo un problema económico. Si se construye Europa sólo en el plano económico, será un fracaso. Hoy estamos en una situación en la cual Europa está realmente en peligro. Y si es sólo liberal, no existirá.
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